martes, 30 de julio de 2013

56 Io

. Io, hija del dios fluvial, Inaco, era una sacerdotisa de la Hera argiva. Zeus, sobre quien había lanzado un hechizo Iinge, hija de Pan y Eco, se enamoró de Io, y cuando Tera le acusó de infidelidad y tranformó a Iinge en un torcecuello como castigo, mintió: «Nunca he tocado a Io». Luego la transformó en una vaca blanca, que Hera reclamó como suya y entregó para que la guardara a Argo Panoptes, ordenándole: «Ata en secreto este animal a un olivo en Nemea». Pero Zeus envió a Hermes a rescatarla y él mismo fue a Nemea —o, según dicen algunos, a Micenas— disfrazado de pájaro carpintero. Aunque Hermes era el más inteligente de los ladrones, sabía que no podía robar a Io sin que lo viera alguno de los cien ojos de Argo; en consecuencia le hizo dormir tocando la flauta, lo aplastó con un canto rodado, le cortó la cabeza y libertó a Io. Hera, después de poner los ojos de Argo en la cola de un pavo real, como un recuerdo constante de su injusto asesinato, hizo que un tábano picase a Io y la persiguiese por el mundo entero.
b. Io fue primeramente a Dodona y poco después llegó al mar llamado el Jónico, en su honor, pero allí se volvió y se dirigió hacia el norte al monte Hemo, y luego, por el delta del Danubio, rodeó en la dirección del sol el Mar Negro, cruzó el Bósforo en Crimea y siguió el río Hibristes hasta su fuente en el Cáucaso, donde Prometeo todavía languidecía en su roca. Volvió a Europa por Cólquide, el país de los célibes, y el Bósforo tracio; luego galopó a través del Asia Menor hasta Tarso y Yope; de allí fue a Media, Bactriana y la India, y pasando hacia el suroeste por Arabia, cruzó el Bósforo indio [el estrecho de Bab-el-Mandeb] y llegó a Etiopía. Luego descendió desde las fuentes del Nilo, donde los pigmeos libran una guerra perpetua con las grullas, y por fin pudo descansar en Egipto. Allí Zeus le devolvió la forma humana, Io se casó con Telégono, dio a luz a Épafo —su hijo con Zeus, quien la había tocado provechosamente— e instituyó el culto de Isis, nombre que ella daba a Deméter. Épafo, de quien se decía que era el toro divino Apis, reinó en Egipto y tuvo una hija, Libia, la madre, por su unión con Posidón, de Agenor y Belo.
c. Pero algunos creen que lo dio a luz a Épafo en una cueva eubea llamada Boosaule, y luego murió allí a consecuencia de la picadura del tábano; y que, como vaca, cambió su color de blanco a rojo violado, y de rojo violado a negro.
d. Otros refieren el asunto de una manera muy distinta. Dicen que Inaco, un hijo de Jápeto, reinó en Argos y fundó la ciudad de Iópolis —pues lo es el nombre con que en un tiempo era adorada la luna en Argos— y llamó a su hija lo en honor de la luna. Zeus Pico, Rey del Oeste, envió a sus sirvientes para que le llevaran a lo y la violó tan pronto como llegó a su palacio. Después de darle una hija llamada Libia, lo huyó a Egipto, pero se encontró con que Hermes, hijo de Zeus, reinaba allí; en consecuencia, siguió huyendo hasta el monte Silpio en Siria, donde murió de pena y vergüenza. Inaco envió en su busca a los hermanos y parientes de Io, advirtiéndoles que no debían volver sin ella. Con Triptólemo como guía, llamaron en todas las puertas de Siria gritando: «¡Que el espíritu de lo encuentre el descanso!»; hasta que por fin llegaron al monte Silpio, donde una vaca fantasmal les dijo: «Aquí estoy yo, Io». Ellos dedujeron que lo estaba enterrada en aquel lugar, y en consecuencia fundaron una segunda Iópolis, llamada ahora Antioquía. En honor de Io, los Iopolitanos se llaman mutuamente en las puertas todos los años empleando el mismo grito, y los argivos llevan luto por ella anualmente.

