La madre de Orfeo fue Calíope, una de las nueve musas, la que inspiraba a los
poetas. Además de ser poeta, Orfeo tocaba la lira tan bien que podía domar bestias
salvajes con su música, y hacer que las rocas y los árboles se desplazaran para seguirle.
Un mal día, su hermosa mujer Eurídice pisó una serpiente dormida y ésta se despertó y
la mordió. Ella murió a causa del veneno y Orfeo, valerosamente, descendió hasta el
Tártaro, tocando su lira, para rescatarla. Hechizó a Caronte para que lo llevara hasta el
otro lado de la laguna Estigia sin pagar; hechizó a Cerbero para que gañiera y le lamiera
los pies; hechizó a las furias para que depusieran sus látigos, lo escucharan y cesaran
todos los castigos; hechizó a la reina Perséfone para que le revelara la contraseña
secreta de la fuente de la memoria; y hechizó incluso al rey Hades para que liberara a
Eurídice y la dejara subir con él a la Tierra de nuevo. Hades impuso sólo una condición:
que Orfeo no mirara hacia atrás hasta que Eurídice estuviera de vuelta y segura a la luz
del Sol. Orfeo partió, cantando y tocando feliz. Eurídice lo seguía; pero, en el último
momento, Orfeo temió que Hades estuviera engañándole, olvidó la condición y se giró
ansiosamente para mirarla. Perdió a Eurídice para siempre.
Cuando Zeus nombró dios del Olimpo a su hijo Dionisos, Orfeo rechazó adorar
al nuevo dios, a quién acusaba de dar mal ejemplo a los mortales con su
comportamiento. Así que Dionisos, muy enfadado, ordenó que Orfeo fuese perseguido
por una muchedumbre de ménades, seguidoras suyas. Estas atraparon a Orfeo sin su
lira, lo decapitaron, le cortaron el cuerpo a trocitos y lanzaron éstos al río. Las nueve
musas los recogieron tristemente y los enterraron al pie del monte Olimpo, donde los
ruiseñores, desde entonces, cantan con más dulzura que en ningún otro lugar. La cabeza
de Orfeo rodó cantando por el río y acabó en el mar, donde unos pescadores la
rescataron y la enterraron en la isla de Lemnos. Zeus, entonces, permitió que Apolo
pusiera la lira de Orfeo en el cielo, para formar la constelación aún hoy llamada Lira.
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