lunes, 1 de abril de 2019

DEIDADES DE LAS AGUAS.

OCEANO
Los antiguos pensadores, cuando estudiaban el universo, se hallaban
condicionados a interpretarlo conforme a los escasos conocimientos de aquellos
tiempos. Muchas de las teorías cosmológicas tenían más de míticas que de
científicas. Aunque fue Aristóteles —uno de los más prestigiosos filósofos de
todos los tiempos— quien afirmó que la mitología era ya una manera de hacer
filosofía. No obstante, permítaseme emitir un juicio personal al respecto, el cual
no es otro más que la evidente sospecha de que, desde nuestra actual
perspectiva, podemos considerar a la mayoría de los asertos aristotélicos
bastante más cercanos a la lucubración mitológica que a la reflexión proveniente
de un talante netamente racional y, por ende, filosófico; dicho sea con todos los
respetos y sin ánimo de herir susceptibilidades de los, aún numerosos,
cancerberos de la ortodoxia.
Y, así, se creía que el Océano era una especie de inmenso río — "poderosa
corriente del río Océano", nos dirá Homero en su obra "La Iliada"— que
rodeaba a ese disco aplastado que era la tierra, pues de semejante modo se
concebía la forma externa de nuestro planeta por aquel entonces.
En la genealogía mítica de Océano encontramos que los narradores de
mitos lo hacen descendiente de Urano, personificación del cielo, y de Gea,
símbolo de la Tierra. De su unión con Tetis — que vivía con las demás
"Nereidas" en el fondo del mar y se la representaba iconográficamente
conduciendo una enorme concha, semejante a una fastuosa carroza, tirada por
delfines — nacerían las tres mil "Oceánides", o ninfas marinas que, por lo
general, la tradición mítica identifica con las "Nereidas".
CALIPSO
Una de las más célebres fue Calipso, que acogió a Odiseo/Ulises cuando
éste arribó, medio perdido y sin rumbo, empujado por una aparatosa tempestad,
a la isla en donde aquélla moraba. Calipso se enamoró de Odiseo/Ulises y le
ofreció presentes tales como la inmortalidad para que no se marchase de su lado.
Pero el mítico héroe rechazó los distintos ofrecimientos de su anfitriona, por lo
que Calipso lo retuvo en su isla hasta que por intercesión de Atenea ante Zeus,
éste envió a Hermes a los dominios de la "ninfa de hermosas trenzas", con el
mandato de que dejara en libertad a Odiseo. Lo halló "sentado en la playa, sin
que sus ojos secasen el continuo llanto, y consumía su vida suspirando por el
regreso, pues la ninfa ya no le era grata. Obligado a pernoctar en la profunda
cueva, durmiendo con la ninfa que le quería sin que él la quisiese, pasaba el día
sentado en las rocas de la ribera del mar y consumiendo su ánimo en lágrimas,
suspiros y dolores, clavaba los ojos en el mar estéril y derramaba copioso
llanto".
LA PARTIDA
Calipso, obligada por el mensajero de Zeus y movida a compasión por el
dolor de Odiseo/Ulises, permitió que éste partiera hacia Itaca y le ayudó en los
preparativos: Miole una gran hacha que pudiera manejar, de bronce, aguda de
entrambas partes, con un hermoso mango de olivo bien ajustado y pulimentada,
y le llevó a un extremo de la isla donde habían crecido altos árboles —chopos,
álamos y el abeto que sube hasta el cielo—, todos los cuales estaban secos desde
antiguo y eran muy duros y a propósito para mantenerse a flote sobre las aguas.
Y tan presto como le hubo enseñado dónde habían crecido aquellos grandes
árboles, Calipso, la divina entre las diosas, volvió a su morada, y él se puso a
cortar troncos y no tardó en dar fin a su trabajo. Derribó veinte, que desbastó
con la segur y pulió hábilmente. Calipso, la divina entre las diosas, trájole unos
barrenos con los cuales taladro el héroe todas las piezas, que unió luego,
sujetándolas con clavos y clavijas. Labro la cubierta, la protegió con mimbres
entretejidos, la lastro con mucha madera y construyó un timón. Mientras tanto
Calipso, la divina entre las diosas, le trajo lienzo para las velas, y Odiseo/Ulises
las construyó con maestría.
