martes, 2 de abril de 2019

LA NORKA

Éranse un rey y una reina que tenían tres hijos: el mayor y el mediano muy despejados;
el menor bastante corto de alcances.
Poseía el tal rey un parque en el cual había toda clase de animales montaraces, y como
tenía mucha afición á este coto, al cual iba á cazar muy á menudo, afligíale en extremo el ver
que una gigantesca norka hacía en él terribles estragos, devorando todas las noches varios
animales de los que en el parque se criaban para solaz de la corte.
Bien hizo el rey cuanto se le pudo ocurrir y cuanto le aconsejaron para exterminar á tan
dañino huésped; mas fueron de todo punto infructuosos sus afanes. Desesperado al fin, llamó
un día á sus hijos y les habló de esta manera:
— Aquel de vosotros que logre dar muerte á la norka recibirá en recompensa de su hazaña
la mitad de mi reino.
Ofrecióse desde luego el hijo mayor á llevar á cabo la arriesgada empresa. En cuanto
cerró la noche tomó sus armas y fuese para el parque; mas tuvo la desgracia de encontrar una
taberna en su camino y , no pudiendo resistir la tentación , entró , hízosé servir una botella de
vino y al cabo de un rato ya dormía, hecho una uva. Al volver en sí ya era tarde para acometer
la empresa, pues empezaba á asomar la luz del alba por las puertas de Oriente.
Pesóle mucho la aventura, conociendo que había de enemistarle con su padre; pero como
ya no tenía remedio, volvióse muy cabizbajo y cariacontecido á darle cuenta de su desgraciada
expedición. Enojóse mucho el rey y mandó á su hijo segundo que fuese á probar fortuna á su
vez, haciéndole muy sabias recomendaciones para que tuviesen más dichoso éxito sus esfuerzos
; pero así y todo le sucedió á éste exactamente lo mismo que á su hermano. El enojo del
rey fué tan grande, que no quiso recibirle, ni que le hablasen más del asunto.
Al tercer día, el hermano menor declaró que él se comprometía á ejecutar la proeza que
sus hermanos no habían podido hacer. Estos se rieron grandemente de sus pretensiones, calificándole
de fanfarrón, porque no comprendían que un bobo tan rematado como él fuese capaz
de hacer lo que ellos, siendo más listos, no habían podido llevar á cabo. Pero el mozo, despreciando
sus burlas, tomó las armas y dirigióse al parque. Una vez allí, sentóse en el mullido
césped, como disponiéndose para echar un sueño; mas en realidad con la intención de no
pegar los ojos, y poniendo de tal manera las armas que por necesidad tuviesen que despertarle
con su ruido si por ventura llegaba á dormirse.
•A media noche retembló la tierra y entró en el parque la norka, que era un animal de
agigantadas proporciones. Entonces el príncipe se puso en pié de un brinco y avanzó con
resuelto ademan hacia el monstruo, que, al verle, retrocedió como amilanado, corriendo el
mancebo tras él para darle muerte.
Poco tardó éste en convencerse de que mientras le persiguiese á pié no había de alcanzarle
nunca, y así entró en una cuadra, saltó sobre el caballo que le pareció más brioso y ligero, y
corriendo en pos del monstruo, que se hallaba ya á mucha distancia, logró por último alcanzarle
y empezó la lucha. Tres heridas recibió en ella la norka después de mucho pelear, tras de
de lo cual los fatigados contendientes cayeron de puro rendidos, y el príncipe, sin poderlo remediar,
cerró los ojos, quedando profundamente dormido.
Verlo la norka y echar á correr fué todo uno. Pero el caballo, que advirtió tan cobarde
huida, despertó á su amo, y volviendo, éste á montar, dio caza á su enemigo, obligándole á
renovar el combate, en el cual recibió el monstruo tres heridas más; pero suspendida la lucha
por el cansancio de los combatientes, volvió el príncipe á dormirse y volvió á huir la norka.
Como la otra vez, despertó el caballo á su amo, el cual, lleno de cólera, infirió todavía otras
tres heridas al monstruo.
De pronto, cuando por cuarta vez le perseguía el príncipe, corrió la norka hacia una enorme
piedra blanca, la levantó y escapó al otro mundo, gritando en son de desafío:
— Ahora no has de alcanzarme sino entrando aquí.
Volvió el príncipe á su casa, y después de referir á su padre punto por punto cuanto acababa
de sucederle, le pidió una cuerda bastante larga para llegar con su ayuda hasta el otro
mundo. En cuanto se la hubieron dado, llamó el príncipe á sus hermanos,' y juntamente con
ellos y algunos criados, después de preparar cuanto podían necesitar en el espacio de un año,
emprendió la marcha hacia el sitio en el cual había desaparecido la nutria, lanzándole su reto.
