lunes, 1 de abril de 2019

Thor, el Atronador

Según algunos mitólogos, Thor o Donner (Donar) es el hijo de Jörd (Erda, la Tierra) y
de Odín, pero otros afirman que su madre era Frigg, la reina de los dioses. De niño
destacó por su gran tamaño y fuerza y, muy poco después de su nacimiento, sorprendió
a la asamblea de los dioses levantando y arrojando juguetonamente diez grandes fardos
de pieles de oso. Aunque era por lo general de carácter afable, Thor incurría a veces en
una cólera terrible y como en esas ocasiones era muy peligroso, su madre, incapaz de
controlarle, lo enviaba lejos de su hogar y confiaba su cuidado a Vingnir (el alado) y a
Hlora (calor). Estos padres adoptivos, que eran también considerados como la
personificación de los relámpagos difusos, pronto lograron controlarle y le criaron tan
sabiamente que los dioses guardaron un recuerdo muy agradecido de sus amables
servicios. El mismo Thor, consciente de todo lo que se les debía, asumió los nombres de
Vingthor y Hlorridi, por los que también se le conoce.
Una vez hubo alcanzado su pleno crecimiento y la edad de la sensatez, Thor fue
admitido en Asgard entre el resto de los dioses, donde pasó a ocupar uno de los doce
sillones de la gran sala de los juicios. También se le concedió el reino de Thrudvang o
Thrudheim, donde construyó un maravilloso palacio llamado Bilskirnir (relámpago), le
más espacioso de todo Asgard. Poseía quinientas cuarenta habitaciones para el alojo de
los esclavos, que tras su muerte eran bienvenidos a su hogar, donde recibían el mismo
trato que sus señores en Valhalla, pues Thor era el dios patrono de los campesinos y las
clases bajas.
Ya que era el dios del trueno, Thor era el único al que nunca se le permitía pasar sobre
el maravilloso puente Bifröst, temiendo que lo quemara con el calor de su presencia.
Cuando deseaba unirse a sus compañeros los dioses en el manantial Urdar, bajo la
sombra del árbol sagrado Yggdrasil, se veía forzado a llegar hasta allí a pie, vadeando
los ríos Kormt y Ormt, y los dos arroyos Kerlaug, hasta llegar al lugar de la cita.
Thor, que era venerado como el dios más importante en Noruega, fue el segundo en la
triología del resto de las naciones y fue llamado "viejo Thor", pues se suponía, según
algunos mitólogos, que pertenecía a una antigua dinastía de dioses, sin tener en cuenta
su edad actual, pues era representado y descrito como un hombre en su plenitud, alto y
bien formado, con miembros musculosos y cabellos y barba rojos y erizados, de los
cuales, en momentos de rabia, saltaban chispas.
Las razas nórdicas le engalanaron posteriormente con una corona, en cada una de cuyas
puntas se encontraba o bien una estrella resplandeciente, o bien una llama ardiendo
constantemente, por lo que su cabeza se encontraba siempre rodeada de una especie de
halo de fuego, su propio elemento.
El Martillo de Thor.
Thor era el orgulloso propietario de un martillo mágico llamado Mjöllnir (el aplastador),
que arrojaba a sus enemigos, los gigantes de hielo, con poder destructivo, y que poseía
la maravillosa propiedad de regresar siempre a su mano, sin importar lo lejos que lo
hubiese lanzado.
Ya que este enorme martillo, emblema de los truenos, estaba por lo general
incandescente, el dios poseía un guantelete de hierro llamado Iarngreiper, que le
permitía agarrarlo firmemente. Él era capaz de arrojar a Mjöllnir hasta una gran
distancia y su fuerza, que siempre era formidable, se multiplicaba por dos cuando se
ponía su cinturón mágico, llamado Megingjörd.
El martillo de Thor era considerado tan sagrado pro la antigua gente del Norte que ellos
solían hacer la señal del martillo, al igual que los cristianos les enseñaron
posteriormente a hacer la de la cruz, para ahuyentar las influencias malignas y
asegurarse las bendiciones. La misma se hacía sobre el bebé recién nacido, cuando se le
vertía el agua sobre su cabeza y se le daba un nombre. El martillo se usaba para clavar
estacas limitadoras, constituyendo un sacrilegio el arrancarlas. Para santificar el umbral
de una nueva casa, para solemnizar un matrimonio y, finalmente, jugaba un papel
importante en la consagración de la pira funeraria sobre la que los cuerpos de los héroes,
junto a sus armas y corceles y, en algunos casos, junto a sus esposas y sirvientes, eran
quemadas.