Al cuarto día ya todo estaba terminado, y al quinto despidióle de la isla la
divina Calipso, después de lavarle y vestirle perfumadas ropas. Entrególe la
diosa un pellejo de rojo vino, otro grande de agua, un saco de provisiones y
muchos manjares gratos al ánimo, dándole favorable y plácido viento".
BOSQUE FRONDOSO Y PERFUMADO
Todo lo acaecido entre Odiseo/Ulises y la ninfa Calipso se halla exhaustiva
y líricamente descrito en la rapsodia quinta de la Odisea, que Homero intitula
"La Balsa de Odiseo/Ulises". Allí se explica cómo la isla estaba repleta de un
frondoso bosque tan lleno de perfume que hasta el propio mensajero de Zeus, es
decir, Hermes, quedó prendado de aquel lugar. La ninfa se hallaba, con
frecuencia, en el interior de una enorme gruta y tenía una lanzadera de oro con la
que tejía sus hermosos vestidos. También, junto a la honda cueva, extendíase
una viña floreciente, cargada de uvas, y cuatro fuentes manaban, muy cerca una
de la otra, dejando correr en varias direcciones sus aguas cristalinas".
NEREO
Todas las "Nereidas", tanto las más famosas y representativas como las
menos la ninfa Calipso conocidas, son hijas del "anciano del mar", es decir, de
Nereo, de quien el gran narrador de mitos que fue Hesíodo nos dice lo siguiente:
"Nereo es tan bondadoso que nunca engaña a nadie. Tampoco olvida jamás
las normas de la equidad y la justicia; y no tiene más pensamientos que aquellos
relacionados con la justicia y la rectitud".
Cuentan las leyendas que Nereo vivía en el fondo del mar, en un palacio
lleno de luz y rodeado de sus hijas las Nereidas y de otros personajes y genios
marinos. Por ejemplo, con él vivía Proteus, a quien también se le reconocía el
título de "anciano de los mares". Luego estaba Forcus que personificaba, de
forma especial, la espuma de las olas. También tenía a su vera a otro genio
marino de nombre Taumas, que simbolizaba el reflejo de los rayos del sol en las
aguas y llenaba al mar de ese colorido y belleza que le es propio. Otras versiones
relacionan a Taumas con el arco iris que sale después de las tormentas y con las
tres "Arpías" míticas: Ocipete, la de veloz vuelo; Celeno, la que personifica la
más terrible oscuridad; Aelo, asociada al viento huracanado y raudo.
REVELAR ANCESTRALES SECRETOS
El bienhechor Nereo tenía el don de la profecía y, además, lo evocaban los
marineros cuando se hallaban en dificultades ante la fuerza y la bravura del mar
revuelto, pues se suponía que estaba dotado de ancestral sabiduría. Hasta un
héroe tan famoso como Hércules/Heracles fue a visitar a Nereo para que le
revelara el itinerario correcto hacia el Jardín de las Hespérides. En un principio
Nereo se negó a la petición del héroe; pero éste hizo uso de su fuerza bruta y el
anciano se doblegó a su oponente, no sin antes haberse transformado en
determinados animales y objetos —pues Nereo tenía el don de metamorfosearse
y cambiar de forma— y, de este modo, Hércules/Heracles pudo hallar el Jardín
de las Hespérides y robar las míticas manzanas de oro. El anciano sabio había
informado con precisión, al héroe, sobre el lugar exacto en el que hallaría la
preciada fruta, así como de los peligros que le acecharían al atravesar las
distintas regiones para llegar al deseado lugar.
