a. Catreo, el mayor de los hijos sobrevivientes de
Minos, tuvo tres hijas: Aérope, Clímene y Apemósine; y un hijo. Altémenes.
Cuando un oráculo predijo que a Catreo le mataría uno de sus propios hijos,
Altémenes y Apemósine, la de los pies ligeros, abandonaron piadosamente Creta,
con un gran séquito, con la esperanza de eludir la maldición. Desembarcaron en
la isla de Rodas y fundaron la ciudad de Cretenia, a la que llamaron así en honor
de su isla natal.
Altémenes se estableció luego en Camiro, donde le honraban mucho los
habitantes, y erigió un altar a Zeus en el cercano monte Atabirio desde la
cumbre del cual, en los días claros, podía ver a lo lejos a su amada Creta.
Rodeó el altar con toros de bronce, que bramaban fuertemente siempre que algún
peligro amenazaba a Rodas.
b. Un día Hermes se enamoró de Apemósine, quien
rechazó sus requerimientos y huyó de él. Esa noche la sorprendió cerca de un
arroyo. Ella se dio la vuelta otra vez para huir, pero él había tendido cueros
resbaladizos en la única senda por la que podía escapar, de modo que Apemósine
cayó de bruces y Hermes consiguió poseerla. Cuando Apemósine volvió al palacio
y con tristeza comunicó a Altémenes su desgracia, él le gritó: «¡Mentirosa y
ramera!», y la mató a puntapiés.
c. Entretanto, Catreo, desconfiando de Aérope y
Clímene, las otras dos hermanas, las desterró de Creta, de la que era entonces
rey. Aérope, después de haber sido seducida por el pelópida Tiestes, se casó
con Plístenes, quien la hizo madre de Agamenón y Menelao; y Clímene se casó con
Nauplio, el célebre navegante. Al fin, solo en la ancianidad y, por lo que él
sabía, sin heredero de su trono, Catreo fue en busca de Altémenes, a quien
quería mucho. Al desembarcar una noche en Rodas él y sus compañeros fueron
tomados equivocadamente por piratas y atacados por los vaqueros de Camiro.
Catreo trató de explicar quién era y por qué había venido, pero los ladridos de
los perros ahogaron su voz. Altémenes corrió desde el palacio para rechazar la
supuesta invasión y, como no reconoció a su padre, lo mató con una lanza.
Cuando se enteró de que después de todo se había cumplido el oráculo a pesar
del largo destierro que se había impuesto, rogó que lo tragase la tierra. De
acuerdo con su deseo, se abrió una sima y desapareció en ella, pero hasta el
presente se le rinden honores de héroe.
*
1. Este mito artificial, que constata una
ocupación miceno-minoica de Rodas en el siglo xv
a. de C., tiene también por finalidad explicar las libaciones que se derramaban
en una sima a un héroe rodio, así como los deportes eróticos en los que unas
mujeres danzaban sobre los cueros recién desollados de los animales
sacrificados. La terminación byrios,
o buriash, se da en el título regio
de la tercera dinastía babilonia, fundada en 1750 a. de C.; y el dios del
Atabirio de Creta, como el dios del Atabirium (monte Tabor) en Palestina,
famoso por su culto del becerro de oro, era el hitita Tesup, un dios Sol
propietario de ganado (véase 67.1). Rodas pertenecía al principio a la diosa Luna
sumeria Dam-Kina, o Dánae (véase 60.3), pero pasó a poder de Tesup (véase
42.4); y cuando se derrumbó el imperio hitita fue colonizada por cretenses de
habla griega que mantuvieron el culto del toro, pero hicieron a Atabirio hijo
de Preto («primer hombre») y Eurínome, la Creadora (véase 1.a). En la época
doria Zeus Atabirio usurpó el culto rodio de Tesup. El bramido de les toros se
produciría haciendo girar rhomboi, o
bramaderas (véase 30.1), utilizadas para ahuyentar a los malos espíritus.
2. La muerte de Apemósine en Camiro puede referirse
a una represión brutal, por los invasores hititas más bien que por cretenses,
de un colegio de sacerdotisas oraculares en Camiro. Las tres hijas de Catreo,
como las Danaides, son la familiar tríada de la Luna: Apemósine es la tercera
persona, la equivalente de Camira. Catreo, muerto accidentalmente por Altémenes,
como Layo, muerto accidentalmente por su hijo Edipo (véase 105.d)t y Odiseo por
su hijo Telégono (véase 170.k), tuvo que haber sido un predecesor en el reinado
sagrado más bien que un padre; pero la fábula ha sido mal relatada: el hijo, y
no el padre, debía desembarcar y lanzar la lanza en forma de pastinaca.
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