En Suecia, Thor, como Odin, vestía supuestamente un sombrero de ala ancha, por lo
que a las nubes de tormenta en ese país se conocen como el sombrero de Thor, un
nombre que también se le dio a una de las principales montañas de Noruega. Se decía
que el retumbar y el estruendo del trueno se debía al paso de su carro, pues entre los
dioses sólo él no iba nunca a caballo, sino que caminaba o conducía un carro de bronce
tirado por dos chivos, Tanngniostr (agrietador de dientes) y Tanngrisnr (rechinador de
dientes), de cuyos dientes y cascos saltaban constantemente las chispas.
Cuando el dios conducía así de lugar en lugar, se le llamaba Akuthor, o Thor el auriga.
En el sur de Alemania, creyendo la gente que un solo carro de bronce no podía causar
tanto estruendo, decía que el carro estaba cargado con cazuelas de cobre, que
repiqueteaban y se golpeaban entre ellas.

La Familia de Thor.
Thor se había casado en dos ocasiones, primero con la giganta Iarnsaxa (piedra de
hierro), con la que tuvo dos hijos: Magni (fuerza) y Modi (valor), ambos destinados a
sobrevivir a su padre y al ocaso de los dioses y a gobernar el nuevo mundo que se
alzaría como el fénix de las cenizas del primero. Su segunda esposa fue Sif, la de
cabellos dorados, con al que también tuvo dos hijos: Lorrude y una hija de nombre
Thrud, una joven giganta célebre por su tamaño y fuerza. Fiel a la conocida afinidad por
el contraste, Thrud fue cortejada por el enano Alvis con su aprobación. Una noche,
cuando el pretendiente, que al ser un enano no podía afrontar la luz del día, se presentó
en Asgard para pedir la mano de Thrud, la asamblea de los dioses no le negó su
consentimiento. Apenas había mostrado su aprobación cuando Thor, que había estado
ausente, apareció súbitamente y, mirando con desprecio al insignificante pretendiente,
declaró que debería poner a prueba sus conocimientos para expiar por su baja estatura,
antes de que pudiera ganarse a su prometida.
Para probar las cualidades mentales de Alvis, Thor le interrogó en el lenguaje de los
dioses, el de los Vanes, el de los elfos y el de los enanos, prolongando astutamente su
examen hasta el amanecer, cuando el primer rayo de Sol cayó sobre el desdichado
enano y lo petrificó. Allí permaneció él, un perdurable ejemplo del poder de los dioses,
para que sirviera como advertencia a cualquier otro enano que osara ponerlo a prueba.

Sif, la de Cabellos Dorados.

Sif, esposa de Thor, estaba muy orgullosa de su espléndida cabellera dorada, que la
cubría desde la cabeza a los pies como un brillante velo. También ella era el símbolo de
la Tierra, pues se decía que su pelo representaba el césped largo o el grano dorado que
cubría las tierras de cosecha del Norte. Thor estaba también muy orgulloso del hermoso
cabello de su esposa. Por tanto, es de imaginar su consternación cuando se la encontró
una mañana tan calva y carente de ornatos como la tierra cuando el grano ha sido
recogido y no quedan más que rastrojos. En su furia, Thor se alzó sobre sus pies y juró
que castigaría al que hubiese cometido tal atrocidad, del que inmediata y correctamente
conjeturó que era Loki, el malicioso y conspirador; que siempre estaba a la busca de
algún acto malvado que cometer. Tras coger su martillo, Thor se fue en busca de Loki,
el cual intentó evadir al airado dios cambiando de forma. Pero fue inútil, pues Thor le
alcanzó pronto, cogiéndole por el cuello y casi estrangulándole, antes de ceder ante sus
súplicas y soltarlo. Cuando recuperó el aliento, Loki imploró el perdón, pero sus ruegos
fueron en vano, hasta que prometió procurarle a Sif una nueva cabellera, tan bella como
la primera y tan profusa en longitud.