La iconografía más común nos muestra a Nereo portando un tridente y
montando un Tritón —mítico animal marino que tenía medio cuerpo de hombre
y medio de pez—; su rostro aparece siempre cubierto de espesa barba y, en
ocasiones, se le presenta con su cuerpo también en forma de pez. Existen
algunas versiones acerca de Tritón que lo consideran como una deidad marina
controvertida. Los narradores de mitos dicen que cambió de carácter, puesto que
hubo un tiempo en el que benefició a los mortales y a los héroes; por ejemplo,
protegió a los Argonautas ante una tempestad terrible. Y hubo otra época en que
Tritón, pertrechado de una gigantesca caracola —que siempre llevaba consigo—
se dedicaba a soplar en ella con tal intensidad que el mar se embravecía y sus
olas producían un ruido tremendo. Por lo que se convertía en enemigo de los
mortales.
ESCILA Y CARIBDIS
Las aguas de los mares estaban pobladas también por sirenas que, con su
canto, intentaban atraer a los navíos hacia los escollos y rocas que rodeaban la
isla en la que moraban para, de este modo, hacer que se estrellaran y
desaparecieran todos los marineros que iban a bordo. Pero las criaturas marinas
más peligrosas y monstruosas acaso sean Escila y Caribdis que, según cuentan
las tradiciones míticas, se hallaban estratégicamente apostadas en el estrecho de
Mesina. La primera de ellas se tragó en unos instantes a los mejores compañeros
de Odiseo/Ulises. Oigamos, al respecto, el relato de Homero por boca del héroe:
"Pasábamos el estrecho llorando, pues a un lado estaba Escila y al otro la divina
Caribdis, que sorbía de horrible manera la salobre agua del mar. Al vomitarla
dejaba oír sordo murmullo, revolviéndose toda como una caldera que está sobre
un gran fuego, y la espuma caía sobre las cumbres de ambos escollos. Más
apenas sorbía mostrábase agitada interiormente, el peñasco sonaba alrededor con
espantoso ruido y en lo hondo se descubría la tierra mezclada con cerúlea arena.
El pálido temor se enseñoreó de los míos, y mientras contemplábamos a
Caribdis, temerosos de la muerte, Escila me arrebató de la cóncava embarcación
los seis compañeros que más sobresalen por sus manos y por su fuerza. Cuando
quise volver los ojos a la velera nave y a los amigos, ya vi en el aire los pies y
las manos de los que eran arrebatados y me llamaban con el corazón afligido,
pronunciando mi nombre por la vez postrera, (...), mis compañeros eran llevados
a las rocas y allí, en la entrada de la cueva, devorábalos Escila mientras gritaban
y me tendían los brazos en aquella lucha terrible. De todo lo que padecí,
peregrinando por el mar, fue este espectáculo el más lastimoso que vieron mis
ojos".
PREDICCION DEL ORACULO
Entre las "Nereidas" sobresale por su hermosura y prestancia Tetis, a la que
pretendieron todos los dioses del Olimpo, incluido el propio Zeus. Sin embargo,
según algunas tradiciones, parece que ella rechazó a este último por respeto a
Hera —esposa, como ya sabemos, de Zeus—, que la había cuidado y atendido.
Otras versiones indican que el oráculo había predicho que el hijo que naciera de
Tetis sería mucho más poderoso que su padre y, por esto mismo, los astutos
dioses prefirieron desentenderse para evitar posibles funestas consecuencias y, al
propio tiempo, enviaron a Iris —la mensajera de los dioses— en busca de un
mortal que estuviera dispuesto a tener descendencia con la bella nereida. La
mensajera de los dioses se dirigió hacia el lugar en el que moraba el centauro
Quirón, el más sabio y célebre de entre los maestros e instructores de la
antigüedad. Entre los guerreros de prestigio y hombres ilustres que, a la sazón,
se hallaban en casa de Quirón recibiendo sus enseñanzas, destacaba el joven
Peleo, de ascendencia noble y cargado de arrojo y valentía. Y en él se fijó,
precisamente, Quirón para llevar a la práctica los planes de los dioses respecto a
Tetis; por lo demás, el célebre centauro tenía en gran estima al joven Peleo y se
había erigido en su protector. Sin embargo, la bella nereida no acepta que le
elijan sus amantes, ni sus esposos y, por tanto, decide rechazar a Peleo para no
sentirse humillada. Entonces, el valeroso joven, asesorado siempre por su
protector Quirón, elabora un plan para capturarla por la fuerza.