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1. Este mito está formado con varios hilos. Los argivos adoraban a la luna como vaca, porque consideraban a la luna nueva cornuda como la fuente de toda agua y por lo tanto del pienso del ganado. Sus tres colores: blanco en la luna nueva, rojo en la luna de la cosecha y negro cuando desaparecía la luna, representaban las tres edades de la diosa Luna: Doncella, Ninfa y Vieja (véase 90.3). lo cambiaba su color, como lo cambia la luna, pero el mitógrafo sustituye «rojo» por «violado», porque ion significa en griego violeta. Se creía que los pájaros carpinteros llamaban a la lluvia cuando golpeaba los troncos de los robles; e Io era la Luna como causante de la lluvia. Los pastores necesitaban la lluvia más apremiantemente a fines del verano, cuando los tábanos atacaban a su ganado y lo ponían frenético; en el África las tribus negras poseedoras de ganado todavía corren de pastizal en pastizal cuando les atacan los tábanos. Las sacerdotisas argivas de Io parecen haber realizado una danza de la novilla anual en la que simulaban que las enloquecían los tábanos, en tanto que los hombres —pájaros carpinteros, golpeando en las puertas de roble y gritando «¡Io! ¡Io!», invitaban a la lluvia a que cayera y aliviara sus tormentos. Éste parece ser el origen del mito de las mujeres coanas que se convirtieron en vacas (véase 137.s). Las colonias argivas fundadas en Eubea, el Bósforo, el Mar Negro, Siria y Egipto llevaron consigo su danza para provocar la lluvia. El torcecuello, la principal ave orgiástica de la diosa Luna, anida en los sauces y por lo tanto tenía relación con la magia acuática (véase 152.2).
2. La leyenda inventada para explicar la difusión de este ritual hacia el este, así como la semejanza entre el culto de lo en Grecia, el de Isis en Egipto, el de Astarté en Siria y el de Kali en la India, ha sido injertada en dos fábulas no relacionadas: la de la luna-vaca sagrada vagando por el firmamento y guardada por las estrellas —existía una leyenda irlandesa análoga— y la de las sacerdotisas de la Luna a las que los caudillos de los helenos, haciéndose llamar cada uno de ellos Zeus, violaron con la consternación de la población local. A Hera, como esposa de Zeus, se le hizo luego manifestar celos de Io, aunque era otro nombre de la Hera de «ojos de vaca». El duelo de Deméter por Perséfone es recordado en el festival argivo del duelo por lo, pues lo ha sido igualada en el mito con Deméter. Además, cada tres años se celebraban los Misterios de Deméter en Celea («llamamiento» ), cerca de Corinto, y se dice que fueron fundados por un hermano de Celeo («pájaro carpintero»), rey de Eleusis. A Hermes se le llama hijo de Zeus Pico («pájaro carpintero») —Aristófanes en sus Aves (480) acusa a Zeus de haber robado el cetro del pájaro carpintero—, así como se dice que Pan era hijo de Hermes con la ninfa Dríope («pájaro carpintero»); y Fauno, el Pan latino, era hijo de Pico («pájaro carpintero») al que Circe transformó en esa ave por haber despreciado su amor (Ovidio: Metamorfosis xiv.6). La tumba cretense de Fauno tenía este epitafio: «Aquí yace el pájaro carpintero que era también Zeus» (Suidas sub Pico). Los tres son dioses de los pastores que hacen llover. El nombre de Libia denota la lluvia y las lluvias de invierno llegan a Grecia desde la Libia.
3. El que a Zeus se le atribuyera la paternidad de Épafo, quien se convirtió en el antepasado de Libia, Agenor, Belo, Egipto y Dánao, implica que los aqueos adoradores de Zeus reclamaban la soberanía sobre todos los pueblos marítimos del Mediterráneo sudoriental.
4. El mito de los pigmeos y las grullas parece referirse a los altos tribeños criadores de ganado que habían irrumpido en el valle superior del Nilo desde Somalia y empujado a los pigmeos hacia el sur. Los llamaban «grullas» porque entonces como ahora permanecían durante largo tiempo sobre una pierna, sosteniendo el tobillo de la otra con la mano opuesta, y apoyados en una lanza.

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