a. Cuando llegó al Ática, Teseo encontró junto al
río Cefiso a los hijos de Fítalo, quienes le purificaron
de la sangre que había derramado, pero especialmente de la de Sinis, su
pariente materno. El altar de Zeus Benigno, en el que se realizó esa ceremonia,
se alza todavía a la orilla del río. Luego los Fitálidas acogieron a Teseo como
su huésped; fue la primera verdadera hospitalidad de que había sido objeto
desde que abandonara Trecén. Vestido con una larga túnica que le llegaba a los
pies y con el cabello bien trenzado, entró en Atenas en el octavo día del mes
Cronio, llamado ahora Hecatombeón. Al pasar junto al templo casi terminado de
Apolo el Delfín, unos albañiles que trabajaban en el techo le tomaron
equivocadamente por una muchacha y le preguntaron con impertinencia por qué le
dejaban andar sin acompañantes. Sin dignarse contestar, Teseo desunció los
bueyes del carro de los albañiles y lanzó a uno de ellos al aire muy por encima
del techo del templo.
b. Ahora bien, mientras Teseo crecía en Trecén, Egeo
había mantenido su promesa a Medea. Le dio albergue en Atenas cuando huyó de
Corinto en el célebre carro tirado por serpientes aladas y se casó con ella,
confiando con razón en que sus hechizos le permitirían engendrar un heredero,
pues, todavía no sabía que Etra le había dado a Teseo.
c. Pero Medea reconoció a Teseo
tan pronto como llegó a la ciudad y sintió celos por su Medo, el hijo que había
tenido con Egeo, de quien se esperaba generalmente que le sucediera en el trono
de Atenas. En consecuencia, convenció a Egeo de que Teseo venía como espía o
asesino e hizo que le invitara a un banquete en el templo del Delfín. Egeo, que
utilizaba el templo como su residencia, le ofrecería entonces una copa de vino
preparada por ella. Esa copa contendría matalobos, veneno que Medea había llevado
de la bitinia Aquerusia, donde salió por primera vez de la espuma mortífera que
esparció Cerbero cuando Heracles lo sacó a rastras del Tártaro; como el
matalobos florece en las rocas desnudas, los campesinos lo llaman «acónito».
d. Algunos dicen que cuando sirvieron el asado en el
Delfinio, Teseo desenvainó ostentosamente su espada, como si fuera a trinchar
la carne, con lo que atrajo la atención de su padre; pero otros dicen que, sin
recelar nada, se llevó la copa a los labios antes de que Egeo observase las
serpientes erectidas grabadas en el puño de marfil de la espada y que entonces
arrojó el veneno al suelo. El lugar donde cayó la copa se muestra todavía,
separado del resto del templo.
e. Siguió el mayor júbilo que había presenciado
hasta entonces Atenas. Egeo abrazó a Teseo, convocó una asamblea pública y lo
reconoció como su hijo. Encendió fogatas en todos los altares e hizo muchos
donativos a las imágenes de los dioses; sacrificó hecatombes de bueyes
enguirnaldados y en todo el palacio y la ciudad entera nobles y plebeyos
banqueteaban juntos y cantaban las hazañas gloriosas de Teseo que ya superaban
en número a sus años de vida.
f. Luego Teseo fue, con el propósito de vengarse, en
busca de Medea, la cual le eludió rodeándose por una nube mágica y poco después
salió de Atenas con el joven Medo y una escolta que Egeo le proporcionó
generosamente. Pero algunos dicen que huyó con Políxeno, el hijo que había
tenido con Jasón.
g. Palante y sus cincuenta hijos, quienes ya antes
de eso habían declarado que Egeo no era un verdadero erectida y por tanto no
tenía derecho al trono, se rebelaron abiertamente cuando aquel extranjero
andariego amenazó con frustrar sus esperanzas de gobernar Atenas. Dividieron
sus fuerzas: Palante, con veinticinco de sus hijos y numerosos partidarios,
marchó contra la ciudad desde Esfeto, en tanto que los otros veinticinco se
emboscaban en Gargeto. Pero Teseo, informado de sus planes por un heraldo
llamado Leos, del clan de Agnunte, cayó súbitamente sobre los emboscados y
destruyó toda la fuerza. En vista de ello, Palante desbandó a los suyos y pidió
la paz. Los Palántidas nunca han olvidado la traición de Leos y todavía los
miembros de su clan no se casan con los agnusios, ni permiten que los heraldos
inicien sus proclamas con las palabras «.¡Akouete
leoi!» («Oíd, ciudadanos»), por la semejanza de la palabra leoi con el nombre de Leos.
h. Hay que distinguir a este Leos del otro Leos,
hijo de Orfeo y antepasado de los leóntides atenienses. En una ocasión en que
reinaban el hambre y la peste Leos obedeció al oráculo de Delfos sacrificando a
sus hijas Téope, Praxítea y Eubule para salvar la ciudad. Los atenienses
erigieron el Leocorión en su honor.
