También en la colección llamada la Edda Poética se encuentra la narración conocida como Canción de Harbard. En ella, Odín se disfraza de Harbard (Barbagrís). Con el disfraz, se ve envuelto en una batalla de insultos con Thor, quien, a pesar de su fuerza, es vencido por la astucia de Odín.
En la historia, Thor jamás adivina la verdadera identidad del que se burla de él. Pero el nombre de Barbagrís alerta al oyente/lector sobre lo que de verdad está ocurriendo. De este modo, el redactor original de la historia destaca todavía más la debilidad del en apariencia todopoderoso Thor en esta confrontación. Este es un poema brutalmente psicológico, en el que se ve a Odín diciendo a Thor que su madre está muerta. Es difícil de entender qué motivos tiene Odín para buscar el enfrentamiento y de ello nada se dice en la historia que ha llegado hasta nosotros.
Este es un tipo de poema conocido como flyting. El término deriva de la palabra en nórdico antiguo flyta, que significa «provocar». Es un tipo de poema común en la literatura germánica y se basa en dos oponentes que intercambian insultos. El ganador es así capaz de demostrar su fuerza y virilidad superiores, al tiempo que pone de manifiesto la inferioridad y afeminamiento del otro. Afeminado era uno de los peores insultos en la sociedad basada en lo heroico de la Era Vikinga y sus postrimerías. El poema está mucho menos estructurado que la mayor parte de las composiciones éddicas, y está escrito con varias métricas distintas —alguna de ellas irreconocible— e incluso contiene secciones de prosa pura.
La estrofa 24 alude a Odín como alguien que tiene seguidores que son guerreros muertos en batalla, en tanto que los de Thor son campesinos. Esto puedo expresar la división de clase en términos de los cultos de los dos dioses. Se ve también reflejado en lo que sabemos de la Inglaterra anglosajona, donde Woden (la forma en inglés antiguo equivalente a Odín) aparece en todas las genealogías reales, en tanto que Thunor (el equivalente en inglés antiguo de Thor) no aparece en ninguna. La misma noble asociación con el culto de Odín influenció también, claramente, a la sociedad de la Era Vikinga.
Por el contrario, el nombre de Thor deriva de la palabra germánica para «trueno» y, como dios del clima, debió de tener especial atractivo para las comunidades agrarias. Sin embargo, mientras que el Martillo de Thor en forma de colgante se encuentra a menudo en tumbas femeninas en Escandinavia, el descubrimiento de uno de plata en la tumba de un guerrero en Repton, en Derbyshire, Inglaterra, muestra que el culto también debió de practicarse entre la élite masculina, probablemente a través de la asociación de Thor con la guerra y como vencedor de gigantes. La decoración de filigranas de oro en un colgante de Great Witchingham, en Norfolk, Inglaterra, recalca esta asociación de la élite con el culto a Thor.
Aunque muchos de los episodios narrados no aparecen en ninguna otra fuente, hay varias referencias familiares, incluyendo la noche que Thor pasa dentro de un guante durante su viaje a la fortaleza de Utgarda-Loki. Asimismo, respecto a La pelea de Loki (ver capítulo 15), el poema hace referencia a la infidelidad de la esposa de Thor, Sif, aunque no hay historias que detallen esa infidelidad en el corpus que nos ha quedado de la mitología nórdica, aparte de una referencia en la que Loki se ve involucrado.
* * *
Thor venía del este. Con frecuencia, estaba en esas tierras porque allí era donde se encontraban los trolls y él se enzarzaba a menudo en peleas contra ellos. Ese día en concreto, mientras viajaba, llegó a un brazo de mar. Al observar sobre las aguas, pudo ver que al otro lado del entrante estaba el barquero con su nave.
Al verlo, Thor le llamó: «¿Quién es ese flojo que está al otro lado de las aguas?».
Ante una pregunta tan ofensiva, el barquero replicó: «¿Y quién es el labriego que grita al otro lado del agua?».
