a. Ixión, hijo de Flegias, el rey lapita, convino en
casarse con Día, hija de Deyoneo, le prometió ricos regalos de boda e invitó a
Deyoneo a un banquete, pero preparó delante del palacio
una trampa con un gran fuego de carbón vegetal debajo, y el confiando Deyoneo
cayó en ella y se quemó.
b. Aunque los dioses menos importantes lo
consideraron una acción nefanda y se negaron a purificar a Ixión, Zeus, que
obraba igualmente mal cuando se enamoraba, no sólo le purificó, sino que además
lo llevó a comer en su mesa.
c. Ixión era desagradecido y se propuso seducir a
Hera, a quien, según suponía, le agradaría tener la oportunidad de vengarse de
Zeus por sus frecuentes infidelidades. Pero Zeus adivinó las intenciones de
Ixión y dio a una nube la forma de una falsa Hera con la que Ixión, que había
bebido demasiado para descubrir el engaño, satisfizo su deseo. Zeus le
sorprendió in fragranti y ordenó a
Hermes que lo azotase sin piedad hasta que repitiese las palabras: «Los benefactores
merecen ser honrados», y luego lo ató a una rueda ardiente que gira sin cesar
por el firmamento.
d. La falsa Hera, llamada luego Neféle, dio a Ixión
como hijo el proscrito niño Centauro, del que se dice que cuando llegó a la
edad viril engendró caballos-centauros con yeguas magnesias, de los cuales el
más célebre fue el docto Quirón.
*
1. El nombre de Ixión, formado con ischys («fuerza») e io («luna») (véase 61.2), sugiere también ixias («muérdago»). Como rey-encina con genitales de muérdago (véase
50.2), y representando al dios-trueno, se casaba ritualmente con la diosa Luna
hacedora de lluvia, y entonces se le azotaba para que su sangre y su esperma
fructificaran la tierra (véase 116.4), se le cortaba la cabeza con un hacha, se
le castraba, y después de extenderlo en un árbol y de asarlo, sus parientes se
lo comían sacramentalmente. Eion es
el epíteto homérico para un río, pero al padre de Día se le llama Deyoneo, que
significa «saqueador», así como Eyioneo.
2. La diosa Luna del culto de la encina era conocida
como Día («del firmamento»), título de la diosa Encina de Dodona (véase 51.1) y
por lo tanto de Hera, la esposa de Zeus. El que los reyes anticuados se
llamasen Zeus (véase 43.2, 45.2, 68.1 y 156.4) y se casasen con Día de las
Nubes de Lluvia desagradaba, como era natural, a los sacerdotes olímpicos,
quienes interpretaban erróneamente la representación ritual del rey lapita con
sus miembros extendidos como un recordatorio de su castigo por impiedad, e
inventaron la anécdota de la nube. En un espejo etrusco Ixión aparece atado a
una rueda de fuego con yesca de hongos a los pies; en otras partes está atado
con el mismo «lazo quíntuple» con que el héroe irlandés Curoi ató a Cuchulain,
inclinado hacia atrás en un aro (Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana vii.12), con los tobillos, las muñecas y
el cuello atados, como Osiris en el Libro
de los muertos. Esta actitud recuerda las ruedas ardientes que se hacían
rodar por las laderas de las colinas en las festividades europeas del solsticio
de verano, como señal de que el sol había llegado a su cénit y en adelante
tenía que declinar hasta el solsticio de invierno. La trampa tendida por Ixión
no es metafórica: eran necesarias víctimas sustituías del rey sagrado, como
prisioneros tomados en la, batalla, o, si faltaban éstos, viajeros apresados en
trampas. El mito parece registrar un tratado hecho por los helenos adoradores
de Zeus con los lapitas, flegieos y centauros y que fue violado con el
asesinato ritual de viajeros helenos y la captura de sus mujeres; los helenos
exigieron, y recibieron, excusas oficiales.
3. Los caballos estaban consagrados a la luna, y las
danzas de caballicos, destinadas a hacer que cayera la Lluvia, dieron origen,
al parecer, a la leyenda de que los centauros eran mitad caballos y mitad
hombres. La más antigua representación griega de los centauros —dos hombres
unidos por la cintura a cuerpos de caballos— se encuentra en una gema micénica
del Héroe de Argos; están el uno frente al otro y bailan. Una pareja análoga aparece
en un sello cretense, pero como en Creta no existía un culto nativo del
caballo, es evidente que el motivo fue importado del continente. En el arte
arcaico se representaba también a los sátiros como hombres caballos, pero
posteriormente como cabras. El centauro sería un héroe oracular con cola de
serpiente, y la fábula del apareamiento de Bóreas con yeguas se relaciona, por
lo tanto, con él (véase 48.e).
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