a. Después de la muerte de Hipodamía, Pirítoo indujo
a Teseo, cuya esposa Fedra se había ahorcado recientemente, a hacer una visita
a Esparta en su compañía y llevarse a Helena, hermana de Castor y Pólux, los
Dioscuros, con quienes ambos deseaban relacionarse mediante el matrimonio.
Donde se halla ahora el templo de Serapis en Atenas juraron ayudarse mutuamente
en esa empresa peligrosa, sortear a Helena cuando la hubieran conquistado y
luego a otra de las hijas de Zeus para el perdedor, cualquiera que fuera el
peligro.
b. Una vez que decidieron eso, condujeron un
ejército a Lacedemonia; luego, cabalgando al frente de la fuerza principal, se
apoderaron de Helena mientras ésta ofrecía un sacrificio en el templo de
Ártemis Erguida en Esparta y se alejaron al galope con ella. Pronto dejaron
atrás a sus perseguidores y se zafaron de ellos en Tegea, donde, como habían
convenido, echaron suertes por Helena, y Teseo resultó el ganador. Preveía, no obstante, que
los atenienses no aprobarían de modo alguno que hubiese provocado una pendencia
de ese modo con los temibles Dioscuros, y por lo tanto envió a Helena, que
todavía no era núbil —tenía doce años o, según dicen algunos, era todavía más
joven— a la aldea ática de Afidna, donde encargó a su amigo Afidno que la
guardara con la mayor atención y secreto. Etra, la madre de Teseo, acompañó a
Helena y la cuidó bien. Algunos tratan de disculpar a Teseo relatando que
fueron Idas y Linceo quienes robaron a Helena y luego la confiaron a la
protección de Teseo, en venganza por el rapto de las Leucípides, por los
Dioscuros. Otros explican que el propio padre de Helena, Tindáreo, la confió a
Teseo al saber que su sobrino Enaróforo, hijo de Hipocoonte, se proponía
raptarla.
c. Pasaron algunos años, y cuando
Helena tuvo ya la edad suficiente para que Teseo se casara con ella, Pirítoo le
recordó el pacto. Consultaron juntos a un oráculo de Zeus, al que habían invocado
para que fuese testigo de su juramento, y su respuesta irónica fue la
siguiente: «¿Por qué no vais al Tártaro y pedís que Perséfone, la esposa de
Hades, sea la novia de Pirítoo? Es la más noble de mis hijas.» Teseo se
escandalizó cuando Pirítoo, que tomó en serio esa sugestión, le obligó a
mantener su juramento, pero no se atrevió a negarse a ir y poco después
descendieron, espada en mano, al Tártaro. Eludiendo el paso a través del Lete,
eligieron el camino trasero, la entrada del cual está en una caverna del Ténaro
laconio, y no tardaron en llamar a las puertas del palacio de Hades. Hades
escuchó con calma su insolente ruego y, fingiendo hospitalidad, les invitó a
sentarse. Sin recelar nada, se sentaron en el asiento que él les ofreció, pero
resultó ser la Silla del Olvido que se convirtió inmediatamente en parte de
ellos mismos, de modo que no podían levantarse sin mutilarse a sí mismos. Unas
serpientes enroscadas silbaban a su alrededor, y entre tanto les azotaban las
Furias y les mordían los dientes de Cerbero, mientras Hades les contemplaba
sonriendo torvamente.
d. Así siguieron atormentados
durante cuatro años enteros, hasta que Heracles, que fue por orden de Euristeo
en busca de Cerbero, les reconoció al ver cómo le tendían en silencio las manos
suplicando su ayuda. Perséfone recibió a Heracles como a un hermano y le
permitió bondadosamente que pusiera en libertad a los malhechores y los llevara
de vuelta al aire superior, si podía. Inmediatamente Heracles
asió a Teseo por ambas manos y lo levantó con fuerza gigantesca, hasta que, con
un ruido desgarrante, lo liberó de su asiento, pero un buen trozo de su carne
quedó pegada a la roca, que es por lo que los descendientes atenienses de Teseo
tienen unos traseros tan absurdamente pequeños. Luego asió las manos de
Pirítoo, pero la tierra tembló amenazadora y desistió. Después de todo, Pirítoo
había sido el inspirador de aquella empresa impía.
e. Según algunos relatos, no obstante, Heracles puso
en libertad a Pirítoo lo mismo que a Teseo; en tanto que, según otros, no liberó
a ninguno de los dos, sino que dejó a Teseo encadenado para siempre en un
asiento ígneo, y a Pirítoo acostado junto a Ixión en un lecho dorado, y ante
sus miradas famélicas presentan banquetes magníficos que la mayor de las Furias
les arrebata constantemente. Incluso se ha dicho que Teseo y Pirítoo nunca
fueron al Tártaro, sino sólo a una ciudad tesprotia o molosia llamada Cíquiro,
cuyo rey Aidoneo, al descubrir que Pirítoo se proponía raptar a su esposa, lo
arrojó a una jauría de perros y encerró a Teseo en un calabozo, del que
Heracles lo sacó más tarde.
