martes, 30 de julio de 2013

97 Teseo y Medea

a. Cuando llegó al Ática, Teseo encontró junto al río Cefiso a los hijos de Fítalo, quienes le purificaron de la sangre que había derramado, pero especialmente de la de Sinis, su pariente materno. El altar de Zeus Benigno, en el que se realizó esa ceremonia, se alza todavía a la orilla del río. Luego los Fitálidas acogieron a Teseo como su huésped; fue la primera verdadera hospitalidad de que había sido objeto desde que abandonara Trecén. Vestido con una larga túnica que le llegaba a los pies y con el cabello bien trenzado, entró en Atenas en el octavo día del mes Cronio, llamado ahora Hecatombeón. Al pasar junto al templo casi terminado de Apolo el Delfín, unos albañiles que trabajaban en el techo le tomaron equivocadamente por una muchacha y le preguntaron con impertinencia por qué le dejaban andar sin acompañantes. Sin dignarse contestar, Teseo desunció los bueyes del carro de los albañiles y lanzó a uno de ellos al aire muy por encima del techo del templo.
b. Ahora bien, mientras Teseo crecía en Trecén, Egeo había mantenido su promesa a Medea. Le dio albergue en Atenas cuando huyó de Corinto en el célebre carro tirado por serpientes aladas y se casó con ella, confiando con razón en que sus hechizos le permitirían engendrar un heredero, pues, todavía no sabía que Etra le había dado a Teseo.
c. Pero Medea reconoció a Teseo tan pronto como llegó a la ciudad y sintió celos por su Medo, el hijo que había tenido con Egeo, de quien se esperaba generalmente que le sucediera en el trono de Atenas. En consecuencia, convenció a Egeo de que Teseo venía como espía o asesino e hizo que le invitara a un banquete en el templo del Delfín. Egeo, que utilizaba el templo como su residencia, le ofrecería entonces una copa de vino preparada por ella. Esa copa contendría matalobos, veneno que Medea había llevado de la bitinia Aquerusia, donde salió por primera vez de la espuma mortífera que esparció Cerbero cuando Heracles lo sacó a rastras del Tártaro; como el matalobos florece en las rocas desnudas, los campesinos lo llaman «acónito».
d. Algunos dicen que cuando sirvieron el asado en el Delfinio, Teseo desenvainó ostentosamente su espada, como si fuera a trinchar la carne, con lo que atrajo la atención de su padre; pero otros dicen que, sin recelar nada, se llevó la copa a los labios antes de que Egeo observase las serpientes erectidas grabadas en el puño de marfil de la espada y que entonces arrojó el veneno al suelo. El lugar donde cayó la copa se muestra todavía, separado del resto del templo.
e. Siguió el mayor júbilo que había presenciado hasta entonces Atenas. Egeo abrazó a Teseo, convocó una asamblea pública y lo reconoció como su hijo. Encendió fogatas en todos los altares e hizo muchos donativos a las imágenes de los dioses; sacrificó hecatombes de bueyes enguirnaldados y en todo el palacio y la ciudad entera nobles y plebeyos banqueteaban juntos y cantaban las hazañas gloriosas de Teseo que ya superaban en número a sus años de vida.
f. Luego Teseo fue, con el propósito de vengarse, en busca de Medea, la cual le eludió rodeándose por una nube mágica y poco después salió de Atenas con el joven Medo y una escolta que Egeo le proporcionó generosamente. Pero algunos dicen que huyó con Políxeno, el hijo que había tenido con Jasón.
g. Palante y sus cincuenta hijos, quienes ya antes de eso habían declarado que Egeo no era un verdadero erectida y por tanto no tenía derecho al trono, se rebelaron abiertamente cuando aquel extranjero andariego amenazó con frustrar sus esperanzas de gobernar Atenas. Dividieron sus fuerzas: Palante, con veinticinco de sus hijos y numerosos partidarios, marchó contra la ciudad desde Esfeto, en tanto que los otros veinticinco se emboscaban en Gargeto. Pero Teseo, informado de sus planes por un heraldo llamado Leos, del clan de Agnunte, cayó súbitamente sobre los emboscados y destruyó toda la fuerza. En vista de ello, Palante desbandó a los suyos y pidió la paz. Los Palántidas nunca han olvidado la traición de Leos y todavía los miembros de su clan no se casan con los agnusios, ni permiten que los heraldos inicien sus proclamas con las palabras «.¡Akouete leoi!» («Oíd, ciudadanos»), por la semejanza de la palabra leoi con el nombre de Leos.
h. Hay que distinguir a este Leos del otro Leos, hijo de Orfeo y antepasado de los leóntides atenienses. En una ocasión en que reinaban el hambre y la peste Leos obedeció al oráculo de Delfos sacrificando a sus hijas Téope, Praxítea y Eubule para salvar la ciudad. Los atenienses erigieron el Leocorión en su honor.