Sólo entonces dejó Thor marchar al traidor. Loki reptó por las entrañas de la tierra,
donde se encontraba Svartalfaheim, para suplicarle al enano Dvalin que le fabricara no
sólo la preciosa cabellera, sino también un regalo para Odín y Frey, cuya furia deseaba
aplacar.
Su petición fue recibida favorablemente y el enano fabricó la lanza Gungnir, que nunca
erraba su objetivo y el barco Skidbladgar, el cual, arrastrado siempre por vientos
favorables, podía navegar por el aire al igual que por el agua, además de poseer la
propiedad mágica de, aunque contendiendo a los dioses y a todos sus corceles, poderse
doblar hasta alcanzar un tamaño tan diminuto que cabía en un bolsillo. Finalmente,
hilvanó una bellísima hebra de oro, de la que fabricó la cabellera requerida para Sif,
declarando que tan pronto como tocara su cabeza, crecería rápidamente desde allí como
si fuera su propio pelo.
Loki estuvo tan satisfecho con tales pruebas de la habilidad de los enanos, que declaró
que el hijo de Ivald era el más diestro de entre todos los herreros, palabras que Brock,
otro enano, acertó a oír, tras lo cual exclamó que estaba seguro de que su hermano
Sindri podría producir tres objetos que sobrepasarían aquellos que Loki sostenía, no
sólo en valor intrínseco, sino también en sus propiedades mágicas. Loki retó
inmediatamente al enano para que demostrara su habilidad, apostando su cabeza contra
la de Brock como garantía.
Sindri, informado de la apuesta, aceptó la oferta de Brock de soplar el fuego con el
fuelle, advirtiéndole, sin embargo, de que él debería trabajar persistentemente y sin un
momento de descanso, si quería que tuviese éxito. Procedió a calentar algo de oro, tras
lo cual salió a apalabrar el favor de los poderes ocultos. Durante su ausencia, Brock
trabajó con el fuelle diligentemente, mientras que Loki, con la intención de hacerle
parar, se transformó en un tábano y picó cruelmente su mano. A pesar del dolor, el
enano siguió con su labor y cuando Sindri regresó, sacó del fuego un enorme jabalí
salvaje, llamado Gullinbursti, debido a sus cerdas doradas, que tenía el poder de emitir
luz mientras cruzaba los cielos, pues era capaz de viajar a través del aire con increíble
velocidad.
Con su primer trabajo concluido satisfactoriamente, Sindri echó un poco más de oro al
fuego y le pidió a su hermano que siguiera soplando, mientras él volvía a salir para
asegurarse la asistencia mágica. Esta vez, Loki, aún disfrazado de tábano, picó al enano
en su mejilla. A pesar del dolor, el enano siguió trabajando, y cuando Sindri regresó,
sacó triunfante de entre las llamas el anillo mágico Draupnir, el emblema de la
fertilidad, del que caían ocho anillos similares cada novena noche.
Ahora echó a las llamas un trozo de hierro y con renovada precaución, para no frustrar
su éxito por el descuido, Sindri salió, dejando a Brock soplando el fuego como antes.
Loki se encontraba desesperado y se preparó para un intento final. Esta vez, todavía con
la forma de un tábano, picó al enano por encima del ojo, hasta que la sangre comenzó a
emanar tan abundantemente que le impidió ver lo que estaba haciendo. Alzando
rápidamente su mano por un segundo, Brock se limpió la sangre; pero a pesar de lo
corta que había sido la interrupción, provocó daños irreparables y cuando Sindri extrajo
su obra del fuego, emitió una exclamación de decepción, pues el martillo que había
fabricado era corto de mango.
A pesar del contratiempo, Brock estuvo seguro de ganar la apuesta y no dudó en
presentarse ante los dioses en Asgard, donde le entregó a Odín el anillo Draupnir, a Frey
el jabalí Gullinbursti y a Thor el martillo Mjöllnir, a cuyo poder nadie podía hacer
frente.
A su vez, Loki entregó a Odín la lanza Gungir, el barco Skidbladnir a Frey y la
cabellera dorada a Thor. Pero, a pesar de que ésta creció inmediatamente sobre la
cabeza de Sif, declarando todos que era más bella de lo que sus propios bucles lo habían
sido jamás, los dioses decretaron que Brock había ganado la apuesta, debido a que el
martillo Mjöllnir, en manos de Thor, sería de gran valor en la última lucha contra los
gigantes de hielo.
