martes, 26 de julio de 2016

Animales vengativos y maliciosos en la mitología japonesa

El animal vengativo es tan común en el folclore japonés como el agradecido. A veces, los animales se vengan entre sí, a veces de la humanidad. En esas historias encontramos generalmente la creencia en la brujería, poder que tienen los animales maliciosos, y sus éxitos suelen ser el triunfo de la astucia y la malicia. La astucia animal, sobre todo en los cuentos infantiles, contrasta con la necedad humana, mientras que nada es más común que un supersticioso temor del poder para el mal que se supone poseen algunos animales. Teóricamente, esta clase de historias pueden dividirse en las que se cuentan para diversión de los niños y las que son producto de la superstición popular. No obstante, muchas historias se hallan en la misma divisoria y comparten ambos caracteres, y son precisamente estas historias las que tienden por desgracia a tornar a los niños tímidos, miedosos y supersticiosos. Nos referiremos en primer lugar a las historias de brujería y malicia perversa, y continuaremos con las que sólo son cuentos infantiles.

Los animales que regularmente poseen poderes extraños son el zorro, el tejón, el gato y la serpiente, pues los demás animales se consideran dotados con tales poderes sólo ocasionalmente. Ya hemos tratado de la serpiente en relación con los mitos de la tribu de los dragones. De los otros tres, el zorro es la figura más antigua de la superstición, ya que sus historias se remontan al siglo X o antes. El gato y el tejón llegaron más tarde al folclore, probablemente hacia el siglo XIV. De todos modos, la influencia china parece que dio el primer impulso a la imaginación japonesa, ya que la primitiva tradición del Japón no presenta esa clase de supersticiones.
La zorra-bruja más famosa es Tamano-no-Maye, una dama de la corte que vivió a comienzos del siglo XII. En realidad, era una viejísima zorra, con una cola octofurcada, y su maldad consistía en transformarse en una mujer bellísima y arruinar a un hombre rico, haciéndole pecar. Tuvo grandes éxitos con tan maligno arte en la India y en la China, y finalmente llegó al Japón gracias a su poder de volar con gran rapidez. Pero mientras se hallaba entregada a sus maliciosas maquinaciones, su secreto fue descubierto por un noble, que al fin logró romper el hechizo con el poder milagroso de un espejo divino. Delante del espejo la zorra perdió sus poderes de transformación, apareció en todo su horrible aspecto y huyó hacia Oriente. Enviaron un ejército en su persecución, auxiliado por una horda de guerreros que salió del espejo, y entre todos mataron a la zorra.
Su espíritu malvado se refugió en una roca de las praderas de Nasu, tras lo cual cualquiera que tocara la roca, ser humano o animal, fallecía al punto. La roca llegó a ser llamada «la Roca Mortal de Nasu-no». Sin embargo, aquel espíritu maligno fue finalmente exorcizado por un virtuoso monje y la roca dejó de ser mortal.

Ésta es la historia de un zorro vengativo: Erase un campesino llamado Jinroku, el cual encontró un día un zorro dormido entre los matorrales, cerca de su granja. Por pura diversión, asustó al animal y lo persiguió hasta quedar aquél casi agotado, pero no lo mató. Unos días más tarde, Jinroku vio en sueños una figura divina que le comunicó que había una gran cantidad de oro en un jarrón enterrado en su granja. Jinroku no era tan crédulo como para pensar que el sueño era verdad, pero cuando la misma visión se le apareció una y otra vez, así como a otros miembros de la familia, se sintió tentado a desenterrar el tesoro. Manteniendo el asunto en secreto empezó a cavar con sus hijos. Sin embargo, todo el trabajo fue inútil y por eso no tardó en abandonar la búsqueda del dinero.
Después, se le apareció en sueños la misma figura y, acusando a Jinroku por su falta de fe y paciencia, le explicó: «Yo soy el dios patrón del oro y la fortuna, y conozco muy bien la existencia de todos los tesoros de la tierra. Tú no has logrado descubrir este tesoro, porque no has confiado en mi oráculo y también por haber deseado guardar en secreto esta revelación. Pues bien, da una gran fiesta, invita a todos tus vecinos, haz público el secreto y el éxito será seguro. No albergues ninguna duda».
Jinroku quedó completamente convencido de la veracidad de la aparición y se apresuró a hacer todo cuanto aquélla le había ordenado. Esta vez encontró unos centavos y, animado por el resultado, cavó cada vez más hondo. Así fueron apareciendo algunos centavos sueltos, pero nunca un verdadero tesoro, por lo que Jinroku acabó siendo la burla de sus vecinos. De esta manera se vengó de su verdugo el zorro.

