Hay
mucho más que decir sobre la teoría budista o mitología de la transmigración,
especialmente con referencia a los nacimientos inferiores, en relación con el
folclore japonés. Así nos referimos al paraíso budista, distinguiéndolo de los
mundos celestiales, porque éstos son el resultado de la transmigración y están sujetos a la descomposición,
mientras que el paraíso jamás cambia ni decae.
La
mitología budista enseñó que existen numerosos «reinos de Buda»,[28] o
paraísos, proporcionados por varios Budas para recibir a sus respectivos
creyentes. Estos territorios budistas son las realizaciones de los votos
compasivos de dichos Budas para ahorrarles a los seres humanos la
transmigración, y de las manifestaciones de los inconmensurables méritos acumulados
por ellos para este propósito. El paraíso budista, por consiguiente, es una
encarnación de la sabiduría y la compasión del Buda, así como de la fe y la
ilustración de los creyentes, y se llama «Tierra de Pureza» (Jodo), o «Reino de
Bendición» (Gokuraku), presidido por uno u otro Buda.
Para
no demorarnos demasiado en los puntos de vista relativos a esos paraísos, la
creencia en estos reinos de bendición ejerció una gran influencia en la
imaginación popular, y la descripción de esas condiciones dichosas son
frecuentes en mitos y cuentos. Estas descripciones son, no obstante, muy
semejantes y apenas dicen más sino que esos paraísos son los reinos del
esplendor perpetuo y del infinito bienestar. Sin embargo, cabe distinguir tres
paraísos principales, calificados de distintas maneras y situados en
localidades diferentes. Así, existe el Tosotsu-ten (Tusita), o «Cielo del
Bienestar», del Buda futuro Maitreya (en japonés Miroku), situado muy alto en
el ciclo; Cokuraku Jodo (Sukhavati), realizado por el Buda Ainita, el Buda de
la Luz y la Vida infinitas, situado al oeste; y finalmente, Ryojusen
(Grdhra-kuta), idealizado desde el Pico del Buitre, donde se cree que el Buda
Sakyamuni predicó el «Loto de la Verdad».
El
primero, el «Cielo del Bienestar«, es un paraíso aún en formación porque el
Señor Maitreya será un Buda completo en el futuro, y su paraíso está dispuesto
para los que han de ser conducidos a la perfección final ante él; por tanto, es
una especie de antesala de un verdadero paraíso. La creencia en ese paraíso es
común entre la gente, y se cuentan muchas historias sobre visitas ocasionales
hechas al mismo por seres humanos.
El
idealizado Pico del Buitre está situado en el tercer mundo y lo alcanza el
verdadero budista en esta vida gracias a su conocimiento de las verdades
enseñadas en el Loto. Se le puede
considerar como el mundo actual transformado, y esta idealización del mundo
presente lleva a los auténticos budistas a tener una visión poética y simbólica
de su entorno, incluyendo flores y animales, e impresionándolos con la
posibilidad de una estrecha comunión espiritual con el mundo exterior. Cuando
hablamos de los cuentos de animales o plantas, nos referimos a la idea de que
el alma de un animal o una planta puede salvarse por el milagroso poder de la escritura
del Loto; esta idea es el resultado
de la creencia de que el paraíso del Pico del Buitre se halla al alcance de
todo el que posee el conocimiento de las verdades reveladas en tal escritura.
Pero
la concepción paradisíaca que ejerció la máxima influencia sobre las creencias
populares fue la del Cokuraku Jodo, y cuando se habla de un paraíso sin
calificación explícita, la gente se refiere al paraíso de Amita-Buda. Allí hay
una balsa llena de ambrosía en donde surgen las flores del loto, donde hay terrazas
con árboles adornados con joyas, y las aves de este paraíso entonan cantos
celestiales, en tanto las campanas que cuelgan de los árboles resuenan con una
música suave agitadas por la brisa, y los ángeles (Tennin) vuelan por el ámbito
celeste y esparcen flores sobre el Buda y sus santos. Estos detalles
descriptivos eran familiares a todos los japoneses, y aparecen una y otra vez
en la poesía y en los cuentos, incluso siendo utilizados a menudo en las
conversaciones normales.
Según
la cosmología budista, los innumerables paraísos están habitados por seres de
una perfección ideal, y el universo, que contiene incontables mundos, está
poblado de espíritus, unos benévolos, otros maliciosos.
Posponiendo
la consideración de los espíritus maliciosos a un capítulo posterior, diremos
aquí unas palabras respecto a los grandes custodios del mundo, los reyes de las
hordas de espíritus benévolos. Son cuatro y se les representa como guerreros
bien armados, con espadas o lanzas en sus manos, y pisoteando a los demonios.
El custodio del Este es Jikoku-ten (Dhrta-rastra), «el Vigilante de las
Tierras»; el Sur está custodiado por Zocho-ten (Virudhaka), «el Patrono del
Crecimiento»; al Oeste se halla Kornoku-ten (Virupaksa), «el Gran Mirón»; y al
Norte está Bishamon-ten (Vaisravana), «el Gran Creyente», o «Renombrado».
Siempre vigilan a los demonios que atacan al mundo desde las cuatro esquinas
del Cielo, y se ocupan especialmente de los budistas, cuidándoles con celo y
ternura. En casi todos los templos budistas había pinturas de estos custodios y
asimismo eran las figuras favoritas en la religión del pueblo. De los cuatro,
Bishamon fue el más popular y en los últimos tiempos incluso fue vulgarizado
como patrón de la riqueza.
Es
interesante saber algo acerca de los custodios chinos como contrapartida de los
budistas. La cosmología china enseña dos principios cósmicos: Yin y Yang, y
cinco elementos en la formación del mundo; los custodios del mundo
representaban principios y elementos predominantes en cada una de las cuatro esquinas.
El custodio del Sur, donde gobierna el principio positivo Yang, donde predomina
el elemento apasionado, vehemente, está simbolizado por el «Pájaro Rojo». Al
Norte gobierna el «Guerrero Negro», una tortuga, símbolo Yin, el principio
negativo, y del elemento agua. El «Dragón Azul», al Este, simboliza el
crecimiento cálido de la primavera y el elemento madera. El «Tigre blanco», al
Oeste, representa el otoño y el elemento metálico.[29] Estos custodios del
mundo chinos existían junto a los reyes-custodios budistas, sin confundirse con
ellos en la mentalidad popular.[30]
merables
Budas que en el pasado han aparecido en el mundo, y que aparecerán en el
futuro. Los paraísos son las morada» de los Budas pasados.
[29]
Además de los cuatro elementos distribuidos por las cuatro esquinas, la tierra,
el quinto elemento, está supuestamente en el centro para regir el Reino
Central. Esta última creencia no se conocía en Japón.
[30]
Las dos series de guardianes, en sus representaciones gráficas o glípticas,
corresponden a los símbolos cristianos de los cuatro evangelistas y a las
figuras de los arcángeles. Los respectivos nombres japoneses de los cuatro
genios son: Shu-jaku, Gem-bu, Sei-ryo y Byak-ko.
No hay comentarios:
Publicar un comentario