UN FELIZ FINAL. TETIS Y PELEO.
Cuentan las leyendas que Peleo esperó a Tetis a la entrada de una cueva que
ésta utilizaba con cierta frecuencia y, en cuanto apareció, se abalanzó sobre ella
y la sujetó con toda su fuerza y energía. En vano la infeliz nereida ensayó toda
clase de artimañas y ardides. Se convirtió en viento, en fuego, en agua...; se
metamorfoseó en serpiente, león, tigre, ave...
Por fin, se transformó en una monstruosa y enorme jibia que arrojaba negra
tinta contra su opresor. Más todo fue en vano y, al fin, tuvo que doblegarse y
aceptar compartir su destino con tan persistente pretendiente. Los desposorios se
celebraron con gran pompa y boato en la cima de un mítico monte de la región y
los propios dioses del Olimpo asistieron como testigos excepcionales y se
sentaron en sus tronos de oro. También las demás "Nereidas", las Musas y los
Centauros, acudieron al fastuoso acto. Sólo la Discordia —hija de la Noche,
considerada como una divinidad perniciosa— estuvo ausente, pues nadie la
invitó para que la ceremonia transcurriera plácida y armónicamente. Sin
embargo, cuando menos se la esperaba, apareció ante los felices comensales y
les arrojó, como ya sabemos, la mítica "manzana de la discordia" con la
recomendación de que debía ser entregada únicamente a la más hermosa de
entre todas las deidades. Y así, se introdujeron las desavenencias entre los
asistentes a la boda de Peleo y Tetis. Una vez más, la Discordia había jugado con
precisión el papel que le correspondía, es decir, el de aguafiestas.
EXTRAÑO RITUAL
La joven pareja tuvo varios descendientes pero que, Tetis, apenas nacían,
los asfixiaba con su divinal fuego para que los hijos de la deidad no heredaran
rasgo mortal alguno de su padre. Peleo comenzó a sospechar que algo raro
estaba sucediendo, pues ya eran seis los hijos que morían nada más nacer, y se
propuso vigilar el comportamiento de su esposa, Pronto descubrió, con ocasión
del nacimiento de su séptimo hijo — de nombre Aquiles —, que Tetis sometía a
las tiernas criaturas a una especie de ritual cruento que los recién nacidos no
podían soportar. Peleo arrebató en seguida a Aquiles de los brazos de Tetis, antes
de que el niño fuere dañado con el ígneo fuego producido por la divinal nereida
y ésta, encolerizada, abandonó para siempre a su esposo y regresó con sus
hermanas y con su padre, Sin embargo, siempre estuvo pendiente de su hijo
Aquiles y, en todo momento, lo protegió de los distintos peligros que le salieron
al paso durante toda su vida de adulto. Por ejemplo, y ya que como guerrero
audaz debería acudir a la guerra de Troya, su madre le procuró las mejores y más
eficaces armas que hasta entonces se habían fabricado, obra del mítico herrero
Hefesto/Vulcano. Muchos avatares, no obstante, le sucedieron al arrojado Peleo
durante su vida. Algunos narradores de mitos nos lo muestran como un
personaje que siempre huye de los distintos lugares que visita; y ello, a causa de
los sucesos en los que siempre se encuentra inmerso, muchas veces en contra de
su propia voluntad. Por ejemplo, se narra que Peleo tuvo que huir de la ira de su
propio padre porque aquél se había confabulado con su hermano Telamón para
dar muerte a Foco, hermanastro de ambos y favorito de su padre.
