martes, 2 de abril de 2019

La bruja

Érase un matrimonio anciano que tenía un hijo llamado Zashko, á quien amaban entrañablemente.
Un día Zashko dijo á sus padres:
—Si meló permitís, iré á pescar.
— ¡Qué ocurrencia! le contestaron. Podrías ahogarte y darnos así un disgusto.
— No, no me ahogaré, y prometo traeros algún pescado; dejadme ir.
La madre, consintiendo al fin, le puso una camisa limpia y un cinturon rojo y dejóle
marchar.
Embarcado en un esquife, Zashko se alejó mucho y comenzó á pescar. A poco tiempo
llegó su madre hasta la orilla del río, llevándole la comida, y suplicóle que se acercara.
Zashko impelió su esquife hacia tierra; la madre cogió el pescado, dio á su hijo de comer
y beber, cambióle la camisa y el cinturon y díjole que podía ir á pescar de nuevo.
El esquife se alejó otra vez á gran distancia, y Zashko continuó su pesca. Al cabo de algún
tiempo el padre llegó y llamó á su hijo.
Poco después el esquife tocaba á la orilla; el anciano dio á Zashko su comida, recogió
el pescado, y después de cambiar la camisa y el cinturon á su hijo, permitióle volver á
pescar.
Ahora bien: una bruja que había visto lo que hacían los padres de Zashko quiso apoderarse
del muchacho, y acercándose á su vez á la orilla, gritó :
— Vén aquí, hijo mío, que te traigo la comida.
Pero el muchacho conoció que aquella voz no era la de su madre, sino la de una bruja,
y lejos de obedecer, alejóse, murmurando que aquella no era su madre.
Entonces la bruja, comprendiendo que debía llamar á Zashko con una voz más parecida á
la de la anciana, corrió en busca de un herrero y le dijo:
— Necesito tener una voz más delgada, como la de la madre de Zashko, y si no me la
proporcionas te devoraré.
El herrero forjó una voz parecida á la de la madre de Zashko, y llegada la noche, acercóse
la bruja á la orilla y gritó :
— Acércate hasta aquí, hijo mío, que te traigo la comida.
El muchacho impelió su esquife hasta la orilla, y la bruja, después de coger el pescado,
apoderóse del muchacho y llevóselo consigo. Apenas llegó á su morada, mandó á su hija
Alenka calentar el horno todo lo posible para cocer á Zashko, mientras que ella iba á llamar
á sus amigas para celebrar una fiesta.
Alenka calentó el horno tanto como pudo y dijo á Zashko:
— Vén acá y siéntate en este reborde.
— Aún soy demasiado pequeño para empinarme, contestó Zashko, y tampoco sabría
cómo colocarme; pero si me indicáis la manera de hacerlo yo os imitaré.
— Muy bien, repuso Alenka; pronto estarás enseñado.
Y así diciendo, sentóse en el reborde del horno; pero entonces Zashko le dio un empellón,
tapó el horno con la plancha de hierro, salió presuroso de la choza, cerrando la puerta, y trepó
á la copa de un gigantesco roble que se elevaba allí cerca.
Poco después llegó la bruja con sus amigas y llamó á la puerta de la choza; mas nadie
contestó.
-—¡ Ah! gritó la bruja; ¿qué apostamos á que esa maldita Alenka habrá salido á dar un
paseo ?
Y deslizándose á través de la ventana, abrió la puerta para que entraran sus amigas.Sentáronse
todas á la mesa, y la bruja, abriendo el horno, sacó el cuerpo de Alenka y lo sirvió.
Comieron y bebieron alegremente y salieron después á correr un poco en el prado inmediato.
La bruja entonces exclamó:
— ¡ Qu^ gusto poderse pasear así después de comer la carne de Zashko.
Pero el muchacho contestó desde la copa del árbol:
—Anda y que te pruebe el paseo después de comerte la carne de Alenka.
— ¿Quién habla? gritó la bruja. ¡Bah! será el aire que agita las hojas.
Y volvió á gritar:
—¡ Qu ¿ gusto poderse pasear así después de comer la carne de Zashko.
Y el muchacho repitió :
—Anda y que te pruebe el paseo después de comerte la carne de Alenka.
Entonces la bruja levantó la cabeza, y al ver á Zashko precipitóse contra el tronco del
roble y comenzó á roerlo; y tanto royó y royó, que al fin se le rompieron dos dientes. Furiosa
entonces, precipitóse en busca de un herrero, y cuando lo hubo encontrado le dijo:
—Si no me construyes dos dientes de hierro te devoraré.
La bruja obtuvo lo que pedía y volvió corriendo para roer el roble.
Tanto trabajó, que ya iba á caer el tronco dividido, cuando Zashko saltó á otro árbol
inmediato. El roble que la bruja había roído cayó al suelo, y entonces, viendo ella que el muchacho
estaba en otro árbol, lanzóse contra éste y comenzó á roer de nuevo, hasta que 'se
rompió otros dos dientes.
Alejóse entonces presurosa, se presentó al herrero y le dijo:
—Si no me haces dos dientes de hierro te devoro.
El herrero dio á la bruja lo que pedía y ella volvió á roer el árbol.
Zashko no sabía ya qué hacer, y al dirigir su mirada al cielo, vio una bandada de cisnes
y ánades que pasaban sobre su cabeza.
—Cisnes míos, gritó con acento suplicante, llevadme sobre vuestras alas hasta donde
están mi padre y mi madre, á la choza donde podré comer y beber y vivir feliz.
— Que te lleven los del centro, contestaron las aves.
Zashko esperó, y al ver que venía una segunda bandada, gritó otra vez con acento de
súplica:
— Queridos cisnes y ánades, llevadme en vuestras alas á la choza donde están mi padre y
mi madre, donde podré comer, beber y vivir feliz.
— Que te lleven los que vienen detras, contestaron las aves.
Zashko esperó de nuevo, y al ver acercarse la tercera bandada, repitió como antes:
— Queridos cisnes y ánades, llevadme en vuestras alas á la choza donde habitan mis
padres, donde podré comer y beber y vivir feliz.
Las aves cargaron con Zashko, y volando vigorosamente, condujéronle hasta la choza y
dejáronle en la habitación superior.
A la mañana siguiente la madre comenzó á hacer unas tortas, pensando en su hijo, y de
vez en cuando murmuraba:
— ¡Qué no daría yo por volver á verle, aunque sólo fuese en sueños!
Y el padre dijo:
— Yo he soñado anoche que unos cisnes y unos ánades traían á nuestro Zashko en
sus alas.
Cuando hubo acabado de hacer las tortas, la anciana dijo á su marido:
— Esa para ti, esta para mí, esta otra para ti...
— ¿Y para mí? gritó Zashko.
— ¿Quién habla? dijo la mujer. Mira tú quién anda por ahí, esposo mío.
El padre subió á la habitación y allí encontró á su hijo.
Los padres creían volverse locos de contento, y quisieron saber todo lo que le había
pasado. Zashko satisfizo su curiosidad y desde aquel día vivieron felices y contentos.

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