martes, 30 de julio de 2013

70 Atamante

a. El eolio Atamante, hermano de Sísifo y de Salmoneo, gobernó en Beocia. Por orden de Hera se casó con Néfele, un fantasma que creó Zeus a semejanza de la diosa con el que deseaba engañar al lapita Ixión y que ahora vagaba desconsoladamente por las salas del Olimpo. Néfele dio a Atamante dos hijos: Frixo y Leuconte, y una hija, Hele. Pero Atamante se sentía agraviado por el desdén de que le hacía objeto Néfele y, habiéndose enamorado de Ino, hija de Cadmo, la llevó en secreto a su palacio al pie del monte Lafistio, donde engendró con ella a Learco y Melicertes.
b. Cuando se enteró por los sirvientes del palacio de la existencia de su rival, Néfele volvió furiosa al Olimpo y se quejó a Hera de que la habían agraviado. Hera le dio la razón y prometió solemnemente: «¡Mi venganza eterna caerá sobre Atamante y su casa!»
c. Néfele volvió inmediatamente al monte Lafistio, donde anunció públicamente la promesa de Hera y pidió la muerte de Atamante. Pero los hombres de Beocia, que temían a Atamante más que a Hera, no escucharon a Néfele, y las mujeres de Beocia eran devotas de Ino, quien las indujo a que tostaran el trigo para sembrar sin que lo supieran sus maridos y así se perdiera la cosecha. Ino preveía que cuando llegara el momento de que germinara el grano y no apareciera ningún tallo, Atamante enviaría emisarios al oráculo de Delfos para preguntar qué andaba mal. Ya había sobornado a los mensajeros de Atamante para que volvieran con una respuesta falsa, a saber, que la tierra recuperaría su fertilidad solamente si Frixo, el hijo de Néfele, era sacrificado a Zeus en el monte Lafistio.
d. Frixo era un joven hermoso de quien se había enamorado su tía Biádice, esposa de Creteo y a quien cuando él desairó sus requerimientos, ella acusó de haber tratado de violarla. Los beocios creyeron el embuste de Biádice, aplaudieron la sabia elección de Apolo de un sacrificio propiciatorio y exigieron la muerte de Frixo; en vista de lo cual Atamante, llorando fuertemente, condujo a Frixo a la cima de la montaña. Estaba a punto de cortarle la garganta, cuando Heracles, quien por casualidad estaba en la vecindad, subió apresuradamente y le arrancó de la mano el pedernal de los sacrificios. «Mi padre Zeus —dijo— aborrece los sacrificios humanos.» Sin embargo, Frixo habría perecido a pesar de esa defensa si de pronto un carnero de oro alado suministrado por Hermes por orden de Hera —o según dicen algunos, de Zeus mismo— no hubiese descendido del Olimpo para salvarle.
—¡Monta en mi lomo! —gritó el carnero, y Frixo le obedeció.
—¡Llévame a mí también! —suplicó Hele—. ¡No me dejes a merced de mi padre!
e. Frixo la colocó tras él y el carnero voló hada el este, en dirección al país de Cólquide, donde Helio tenía sus caballos. Al poco rato Hele sintió vértigo, no pudo mantenerse firme y cayó en el estrecho entre Europa y Asia llamado ahora Helesponto en su honor, pero Frixo llegó sin novedad a Cólquide y allí sacrificó el carnero a Zeus Libertador. Su vellón de oro se hizo famoso una generación después cuando fueron a buscarlo los argonautas.
f. Intimidados por el milagro del monte Lafistio, los mensajeros de Atamante confesaron que Ino los había sobornado para que volvieran de Delfos con una respuesta falsa, y en seguida quedaron en descubierto sus engaños y los de Biádice. En vista de esto, Néfele volvió a exigir la muerte de Atamante, y pusieron en la cabeza de éste la venda del sacrificio que había llevado Frixo; sólo una nueva intervención de Heracles le salvó de la muerte.