DESVENTURAS DE PELEO
En otra ocasión, Peleo mató a su compañero de cacería de manera
totalmente accidental, pero fue perseguido por ello y tuvo que huir. El aguerrido
joven también tomó parte en la famosa expedición de los Argonautas y participó
en los diversos juegos fúnebres que, en honor de Pellas —uno de los gemelos de
Posidón y Tiro que mandó a buscar el Vellocino de Oro—, había
institucionalizado su único hijo varón. Las crónicas narran que Peleo fue
acogido en la corte del rey de la región de Ftía, cuando aquél fue expulsado de la
casa de su padre y que, cansado de huir y vagar en medio de tanta violencia, se
dedicó a cultivar y explotar los pastizales y tierras que este mismo monarca le
había donado. Más la madre de su hermanastro, que nunca cejó en la
persecución del muchacho, enviscaba, en cuanto se le presentaba ocasión, a sus
rebaños un fiero lobo, para que los animales de Peleo se dispersaran y huyeran,
eso cuando no habían sido devorados por el sanguinario depredador. Sin
embargo, Tetis, que siempre protegía a su hijo Peleo, convirtió al temible lobo
en una inerme estatua de piedra. Ocasiones hubo, además, en que el joven
guerrero se vio implicado en intrigas amorosas. Particularmente cuando rechazó
los ofrecimientos de la mujer del rey Acasto, que a la sazón era anfitrión de
Peleo, y ella — dolida y disgustada ante el desprecio de que fueron objeto sus
encantos por parte del héroe— le acusó de intento de violación. El marido quiso
vengar el honor de su esposa y, mientras Peleo dormía, le robó la espada y la
enterró. Cuando éste despertó, se vio desarmado y rodeado de centauros en
actitud amenazante. Pero Quirón acudió, una vez más, en ayuda del héroe y
logró salvarlo
COMPAÑEROS DE FATIGAS
Las peripecias de Peleo, sin embargo, fueron tan diversas que, por lo
general, siempre se hallaba vagando de un sitio a otro; pues en ningún lugar
hallaba acomodo seguro ni contento pleno. Y, así, en cuanto el célebre centauro
Quirón le devolvió la espada, Peleo desafió a quienes, con subrepción y
cobardía, se la habían arrebatado y escondido. De manera especial dirigió su
cólera contra Acasto, por haber creído los infundios propalados por su esposa.
Como sabemos, no sólo fue incierto que Peleo quisiera abusar de ella, sino que
fue ésta quien asedió al héroe deseosa de conseguir que cayera rendido a sus
pies. Lo cierto es que Peleo conquistó la ciudad gobernada por Acasto, hasta
entonces su admirado amigo, y capturó a su esposa infligiéndole cruel y decisivo
castigo.
Peleo acompañó también al belicoso héroe Hércules/Heracles, cuando éste
organizó la expedición para llegar hasta la región de la Capadocia, en cuyos
territorios habitaban, y gobernaban, las míticas mujeres guerreras que la
tradición conocía por el nombre de "Amazonas". No se permitía a los hombres
formar parte de esta sociedad de mujeres; aunque, una vez al año, se hacia una
excepción y, aquéllos, podían convivir con las Amazonas durante un día entero,
transcurrido el cual eran expulsados sin ningún miramiento. Además, se
prescindía de los niños varones y sólo eran aceptadas las hembras, a quienes se
las adiestraba para la caza y la guerra. Hércules y Peleo se adentrarían en el
territorio de las belicosas mujeres para recuperar el cinturón que le había sido
entregado a Hipólita — por entonces reina de las "Amazonas" — como símbolo
de mando y realeza.
