El
gobierno de la diosa-Sol fue restablecido y los dioses reunidos decidieron
castigar al cruel dios-Tormenta. Le arrancaron la barba, le confiscaron sus
bienes y fue sentenciado al destierro. Entonces, el dios dio comienzo a sus
vagabundeos y aventuras.
Descendió
a la región de Izumo, en la costa del Mar del Japón. Allí mató a una serpiente
monstruosa, que tenía ocho cabezas. Cuando despedazó el cuerpo del monstruo, de
su cola surgió una espada, y Susa-no-wo, el dios-Tormenta, se la envió a su
diosa hermana como tributo para ella y sus descendientes. Se dice que esa
espada pasa de uno a otro familiar como una de sus insignias, siendo las otras
dos un joyel y un espejo.[18]
Debemos
pasar por alto otras aventuras de Susa-no-wo, pero es interesante saber que se
le considera el pionero de la colonización de Corea y que fue el quien plantó
los bosques en la región de Kii en la costa del Pacífico. El lugar que visitó
en Corea se llama Soshi-mori, que significa «Cabeza de Buey», en cuya capacidad
es reverenciado como guardián contra las plagas e identificado con Indra, el
dios-Tormenta hindú. La historia de sus tareas en Kii, nombre que podría
significar «bosques», es que descendió desde Izumo a la costa del Pacífico y
plantó las montañas con cabellos de su cabeza y su barba, los cuales se
convirtieron en árboles. Hay un paraje en la costa oriental de Kii en el que se
dice que se halla la tumba de Susa-no-wo, y los habitantes del lugar celebran
una fiesta cubriendo dicha tumba con flores. Así se ha transformado al
dios-Tormenta en el genio de los bosques.
Pero
el territorio principal de la actividad de Susa-no-wo fue Izumo. Se cree que
allí sus descendientes reinan desde aquella época, habiendo instituido un
régimen teocrático relacionado con el sacerdocio del santuario de Kitsuki,
dedicado a él y a sus hijos.[19] Aquí termina el mito puramente cosmológico y
empieza el relato casi histórico, en que el nieto de la diosa-Sol y el yerno de
Susa-no-wo desempeñan los papeles principales.
El
sucesor de Susa-no-wo fue Oh-kuni-nushi, «Gran Amo de la Tierra». La historia
de su casamiento con una hija de Susa-no-wo es la misma de cualquier joven
raptada sin el consentimiento de su padre o de ella misma. Mientras Susa-no-wo
dormía, Oh-kuni-nushi ató su cabellera a las vigas de la casa y huyó con su
hija, junto con los tres preciosos bienes de su padre: una espada, un arco y
las flechas, y un arpa. Fue esta la que despertó a Susa-no-wo, tocando sola
mientras huía Oh-kuni-nushi, pero este logró escapar mientras Susa-no-wo iba perdiendo
sus cabellos, pese a lo cual persiguió al raptor. Ni bien lo atrapó exclamó, al
parecer admirado por su astucia: «Sí, te concederé mi hija junto con los
tesoros. Gobernarás el país y te llamarás Utsuslii-kuni-dama, o sea “el Alma de
la Tierra Hermosa”».[20]
Para
el gobierno del país y el desarrollo de sus recursos, el Gran Amo de la Tierra
halló un poderoso auxiliar en un dios enano llamado Suku-na-biko, «El
Hombrecito famoso». Este personaje abordó al Amo de la Tierra cuando éste se
hallaba en la playa, viniendo desde el mar en una almadía, ataviado con alas de
alevilla y un manto de plumas. El Amo de la Tierra cogió al enano en la palma
de su mano y se enteró de que era hijo de la diosa Productora de lo Divino y
conocedor del arte de la Medicina. Los dos llegaron a ser como hermanos y
colaboraron en el desarrollo de la tierra, cultivando diversas plantas útiles y
curando las enfermedades del pueblo.
