Hay
seres fantasmales importados del continente asiático y modificados por los
japoneses. A continuación describiremos algunas de estas concepciones japonesas
originales, todas son de origen más tardío, probablemente no anteriores al
siglo XIV.
Yuki-onne,
«la mujer-nieve», es una joven de tez blanca, esbelta, gentil y muy atractiva.
Se aparece a los que están agotados por luchar contra una tempestad de nieve. Los
calma y atrae el sueño sobre ellos, hasta que pierden el conocimiento y mueren.
A veces se encarna en una mujer muy hermosa y se casa con un hombre al que
finalmente mata.
Myojo-tenshi,
el «Ángel de la Estrella Matutina», es un joven guapo, ataviado como un
príncipe. Se aparece a los hombres sabios y virtuosos y los guía en sus viajes.
A menudo guía a los monjes itinerantes, por lo que esta creencia pertenece más
bien al folclore budista que al folclore en general.
El
folclore japonés no posee seres como las dríadas o las ninfas, pero sí tiene
cuentos sobre espíritus de bosques, fuentes y lagos. Los espíritus de los
bosques y las montañas son generalmente criaturas fantasmales, masculinas o
femeninas, mientras que los de las aguas son peces, tortugas o serpientes. Uno
de los genios de la montaña es Yama-uba, la «Mujer-Montaña», que ronda por los
montes y se aparece en formas muy variadas. Su nombre parece haber sido antaño
una palabra general para todos los espíritus femeninos de las montañas, pero
más adelante se aplicó a un espíritu particular, del que empezaron a contarse
toda clase de historias.
Uno
de los cuentos referentes a los espíritus femeninos de las montañas es el de
Morniji-gari, o «el Álamo itinerante»; hay una famosa versión de esta historia
en un drama lírico. Un día de otoño, un guerrero subió a una montaña para gozar
con el hermoso color carmesí de las hojas ya moribundas de un arce. Una vez se
hubo adentrado en el bosque, se halló en compañía de unas damas que celebraban
una fiesta detrás de unas relucientes cortinas de satén, que estaban corridas
alrededor de ellas. El guerrero se unió a aquella compañía femenina y se sintió
gratamente divertido, especialmente por la que mandaba el grupo, una joven
noble. Mientras, el guerrero disfrutaba con la música y la cerveza de arroz que
la damita le iba ofreciendo. En medio de la confusión, la dama se transformó en
un demonio amedrentador que amenazó la vida del guerrero. Éste consiguió
despertar del hechizo en el que estaba sumido y recuperando su compostura y su
valor logró escapar de aquel espíritu traicionero. En esta leyenda, el genio
femenino no tiene nombre[51], pero recuerda mucho a Yama-uba.
Yama-uba,
la «Mujer Montaña» a veces adopta un aspecto aterrador, si bien en general se
la representa como una joven muy bella, casada con un guerrero. Su hijito se
llama Kintaro o Kintoki. Es un auténtico hijo de la naturaleza, robusto y
valeroso; no teme a nada y juega con los animales salvajes. Podría ser
considerado como el Sigfrido de los japoneses. Se dice que llegó a ser un
servidor del famoso guerrero Raiko, del que hablaremos en el capítulo VI. En el
drama lírico, la madre del muchacho es idealizada en una hada, la de las nubes
y las nieblas, que vagan entre las montañas y visitan también las moradas
humanas. A continuación damos un extracto del drama en cuestión:
Coro
La llamamos Doncella
Montaña.
Pero nadie conoce su lugar
de nacimiento ni su morada;
vive en las nubes y junto a
todos los ríos.
No hay ningún lugar, ni en
las montañas más remotas,
donde no haya huellas de su
paso.
DONCELLA
Aunque no soy un ser
humano.
Coro
Se manifiesta en la figura
maravillosa de tamaño monstruoso,
surgida de las nubes y las
nieblas,
transformándose según lo
que la circunda...
Hace que las hojas del
sauce nazcan verdes de los retoños,
y que crezcan las llores,
de un bello color rosa,
por sí mismas, y las
abandona a sí mismas.
De este modo, la Doncella
Montaña siempre vaga por el mundo,
a veces consuela al
leñador,
dándole un sitio en el que
reposar bajo un árbol florido,
junto a los senderos de las
laderas montañosas...
O bien trepa hasta una
ventana,
junto a la cual una joven
trabaja en su bastidor,
y ayuda a sus juveniles
manos;
como el ruiseñor cantando
en el sauce,
teje los hilos verdes de
las colgantes ramas.
Coro
En primavera, cuando se
acerca la estación de las flores.
DONCELLA
Yo vago en busca de flores.
Coro
En el otoño, cuando la
noche es tranquila y el aire translúcido.
Doncella
Yo emigro de montaña en montaña,
gozando de la luz plateada
de la luna.
Coro
En el invierno, cuando las
nubes traen tormentas y nieves.
Doncella
Yo vuelo sobre la nieve,
por picos y senderos.
Coro
Ella vaga incansablemente
entre las nubes de la ilusión,
y deja ver su figura como
las montañas,
aunque cambiando
perpetuamente.
Vuela en torno a los picos,
su voz resuena en los
valles.
La figura tan próxima hace
un momento
se aleja, volando arriba y
abajo,
a la derecha y a la
izquierda, rodeando las cumbres,
vagando entre las
cordilleras, volando y deslizándose,
y finalmente sin dejar
ningún rastro.
[51]
Pero el lugar se especifica como el monte Togakushi, en Shinano.
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