GALATEA. LAS AGUAS DEL RIO ACIS
Otra de las más célebres nereidas fue Galatea. Su nombre aparece asociado
siempre al del legendario gigante Polifemo; aunque, la más ancestral tradición,
asegura que la bella nereida estuvo siempre enamorada de un sencillo pastor
llamado Acis. Las controvertidas circunstancias en las que Galatea se ve
inmersa, a causa de este amor imposible, darán lugar a la conocida leyenda del
gigante Polifemo. Galatea era hija del anciano Nereo y de una de las más
delicadas y hermosas ninfas marinas. Todos los encantos de la madre los heredó
la hija, por ejemplo, la delicadeza en el trato, la figura estilizada de su cuerpo, la
serenidad de ánimo... No es extraño, conforme a la ley de los contrastes, que un
personaje tan deforme y bruto como Polifemo se enamorara de la bella y tierna
nereida. Polifemo era hijo de la máxima deidad de todas las aguas y de la ninfa
Toosa. Pertenecía a la raza de los "Cíclopes" que, según las más antiguas
fábulas, tenían su morada en las islas del Mediterráneo. Estos se caracterizaban
por ciertos rasgos físicos —poseían una talla descomunal y un único ojo en la
mitad de su ancha frente— que, según parece, heredaron de los antiguos
moradores de aquellos parajes. Acerca de la presente fábula, existen versiones
diferentes. Unos narradores afirman que Galatea dio su consentimiento a las
proposiciones amorosas del monstruoso cíclope y accedió a tener con él tres
hijos, cuyos nombres fueron Ilirio, Celto y Gálate. Otros cantores de mitos, sin
embargo, explican que la ninfa se enamoró loca mente de un pastor siciliano
llamado Acis y que éste le correspondió. En cuanto Polifemo descubrió el
romance de su amada con el pastor, fue en busca de éste y, en un ataque de ira y
celos, lo aplastó con una enorme roca. La sangre de Acis se transformaría en
cristalino río que, desde entonces y ya para siempre, manaría bajo la enorme
piedra que sepulta al desdichado joven.
CASIOPEA
Una de las nereidas más legendarias fue Casiopea que, según cuentan las
distintas narraciones míticas, había alardeado tanto de su belleza que le
sobrevino un castigo por parte de Posidón. Este, haciéndose eco de las protestas
de las demás nereidas, que se quejaban por la actitud arrogante de Casiopea,
anegó con un voluminoso torrente de agua el territorio de Etiopía, lugar en el
que vivían ella y los suyos, y les envió un monstruo marino que causaba pavor
entre los habitantes de la región. Casiopea estaba casada con el rey de los
etíopes y tenían una hija llamada Andrómeda. La infeliz muchacha tuvo que ser
expuesta ante el monstruo y atada a una roca, pues así lo había prescrito el
oráculo cuando fue consultado para conocer la manera de librarse de todo el mal
que aquejaba al país. Fue entonces cuando acertó a pasar por aquel lugar el
valiente guerrero Perseo, que volvía triunfante, después de haber seccionado la
cabeza de la Gorgona Medusa. El héroe propuso a los etíopes que acabaría con
el monstruo marino si a cambio recibía por esposa a la hermosa Andrómeda. Sus
pretensiones fueron aceptadas al instante, y Perseo se enfrentó al dragón y lo
venció con facilidad, pues, entre otros objetos aptos para el combate, llevaba
consigo, como arma especial, una hoz de acero puro que le había entregado
Hermes, el enviado de los dioses del Olimpo, poco antes de enfrentarse a las tres
Gorgonas. El héroe y la bella se fueron juntos, no sin antes resolver
satisfactoriamente ciertos asuntos, y vivieron felices.
ARETUSA
El bondadoso Nereo también fue padre de ciertas ninfas de extraordinaria
belleza que habitaban en la región del Peloponeso. Tal es el caso de la joven
Aretusa que, desde su más temprana edad, ya formaba parte del cortejo de la
diosa Artemis/Diana. Y, así, su única diversión era la caza; y su único placer
consista en retozar por bosques y prados con la única compañía de su arco y su
aljaba. Fiel seguidora de la diosa Diana, a ella servía exclusivamente; por lo que
rechazaba toda proposición amorosa y toda pretensión de afecto por parte de
quienes valoraban, justamente, su sin par hermosura.