Hay
varias historias divertidas relativas a ese dios enano, y algunos de los
cuentos de enanos y elfos se derivan de ellos. Sus piernas eran tan cortas que
no podía andar, pero sabía todo lo del mundo e iba a todas partes. Su final fue
muy especial. Mientras el mijo de sus campos[21] maduraba, él trepó a una de
sus espigas y cuando el tallo se balanceó, el enano fue arrojado tan lejos que
nunca volvió, ya que saltó hasta Tokoyo, «la Tierra de la Eternidad». Sin
embargo, se cree que ese enano todavía se aparece y conduce a la gente a sitios
donde hay manantiales curativos. Por eso se le suele llamar «el dios de las
aguas termales», función bastante natural para una divinidad médica.
La
actividad conjunta de ambas deidades estableció la administración de Susa-no-wo
en Izumo, donde se fundó un Estado. Mientras tanto, la diosa-Sol deseó enviar a
su amado nieto Ninigi («Hombre Prosperidad») a las ocho islas (el archipiélago
japonés) engendradas por la primera pareja. Después de algunos fracasos, sus
embajadores lograron al fin obtener lo mejor de los gobernantes de Izumo y los
Estados contiguos. El más interesante de todos los episodios es el de la
subyugación de Izumo, pues trata de los conflictos y el compromiso final entre
los dos clanes: los descendientes de la diosa-Sol y los del dios-Tormenta
respectivamente.
Esta
es la historia: sabedora de las dificultades de la empresa, la diosa-Sol envió
a dos de sus mejores generales, Futsu-nushi (El Señor del Filo Agudo, el genio
de las armas) y Take-mi-kazuchi («el Valiente Trueno de agosto») al reino de
Oh-kuni-nushi. Tras una larga resistencia, Oh-kuni-nushi y sus hijos, los amos
de Izumo, cedieron a las peticiones de los embajadores armados, según las
cuales Izumo debía ser gobernado por el augusto nieto de la diosa-Sol. Pero se
impuso una condición: que todo el poder del mundo visible debía ser entregado
al nieto, mientras que las cosas «ocultas» estarían sujetas al poder del Gran
Amo de la Tierra y sus descendientes. Por «cosas ocultas» se referían a todos
los misterios situados más allá del mundo físico visible, las artes ocultas de
la adivinación, la brujería, el exorcismo y las artes médicas.
El
largo conflicto entre ambas partes concluyó con este pacto, que estaba de
acuerdo con la ordenanza original dictada por el primer progenitor. El ciclo de
la antítesis, entre la vida y la muerte, entre la luz y las tinieblas, entre la
sabiduría y la barbarie, no dio lugar a un dualismo trágico contra el que era
preciso luchar, como en otras mitologías, sino que acabó en un compromiso que
caracterizó a la filosofía de la vida japonesa, hasta que el budismo oscureció
estas primitivas creencias. La parte legendaria de esta historia japonesa
menciona a menudo, en relación con varias desventuras, la demanda del Gran Amo
de la Tierra sobre conciliación y la ayuda del consejo de la diosa-Sol dado en
nombre de su colega, la diosa Productora de lo Divino.
Después
del relato del entendimiento entre la diosa-Sol y el dios-Tormenta viene la
historia del descenso de Ninigi, el Augusto Nieto de la diosa-Sol, al
archipiélago japonés , y con ella
termina la mitología cosmológica y la historia legendaria del país, empezando
la del gobierno de la dinastía reinante.
[18]
Se hablara de esta historia en otro post.
[19]
De su capilla de Kitsuki hablaremos más de una vez. Cf.
también N.L. Schwartz, “The Great Shrine of Idzumo”, TASJ,XLI,1918.
[20]
Hay varios nombres de este dios. Se trata, al parecer, de varias personalidades
combinadas en una sola.
[21]
Situados en la isla de Awa, refiriéndose probablemente a la península del
ángulo sudoeste de Japón. “Tierra de Eternidad” se situaba más allá de la
extensión del Océano Pacífico.
[22]
Más adelante veremos la relación entre este árbol y la luna.
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