Artemisa se vengo de la muerte de Orión matando a Corónide, una mujer de
Tesalia con la que Apolo se había casado. Pero dejó con vida a su bebé. Apolo llamó al
niño Asclepio y lo llevó al monte Pelión, donde Quirón, rey de los centauros, se hizo
cargo de su educación.
Los centauros eran mitad hombres y mitad caballos, pero muy sabios. Su peor
defecto era la costumbre de emborracharse en las bodas y romper todo el mobiliario.
Quirón fue el tutor de algunos de los héroes más valientes de la Tierra, como Heracles y
Jasón. A Asclepio le enseñó el tiro con arco, el alfabeto y astronomía, aunque lo vio
más interesado por la medicina. Tras varios años en la escuela de Quirón, Asclepio se
convirtió en el mejor médico de Grecia. No sólo curaba moribundos, sino que, en tres o
cuatro ocasiones, resucitó incluso muertos, usando una planta mágica que le había
descubierto una serpiente en una tumba.
El rey Hades se quejó de aquellas resurrecciones a Zeus:
—Uno de los hijos de Apolo me está quitando súbditos.
—Vamos, vamos —contestó Zeus—. Asclepio hace estas curaciones porque
tiene buen corazón. ¿Qué tiene de malo? Además, todos sus pacientes se mueren tarde o
temprano, así que, ¿por qué te preocupas?
—Estás equivocado —continuó Hades—. Hace sus curaciones por dinero. El
otro día, resucitó al rey Licurgo, quien había sido descuartizado por unos caballos, por
orden de tu hijo Dionisos. Como recordarás, Licurgo había derrotado al ejército de
Dionisos cuando volvía triunfante de la India. La familia real pagó a Asclepio un cubo
lleno de oro por sus servicios.
—¡Oh, entonces, de acuerdo! —gruñó Zeus.
Zeus entonces lanzó un rayo a Asclepio y lo mató, sólo para contentar a
Dionisos. La muerte de Asclepio enojó a Apolo, que se vengó matando a todos los
cíclopes, los cuales habían construido los muros del Olimpo y también habían forjado
los rayos de Zeus.
Y Zeus castigó a Apolo, ordenándole que se convirtiera en un vulgar pastor
durante un año y estuviera al servicio del rey Admeto de Feres, un simple mortal.
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