Las ninfas son divinidades de la Naturaleza, que habitan
lugares de un cierto encanto solitario: en los bosques, las
grutas, los árboles, las fuentes, los ríos, y las aguas marinas.
Personifican aspectos amables de la naturaleza, como la fertili -
dad o la gracia de la vegetación o la vivacidad de los elementos
naturales. Las ninfas son jóvenes, bellas, esbeltas, ágiles, risueñas,
cantarínas, juguetonas. Pero pueden ser, como tantos seres
divinas, temibles y peligrosas también cuando se irritan, y pueden
raptar a un muchacho, si se prendan de él, o enloquecer a
un caminante, si se les ocurre. Son deidades sin una personalidad
singular, un tanto genéricas, y relacionadas con los ríos
—a veces son hijas de algún río o amantes de alguno— y los sátiros
y el dios Pan. También acompañan a las diosas en sus paseos
campestres, como a Artemis cazadora o a Afrodita o Atenea
en algún paseo por los bosques.
Las Dríades o Hamadríades son las ninfas de los árboles,
Melíades las de los fresnos, las Náyades son las de las aguas, las
Oréades las de las montañas, las Oceánides, hijas del océano, y
las Nereidas son ninfas del mar. Son hijas de dioses varios, unas
de Zeus, y otras de dioses menores, como los fecundos ríos por
ejemplo. A veces cuidan de los niños abandonados, como sucedió
con algún dios niño, como el mismo Zeus o Dioniso, según
ciertos relatos, o con bebés expósitos, como el bello Dafnis y
con Cloe, en la novela pastoril de Longo. Pocas ninfas han lie
gado a tener un nombre propio y una breve historia de amor,
como Calipso, por ejemplo, o Galatea. En todo caso suelen ser
figuras de idilio pastoril, aunque también de amoríos de final
triste. Dafne y Siringe eran ninfas que con sus metamorfosis
oportunas —en laurel y en caña— se libraron por los pelos de
la lujuria de sus divinos perseguidores.
En sus santuarios, grutas o nínfeos, reciben las ninfas un
culto rústico y amable, el propio de divinidades del lugar, genios
locales, y como protectoras familiares de campos y rebaños
reciben pequeños obsequios de los piadosos campesinos.
Bellas y casi siempre muy ligeras de ropa, las ninfas resultan
muy decorativas y especialmente estimadas de los pintores y
escultores, sean antiguos, renacentistas, barrocos o modernos.
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