martes, 30 de julio de 2013

103 Teseo en el Táartaro

a. Después de la muerte de Hipodamía, Pirítoo indujo a Teseo, cuya esposa Fedra se había ahorcado recientemente, a hacer una visita a Esparta en su compañía y llevarse a Helena, hermana de Castor y Pólux, los Dioscuros, con quienes ambos deseaban relacionarse mediante el matrimonio. Donde se halla ahora el templo de Serapis en Atenas juraron ayudarse mutuamente en esa empresa peligrosa, sortear a Helena cuando la hubieran conquistado y luego a otra de las hijas de Zeus para el perdedor, cualquiera que fuera el peligro.
b. Una vez que decidieron eso, condujeron un ejército a Lacedemonia; luego, cabalgando al frente de la fuerza principal, se apoderaron de Helena mientras ésta ofrecía un sacrificio en el templo de Ártemis Erguida en Esparta y se alejaron al galope con ella. Pronto dejaron atrás a sus perseguidores y se zafaron de ellos en Tegea, donde, como habían convenido, echaron suertes por Helena, y Teseo resultó el ganador. Preveía, no obstante, que los atenienses no aprobarían de modo alguno que hubiese provocado una pendencia de ese modo con los temibles Dioscuros, y por lo tanto envió a Helena, que todavía no era núbil —tenía doce años o, según dicen algunos, era todavía más joven— a la aldea ática de Afidna, donde encargó a su amigo Afidno que la guardara con la mayor atención y secreto. Etra, la madre de Teseo, acompañó a Helena y la cuidó bien. Algunos tratan de disculpar a Teseo relatando que fueron Idas y Linceo quienes robaron a Helena y luego la confiaron a la protección de Teseo, en venganza por el rapto de las Leucípides, por los Dioscuros. Otros explican que el propio padre de Helena, Tindáreo, la confió a Teseo al saber que su sobrino Enaróforo, hijo de Hipocoonte, se proponía raptarla.
c. Pasaron algunos años, y cuando Helena tuvo ya la edad suficiente para que Teseo se casara con ella, Pirítoo le recordó el pacto. Consultaron juntos a un oráculo de Zeus, al que habían invocado para que fuese testigo de su juramento, y su respuesta irónica fue la siguiente: «¿Por qué no vais al Tártaro y pedís que Perséfone, la esposa de Hades, sea la novia de Pirítoo? Es la más noble de mis hijas.» Teseo se escandalizó cuando Pirítoo, que tomó en serio esa sugestión, le obligó a mantener su juramento, pero no se atrevió a negarse a ir y poco después descendieron, espada en mano, al Tártaro. Eludiendo el paso a través del Lete, eligieron el camino trasero, la entrada del cual está en una caverna del Ténaro laconio, y no tardaron en llamar a las puertas del palacio de Hades. Hades escuchó con calma su insolente ruego y, fingiendo hospitalidad, les invitó a sentarse. Sin recelar nada, se sentaron en el asiento que él les ofreció, pero resultó ser la Silla del Olvido que se convirtió inmediatamente en parte de ellos mismos, de modo que no podían levantarse sin mutilarse a sí mismos. Unas serpientes enroscadas silbaban a su alrededor, y entre tanto les azotaban las Furias y les mordían los dientes de Cerbero, mientras Hades les contemplaba sonriendo torvamente.
d. Así siguieron atormentados durante cuatro años enteros, hasta que Heracles, que fue por orden de Euristeo en busca de Cerbero, les reconoció al ver cómo le tendían en silencio las manos suplicando su ayuda. Perséfone recibió a Heracles como a un hermano y le permitió bondadosamente que pusiera en libertad a los malhechores y los llevara de vuelta al aire superior, si podía. Inmediatamente Heracles asió a Teseo por ambas manos y lo levantó con fuerza gigantesca, hasta que, con un ruido desgarrante, lo liberó de su asiento, pero un buen trozo de su carne quedó pegada a la roca, que es por lo que los descendientes atenienses de Teseo tienen unos traseros tan absurdamente pequeños. Luego asió las manos de Pirítoo, pero la tierra tembló amenazadora y desistió. Después de todo, Pirítoo había sido el inspirador de aquella empresa impía.
e. Según algunos relatos, no obstante, Heracles puso en libertad a Pirítoo lo mismo que a Teseo; en tanto que, según otros, no liberó a ninguno de los dos, sino que dejó a Teseo encadenado para siempre en un asiento ígneo, y a Pirítoo acostado junto a Ixión en un lecho dorado, y ante sus miradas famélicas presentan banquetes magníficos que la mayor de las Furias les arrebata constantemente. Incluso se ha dicho que Teseo y Pirítoo nunca fueron al Tártaro, sino sólo a una ciudad tesprotia o molosia llamada Cíquiro, cuyo rey Aidoneo, al descubrir que Pirítoo se proponía raptar a su esposa, lo arrojó a una jauría de perros y encerró a Teseo en un calabozo, del que Heracles lo sacó más tarde.