No hay espacio aquí para contar más historias de este tipo, pero añadiremos un ejemplo de una travesura de la que un zorro fue culpable.
Hace mucho, mucho tiempo, un hombre fue con su sirviente en busca de un caballo extraviado. Después de muchas pesquisas infructuosas llegaron a un prado. Allí vieron un gigantesco criptómero, a pesar de que en aquel prado jamás habían visto aquel árbol. Dudaron incluso de sus mismos ojos, pero lo cierto es que ambos veían el árbol con toda claridad. Entonces, pensaron que habían confundido un prado por otro, si bien sabían que esto era imposible, y como último recurso llegaron a la conclusión de que el misterioso árbol debía de ser obra de un espíritu malvado. Por consiguiente lanzaron flechas contra el gigantesco árbol, el cual inmediatamente desapareció. Regresaron sanos y salvos a casa, y cuando a la mañana siguiente volvieron al prado encontraron a un viejo zorro muerto con unas ramitas de criptómero en la boca[74].

Las historias que tratan del tejón son semejantes a las del zorro, aunque el tejón nunca es tan malicioso como el «Renard» francés. A los dos animales se les representa engañando a los hombres transformándose en seres humanos —un monje o un muchacho—, diferencia tal vez sugerida por el distinto color de ambos animales. También el gato, especialmente si es viejo, es considerado como una criatura maliciosa, y aunque las transformaciones del zorro y el tejón son temporales, el gato suele adoptar la figura humana de modo permanente, y es un agente activo de una larga historia como la del zorro Tamano. Durante el régimen feudal, especialmente en el siglo VIII, circularon muchas narraciones en las que un gato se transformaba en una bellísima mujer a fin de ser la querida de un señor feudal y arruinarle. Pero estas historias no pertenecen, hablando en propiedad, al folclore, aunque ilustran la creencia popular en el carácter malicioso del gato y en sus poderes mágicos.
Los colores de la piel del gato han influido mucho en popularizar estas ideas acerca de ese animal. El gato más temido era uno de color rojizo o pardo rosado, llamado el «gato flor dorada». También hay el gato con tres colores mezclados: blanco, negro y pardo. Se creía que los poderes mágicos de los gatos negros o blancos podían predecir el tiempo, por lo que los marinos siempre tenían uno en el barco.

La siguiente es una historia característica acerca de un gato «flor dorada».
Érase una vez un samurái que encontró un gato «flor dorada» y lo llevó a casa de su madre, la cual se entusiasmó con el minino. Algún tiempo después, el gato desapareció, y de inmediato la anciana dama empezó a evitar la luz, quejándose de que sus ojos la molestaban terriblemente. Sin embargo, rehuía todo tratamiento médico, y su hijo, a pesar de su ansiedad, no podía convencerla para que abandonase los rincones oscuros en los que se ocultaba. De repente, desaparecieron dos doncellas de la servidumbre de la casa, y nadie pudo hallar su rastro hasta que un día, un criado, cavando en el jardín, descubrió las ropas de ambas jóvenes con manchas de sangre, y cavando más encontró sus huesos. El horrorizado criado corrió hacia la casa para contarle a su amo lo encontrado, pero halló a la madre del amo, la cual, llena de furor, amenazó al criado con la muerte si hablaba con nadie de su descubrimiento. El buen sirviente se asustó tanto ante la cólera de la madre, que abandonó la casa en silencio.
Unos días más tarde, un vecino del samurái vio cómo la madre de éste se lavaba la boca ensangrentada en un riachuelo que corría cerca de su casa. Mientras la contemplaba, apareció un perro, y la anciana, tan pronto como lo vio, saltó sobre un repecho rocoso y huyó. Esto convenció al vecino de que el gato «flor dorada» había devorado a la madre del samurái, transformándose en ella misma. Poco después, el vecino fue a visitar al samurái y le contó lo que había visto. Éste llevó varios perros a la habitación de su madre y abrió la puerta. El gato-brujo quedóse impotente ante los perros y éstos no tardaron en matarlo.
Otra historia de un gato malvado refiere su muerte a flechazos. Érase un muchacho samurái que solía cazar con un arco y diez flechas. Un día, al salir de casa, su madre le aconsejó que se llevase una flecha más de lo acostumbrado. Así lo hizo el joven, sin preguntarle a su madre el motivo de tal consejo. Luego, pasó el día entero sin ver caza alguna, y al llegar la tarde se sentó en una piedra para descansar. En tanto estaba allí sentado, gozando del sosegado atardecer y viendo elevarse a la luna, de manera extraña apareció otra luna a sus espaldas por el oeste. El muchacho se sorprendió por tal aparición y al momento pensó que debía de tratarse de la obra de un espíritu malvado. Rápidamente, disparó una flecha contra la segunda luna, la cual hizo impacto; pero la flecha rebotó sin causar ningún daño. El muchacho lanzó otra flecha, luego una tercera, una cuarta y así sucesivamente hasta la décima, siempre en vano. Al final, puso la undécima en el arco y la disparó. Al instante se oyó un alarido y el ruido de algo que caía al suelo. Fue hacia aquel lugar y encontró un gato gigantesco muerto con un espejo entre sus garras.
El joven samurái corrió a su casa y le contó lo ocurrido a su madre, y ésta le dijo que aquella mañana había visto a un gato contando las flechas de su hijo, por lo que le había aconsejado que llevase una flecha extra, pues la conducta del gato le había parecido muy sospechosa. El gato, por lo visto, poseía un espejo con el que podía protegerse contra las diez flechas, pero como pensaba que sólo había diez, había dejado caer el espejo, siendo alcanzado por la undécima flecha.