Y así comenzaron un intercambio de gritos. Algunos eran jactancias y otros insultos. En cualquiera de los casos, sus palabras resonaban a lo largo del brazo de mar. Se replicaban el uno al otro.
Thor ofreció una gran recompensa al barquero si le cruzaba. El pago que le brindó fue abundancia de comida, pues a la espalda llevaba una cesta llena de arenques y avena. Y como eso era lo que había comido para desayunar, ofrecía lo mismo al barquero… solo por llevarle a la otra orilla.
El barquero no quedó impresionado ante la oferta de Thor y, a modo de respuesta, se burló del orgullo con el que presumía de ser capaz de ofrecer cantidades copiosas de comida. Luego, para impresionarle más, afirmó que la madre de Thor había muerto mientras este estaba lejos de casa. Además, el barquero se burló de su riqueza, dudando de que tuviera más de tres granjas. Para rematar, el barquero señaló que, dado que estaba plantado en la orilla con las piernas desnudas, era menos que ¡un mendigo sin pantalones!
Thor ignoró ese insulto elaborado y, en vez de replicar, preguntó: «¿Quién es el dueño de ese transbordador?». Luego dijo que, si el barquero le cruzaba, él le guiaría a un mejor lugar de amarre en el otro lado del brazo de mar.
A la pregunta de Thor sobre la propiedad de la barca, el barquero respondió que el dueño se llamaba Hildolf y que era un respetado guerrero de gran sabiduría, ya que le había dado instrucciones de nunca embarcar ¡a bandidos o a cuatreros! Los únicos hombres que debía transportar era los buenos a los que reconociese el barquero. A tal fin, exhortó a Thor a que se identificase. Solo entonces podría considerar el barquero cruzarle.
Thor reveló su identidad al barquero, proclamando que era hijo de Odín, hermano de Meili y padre de Magni. Además, le aseguró que era el poderoso caudillo de los Æsir. Para resumir, proclamó: «¡Estás hablando con Thor!» A su vez, desafió al barquero a revelarle su propio nombre.
El barquero replicó que se llamaba Harbard (que significa Barbagrís) y explicó que rara vez ocultaba su nombre. Luego anunció de manera desafiante que estaba dispuesto a defenderse de Thor. Estaba claro que no temía en lo más mínimo al poderoso integrante de los Æsir.
El desafío picó a Thor. «No tengo intención de mojarme las pelotas al cruzar para echarte el guante», gritó, «¡pero si cruzo este brazo de agua y te pongo la mano encima, lamentarás haberme desafiado!».
Harbard ni se inmutó y dijo que ahí le estaría esperando. Y le recordó a Thor cuando el dios portador de martillo había luchado contra el gigante Hrungnir. (Ese era el gigante cuyo trozo de piedra de afilar seguía alojado en la cabeza de Thor).
Ante eso, Thor contó cómo había triunfado sobre Hrungnir (dejando de lado el detalle de la piedra de afilar). Porque, aunque ese poderoso gigante tenía la cabeza de piedra, Thor le había doblegado y destruido. Y se burló de Harbard, preguntándole dónde había estado mientras Hrungnir caía ante él.
Harbard respondió a eso que había pasado cinco años en compañía de un gigante llamado Fiolvar. Y, en ese tiempo, había vencido en muchas batallas, vivido muchas aventuras y triunfado con mujeres.
Eso despertó la curiosidad de Thor, que le preguntó cómo se las había arreglado tan bien con las mujeres y las había vuelto tan dispuestas hacia él.
Harbard respondió con una suerte de acertijo: que, de haberle sido leales las mujeres, habría tenido compañeros vivaces, y si hubiesen confiado en él, habría tenido también compañeros sabios. En un estilo igual de oscuro, contó cómo las mujeres habían tendido cuerdas de arena y abierto agujeros en los valles profundos. Y, sin embargo, había logrado superarlo todo con sus estratagemas y había yacido con no menos de siete hermanas. Ganó sus corazones y obtuvo placer de ellas. «¿Y qué hacías tú, Thor, mientras yo llevaba a cabo todo eso?», preguntó.
