Finalmente,
los insectos son bien conocidos en el folclore japonés, aunque sean más comunes
como tema de poemas y pinturas. De todos modos, se presentan como hadas,
jugando con las flores, devolviendo deudas o buscando el conocimiento budista.
Ya hemos contado la historia de la avispa agradecida, y hay cuentos semejantes
con referencia a luciérnagas o mariposas también agradecidas. Las libélulas o
caballitos del diablo son cantados a menudo en la música tradicional, y se cree
que los de color rojo están asociados con el regreso de los muertos a sus
hogares del mundo. La mariposa en el folclore es una diminuta hada con alas multicolores;
el grillo teje en su nido y avisa a los hombres con su canto la llegada del
invierno; el matsu-mushi (Calyptotryphus mamiomtus), el «insecto
del pino», suspira y aguarda a su amigo[86].
De
todos éstos, la mariposa es el insecto más popular, y frecuentemente se ejecuta
en las festividades una música instrumental y una danza característica que
representa a tan frágil insecto. La mariposa también aparece en el teatro No.
Esta es la historia:
Un
monje itinerante visita Miyako y pasa una noche en un palacio abandonado. Es
una sosegada noche primaveral, el aire es suave y tranquilo, y la luna ilumina
la escena. Aparece una mujer y le habla al monje de las glorias del pasado,
cuando las flores se abrían en los jardines y la música y las fiestas daban
felicidad al lugar. Después, le confiesa que ella es en realidad el espíritu de
la mariposa, que disfruta con la compañía de todas las flores, excepto la del
ciruelo (en japonés, ume), que
florece muy pronto en primavera, y le pide al monje que le imbuya los
conocimientos budistas para que pueda vivir en comunión con todos los seres. A
continuación se transforma en mariposa, de color rosado y una guirnalda verde
en la cabeza, y un par de alas de colores muy variados. El monje recita la
escritura Hokke-kyo, («El loto de la
verdad»), y mientras él recita la mariposa canta y baila. La última parte del
drama se compone de la canción del hada y el coro, como sigue:
Las flores florecen según las estaciones,
su corazón vaga entre los troncos de los
árboles.
Aquí, cerca de
los jardines imperiales, en el palacio abandonado,
las flores silvestres se bañan a la suave
brisa de la primavera,
los pájaros amarillos [ruiseñores japoneses]
cantan entre las ramas.
Ved a la mariposa danzando entre las nubes de
flores,
entre los pétalos que vuelan corno copos de
nieve,
agitando sus mangas y barriendo a un lado los
pétalos.
¡Oh, qué visión tan encantadora!
Cuando haya pasado la primavera y se haya ido
el verano,
y el otoño esté presente, y todas las flores
se agosten,
sólo quedará la blanca escarcha de los
crisantemos.
Dando vueltas en torno a las ramitas que aún
contienen flores,
la mariposa baila como una peonza,
girando y girando se vuelve hacia la
Iluminación.
Ved al hada bailando la danza del
Bodhisattva,
la danza y el canto celestiales.
Su figura poco a poco se aparta de nosotros,
hacia el cielo que amanece de la noche
primaveral.
Ved sus alas moviéndose entre los círculos
arremolinados de la niebla,
¡ved cómo su figura gradualmente desaparece
en la bruma matinal!
A
modo de transición de las historias de plantas y flores, añadiremos otro cuento
de mariposas, en el que una aparece como la encarnación del alma humana
rondando entre las flores que había amado en su vida anterior.
Érase
una vez un joven llamado Sakuni. Pasaba la existencia plantando y cuidando
flores. Luego se casó con una joven que tenía la misma afición. La pareja
únicamente se ocupaba de las flores que crecían en sus espaciosos jardines.
Nació un hijo que también heredó este amor por las flores. Al cabo de muchos
años de esta vida idílica, marido y mujer murieron. El hijo siguió cultivando
sus plantas y hierbas con más amor que nunca, como si fuesen los espíritus de
sus difuntos padres. Al llegar la primavera, el muchacho observó que dos
mariposas aparecían día tras día y revoloteaban juntas entre las flores. Como
el joven también amaba a las mariposas, procuró que no recayese sobre ellas
ningún mal. Una noche soñó que sus difuntos padres volvían al jardín y veían
conmovidos y admirados a las flores, y finalmente se convertían en mariposas. A
la mañana siguiente, el muchacho corrió al jardín y encontró a las mismas
mariposas revoloteando entre las flores, tal como las había visto en su sueño.
Así supo que las queridas mariposas eran realmente las almas de sus padres, por
lo que empezó a alimentarlas con miel y las cuidó con toda ternura y solicitud.
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