*
1. A los héroes principales de varias mitologías se
les atribuye haber perturbado el Infierno: Teseo, Heracles (véase 134.c),
Dioniso (véase 170.m) y Orfeo (véase 28.c) en Grecia; Bel y Marduk en Babilonia
(véase 71.1); Eneas en Italia; Cuchulain en Irlanda; Arturo, Gwydion y Amathaon
en Britania; y Ogier el danés en Bretaña. El origen del mito parece ser una
muerte provisional que el rey sagrado simulaba sufrir al final de su reinado
normal, mientras un muchacho, interrex
ocupaba su lugar durante un solo día, eludiendo así la ley que le prohibía
extender su plazo más allá de los trece meses de un año solar (véase 7.1, 41.1,
123.4, etcétera).
2. Bel, y su sucesor Marduk, pasaron su período de
abdicación luchando con el monstruo marino Tiamat, una encarnación, de la diosa
Mar Ishtar que envió el Diluvio (véase 73.7); como los reyes irlandeses de la
antigüedad, de los que se dice que salieron a librar batalla con las rompientes
atlánticas, parecen haberse ahogado ceremonialmente. En un vaso Etrusco se ve
al rey moribundo, al que se llama Jasón, (véase 148.4) en las fauces de un
monstruo marino; de aquí ha sido deducida, al
parecer, la anécdota moral de Jonas y la ballena; Jonas es Marduk.
3. Los autógrafos atenienses han conseguido
disimular la enconada rivalidad entre Teseo y su mellizo suplente Pirítoo
(véase 95.2) por los favores de la diosa de la Muerte-en-Vida —que aparece en
el mito como Helena (véase 62.3) y Perséfone—, presentándolo como una fiel
pareja real que, como Castor y Pólux, hicieron una incursión amatoria en una
ciudad vecina (véase 74.c), y uno de los cuales quedaba eximido de la muerte,
porque podía pretender un nacimiento divino. Idas y Linceo, una pareja de
mellizos análoga, han sido introducidos en la fábula para destacar este punto.
Pero el nombre de Pirítoo, «el que da vueltas», indica que era un rey sagrado
por derecho propio, y en la pintura de un vaso de la Baja Italia se le ve ascendiendo
al aire superior y despidiéndose de Teseo, quien se queda junto a la diosa de
la Justicia, como si Teseo fuera solamente su heredero.
4. El rapto de Helena durante el sacrificio recuerda
el de Oritía por Bóreas (véase 48.a), y se puede haber deducido de la misma
pintura, que representaba las orgías eróticas en las Tesmoforias atenienses. Es
posible, por supuesto, que un templo de la diosa ática Helena en Afidna contuviera
una imagen u otro objeto de culto robado por los atenienses a su equivalente
laconia —si la visita al Tártaro es un duplicado de la fábula, pueden haber
hecho una incursión marítima en Ténaro— y que luego fuera recuperado por los
espartanos.
5. Los cuatro años que estuvo Teseo en el Tártaro
son el período habitual durante el cual un rey sagrado cedía su lugar al
heredero; luego se instalaba un nuevo rey sagrado, Teseo redivivas. Los atenienses hicieron la tentativa de elevar a su
héroe nacional a la categoría de dios olímpico, cómo Dioniso y Heracles,
afirmando que había eludido la muerte; pero sus enemigos los peloponenses se
opusieron con buen éxito a esa pretensión. Algunos insistían en que no había
escapado a la muerte, sino que le habían castigado eternamente por su
insolencia, como a Ixión y Sísifo. Otros interpretaban racionalmente la fábula,
diciendo que había ido a Ciquiro y no al Tártaro, y se tomaban la molestia de
explicar que Pirítoo no había sido mordido por Cerbero, sino por perros molosios,
los mayores y más feroces de Grecia. La concesión más generosa que se hacía al
mito ateniense era que Teseo, puesto en libertad bajo fianza
tras una estada humillante en la Silla del Olvido (véase 37.2), había
transferido apologéticamente la mayoría de sus templos y altares a Heracles el
Salvador, cuyos trabajos y sufrimientos imitaba.
6. Sin embargo, Teseo era un héroe de alguna
importancia y hay que reconocerle el mérito de haber visitado el Infierno, en
el sentido de que penetró hasta el centro del laberinto cretense, donde le
esperaba la Muerte, y salió de él sin que le hubiera ocurrido nada malo. Si los
atenienses hubiesen sido tan poderosos en tierra como lo eran en el mar, sin
duda habría llegado a ser un olímpico o, al menos, un semidiós nacional. La
fuente central de esta hostilidad a Teseo era probablemente Delfos, cuyo
oráculo de Apolo estaba notoriamente al servicio de los espartanos en su lucha
contra Atenas.
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