martes, 2 de abril de 2019

Hermann Hesse: Las Gesta Romanorum

L as Gesta Romanorum son una colección de narraciones, leyendas y
anécdotas, acompañadas de conclusiones morales por clérigos; en la Baja Edad
Media tuvieron gran difusión en toda Europa como lectura divertida e instructiva.
Originariamente, como dice el título, todos estos cuentos deben de haberse tomado de
la historia y leyenda romana; con el tiempo se les fueron añadiendo una serie de
posteriores anécdotas y leyendas de santos.
Son desconocidos tanto el autor o compilador como la patria de este libro extraño
e influyente. No hay muchas obras importantes de la literatura antigua que se hayan
investigado tanto y sobre las que tanto se haya escrito, y de las que sin embargo se
sepa tan poco. Aquí no caben las suposiciones; por eso se explicará en breves
palabras lo poco que se sabe con seguridad acerca de las Gesta Romanorum.
El manuscrito más antiguo de las Gesta Romanorum latinas es de origen inglés y
pertenece al año 1342. A partir de entonces y hasta comienzos del siglo XVI se
encuentran muchos manuscritos, latinos en general, que difieren notablemente unos
de otros, además de traducciones e imitaciones inglesas y alemanas que contienen en
parte elementos nuevos, mientras que las traducciones a otros idiomas no son más
que reproducciones de los textos en latín. Pues bien: se supone que las Gesta
surgieron después de 1300 en Inglaterra o en Alemania; nada se sabe acerca del autor,
y las pocas suposiciones eruditas al respecto no son convincentes. Lo único seguro es
que este libro de anécdotas con moraleja gozaba de gran popularidad por doquier,
pero sobre todo en Alemania, y que se fue copiado, elaborado e impreso repetidas
veces. Con la Reforma va desapareciendo poco a poco, y una parte de sus materias
más apreciadas pasa a integrar las versiones tempranas de los llamados libros
populares alemanes. A partir de mediados del siglo XVI, o tal vez antes, las Gesta
parecen ser olvidadas rápidamente.
La traducción presente pertenece a Johann Georg Theodor Graesse y fue
publicada por primera vez en el año 1842. A título de ensayo comparé también una
antigua traducción alemana del siglo XV. Pero para un poeta de nuestros días no me
parece una tarea deseable la de confeccionar una imitación arcaizante de aquel
antiguo texto alemán; además, la traducción de Graesse me parece absolutamente
legible, fiel y no carente de encanto, de modo que me conformé con una selección del
texto de Graesse. Naturalmente la selección no fue trazada según valores morales,
sino sólo según la belleza de las narraciones, por lo cual no se tuvo una consideración
especial para con los amantes de los cuentos atrevidos ni para con las almas
mojigatas. La selección de las narraciones, la creación de nuevos títulos y el
acortamiento de unos pocos cuentos demasiado extensos constituyen mi trabajo
personal; todo lo demás es una versión textual de la traducción de Graesse. Algunos
sabios de épocas recientes, entre los que citaremos a Oesterley como el que más
conoce la materia, solieron hablar un poco despreciativamente sobre Graesse; su
juicio puede ser justo en lo que se refiera a las suposiciones de Graesse respecto al
origen y el autor de las Gesta; sobre su traducción sólo podría expresar opiniones
positivas.
La literatura latina del medioevo alemán e inglés es poco conocida. (…) En mis
notas algunas veces he tratado sin miramientos la «moral» de los compiladores
monacales; mi amor hacia este rico mundo medieval no se dirige de ningún modo a
las tendencias eclesiástico-clericales, sino a sus temas, a su profunda fantasía y clara
plasticidad, a su cálida y bella humanidad. Aún está lejos la época en que sintamos
como propias las maravillosas leyendas de la Edad Media francesa, inglesa y alemana
en toda su pureza; demasiado conocemos a Sigfrido y a Percival, a Tristán y a
Lohengrin, sólo a partir del teatro. Pero las reencontraremos, volverán a ser propiedad
de los lectores y tema de nuestros poetas, y cuanto más claramente apartemos
nuestros corazones del olor del incienso y de las hogueras, tanto antes volverán a
pertenecemos como propios los valores anímicos de aquellos siglos oscuros y de su
poesía que no hayan sido tocados por ese olor.

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