Allí construyeron un palacio para habitarlo el tiempo que hubiesen de permanecer en aquel
sitio; pero cuando estuvieron ya terminados todos los preparativos dijo el hermano menor á
los otros:
— ¿Quién será, hermanos míos, el que levante esta piedra?
Nadie podía ni siquiera moverla; mas cuando le tocó á él hacer la prueba, no hizo más
que golpearla muy ligeramente y saltó á larga distancia, y esto que era tan enorme que parecía
una montaña. Levantada ya la piedra, dijo el príncipe á sus hermanos:
— ¿ Cuál de vosotros está dispuesto á pasar al otro mundo para combatir á la norka ?
Ninguno se ofreció. Rióse el príncipe de su cobardía y les dijo:
— Pues hasta más ver, queridos hermanos. Bajadme hasta el otro mundo y no os apartéis
de aquí. Cuando notéis que se afloja la cuerda, volvedla á subir.
Descendiéronle los hermanos como él se lo dijo y en cuanto hubo llegado al otro mundo
prosiguió con imperturbable serenidad su camino. Después de andar mucho rato divisó de
súbito un brioso corcel muy lujosamente enjaezado, el cual le dijo al verle :
— ¡ Guárdete Dios, príncipe Ivan! Há mucho tiempo que te esperaba.
Ivan montó á caballo y, prosiguiendo su marcha, vio alzarse delante de él un palacio de
cobre. Entró en el patio, apeóse, ató el caballo á una columna y metióse en el interior del
edificio.
En uno de sus magníficos estrados vio una mesa cubierta de suculentos manjares, sentóse
á ella, comió con grande apetito y luego entró en una alcoba, en la cual había un lecho que
parecía brindarle al reposo. Mientras lo estaba contemplando, con vivos deseos de ceder á la
tentación, se le apareció una dama, de la cual sin encarecimiento puede decirse que era un
prodigio de hermosura como no le vieron ni imaginaron en ningún tiempo los hombres y que
con voz melodiosa le dijo:
— ¿ Quién eres tú, que te has atrevido á penetrar en mi palacio ? Si eres un anciano te
consideraré como un padre; si eres de mediana edad, como un hermano; si eres joven, serás
mi esposo querido. Si fueses una mujer y anciana, serás mi abuela ; si eres de mediana edad,
serás mi madre; si eres joven, mi hermana.
Adelantóse Ivan, muy satisfecho de tan amable recepción, y, viéndole de cerca la dama,
díjole no menos complacida:
— Príncipe Ivan, tú has de ser mi esposo querido; pero ¿ qué es lo que te ha traído hasta
aquí?
Refirióle Ivan punto por punto sus aventuras y respondióle la hermosa dama:
— Ese monstruo que dices no es otro que mi propio hermano. En este momento se halla
cerca de aquí, en un palacio de plata, con mi segunda hermana. Has de saber que yo le he
curado tres de las heridas que tú le inferiste.
Tras estas palabras, Ivan y la hermosa dama bebieron y conversaron largo rato, sin que
ella diese muestras de enojarse por la insistencia y afición con que el mozo la requebraba. Pero
á pesar de lo agradable que le era al príncipe este coloquio, despidióse de ella para dirigirse al
palacio de plata, en el cual permaneció también largo rato con la susodicha hermana de la
dama. Esta le dijo á su vez que la norka estaba con la hermana más joven, y al oirlo el mancebo
partió inmediatamente hacia el palacio de oro que ésta habitaba. Pidióle desde luego noticias
de la norka y díjole ella que su hermano estaba durmiendo en el mar azul, dándole al propio
tiempo una espada de acero y un vaso del Agua de la Fuerza, diciéndole que debía decapitar
al monstruo de un solo golpe.
Continuando el príncipe su marcha, llegó por último al mar azul, miró á su alrededor y
vio á la norka dormida en una piedra que se alzaba en medio del mar y roncando con tal
estrépito y tan violentos resoplidos, que las olas hervían y se alborotaban en torno suyo en el
espacio de siete verstas. Ivan, sin inmutarse por esto lo más mínimo, se santiguó, cerró contra
su enemigo y de un tajo le cortó la cabeza, que saltó gritando:
— ¡ Soy muerto!
Soltada esta exclamación, no se la vio más.
