Los
japoneses adoptaron a los ángeles budistas y los inmortales taoístas con muy
pocas modificaciones, pero no ocurrió así con los demonios y otros seres
fantasmales tomados de las fuentes indias o chinas, y a veces resulta
extremadamente difícil seguir el rastro de la identidad de tales concepciones.
Es un hecho, no obstante, que los espíritus malvados de la antigua mitología
nativa son objetos vagos y sombríos, apenas algo más que nombres[47]. Casi
todos los demonios o seres fantasmales del folclore japonés son de origen
extranjero, aunque la imaginación japonesa les ha dado formas muy distintas de
las que tienen en otros países.
Los
seres de esta especie pueden dividirse en tres clases, aunque sean borrosas las
fronteras que las separan. Son:
Fantasmas, puros y simples, o formas deterioradas de almas humanas errantes.
Demonios,
seres de origen infernal, creados para castigar a los malvados, pero a menudo
ocupados en verdaderas travesuras, en cuyo caso son de carácter cómico.
Vampiros
aéreos, llamados Tengu, y semejantes a los espíritus furiosos que rabian en el
aire.
Aquí
puede ser conveniente decir algo referente a la doctrina budista acerca de la
transmigración del alma. Además de las cuatro etapas superiores del budismo,
hay varias clases de espíritus inferiores, no perfectos. Los más elevados viven
en los cielos (elevas). Ya hemos
hablado de esos seres celestiales o angélicos. No hay que confundir esos cielos
con los paraísos, porque sus habitantes celestiales están sujetos a cambios y
corrupción. Después viene la humanidad, cuyas almas inferiores se convierten a
su vez en fantasmas hambrientos (en japonés, gakis, en sánscrito, pretas).
Algunos de estos fantasmas están solamente atormentados por un hambre y una sed
perpetuas, pero otros son espíritus vengativos que vagan por el mundo y causan
males a los que odian e incluso a seres inocentes. La clase siguiente es la de
los asuras, o espíritus furiosos,
crueles y arrogantes y mucho más poderosos que los fantasmas ordinarios. Estos
suelen ser personalidades renacidas de los que murieron en combates; siempre
ávidos de venganza, vuelan por los espacios celestiales, luchando entre sí o
atacando a los seres humanos que fueron sus enemigos. El orden de existencia
más bajo se halla en las regiones infernales (Naraka). Los espíritus nacidos en
tan sombrío y lóbrego paraje raras veces aparecen por el mundo, pero el diablo,
oni, que habita en los infiernos
tiene un papel preponderante en el folclore popular.
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