g. Pero Hera estaba encolerizada con Atamante y le volvió loco, no sólo a causa de Néfele, sino también porque había consentido que Ino hospedara al infante Dioniso, el bastardo de Zeus con su hermana Sémele, que vivía en el palacio disfrazado de muchacha. De pronto, Atamante tomó el arco y gritó: «¡Mirad, un ciervo blanco! ¡Apartaos mientras yo disparo!» Dicho eso, traspasó a Learco con una flecha y luego descuartizó su cuerpo todavía tembloroso.
h. Ino tomó a Melicertes, su hijo menor, y huyó; pero difícilmente habría evitado la venganza de Atamante si el infante Dioniso no le hubiera cegado momentáneamente, de modo que comenzó a azotar a una cabra confundiéndola con Ino. Ésta corrió a la Roca Moluria, desde la que se arrojó al mar y murió ahogada. Esta roca adquirió luego mala reputación, porque el salvaje Escirón la utilizaba para arrojar por ella a los viajeros. Pero Zeus, recordando la bondad de Ino con Dioniso, no quiso enviar su alma al Tártaro y en cambio la divinizó como la diosa Leucotea. También divinizó a su hijo Melicertes como el dios Palemón, y lo envió al istmo de Corinto cabalgando en un delfín; los Juegos ístmicos, fundados en su honor por Sísifo, se celebran todavía cada cuatro años.
i. Atamante, ahora desterrado de Beocia y sin hijos, pues el que le quedaba, Leuconte había enfermado y muerto, preguntó al oráculo de Delfos dónde podía establecerse, y obtuvo esta respuesta: «Dondequiera que las fieras te den de comer». Caminando a la ventura hacia el norte, sin tener qué comer ni beber, llegó adonde se hallaba una manada de lobos devorando un rebaño de ovejas en una desolada llanura de Tesalia. Los lobos huyeron al acercarse él y Atamante y sus hambrientos compañeros comieron la carne de carnero que habían dejado los lobos. Entonces recordó el oráculo y, después de adoptar a Haliarto y Coroneo, sus resobrinos corintios, fundó una ciudad a la que llamó Alos en recuerdo de sus andanzas o en honor a su sirvienta Alos, y a la región se la llamó Atamania. Luego se casó con Temisto y constituyó una nueva familia[1].
f. Otros cuentan las cosas de manera distinta. Omitiendo el casamiento de Atamante con Néfele, dicen que un día, después del nacimiento de Learco y Melicertes, su esposa Ino salió de caza y no volvió. Las manchas de sangre que encontró en una túnica desgarrada le convencieron de que la habían matado las fieras, pero la verdad era que se había apoderado de ella un súbito frenesí báquico cuando la atacó un lince. Ella lo había estrangulado, lo había desollado con los dientes y las uñas y se había ido, vestida únicamente con una piel, a celebrar una orgía prolongada en el Parnaso. Después de un intervalo de luto, Atamante se casó con Temisto, quien, un año después, le dio dos hijos. Entonces se enteró con espanto de que Ino vivía todavía. Mandó buscarla inmediatamente, la instaló en el aposento de los niños del palacio y le dijo a Temisto: «Tenemos una nodriza que parece idónea, una cautiva tomada en la reciente incursión en el monte Citerón». Temisto, a quien no tardaron en desengañar sus sirvientes, fue al aposento de los niños simulando que no sabía quién era Ino, y le dijo: «Por favor, nodriza, prepara un juego de ropas de lana blancas para mis dos hijos y otro juego de ropas de luto para los de mi infortunada predecesora Ino. Tendrán que ponérselos mañana».
k. Al día siguiente Temisto ordenó a sus guardias que entraran en el aposento de los niños y mataran a los mellizos que estuvieran vestidos de luto, pero que no tocaran a los otros dos. Sin embargo, Ino, sospechando lo que tramaba Temisto, había vestido con ropas blancas a sus propios hijos y con ropas de luto a los de su rival. En consecuencia, fueron asesinados los mellizos de Temisto y la noticia enloqueció a Acamante: mató a Learco confundiéndolo con un ciervo, pero Ino escapó con Melicertés, se arrojó al mar y se hizo inmortal.
l. Otros más dicen que Frixo y Hele eran hijos de Néfele e Ixión. Un día, cuando vagaban por un bosque, se encontraron con su madre presa de un frenesí báquico y que conducía a un carnero dorado por los cuernos. «Escuchad —balbuceó—, éste es un hijo de vuestra prima Teófane. Ella tenía muchos pretendientes, por lo que Posidón la transformó en oveja y él se transformó en carnero y la poseyó en la isla de Crumisa.»