Para salvar su cabeza, Loki huyó precipitadamente. Sin embargo, fue alcanzado por
Thor, que lo trajo de vuelta y se lo entregó a Brock, diciéndole que aunque la cabeza de
Loki era suya por derecho, no debería tocar su cuello. Impedido de acometer su
venganza, el enano decidió castigar a Loki cosiendo sus labios juntos y, ya que su
espada no los atravesaba, tomó prestada la lezna de su hermano para tal propósito. Sin
embargo, Loki, tras soportar las burlas de los dioses en silencio durante un corto
período de tiempo, se las ingenió para cortar el hilo y pronto volvió a ser tan locuaz
como siempre.
A pesar de su formidable martillo, Thor no era temido como el perjudicial dios de la
tormenta, que destruía tranquilas casas y arruinaba las cosechas con repentinas
tormentas de granizo y estallidos de nubes. Los nórdicos creían que lo arrojaba sólo
contra los gigantes de hielo y las murallas de piedra, reduciendo éstas a polvo para
fertilizar la tierra y hacer que produjera gran abundancia de frutos para los labradores.
En Alemania, donde las tormentas del Este son siempre frías y destructoras, mientras
que en el Oeste acarreaba consigo lluvias cálidas y tiempos suaves, se suponía que Thor
viajaba siempre de Oeste a Este, para luchar contra los espíritus malignos que de buena
gana habrían envuelto el país con impenetrables velos de niebla y lo hubieran cubierto
con cadenas de hielo.

El Viaje de Thor a Jötunheim.
Ya que los gigantes de Jötunheim estaban enviando continuamente ráfagas frías de
viento para helar los brotes aún verdes y dificultar el crecimiento de las flores, Thor
decidió en una ocasión ir hasta allí y obligarles a comportarse mejor. Acompañado de
Loki, emprendió su camino en su carro y tras viajar durante todo un día, los dioses
llegaron hasta los confines del mundo de los gigantes, donde, tras divisar la cabaña de
un campesino, decidieron quedarse para descansar y refrescarse.

Su anfitrión era hospitalario pero muy pobre y Thor, viendo que él no sería capaz de
suministrar la comida necesaria para saciar su gran apetito, mató a sus dos chivos, los
cuales preparó y cocinó, tras lo cual invitó a su anfitrión y a su familia para que
participaran libremente de la comida, pero no sin antes advertirles de que lanzaran todos
los huesos, sin romperlos, dentro de las pieles de los chivos que habían extendido en el
suelo.
El campesino y su familia comieron con entusiasmo, pero su hijo Thialfi, alentado por
el malicioso Loki, osó romper uno de los huesos y absorber la médula, creyendo que su
desobediencia no sería detectada. Sin embargo, por la mañana, Thor, listo para partir
golpeó las pieles de chivo con su martillo e inmediatamente los animales se alzaron tan
vivos como lo estaban antes, excepto que uno de ellos parecía cojear. Percatándose de
que sus órdenes habían sido desatendidas, Thor estuvo a punto de matar a toda la
familia. Sin embargo, el responsable admitió su culpa y el campesino se ofreció a
compensar la pérdida entregándole al airado dios no sólo a su hijo Thialfi, sino también
a su hija Roskva, para que le sirvieran por siempre.
Encargándole al hombre que cuidara bien los chivos, a los cuales dejó allí hasta su
regreso y ordenando a los jóvenes campesinos que le acompañaran, Thor retomó su
camino a pie junto a Loki y, tras caminar durante todo el día, se encontró al anochecer
en una tierra inhóspita y árida, que estaba envuelta en una casi impenetrable niebla. Tras
buscar durante un rato, Thor vio a través de la niebla el borroso perfil de lo que parecía
ser una casa de extraña forma. Su entrada abierta era tan ancha y alta que parecía ocupar
una pared entera de la casa. Tras entrar y no encontrar ni un fuego ni una luz, Thor y sus
acompañantes se arrojaron al suelo para dormir. Pero fueron sobresaltados por un
peculiar sonido y un prolongado temblor del suelo que se encontraba debajo de ellos.