*
1. Esta aventura artificial, con su dénouement teatral en la escena del envenenamiento,
recuerda la de Ión (véase 44.a); y el episodio del buey lanzado al aire parece
meramente una tosca imitación de las hazañas de Heracles. La pregunta de los
albañiles es anacrónica, pues en la edad heroica las mujeres jóvenes iban de un
lado a otro sin acompañamiento; ni podía Teseo haber sido tomado
equivocadamente por una muchacha si había dedicado ya su cabello a Apolo,
convirtiéndose en un Cúrete. Pero los deslices de la fábula indican que ha sido
deducida de una ilustración antigua en la que, puesto que los hombres situados
en el techo del templo se podían reconocer como albañiles, se representaría un
sacrificio realizado el día en que terminó la construcción del templo (véase
84.1). Es probable que la figura tomada por Teseo, quien desunce de un carro al
buey blanco del sacrificio, sea una sacerdotisa, y que, a causa de su
decoración de delfines, se haya atribuido erróneamente el templo a Apolo,
aunque el delfín era originalmente un emblema de la diosa Luna. El animal no es
lanzado al aire. Se trata de la deidad en honor de la cual se ofrece el
sacrificio: una vaca-luna blanca, la diosa misma, o el toro blanco de Posidón
(véase 88.c), que compartía un templo de la Acrópolis con Atenea y a quien,
como dios del Mar, estaban consagrados los delfines; los sacerdotes de Apolo, y
no el que menos Plutarco, se mostraban siempre celosos por aumentar su poder y
su autoridad a expensas de los otros dioses. Otra ilustración compañera, de la
que puede haberse deducido la fábula de la copa de veneno —el acónito era un
paralizante conocido— probablemente representaba a un sacerdote o sacerdotisa
haciendo una libación a las ánimas de los hombres sacrificados cuando se
pusieron los cimientos, en presencia de Perséfone y Cerbero. Plutarco dice que
Egeo vivía en el Templo del Delfín y no en una casa particular, lo cual es
correcto, pues, como rey sagrado, tenía habitaciones en el palacio de la Reina
(véase 25.7).
2. La expulsión de Medea, primeramente de Corinto y
luego de Atenas, se refiere a la supresión por los helenos del culto de la diosa
Tierra; su carro tirado por serpientes demuestra que era una Deméter corintia
(véase 24.m). La derrota de los Palántidas por Teseo se refiere análogamente a
la supresión del culto de la Atenea original (véase 9.1 y 16.2), con su colegio
de cincuenta sacerdotisas; pallas
puede significar «joven» o «doncella». Otra versión del mismo mito es el
sacrificio de las tres hijas de Leos, que son en realidad la diosa en tríada.
La doncella es Téope («rostro divino»), la Luna Nueva; la ninfa es Praxítea
(«diosa activa»), la Abeja Reina. La madre de Cécrope tenía el mismo nombre en
Eubea (Apolodoro: iii.15.1 y 5); la vieja es Eubule («buen consejo»), la diosa
oracular, a la que Eubuleo, el porquerizo, sirvió en Eleusis.
3. Que los palántidas y agnusios no se casasen entre
ellos puede ser una reliquia de exogamia, con su complejo sistema de casamiento
de grupo entre las fratrías; cada fratría o sub-fratría se componía de varios
clanes totémicos; si es así, palántidas y agnusios pertenecerían a la misma
subfratría y el casamiento estaba permitido solamente entre miembros de
subfratrías diferentes (véase 80.5). El clan palántida tenía probablemente como
tótem una cabra, así como los agnusios tenían un cordero, los leóntidas un león
y los erecteidas una serpiente. Muchos otros clanes totémicos están insinuados
en la mitología ática: entre ellos los del cuervo, el ruiseñor, la abubilla, el
lobo, el oso y la lechuza.
4. A juzgar por los mitos de Teseo y Heracles, tanto
la suma sacerdotisa de Atenea en Atenas como la de Hera en Argos pertenecían a
un clan del león en el que adoptaban a los reyes sagrados; y un anillo de oro
encontrado en Tirinto muestra a cuatro hombres-león ofreciendo vasos para las
libaciones a una diosa sentada, que tiene que ser Hera, pues un cuclillo está
posado detrás de su trono (véase 12.4). A pesar de que en Creta no había
leones, figuraban también allí como animales de la diosa. Atenea no estaba
asociada con el cuclillo, pero sí con otras aves que podían ser de origen totémico.
En Homero aparece como halieto (Odisea
iii.371) y gorrión (Ibid., XXI 5239);
en compañía de Apolo como buitre (Ilíada
vii.58), y en compañía de Hera como una paloma (Ibid., v.778). En un pequeño jarrón ateniense de 500 a. de C, se la
ve como alondra; y Atenea somormujo, o alcatraz, tenía un altar cerca de Megara
(Pausanias: i.5.3 y 41.6; véase 94.c). Pero la lechuza sabia era su epifanía
principal. El clan de la lechuza conservó su ritual hasta el final de la época
clásica; iniciados disfrazados de lechuza realizaban la ceremonia de cazar a su
ave totémica (Eliano: Varia historia xv.28;
Pólux: iv.103; Ateneo: 391a-b y 629f).
5. La fábula de Plutarco sobre el Akaouete leoi es bastante admisible: en
las religiones primitivas sucedía con frecuencia que se prohibían palabras
porque se parecían al nombre de una persona, objeto o animal que no podían ser
mencionados sin peligro, especialmente palabras que sugerían los nombres de
parientes difuntos, aunque hubiera fallecido de muerte natural.
6. La negativa por los Palántidas de que Egeo y
Teseo eran verdaderos erectidas puede reflejar una protesta del siglo vi en Atenas contra la usurpación por
los butades inmigrantes (que retocaron la leyenda de Teseo) del sacerdocio
erectida nativo (véase 95.3).
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