—¿Qué les sucedió a los pretendientes, madre? —preguntó la pequeña Hele.
—Se convirtieron en lobos —contestó Ino— y aullan por Teófane durante toda la noche. Ahora no me hagáis más preguntas y montad los dos en el lomo de este carnero y él os llevará al reino de Cólquide, donde reina Aetes, el hijo de Helio. Tan pronto como lleguéis, sacrificadlo a Ares.
m. Frixo obedeció las extrañas órdenes de su madre y colgó el vellón de oro en un templo dedicado a Ares en Cólquide, donde lo guardaba un dragón; y muchos años después su hijo Presbón, o Citisoro, fue a Orcómeno desde Cólquide y salvó a Atamante cuando iba a ser sacrificado como víctima propiciatoria[2].

*

1. El nombre de Atamante se relaciona en el mito con Atamania, la ciudad que, según se dice, fundó en el desierto de Tesalia, pero parece formado más bien con Ath («alto») y amaein («segar»), con el significado de «el rey dedicado a la Segadora de Arriba», es decir, a la diosa de la Luna de la Cosecha. El conflicto entre sus esposas rivales Ino y Néfele fue probablemente el que se produjo entre los primeros pobladores jonios de Beocia que habían adoptado el culto de la diosa Cereal, Ino, y los invasores eolios pastorales. Una tentativa de ceder los ritos agrícolas de la diosa jonia Ino al dios del trueno eolio y su esposa Néfele, la nube de lluvia, parece haber sido frustrada con la tostadura del trigo para sembrar por las sacerdotisas.
2. El mito de Atamante y Frixo registra el sacrificio anual del rey, o de su sustituto, en la montaña —primeramente un niño vestido con el vellón de un carnero y luego un carnero— durante el festival del Año Nuevo para provocar la lluvia, que los pastores celebraban en el equinoccio de primavera. El sacrificio del carnero a Zeus en la cumbre del monte Pelión, no lejos de Lafistio, se realizaba en abril, cuando, de acuerdo con el Zodíaco, Aries estaba en ascensión; los hombres más importantes del distrito solían subir penosamente, vestidos con pieles de ovejas blancas (Dicearco: ii.8), y el rito todavía sobrevive allí en nuestros días en la forma del sacrificio y la resurrección simulados de un anciano que se pone una máscara de oveja negra (véase 148.10). Las ropas de luto que se ordenó poner a los niños condenados a morir indican que la víctima llevaba un vellón negro y el sacerdote y los espectadores vellones blancos. El amor de Biádice por Frixo recuerda el amor de la mujer de Putifar por José, un mito análogo de origen cananeo; y algo muy parecido se dice de Antea y Belerofonte (véase 75.a), Cretéis y Peleo (véase 81.g), Fedra e Hipólito (véase 101.a-g), Filonóme y Tenes (véase 161.g).
3. Que Néfele («nube») era un don de Hera a Atamante y creada a imagen de la diosa, indica que en la versión original Atamante, el rey eolio mismo, representaba al dios del trueno, igual que su predecesor Ixión (véase 63.1), y su hermano Salmoneo (véase 68.1); y que, cuando se casó con Temisto (quien, en la versión del mito que da Eurípides, es la rival de Ino), ella desempeñó el papel de la esposa del dios trueno.