Temiendo que el techo se desplomara durante el temblor de tierra, Thor y sus
acompañantes se refugiaron en un ala del edificio, donde pronto se quedaron dormidos.
Al amanecer salieron, pero no habían avanzado mucho cuando vieron la forma
recostada de un gigante durmiendo y se dieron cuenta de que los peculiares sonidos que
habían perturbado su sueño habían sido provocados por sus ronquidos. En esos
momentos se despertó el gigante, se levantó, se estiró, buscó a su alrededor su
propiedad perdida y un segundo más tarde recogió el objeto que Thor y sus
acompañantes habían confundido en la oscuridad por una casa. Entonces se dieron
cuenta sorprendidos, de que no era sino un enorme mitón y que el ala donde habían
dormido era el lugar separado para el descomunal pulgar del gigante.
Tras averiguar que Thor y sus compañeros se dirigían hacia Utgard, como se llamaba el
reino de los gigantes, Skrymir, que así se llamaba el gigante, se ofreció a ser su guía;
tras caminar con ellos durante todo el día, les llevó al anochecer a un lugar donde les
propuso descansar. Sin embargo, antes de disponerse a dormir, les ofreció las
provisiones que había en su cartera. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, ni Thor ni sus
compañeros fueron capaces de desatar los nudos que Skrymir había atado.
Utgardloki.
Enfurecido por sus ronquidos, que le habían impedido dormir, Thor asestó tres terribles
golpes con su martillo al gigante. Estos golpes, en vez de aniquilar al monstruo,
solamente provocaron en él comentarios soñolientos, como si una hoja, un trozo de
corteza o una ramita del nido de un pájaro hubiesen caído sobre su cara. Temprano por
la mañana, Skrymir dejó a Thor y su gente, señalándoles el camino más corto hasta el
castillo de Utgardloki, que había sido construido con grandes bloques de hielo y
enormes carámbanos relucientes como pilares. Los dioses, deslizándose por entre los
barrotes de la gran puerta de entrada, se presentaron audazmente ante el rey de los
gigantes, Utgardloki, el cual, tras reconocerles, fingió inmediatamente estar
completamente sorprendido por su pequeño tamaño y expresó su deseo de ver con sus
propios ojos de lo que eran capaces de hacer, pues con frecuencia había oído los alardes
de sus habilidades.

Loki, que había ayunado más de lo que hubiese deseado, declaró inmediatamente que
estaba dispuesto a apostar con quien fuese por una comida. Consiguientemente, el rey
ordenó que se trajera una gran mesa de madera llena de carne a la sala. Colocó a Loki
en un extremo y a su cocinero Logi en el otro y les ordenó que comenzara la disputa.
Aunque Loki hizo maravillas, y llegó rápidamente hasta el centro de la mesa, se
encontró sólo con los huesos, mientras que su oponente ya se había devorado tanto la
carne como la mesa.
Sonriendo desdeñosamente, Utgardloki declaró que era evidente que no era mucho lo
que eran capaces de hacer en cuanto al comer, lo cual irritó tanto a Thor que afirmó que,
si bien Loki no podía comer tanto como el voraz cocinero, estaba seguro que él podría
beber el mayor vaso que se encontrase en el palacio, tan insaciable era su sed.
Inmediatamente se trajo un cuerno y, tras declarar Utgardloki que los buenos bebedores
lo vaciaban de un trago, las personas moderadamente sedientas en dos y los bebedores
insignificantes en tres, Thor acercó el borde a sus labios. Pero, aunque tragó tan
profundamente que creyó que iba a reventar, el líquido aún llegaba hasta el borde
cuando levantó su cabeza. Un segundo y un tercer intento para vaciar el cuerno fueron
también fallidos. Thialfi se ofreció entonces a disputar una carrera, pero un joven de
nombre Hugi, contra le cual se le hizo competir, pronto le adelantó, a pesar de que
Thialfi había corrido de forma extraordinariamente rápida.
Thor propuso después mostrar su fuerza en el levantamiento de pesos y se le retó a que
alzara el gato del gigante. Aprovechando una oportunidad para ajustarse su cinturón
Megingiörd, que aumentaba su fuerza, tiró y se esforzó, pero sólo logró levantar una de
sus patas del suelo.