Entre todos los admiradores de la dulce ninfa sobresale Alfeo, uno de los
hijos de Océano y Tetis, que se hallaba tan prendado de los encantos de Aretusa
que, según cuenta la tradicional leyenda, fue transformado en río para así
conseguir unirse a la ninfa, una vez que ésta fuera transportada hasta los valles
de Sicilia para que, después de alejarla del cortejo de las ninfas de Diana,
pudiera ser metamorfoseada en fuente que acogiera en su seno las aguas de su
enamorado Alfeo. Otras versiones de la feliz leyenda explican que Alfeo era un
dios-río y, en cierta ocasión, a lo largo de su desembocadura hacia el mar,
descubrió en la espesura de los bosques a la bella ninfa Aretusa. Esta seguía
cazando y corriendo sin que las aguas del dios-río pudieran alcanzarla. Fue
entonces cuando los dioses decidieron convertirla en fuente de cristalinas aguas.
Se dice que Alfeo, el dios-río atravesaba los océanos y los mares sin mezclarse
con el agua salobre de éstos para, así, llegar incontaminado hasta el lago límpido
y puro que formaban las aguas del manantial de Aretusa.
NICEA
Es otra de las ninfas relacionadas con un dios-río. En este caso se trata del
dios-río Sangarios, que discurría por la región de Erigia y había sido engendrado
por la unión del Océano y Tetis, la más famosa de las nereidas. Nicea era el fruto
de la unión entre la diosa de la fertilidad y el dios-río Sangarios y, al igual que
Aretusa, tampoco le preocupaba el amor, sino únicamente la caza. Numerosos
pretendientes fueron rechazados por la joven ninfa, una y otra vez. Entre éstos
destaca un sencillo pastor llamado Himno que profesó por Nicea un especial
favor, aunque nunca fue correspondido. Los narradores de la presente leyenda
explican que Himno se volvió medio loco de amor por la bella ninfa y que, al
sentirse definitivamente relegado por ella, perdió toda compostura y respeto,
hasta el punto que intentó violarla. Pero Nicea, al verse atacada por el pastor
frigio, tensó su arco, y apuntando hacia su agresor, disparó una certera flecha
que le produjo la muerte.
Pero, según explica la tradición popular, hubo un personaje mítico que
consiguió seducir a la arisca y bella ninfa. Se trata, nada menos, que de
Dioniso/Baco, el dios del vino, quien, valiéndose de una ingeniosa artimaña, se
unió a la ninfa Nicea y tuvo con ella varios hijos, entre ellos a Sátiro. El astuto
dios, sabedor de la actitud esquiva de la bella Nicea, ideó un plan para
conquistarla sin esfuerzo. Para ello, la siguió con cautela y la acechó
taimadamente. Cuando la ninfa fue a saciar su sed a un manantial de agua fresca
y cristalina, el dios Baco aprovechó para convertir el agua en vino y, Nicea, se
emborrachó, y consintió en yacer con su engañador.
NERITES
Muchas otras hijas tuvo Nereo, el anciano sabio que habitaba el mar y lo
hacía más apacible. Todas tenían en común atributos relacionados con la belleza
física y la transparencia de las aguas que habitaban. Los humanos tenían en gran
aprecio a las "Nereidas" y erigían altares en su honor; les consagraban bosques,
valles, montañas, fuentes, ríos y mares. Se les ofrecía miel, aceite y leche,
cuando se intentaba iniciar un viaje largo y peligroso, para predisponerlas
favorablemente. La iconografía de todos los tiempos representaba a las
"Nereidas" dentro de un conjunto en el que destacaban caballos marinos sobre
los que cabalgaban y, en ocasiones, portaban en sus manos una corona que
simbolizaba el poder sobre las aguas y sobre las criaturas que se mueven, y
moran, en sus abisales profundidades. La tradición popular, no obstante, las
identifica con las sirenas, y las asocia a una imagen mixta, mitad forma humana
y mitad cola de un gran pez.