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1. Esta aventura artificial, con su dénouement teatral en la escena del envenenamiento, recuerda la de Ión (véase 44.a); y el episodio del buey lanzado al aire parece meramente una tosca imitación de las hazañas de Heracles. La pregunta de los albañiles es anacrónica, pues en la edad heroica las mujeres jóvenes iban de un lado a otro sin acompañamiento; ni podía Teseo haber sido tomado equivocadamente por una muchacha si había dedicado ya su cabello a Apolo, convirtiéndose en un Cúrete. Pero los deslices de la fábula indican que ha sido deducida de una ilustración antigua en la que, puesto que los hombres situados en el techo del templo se podían reconocer como albañiles, se representaría un sacrificio realizado el día en que terminó la construcción del templo (véase 84.1). Es probable que la figura tomada por Teseo, quien desunce de un carro al buey blanco del sacrificio, sea una sacerdotisa, y que, a causa de su decoración de delfines, se haya atribuido erróneamente el templo a Apolo, aunque el delfín era originalmente un emblema de la diosa Luna. El animal no es lanzado al aire. Se trata de la deidad en honor de la cual se ofrece el sacrificio: una vaca-luna blanca, la diosa misma, o el toro blanco de Posidón (véase 88.c), que compartía un templo de la Acrópolis con Atenea y a quien, como dios del Mar, estaban consagrados los delfines; los sacerdotes de Apolo, y no el que menos Plutarco, se mostraban siempre celosos por aumentar su poder y su autoridad a expensas de los otros dioses. Otra ilustración compañera, de la que puede haberse deducido la fábula de la copa de veneno —el acónito era un paralizante conocido— probablemente representaba a un sacerdote o sacerdotisa haciendo una libación a las ánimas de los hombres sacrificados cuando se pusieron los cimientos, en presencia de Perséfone y Cerbero. Plutarco dice que Egeo vivía en el Templo del Delfín y no en una casa particular, lo cual es correcto, pues, como rey sagrado, tenía habitaciones en el palacio de la Reina (véase 25.7).
2. La expulsión de Medea, primeramente de Corinto y luego de Atenas, se refiere a la supresión por los helenos del culto de la diosa Tierra; su carro tirado por serpientes demuestra que era una Deméter corintia (véase 24.m). La derrota de los Palántidas por Teseo se refiere análogamente a la supresión del culto de la Atenea original (véase 9.1 y 16.2), con su colegio de cincuenta sacerdotisas; pallas puede significar «joven» o «doncella». Otra versión del mismo mito es el sacrificio de las tres hijas de Leos, que son en realidad la diosa en tríada. La doncella es Téope («rostro divino»), la Luna Nueva; la ninfa es Praxítea («diosa activa»), la Abeja Reina. La madre de Cécrope tenía el mismo nombre en Eubea (Apolodoro: iii.15.1 y 5); la vieja es Eubule («buen consejo»), la diosa oracular, a la que Eubuleo, el porquerizo, sirvió en Eleusis.
3. Que los palántidas y agnusios no se casasen entre ellos puede ser una reliquia de exogamia, con su complejo sistema de casamiento de grupo entre las fratrías; cada fratría o sub-fratría se componía de varios clanes totémicos; si es así, palántidas y agnusios pertenecerían a la misma subfratría y el casamiento estaba permitido solamente entre miembros de subfratrías diferentes (véase 80.5). El clan palántida tenía probablemente como tótem una cabra, así como los agnusios tenían un cordero, los leóntidas un león y los erecteidas una serpiente. Muchos otros clanes totémicos están insinuados en la mitología ática: entre ellos los del cuervo, el ruiseñor, la abubilla, el lobo, el oso y la lechuza.
4. A juzgar por los mitos de Teseo y Heracles, tanto la suma sacerdotisa de Atenea en Atenas como la de Hera en Argos pertenecían a un clan del león en el que adoptaban a los reyes sagrados; y un anillo de oro encontrado en Tirinto muestra a cuatro hombres-león ofreciendo vasos para las libaciones a una diosa sentada, que tiene que ser Hera, pues un cuclillo está posado detrás de su trono (véase 12.4). A pesar de que en Creta no había leones, figuraban también allí como animales de la diosa. Atenea no estaba asociada con el cuclillo, pero sí con otras aves que podían ser de origen totémico. En Homero aparece como halieto (Odisea iii.371) y gorrión (Ibid., XXI 5239); en compañía de Apolo como buitre (Ilíada vii.58), y en compañía de Hera como una paloma (Ibid., v.778). En un pequeño jarrón ateniense de 500 a. de C, se la ve como alondra; y Atenea somormujo, o alcatraz, tenía un altar cerca de Megara (Pausanias: i.5.3 y 41.6; véase 94.c). Pero la lechuza sabia era su epifanía principal. El clan de la lechuza conservó su ritual hasta el final de la época clásica; iniciados disfrazados de lechuza realizaban la ceremonia de cazar a su ave totémica (Eliano: Varia historia xv.28; Pólux: iv.103; Ateneo: 391a-b y 629f).
5. La fábula de Plutarco sobre el Akaouete leoi es bastante admisible: en las religiones primitivas sucedía con frecuencia que se prohibían palabras porque se parecían al nombre de una persona, objeto o animal que no podían ser mencionados sin peligro, especialmente palabras que sugerían los nombres de parientes difuntos, aunque hubiera fallecido de muerte natural.
6. La negativa por los Palántidas de que Egeo y Teseo eran verdaderos erectidas puede reflejar una protesta del siglo vi en Atenas contra la usurpación por los butades inmigrantes (que retocaron la leyenda de Teseo) del sacerdocio erectida nativo (véase 95.3).

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