Thor no quería quedarse atrás y contó cómo había matado al gigante llamado Thiazi, hijo de Olvaldi, y cómo había lanzado sus ojos al cielo para formar una constelación de estrellas. «¿Y qué hacías tú, Harbard, mientras yo llevaba a cabo todo eso?», preguntó a su vez.
A esa pregunta, Harbard respondió que había estado usando hechizos para obtener poderes sobre mujeres duchas en magia y apartarlas del lado de sus maridos. Y esos hechizos amorosos no eran las únicas señales de sus prerrogativas, obtenidas de un gigante llamado Hlebard, contra el que las había empleado.
A Thor no le impresionó este último alarde y afeó a Harbard el haber tomado un regalo y haberlo usado contra el que se lo había entregado de manera generosa.
El enfrentamiento entre Thor, y Harbard. Grabado de William Gershom Collingwood realizado en 1908.
Harbard se burla de Thor. Ambos grabados se publicaron en una versión británica del Canto de Hárbard o Poema de Barbagrís.
«¡Corta un roble y surgirá otro!», fue la respuesta de Harbard. Y añadió que, en aquel entonces, solo veló por sus propios intereses.
Thor contó cómo, en cambio, él había estado luchando contra los gigantes del este mientras Harbard pagaba la generosidad de Hlebard con traición. En el mismo lugar en el que hacía incursiones contra gigantes, había también matado a trolls que vagaban por las montañas salvajes. Y, de no haberse empleado tan a fondo, la raza de los gigantes sería enorme en número, y los hombres y las mujeres habrían sido borrados de la faz de la tierra. Thor estaba claramente orgulloso de sus logros a tal respecto y desafiaba a Harbard al expresarlo.
Harbard no iba a dejar que lo achicasen y respondió con historias de batallas en Walland, entre los pueblos celtas. Allí había incitado a los nobles a librar una guerra continua, para que Odín pudiera tener su cosecha de nobles guerreros caídos en batalla. Porque, afeó a Thor, «Odín recluta guerreros, mientras que Thor recluta ¡campesinos!».
A eso respondió Thor que, si Harbard gobernase a los Æsir, el botín de guerra se repartiría de manera injusta.
Harbard replicó que era una pena que el coraje de Thor no fuera parejo a su gran fortaleza. Recordó cómo una vez Thor se había acobardado en el guante de un gigante en el que se había refugiado sin saberlo, debido a la oscuridad de la noche. Y afirmó que, en ese escondrijo, «¡Tú, Thor, tenías miedo hasta de estornudar! ¡Tenías miedo hasta de tirarte un pedo!»
Eso hizo que Thor perdiera la compostura e insultó a Harbard y proclamó que si pudiera cruzar las aguas, aplastaría a su atormentador.
«¡Pero no tenemos motivo de disputa!», fue la respuesta de Harbard. Algo que solo consiguió que Thor se enojase aún más.
Con su valor puesto en solfa, Thor se lanzó de nuevo a relatar sus tremendas hazañas de valor. Cómo en el este había defendido el vado contra los hijos de Svarang. Pese a que ellos le arrojaron piedras, se enfrentó a ellos para defender el río, y tan cerrada fue su defensa que les obligó a pedir la paz. «¿Y qué hacías tú, Harbard, mientras vencía en batalla?».
«Mientras tú aguantabas pedradas, seduje a una aristócrata de piel blanca. También estaba en el este». Una vez más, Harbard exhibía su talento para el sexo. «Estaba rutilante, con joyas de oro, la hice feliz y ella me dio placer». Luego, al ver que la historia le interesaba a Thor, siguió diciendo que habría aceptado su ayuda para tratar con la chica.