Muerta ya la norka, volvió el príncipe á recorrer su camino, desandando lo andado y recogiendo
á su paso á las tres hermanas, con intención de llevarlas al mundo superior, porque
todas le amaban y ninguna quería separarse de él.
Cuando emprendieron la marcha, las tres convirtieron sus respectivos palacios en huevos,
enseñándole á Ivan cómo se hacía esta trasformacion y de qué manera cada uno de estos
huevos podía convertirse de nuevo en palacio, porque es de saber que las tales damas eran
consumadas hechiceras. Luego entregáronle estos tres huevos á Ivan y encamináronse hacia el
sitio desde donde habían de ser izados para trasladarse al mundo superior.
Así que llegaron al pié de la cuerda, el príncipe la cogió, ató á las doncellas é hizo la
señal convenida para que sus hermanos las subiesen. Pero al ver éstos la deslumbradora
belleza de las damas, prendáronse de ellas y, retirándose á conveniente distancia para no ser
oídos, confesáronse mutuamente sus impresiones, acabando por resumir su resolución de
este modo:
— Subamos á Ivan y cuando esté á la mitad del camino cortemos la cuerda. Puede que
muera; pero hay que tener en cuenta que de lo contrario él no ha de cedernos jamás por esposas
á estas bellísimas damas.
Hecho este abominable convenio, empezaron á izar á su hermano ; pero éste, que no tenía
pelo de tonto, hubo de maliciar su siniestra intención, y á fin de cerciorarse del fundamento
de sus sospechas, ató á la cuerda una piedra que poco más ó menos podía tener el peso de su
cuerpo. Izáronla sus hermanos hasta que llegó á una grande altura y entonces la soltaron,
haciéndose mil pedazos en el suelo.
Al ver esta iniquidad, Ivan se echó á llorar amargamente y alejóse muy apesadumbrado
de aquel sitio. Poco rato después encapotóse el cielo, rugió el trueno en lontananza, aproximándose
gradualmente, con acompañamiento de frecuentes y deslumbradores relámpagos, abriéronse
las nubes, dando paso al agua, y ésta empezó á caer con tal intensidad y abundancia,
que Ivan se vio precisado á encaramarse aun árbol para guarecerse en su ramaje del furor de
la tormenta.
Allí encontró á unos tiernos pajarillos casi anegados por la lluvia que inundaba sus nidos,
y compadeciéndose de ellos, quitóse la chaqueta, haciendo con ella un toldo que los preservaba
del agua.
Apenas acababa de hacer esta buena acción, cuando apareció una ave tan descomunal que
sus alas desplegadas oscurecían el aire. Esta ave era la madre de los pajarillos, la cual, admirándose
de verlos tan bien cubiertos por aquella improvisada tienda de campaña, preguntó quién
era el autor de tan benéfico é ingenioso pensamiento. De pronto, viendo al príncipe, le dijo:
— ¿Eres tú quien ha hecho eso? Te lo agradezco mucho y en prueba de ello declaróte que
estoy pronto á hacer por ti lo que me pidieres.
— Pues si es así, respondió Ivan, ruégote que me lleves al otro mundo.
— Para eso, repuso el ave, es preciso que hagas un zasyck muy grande, que partirás en
dos mitades, llenando la una de caza y la otra de agua, para que yo pueda comer y beber á mi
sabor.
Hízolo de este modo el príncipe, y poniéndose el ave el zasyck en las espaldas, emprendió
el vuelo. En obra de pocos momentos llegaron al término de su viaje, el príncipe echó
pié á tierra y despidiéronse muy afectuosamente. Después dirigióse Ivan á casa de un sastre,
pidiéndole trabajo, pues tan trocado estaba su aspecto, que nadie habría sido capaz de sospechar
que fuese un príncipe aquel miserable mancebo.
Una vez que estaban él y el sastre conversando, preguntóle á éste Ivan qué noticias se
contaban en el país y respondióle el artesano:
— Cosas inverosímiles, increíbles. ¿De dónde venís, que no estáis enterado de lo que es
hoy el tema único de todas las conversaciones ?
— Pues confieso mi ignorancia, repuso el príncipe: no sé nada de esas cosas tan estupendas
que decís. Vaya, contádmelo, que ya estoy impaciente por oiros.
— ¡Pues es una friolera! replicó el sastre. Figuraos que nuestros dos príncipes — pues el
tercero ha desaparecido, sin que nadie sepa dar razón de su paradero — acaban de llegar del
otro mundo, trayendo de allí unas novias de portentosa hermosura; pero es el caso que éstas
no quieren casarse con ellos, diciendo que sus vestidos nupciales han de ser como los
que en el otro mundo usaban y que deben hacérselos sin tomarles la medida. Ya podéis comprender
que, á pesar del grande empeño que ha puesto el rey en complacerlas, no había de
encontrar quien se comprometiese á realizar semejante prodigio.