4. Ino era Leucotea, «la Diosa Blanca», y probó su identidad con la Triple Musa realizando una orgía en el Parnaso. Su nombre («la que hace vigoroso») sugiere orgías itifálicas y el vigoroso desarrollo del cereal; le debían ofrecer cruentos sacrificios de niños antes de cada siembra invernal. A Zeus mismo se le atribuye el haber deificado a Ino en agradecimiento por su bondad con Dioniso, y Atamante lleva su nombre agrícola en su honor; en otras palabras, los agricultores jonios arreglaron sus diferencias religiosas con los pastores eolios con ventaja propia.
5. Sin embargo, el mito es una mezcolanza de elementos de cultos primitivos. El culto sacramental de Zagreo, que se convirtió en el del niño Dioniso (véase 30.3), queda sugerido cuando Atamante toma a Ino por una cabra; el culto sacramental de Acteón cuando toma a Learco por un ciervo, lo mata y lo descuartiza (véase 22.1). Melicertes, el hijo menor de Ino, es el Heracles cananeo Melkarth («protector de la ciudad»), alias Moloch, quien, como rey solar recién nacido, se dirige al istmo montado en un delfín, y cuya muerte, al cabo de su reinado de cuatro años, era celebrada en los Juegos Fúnebres ístmicos. A Melicertes se le sacrificaban infantes en la isla de Tenedos, y probablemente también en Corinto (véase 156.2), como se le sacrificaban a Moloch en Jerusalén (Levítico xviii.21 y I Reyes xi.7).
6. Sólo cuando Zeus llegó a ser dios del firmamento despejado y usurpó los atributos solares de la diosa se hizo de oro el vellón; por eso el Primer Mitógrafo Vaticano dice que era «el vellón en el que Zeus ascendió al cielo», pero mientras causaba las tronadas había sido de color purpúreo oscuro (Simónides: Fragmento 21).
7. En una versión del mito (Ripias: Fragmento 12) se llama a Ino Gorgopis («malcarada»), un título de Atenea; el salvaje Escirón que arrojaba a los viajeros por el acantilado, tomó su nombre del parasol —más propiamente paraluna— blanco que se llevaba en las procesiones de Atenea. La Roca Moluria era, evidentemente, el acantilado desde el cual el rey sagrado o sus sustitutos, eran arrojados al mar en honor de la diosa Luna, Atenea o Ino, y el parasol se utilizaba, al parecer, para amortiguar la caída (véase 89.6; 92.3; 96J y 98.7).
8. El anegamiento de Hele es igual al de Ino. Ambas son diosas Luna y el mito es ambivalente: representa la puesta de la luna todas las noches y, al mismo tiempo, el abandono del culto lunar de Hele en favor del solar de Zeus. Ambas son igualmente diosas del Mar: Hele dio su nombre a la confluencia de dos mares; Ino-Leucotea se le apareció a Odiseo en forma de gaviota y le salvó de perecer ahogado (véase 170.y).
9. Es más probable que la tribu de Atamante emigrara desde el monte Lafistio y de Atamania, en Beocia, al monte Lafistio y a Atamania, en Tesalia, que lo contrario; él estaba fuertemente relacionado con Corinto, el reino de su hermano Sísifo, y se dice que fundó la ciudad de Acrefia, al este del lago Copáis, donde había un «Campo de Atamante» (Estéfano de Bizancio sub Acrefia; Pausanias: ix.24.1). A varios de sus hijos se atribuye también la fundación de ciudades beocias. Se le describe razonablemente como hijo de Minia y rey de Orcómeno, lo que le habría dado poder sobre la llanura copaica y el monte Lafistio (Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: i.230; Helánico sobre Apolonio de Rodas: iii.265) y le habría aliado con Corinto contra los estados intermedios de Atenas y Tebas. El probable motivo de los viajes de los atamanianos hacia el norte por Tesalia fue la guerra desastrosa que se libró entre Orcómeno y Tebas, recordada en el ciclo de Heracles (véase 121.d). Las furias de Néfele en la montaña recuerdan a las hijas de Minia, de las que se dice que fueron presas de un frenesí báquico en el monte Lafistio (Escoliasta sobre Alejandra de Licofrón, 1237), el supuesto origen del festival de las Agrionias en Orcómeno.

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