«Y yo te habría ayudado», replicó Thor.
Pero Harbard contestó enigmáticamente que no fue convocado porque había traicionado su confianza.
Esto disgustó a Thor que dijo que, mientras Harbard se liaba con la mujer de piel blanca, él se las veía con mujeres berserker. Y, cuando Harbard se burló de él por luchar contra mujeres, Thor dijo que eran mujeres-lobo que embrujaron a hombres, asaltaron su barco y le amenazaron con mazas de hierro.
Entonces Harbard manifestó que él, en cambio, dirigía ejércitos con lanzas enrojecidas de sangre y banderas flameantes.
En respuesta, Thor le acusó de amenazar con guerra contra los Æsir.
Ignorando esa alusión, Harbard siguió burlándose de él, declarando que le daría algo para resarcirle de la amenaza y que eso tendría que ver con la parte trasera de Thor.
Ofendido e insultado por tal sugerencia, Thor manifestó que jamás había escuchado palabras tan vergonzosas.
A eso, Harbard replicó misteriosamente que había obtenido esas palabras de los antiguos que residen en los túmulos funerarios de los bosques, en el hogar.
Thor alzó su martillo y prometió que Harbard lamentaría tales palabras si lograba vadear las aguas que los separaban. De ser así, los golpes de martillo conseguirían que Harbard aullase como un lobo.
Harbard ni se inmutó y picó aún más a Thor al afirmar que Sif, su esposa, tenía un amante cuando él no estaba. Thor haría mejor en medir sus fuerzas con ese rival que con Harbard.
Eso disgustó de verdad a Thor. «Te resulta fácil hablar tan a la ligera de algo que sabes que me preocupa», dijo. Y acusó de manera directa a Harbard de contar mentiras.
Pero Harbard se limitó a burlarse de él y dijo que lo que estaba oyendo Thor no era más que la simple verdad y que estaría en mejor disposición de comprobarlo si tan solo se las hubiese ingeniado para montar en el transbordador de Harbard y seguir su viaje.
La cólera de Thor estalló. Llamó a Harbard pervertido y le acusó de obstaculizar su viaje. Pero nada podía hacer con esa cólera, por supuesto. Sin poder llegar al transbordador, no podría castigar al barquero ni seguir su viaje. Y Harbard se regodeó al señalarle tal hecho, mientras se mofaba del poderoso Thor, que se veía impotente ante las burlas de un barquero.
Eso ya fue demasiado para Thor, que exigió que el bote cruzase el brazo de mar para que Harbard se viera las caras con él, Thor, el padre de Magni, Thor, de los Æsir.
A eso Harbard tan solo respondió: «¡Contornea la bahía! ¡Yo no voy a llevarte!».
Bloqueado como estaba, Thor no tuvo otro remedio que preguntar por el camino… el camino a casa.
Entonces Harbard le dio instrucciones a voces: «No está lejos… un corto trecho hasta el hito de piedra… toma el camino de la izquierda… sigue hasta llegar a Verland… tu madre se reunirá ahí contigo… ella te indicará el camino de vuelta a la tierra de Odín. Si te esfuerzas algo, deberías estar allí antes de que salga el sol, porque la tierra se está calentando y la nieve se funde».
Así que Thor se puso en marcha, gritando a Harbard amenazas de que, si alguna vez se lo encontraba, el de barba gris iba a sufrir su cólera.
Harbard le respondió a gritos: «¡Vete al infierno!».
Así terminó el enfrentamiento de Thor con Harbard en el amarradero del transbordador. A pesar de su gran fuerza, Thor de los Æsir no pudo obligar al barquero de barba gris a transportarle, ni pudo castigarle por los insultos y burlas. Había salido escaldado de la confrontación y por tanto tuvo que caminar largo trecho hasta casa. Además, nunca supo que fue Odín quien se burló de él.
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