De las numerosas historias infantiles sobre animales vengativos hemos seleccionado la del zorrillo que se vengó de un tejón que había traicionado a su madre, la zorra[75].
Cierto bosque estaba tan asolado por los cazadores que en el mismo sólo quedaba un tejón, una zorra y un zorrito, cachorro de aquélla. Los tres vivían juntos, con gran pesadumbre y dificultades, y cuando se acabaron las provisiones, la zorra y el tejón idearon un plan para obtener comida. El tejón se fingió muerto y la zorra, convertida en ser humano, llevó al tejón aparentemente muerto al mercado.
La zorra consiguió dinero por el tejón y adquirió víveres; luego, el tejón logró escapar y se dirigió al bosque. Cuando las provisiones así obtenidas también se agotaron, los dos animales repitieron el truco, pero esta vez fue la zorra la que se fingió muerta y el tejón quien vendió su cuerpo. Sin embargo, el malvado tejón, deseando tener para él solo toda la comida, le aconsejó al comprador que tuviese mucho cuidado, asegurándose de que la zorra estuviese bien muerta. El comprador procedió a rematar a la zorra, y el tejón devoró toda la comida sin darle un solo bocado al cachorro de la zorra.
Pero el zorrito comprendió la traición del tejón y planeó una sutil venganza. Un día le dijo al tejón con gran inocencia:
—Tío mío, la gente sabe que tanto la zorra como el tejón son expertos en brujería, pero nadie sabe cuál de los dos es el más diestro en ese arte. Efectuemos una competición y veamos cuál es el más hábil.
El tejón se rió de la proposición del zorrito, pero accedió al plan, pensando deshacerse también del cachorro. Así, los dos animales marcharon juntos a la ciudad para ejercer sus poderes mágicos sobre los seres humanos. Al aproximarse a la población, el zorrito se retrasó y desapareció. Entonces, el tejón sentóse para descansar a la entrada de la ciudad; poco después pasó por un puente una larga procesión, con el palanquín de un Daimio[76] en el centro. El tejón estuvo seguro de que aquel espectáculo era una ilusión creada por el zorrito y al momento saltó en medio de la procesión gritando:
—¡Estúpido cachorro, te he descubierto el truco! ¡Ríndete!
Pero la procesión era muy real y los servidores del Daimio vapulearon al insolente tejón hasta matarle con sus cayados, mientras el zorrito lo contemplaba todo desde lejos. De este modo vengó el cachorro la muerte de su madre.

Otro cuento infantil más divertido es el de «El mono y el cangrejo». Érase una vez un cangrejo que vivía cerca de un árbol caqui. Cuando los frutos maduraron el cangrejo quiso alcanzar algunos, pero como no podía trepar al árbol le pidió a un mono que le arrojase unos cuantos. El mono cogió los maduros para sí y tiró los verdes al cangrejo, el cual fue alcanzado por un caqui y, cuando murió, salieron de su vientre muchos cangrejos pequeños.

Éstos desearon vengar el asesinato de su madre, pero comprendieron que eran demasiado pequeños para luchar contra el mono. Entonces pidieron ayuda a otras criaturas y a seres inanimados, y los que acudieron en su auxilio fueron un castaño, un funori[77], una avispa, un cañón y un mortero que disparaba arroz. El castaño se deslizó en la casa del mono y se escondió en el horno. Cuando el mono llegó a casa y se dispuso a preparar el té, el castaño salió, explotó e hirió al mono en los ojos. Éste abrió una caja que contenía queso de fríjoles para aplicárselo a la quemadura, y la avispa le picó en la cara[78]. El asustado mono resbaló en el funori y cayó cuan largo era. Entonces, el cañón y el mortero cayeron desde d techo sobre el mono y lo dejaron sin sentido. Acto seguido, los cangrejos atacaron al indefenso mono y lo despedazaron.

[74] La historia está en el Kon-jaku Monogatari, «(Cuentos antiguos y modernos)», del siglo XI. Este libro es uno de los más antiguos de su clase, y fue imitado por otros muchos.
[75] “El triunfo del cachorro”, Japanese Fairy Tales, nº 12. Otra historia sobre un tejón es la de “Kachi-kachi Yama”. Un tejón atrapado por un leñador devora a la esposa de este. Una liebre viene en ayuda del angustiado leñador y al final consiguen ahogar al tejón. Ibid, nº 5.
[76] El Daimio era el título dado a los señores feudales más poderosos en el Japón medieval. (N. del T.)
[77] Una especie de almidón hecho con algas marinas, que es muy resbaladizo si se diluye.
[78] De aquí el proverbio: “Una avispa pica en una cara llorosa”. Significa doble desgracia para la persona.

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