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1. A los héroes principales de varias mitologías se les atribuye haber perturbado el Infierno: Teseo, Heracles (véase 134.c), Dioniso (véase 170.m) y Orfeo (véase 28.c) en Grecia; Bel y Marduk en Babilonia (véase 71.1); Eneas en Italia; Cuchulain en Irlanda; Arturo, Gwydion y Amathaon en Britania; y Ogier el danés en Bretaña. El origen del mito parece ser una muerte provisional que el rey sagrado simulaba sufrir al final de su reinado normal, mientras un muchacho, interrex ocupaba su lugar durante un solo día, eludiendo así la ley que le prohibía extender su plazo más allá de los trece meses de un año solar (véase 7.1, 41.1, 123.4, etcétera).
2. Bel, y su sucesor Marduk, pasaron su período de abdicación luchando con el monstruo marino Tiamat, una encarnación, de la diosa Mar Ishtar que envió el Diluvio (véase 73.7); como los reyes irlandeses de la antigüedad, de los que se dice que salieron a librar batalla con las rompientes atlánticas, parecen haberse ahogado ceremonialmente. En un vaso Etrusco se ve al rey moribundo, al que se llama Jasón, (véase 148.4) en las fauces de un monstruo marino; de aquí ha sido deducida, al parecer, la anécdota moral de Jonas y la ballena; Jonas es Marduk.
3. Los autógrafos atenienses han conseguido disimular la enconada rivalidad entre Teseo y su mellizo suplente Pirítoo (véase 95.2) por los favores de la diosa de la Muerte-en-Vida —que aparece en el mito como Helena (véase 62.3) y Perséfone—, presentándolo como una fiel pareja real que, como Castor y Pólux, hicieron una incursión amatoria en una ciudad vecina (véase 74.c), y uno de los cuales quedaba eximido de la muerte, porque podía pretender un nacimiento divino. Idas y Linceo, una pareja de mellizos análoga, han sido introducidos en la fábula para destacar este punto. Pero el nombre de Pirítoo, «el que da vueltas», indica que era un rey sagrado por derecho propio, y en la pintura de un vaso de la Baja Italia se le ve ascendiendo al aire superior y despidiéndose de Teseo, quien se queda junto a la diosa de la Justicia, como si Teseo fuera solamente su heredero.
4. El rapto de Helena durante el sacrificio recuerda el de Oritía por Bóreas (véase 48.a), y se puede haber deducido de la misma pintura, que representaba las orgías eróticas en las Tesmoforias atenienses. Es posible, por supuesto, que un templo de la diosa ática Helena en Afidna contuviera una imagen u otro objeto de culto robado por los atenienses a su equivalente laconia —si la visita al Tártaro es un duplicado de la fábula, pueden haber hecho una incursión marítima en Ténaro— y que luego fuera recuperado por los espartanos.
5. Los cuatro años que estuvo Teseo en el Tártaro son el período habitual durante el cual un rey sagrado cedía su lugar al heredero; luego se instalaba un nuevo rey sagrado, Teseo redivivas. Los atenienses hicieron la tentativa de elevar a su héroe nacional a la categoría de dios olímpico, cómo Dioniso y Heracles, afirmando que había eludido la muerte; pero sus enemigos los peloponenses se opusieron con buen éxito a esa pretensión. Algunos insistían en que no había escapado a la muerte, sino que le habían castigado eternamente por su insolencia, como a Ixión y Sísifo. Otros interpretaban racionalmente la fábula, diciendo que había ido a Ciquiro y no al Tártaro, y se tomaban la molestia de explicar que Pirítoo no había sido mordido por Cerbero, sino por perros molosios, los mayores y más feroces de Grecia. La concesión más generosa que se hacía al mito ateniense era que Teseo, puesto en libertad bajo fianza tras una estada humillante en la Silla del Olvido (véase 37.2), había transferido apologéticamente la mayoría de sus templos y altares a Heracles el Salvador, cuyos trabajos y sufrimientos imitaba.
6. Sin embargo, Teseo era un héroe de alguna importancia y hay que reconocerle el mérito de haber visitado el Infierno, en el sentido de que penetró hasta el centro del laberinto cretense, donde le esperaba la Muerte, y salió de él sin que le hubiera ocurrido nada malo. Si los atenienses hubiesen sido tan poderosos en tierra como lo eran en el mar, sin duda habría llegado a ser un olímpico o, al menos, un semidiós nacional. La fuente central de esta hostilidad a Teseo era probablemente Delfos, cuyo oráculo de Apolo estaba notoriamente al servicio de los espartanos en su lucha contra Atenas.

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