martes, 30 de julio de 2013

12 Hera y sus hijos

a. Hera, hija de Crono y Rea, nació en la isla de Samos o, según algunos, en Argos, y la crió en Arcadia Temeno, hijo de Pelasgo. Las Estaciones fueron sus nodrizas. Después de desterrar a su padre Crono, el hermano gemelo de Hera, Zeus, fue a verla en Cnosos, Creta, o según dicen algunos, en el monte Tórnax (llamado ahora Montaña del Cuco) en Argólide, donde la cortejó, al principio sin éxito. Ella se compadeció del dios solamente cuando éste se disfrazó de cuco enlodado, y le calentó cariñosamente en su seno. Allí él reasumió inmediatamente su verdadera forma y la violó, y ella se vio obligada a casarse con él por vergüenza.
b. Todos los dioses asistieron a la boda con regalos, entre los que destacó el de la Madre Tierra, quien le regaló a Hera un árbol con manzanas de oro, que luego guardaron las Hespérides en el jardín que Hera poseía en el monte Atlas. Ella y Zeus pasaron su noche de bodas en Samos, y esa noche duró trescientos años. Hera se baña regularmente en la fuente de Canatos, cerca de Argos, y así renueva su virginidad.
c. De Hera y Zeus nacieron los dioses Ares, Hefesto y Hebe, aunque algunos dicen que Ares y su hermana gemela Eris fueron concebidos cuando Hera tocó cierta flor, y Hebe cuando tocó una lechuga, y que Hefesto también era su hijo partenogénito, prodigio que él no quiso creer hasta que la aprisionó en una silla mecánica con brazos que se cerraban alrededor del que se sentaba en ella, y así le obligó a jurar por el río Estigia que no mentía. Otros dicen que Hefesto era hijo suyo con Talos, el sobrino de Dédalo.


1. El nombre de Hera, habitualmente considerado como una palabra griega que significa «señora», podría representar una Herwá («Protectora») original. Era la Gran Diosa prehelénica. Samos y Argos eran las principales sedes de su culto en Grecia, pero los arcadios afirmaban que su culto era el más antiguo y que era contemporáneo de su antepasado nacido de la tierra Pelasgo («antiguo»). El casamiento forzoso de Hera con Zeus conmemora las conquistas de Creta y la Grecia micénica —es decir, cretanizada— y el derrocamiento de su supremacía en ambos países. Probablemente Zeus se transformó en un cuco enlodado en el sentido de que ciertos helenos que fueron a Creta como fugitivos aceptaron empleo en la guardia regia, hicieron una conspiración palaciega y se apoderaron del reino. Cnosos fue saqueada dos veces, al parecer por helenos: alrededor de 1700 a. de C. y alrededor de 1400 a. de C.; y Micenas cayó en poder de los aqueos un siglo después. El dios Indra en el Ramayana también había cortejado a una ninfa disfrazado de cuco y Zeus se apropió entonces del cetro de Hera, coronado por un cuco. Figurillas de pan de oro de una diosa argiva desnuda con cucos se han encontrado en Micenas; y los cucos se posan en un templo modelo de pan de oro del mismo lugar. En el muy conocido sarcófago cretense de Hagia Triada se posa un cuco sobre un hacha doble.
2. Hebe, la diosa como niña, fue convertida en copera de los dioses en el culto olímpico. Finalmente se casó con Heracles (véase 145.i y 5, después que Ganímedes le usurpara el cargo (véase 29.c). «Hefesto» parece haber sido un título del rey sagrado como semidiós solar; «Ares», un título de su jefe de guerra, o heredero, cuyo emblema era el jabalí. Ambos se convirtieron en nombres divinos cuando el culto olímpico quedó establecido y fueron elegidos para desempeñar los papeles, respectivamente, de dios de la Guerra y dios de los Herreros. La «cierta flor» es probable que fuera la epigea o espina blanca. Ovidio hace que la diosa Flora —con cuyo culto estaba asociada la epigea— la muestre a Hera. La epigea o espina blanca se relaciona con la concepción milagrosa en el mito popular europeo; en la literatura celta su «hermana» es la espina negra o endrino, un símbolo de la Discordia, o sea Eris, hermana gemela de Ares.
3. Talos, el herrero, era un héroe cretense nacido de Perdix («perdiz»), hermana de Dédalo, con la que el mitógrafo identifica a Hera. Las perdices, consagradas a la Gran Diosa, figuraban en las orgías del equinoccio de primavera del Mediterráneo Oriental, ocasiones en las que se realizaba una danza renqueante imitando a las perdices macho. Aristóteles, Plinio y Eliano dicen que las hembras concebían con sólo oír la voz del macho. El cojo Hefesto y Talos parecen ser el mismo personaje partenogenésico; ambos fueron arrojados desde un lugar alto por rivales airados (véase 23.b y 92.b), originalmente en honor de su diosa madre.
4. En Argos, la famosa estatua de Hera aparecía sentada en un trono de oro y marfil; la fábula de su aprisionamiento en una silla puede haber nacido de la costumbre griega de encadenar las estatuas divinas a sus tronos «para impedir que se escaparan». Al perder una antigua estatua de su dios o su diosa, una ciudad podía perder el derecho a la protección divina y consecuentemente, los romanos tomaron por costumbre lo que se llamaba cortésmente «atraer» los dioses a Roma, que en la época imperial se había convertido ya en un nido de imágenes robadas. «Las Estaciones fueron sus nodrizas» es una manera de decir que Hera era una diosa del año civil o natural. Por eso llevaba en el cetro el cuco primaveral, y en la mano izquierda la granada madura del final del otoño, símbolo de la muerte del año.
5. Un héroe, como indica la palabra, era un rey sagrado que había sido sacrificado a Hera, cuyo cuerpo estaba a salvo bajo tierra y cuya alma había ido a disfrutar de su paraíso detrás del Viento Norte. Sus manzanas de oro, en los mitos griego y celta, eran pasaportes para ese paraíso (véase 53.7, 133.4 y 159.3).
6. El baño anual con el que Hera renovaba su virginidad lo tomaba también Afrodita en Pafos; parece haber sido la ceremonia de purificación prescrita a una sacerdotisa de la Luna después del asesinato de su amante, el rey sagrado (véase 22.1 y 150.1). Como Hera era la diosa del año vegetativo, primavera, verano y otoño (simbolizado también por la luna nueva, llena y vieja), se le rendía culto en Estinfalo como Niña, Novia y Viuda (Pausanias: viii.22.2; véase 128.d).
7. La noche de bodas en Samos duró trescientos años: quizá porque el año sagrado samio, como el etrusco, se componía de sólo diez meses de treinta días, omitiendo enero y febrero (Macrobio: 1.13). Cada día se prolongó hasta un año. Pero el mitógrafo podría estar insinuando con esto que los helenos tardaron trescientos años en imponer la monogamia entre los adoradores de Hera.

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