martes, 2 de abril de 2019

El herrero Focus

Hermann Hesse

Tito gobernaba el Imperio Romano y promulgó una ley para que se consagrara
el cumpleaños de su primogénito y para que muriese quien mancillara ese día de
honor a su hijo realizando un trabajo vulgar. Después de dar a conocer esa ley, llamó
a su querido maestro Virgilio y le dijo:
—Querido amigo; si bien he dictado semejante ley, podrían cometerse
infracciones de la misma en secreto, sin que yo pueda enterarme. Por lo tanto, te
pedimos que con tu sabiduría halles un medio por el que pueda reconocerse a quienes
obren contraviniendo la ley. Aquél dijo:
—Cúmplase tu voluntad, señor.
En seguida, Virgilio, con sus artes mágicas, hizo surgir en medio de la ciudad una
estatua que le permitía al emperador ver todos los pecados cometidos secretamente
aquel día, y así, por la acusación de ese monumento, se condenaba a muchísimas
personas. Había en la ciudad un cierto artesano llamado Focus, que trabajaba aquel
día como todos los demás. Una vez que estaba echado en su lecho, pensó para sí
cómo tanta gente perdía su vida por las acusaciones de aquella columna. Se levantó
temprano y dirigiéndose a la estatua le dijo:
—¡Oh, qué estatua que eres tú; cuántas personas pierden la vida por tus
denuncias! ¡Juro por mi Dios que si me acusas te romperé la cabeza!
Después de hablar así se dirigió a su casa. En la primera hora, según su
costumbre, el emperador envió a sus mensajeros a la estatua para preguntarle si
alguien había violado la ley. Una vez llegados a la estatua y después de transmitirle la
voluntad del emperador, ésta les dijo:
—Queridos amigos, alzad vuestra mirada y observad lo que dice en mi frente.
Al mirar hacia arriba, aquéllos vieron nítidamente en la frente de la estatua las
tres oraciones siguientes: los tiempos cambian; los hombres se vuelven cada vez
peores; quien diga la verdad verá quebrada su cabeza.
—Ved, e informad a vuestro señor lo que habéis visto y leído.

Los mensajeros se marcharon y le transmitieron todo a su señor. Cuando Tito oyó
esto, ordenó que sus soldados se armaran y fueran a cuidar a la estatua, y que si
alguien, contraviniendo sus órdenes, emprendiera una acción contra la misma, lo
llevaran ante él atado de pies y manos. Los soldados se allegaron, pues, a aquella
estatua, y le dijeron:
—El emperador quiere que le denuncies a quienes hayan violado la ley y también
a los que te hayan amenazado.
Dijo entonces la columna:
—Buscad al herrero Focus, pues éste no sólo peca todos los días contra la ley,
sino que también ha proferido amenazas contra mí.
Entonces aquéllos le prendieron y le llevaron ante el emperador. Éste le dijo:
—Amigo, ¿qué me dicen de ti? ¿Por qué infringes la ley establecida?
—Señor —contestó aquél—, no puedo cumplirla, pues necesito ocho denarios
diarios, y no puedo ganarlos sin trabajar.
—¿Y por qué ocho denarios? —dijo el emperador. Focus respondió:
—Estoy obligado a pagar todos los días del año dos denarios que me presté en mi
juventud; dos los presto, pierdo otros dos y gasto los dos últimos.
—Tienes que hablarme más claramente —dijo el emperador, a lo cual el herrero
replicó:
—Tengo que pagarle cada día dos denarios a mi padre, pues cuando yo era aún un
niño pequeño, él gastaba para mí dos denarios diarios. Ahora mi padre se encuentra
necesitado, de modo que mi razón me ordena darle dos denarios todos los días. Otros
dos denarios se los presto a mi hijo, que ahora todavía es aprendiz, para que, si alguna
vez yo cayera en la indigencia, él pueda devolverme aquellos dos denarios, como
ahora lo estoy haciendo con mi padre. Otros dos denarios se los pago cada día a mi
mujer. Pero como ésta se me opone, es caprichosa y pérfida, pierdo por estos tres
motivos todo lo que le doy. Los últimos dos denarios los gasto en mi propia comida y
bebida. Por tanto, realmente no puedo subsistir de buen modo sin estos ocho denarios
ni obtenerlos sin un esfuerzo constante. Ahora que habéis escuchado mis razones,
pronunciad una sentencia justa.
Dijo entonces el emperador:
—Querido amigo, te has responsabilizado correctamente; ve y trabaja según tu
fiel manera.
Poco tiempo después el emperador murió, y todos eligieron emperador al herrero
Focus por su prudencia; y éste administró su reino de modo muy juicioso; una vez
que hubo muerto se dibujó también su retrato junto al de los demás emperadores, con
sus ocho denarios por encima de su cabeza.

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