Sin embargo, conviene destacar que el anciano Nereo tuvo un único hijo
varón, al que puso por nombre Nerites. En realidad, se trataba de un bello efebo
al que hasta las diosas más hermosas pretendían. Incluso Afrodita/Venus —la
deidad que más sabe acerca del amor y del afecto— se enamoró de Nereus. Y
cuentan las crónicas que fue tal la influencia que aquél ejerció sobre la diosa,
que hasta quiso llevárselo al Olimpo, el monte sagrado e idílico en el que
habitan los dioses. Para ello, la divinal Venus donó unas alas al hermoso Nereus
que éste rechazó, alegando que deseaba seguir viviendo entre los suyos y en su
medio, es decir, en el Océano. Venus montó en cólera y convirtió al joven efebo
en una caracola y la fijó a una roca; le quitó las alas y se las regaló a Eros, su
nuevo acompañante.
EL AMOR DE POSIDON
Existían otras versiones de la presente leyenda que explicaban que también
Posidón se había enamorado de Nerites y que, éste, le corresponda. Pero cuando
seguía al dios del mar el joven efebo lo hacía a gran velocidad, pues nadaba con
tal rapidez que nadie podía igualarle. Los celos y la envidia se apoderaron de
Posidón y, en un arrebato de rabia, transformó a Nerites en concha y la incrustó
y fijó a una roca marina.
Parece poco verosímil, sin embargo, la versión antedicha puesto que nadie
conocía los caminos del mar, ni surcaba los inmensos océanos, como el propio
rey de las aguas, el gran Posidón, a quien corresponda el dominio sobre la
superficie y el fondo de mares y océanos. Las profundidades abisales del mar
Egeo albergaban el palacio de Posidón y, en cuanto se lo propusiera, podía
levantar olas inmensas y embravecer las aguas otrora tranquilas de lejanos
mares. Además, todos los monstruos marinos le debían obediencia y
acatamiento, al igual que el resto de las demás criaturas que moraban en las
aguas. Por lo tanto, Nerites era un vasallo de Posidón, un servidor suyo y, en fin,
una criatura inferior al rey de todas las aguas, mares y océanos. Como Posidón
participara en la confabulación que reunió a sus hermanos contra
Cronos/Saturno —el padre que devoraba a sus hijos nada más nacer, para que
ninguno de ellos le arrebatara el trono al crecer—, le correspondió el dominio
sobre las aguas.
LAS NAYADES
Los ríos, fuentes y manantiales, se hallaban protegidos por las Náyades.
Estaban consideradas como diosas menores y tenían su morada en las tranquilas
aguas de la fuente, manantial o río que las había engendrado. En ocasiones
vivían, también, en las cavernas construidas por la erosión marina e, incluso,
habitaban en los frondosos y húmedos bosques regados por la lluvia y bañados
por rápidos torrentes. Había también Náyades en las riberas del mítico río Leteo,
célebre porque bordeaba la ribera de los Campos Elíseos y se adentraba en las
grutas y cavernas infernales del Tártaro. Era, pues, un río del infierno y en sus
pestilentes aguas bebían todas aquellas almas de los mortales que deseaban
olvidar su pasado culpable y venal. Las peculiaridades de que se revisten las
Náyades, a lo largo de los tiempos, apenas han variado. Siempre aparecen, en
último término, relacionadas con determinadas leyendas que tienen su origen en
la más ancestral tradición. No hay fuente, río o manantial que no tenga su
Náyade protectora y, por lo general, todas compiten en belleza, dulzura y
serenidad. Las Náyades eran muy hermosas y se mantenían siempre jóvenes, por
lo que se las pedía, con frecuencia, consejo y ayuda. De aquí que desarrollaran
cualidades y virtudes proféticas y salutíferas. Su canto y su música tenían la
propiedad de apaciguar la encocorada realidad en la que se veían inmersos los
mortales. Todos acudían a ellas en demanda de ayuda para que calmaran su
angustia e inquietud interiores. Se les inmolaban animales, cabras y corderos, y
productos y frutos de la tierra, como miel, leche, vino, aceite y flores. Eran las
más benéficas de entre todas las criaturas.

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