Sonrióse el príncipe al oir esto y respondió:
— Pues id á ver al rey y decidle que vos os encargáis de esa tarea.
— ¿Qué he de hacer, pesia mí? exclamó el sastre, mirando á Ivan con espantados ojos,
como temiendo que hubiese perdido el juicio. ¿Cómo me las compongo para llevar á cabo
una obra imposible como ésa?
—Id y no os dé cuidado, repuso con tranquilo acento el príncipe: yo me encargo de
todo.
Dominado el sastre por la serenidad y entereza de su interlocutor, presentóse al rey, el
cual mandó entregarle acto continuo todo el dinero que pidiese, mostrándose muy alborozado
de ver que por fin había quien se ofreciese á hacer los vestidos.
Al regresar á su casa, díjole el príncipe:
— Ahora, rogad á Dios que nos depare su ayuda y dormid á pierna suelta, que mañana
al despertar ya encontraréis terminada vuestra tarea.
Tal ascendiente había adquirido el mozo en el ánimo de aquel sencillo artesano, que, sin
pedirle más explicaciones, se acostó muy tranquilo, confiando en la bondad de Dios y en la
palabra del mancebo.
Al dar las doce de la noche el príncipe se levantó, salió al campo, sacó del bolsillo los
huevos mágicos que las doncellas le habían dado, y siguiendo puntualmente sus instrucciones,
los convirtió en tres palacios. Entró en ellos, tomó los trajes de las princesas, volvió á
trasformar los palacios en huevos y regresó á su casa. Una vez allí, colgó los vestidos
y echóse á dormir.
Al despuntar el día despertó el sastre y profirió una exclamación de asombro. El pobre
hombre creía estar soñando y no cesaba de restregarse los ojos al ver aquellos vestidos tan
elegantes y cubiertos de oro, plata y piedras preciosas. Los cogió y fué corriendo á palacio,
presentándolos al monarca.
Cuando las princesas vieron aquellos vestidos que habían llevado en el otro mundo, comprendieron
en seguida que el príncipe Ivan debía andar muy cerca de allí; pero aunque se
comunicaron esta idea con los ojos, guardáronse muy bien de manifestarla con los labios.
Volvióse el sastre á su casa; mas ya no encontró en ella á su misterioso huésped. El
príncipe había ido á ofrecer sus servicios á un zapatero, y tanto éste como todos los artesanos
por los cuales fué sucesivamente empleado no tuvieron por qué arrepentirse de ello, pues,
merced á sus mágicos talismanes, á todos hizo salir airosos de su empeño, labrando de
este modo su fortuna.
Ya tenían las princesas sus vestidos y parecía que con esto habían de darse por muy
contentas. Sin embargo, distaban mucho de estarlo, pues no cesaban de llorar amargamente,
viendo que el príncipe no se presentaba y que ya no les era posible aplazar por más tiempo
las bodas. Cuando estuvieron,ya aparejadas para la ceremonia, la princesa más joven dijo al
rey:
—Señor, permitid que distribuya algunas limosnas entre los pobres.
El rey no tuvo inconveniente en ello y la princesa se puso á observar el semblante y maneras
de todos los mendigos á los cuales iba socorriendo. De pronto detúvose delante de uno en
cuya mano vio brillar la sortija que ella misma había dado al príncipe Ivan en el otro mundo
y junto á ésta las que le habían dado sus hermanas. Gozosa del descubrimiento, cogió de la
mano al príncipe y lo presentó al rey, diciéndole:
— Señor, éste es el animoso mancebo que nos sacó del otro mundo; sus hermanos no
querían que os revelásemos que aún vivía, amenazándonos con la muerte si descubríamos el
secreto.
Encolerizado el rey al oir esto, castigó severamente á sus dos hijos mayores, celebrándose
poco después las tres bodas.
No hay duda que la conclusión de este cuento peca algún tanto de oscura. Ralston dice
que en las más de sus variantes se representa al príncipe perdonando á sus hermanos y dejando
que se casen con dos de las princesas, en tanto que en la presente versión, sin duda la
más ajustada al original, el príncipe Ivan toma á las tres por esposas.
Todos los comentaristas de los cuentos rusos han hecho notar que las aventuras de un príncipe,
el más joven de los tres hermanos, á quien bajan al mundo subterráneo ó que sube á un
reino encantado, es el tema de muchas skazkas, algunas de las cuales son variantes del cuento
de la Ñor ka.
En todas ellas los hermanos mayores del príncipe procuran siempre matarlo cuando va á
subir del fondo del abismo; pero hay algunas variaciones á veces en los pormenores ó en la
apreciación del hecho. Así, alégase á veces una excusa para sincerarlos de su falta, como cuando
se dice que, habiendo muerto el héroe una serpiente en el mundo subterráneo, la lleva clavada
en la punta de la lanza y, aterrados sus hermanos al verla, le dejan caer en el fondo del
abismo.
En otros casos explícase la indigna conducta de los hermanos mayores de la manera siguiente.
En los cuentos orientales el héroe es muy á menudo hijo de la esposa más joven de un
rey, y sus hermanos le odian, haciendo todo lo posible para perderle. En un cuento indio, ana-.
logo al de la Norka, los triunfos del héroe excitan la envidia de sus hermanos y éstos se conciertan
para perderle.
También sabemos que José era el predilecto de su padre Jacob, el cual le consideraba como
el báculo de su ancianidad, y ésta fué la causa del grande odio que le profesaron sus hermanastros.
Uniendo todos los antecedentes de la conseja, Gubernátis ha llegado á formular en su
Mitología zoológica una explicación mítica de esta antiquísima tradición, que en todas partes se
encuentra. Explanando esta teoría, recuerda que, en los himnos védicos, Trita, el hermano
menor, que es el más hábil y más justo de todos, sufre la persecución de los demás, los cua
les, impulsados por la envidia, viéndole casado con la Aurora, que le trae inmensas riquezas
del reino de las tinieblas—esto es, del pozo ó de la cisterna—procuran dejarle cautivo en el
fondo de la tierra. Este autor compara el mito védico con la tradición india de los tres hermanos
Ekata, Drita y Trita, que ya hemos explicado en uno de los primeros capítulos de esta obra.
Ya vemos allí que los fratricidas obligan á Trita á sacar agua de un pozo que encuentran en
el desierto y que luego le arrojan en él, cubriendo el brocal con una rueda de carro, y que el
infortunado mancebo se libra de la muerte con la ayuda de los dioses, que escuchan benignos
su plegaria.
Opina el sabio florentino que este mito pudo muy bien dar origen á los muchos cuentos en
los cuales se refiere el infortunio del hermano más joven, abandonado en el fondo de un pozo ó
de un abismo por sus desnaturalizados hermanos.
Ralston dice, con mucha razón, que no es tan fácil explicar la buena voluntad de las tres
hermanas que se declaran aliadas de Ivan, ayudándole á exterminar á la norka, á no ser que
se considere mitológico todo el cuento, como lo son sin duda sus equivalentes indios. Sin
embargo , hay otras versiones en las cuales no se presenta esta dificultad. Las princesas de los
reinos del cobie, de la plata y del oro no siempre aparecen unidas por tan estrecho parentesco
con el monstruo. Tal sucede, por ejemplo , en el cuento de Usuinya, en el cual éstas no están
unidas por ningún lazo de consanguinidad con el Pájaro Usuinya, que roba las manzanas de
oro del jardín del rey y muere á manos de Ivan, el hijo más joven del monarca.
Hay otra variante del mismo cuento en la cual ocupa un lobo blanco el puesto de la norka
y otra en la que ésta se ve sustituida por tres serpientes que han robado á otras tantas princesas
; pues estos reptiles son muy aficionados á los raptos, sobre todo cuando revisten la
terrible forma de Koskchei el Inmortal. Esta no es más que una de las muchas encarnaciones
del espíritu de las tinieblas, que se manifiesta en toda suerte de fantásticos aspectos en esta
clase de relatos, pues tan pronto es un reptil en toda forma, como un ser de naturaleza mixta,
como un hombre.
Llámanle el Inmortal por la superioridad que le atribuyen sobre las leyes ordinarias de
la existencia. A veces no puede morir sino por obra de cierta sustancia; á veces el objeto con
el cual su vida está indisolublemente unida no se halla dentro de su cuerpo. Así sucede con
el famoso Gigante sin corazón de un cuento popularísimo en Rusia. Mientras no se destruya
este objeto con el cual se halla misteriosamente enlazada la existencia del monstruo, éste
puede arrostrar impunemente todos los ataques que se le dirijan para exterminarlo.
Sin embargo, esta regla general no está exenta de excepciones, como es de ver en una
de las mejores skazkas, en las cuales desempeña el papel de protagonista, y es la titulada MARÍA MOREWNA

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