Un último intento por su parte de luchar contra la anciana nodriza de Utgardloki, Elli,
considerada la única oponente digna de un oponente tan insignificante, finalizó de
forma igualmente desastrosa y los dioses, tras reconocer que habían sido derrotados,
fueron agasajados de modo hospitalario. Por la mañana fueron escoltados hasta los
confines de Utgard, donde el gigante les comunicó educadamente que esperaba que no
volvieran a visitarle jamás, pues se había visto forzado a utilizar la magia contra ellos.
Entonces continuó explicando que él era el gigante Skrymir y que si no hubiera tomado
la precaución de interponer una montaña entre su cabeza y los golpes de Thor, mientras
él yacía aparentemente dormido, probablemente hubiera muerto, pues profundas grietas
en la ladera de la montaña, las cuales señaló, eran testigo de la fuerza del dios.
A continuación les informó que el oponente de Loki había sido Logi (fuego salvaje);
que Thialfi había disputado una carrera contra Hugi (pensamiento) y que no existía en el
mundo un corredor más rápido que él; que el cuerno del que bebió Thor estaba
conectado con el océano, donde sus grandes tragos habían producido un perceptible
reflujo; que el gato era en realidad la terrible serpiente que rodeaba el mundo,
Iörmungandr, a la cual Thor había casi arrastrado fuera del agua y que Elli, su nodriza,
era la vejez, a la que nadie podría derrotar. Tras concluir sus explicaciones y advertirles
de que no regresaran nunca o volvería a defenderse con engaños parecidos, Utgardloki
se desvaneció y, aunque Thor blandió su martillo con la intención de destruir el castillo,
lo envolvió en una niebla tan espesa que no pudo ser visto y el dios del trueno se vio
obligado a regresar a Thrudvang, sin haberle administrado a la raza de los gigantes la
lección que había planeado.
Thor y Hrungnir.
Odín se encotraba un día atravesando el aire sobre su corcel de ocho patas, Sleipnir,
cuando atrajo la atención del gigante Hrungnir, el cual propuso una carrera, declarando
que Gullfaxi, su caballo, podía rivalizar contra Sleipnir en velocidad. En la tensión de la
carrera, Hrungnir no se dio cuenta de la dirección en al que iban, hasta que, en el vano
intento de alcanzar a Odín, condujo a su corcel hasta las mismísimas puertas del
Valhalla. Descubriendo entonces dónde se encontraba, el gigante palideció de miedo,
pues sabía que había puesto en peligro su vida aventurándose en la fortaleza de los
dioses, sus enemigos ancestrales.

Sin embargo, los Ases eran demasiado honorables para tomar incluso un enemigo en
desventaja y, en vez de atacarlo, lo llevaron hasta la sala de banquetes, donde procedió a
complacerse con el hidromiel. Pronto se excitó tanto que comenzó a alardear de su
poder, declarando que algún día vendría y tomaría Asgard, que destruiría junto a los
dioses, con la excepción de Freya y Sif, a las cuales miró con una mirada impúdica de
admiración.
Los dioses, conscientes de que no era responsable de lo que estaba diciendo, ya que
estaba bajo el efecto de la bebida, dejaron que siguiera hablando tranquilamente. Pero
Thor, que llegaba a casa tras uno de sus viajes, y tras oír la amenaza del gigante de
llevarse consigo a su amada esposa, se enfureció terriblemente. Blandió su martillo con
furia, con la intención de aniquilar al fanfarrón. Sin embargo, los dioses no estuvieron
dispuestos a que esto sucediera y rápidamente se interpusieron entre el encolerizado
dios y su invitado, implorando a Thor que respetara las leyes sagradas de la hospitalidad
y que no profanara su lugar de paz derramando sangre.
Finalmente se persuadió a Thor para que refrenara su ira, pero exigió que Hrungnir
fijara hora y lugar para un "holmgang", como se solía llamar generalmente un duelo
nórdico. Así retado, Hrungnir prometió encontrarse con Thor en Griottunagard, los
confines de su reino, en tres días y partió sobrio por el terror que había experimentado.
Cuando los demás gigantes oyeron lo temerario que había sido, le reprendieron por su
imprudencia, pero se unieron todos en consejo para intentar mejorar en lo posible la
situación. Hrungnir les contó que él tendría el privilegio de ser acompañado por un
escudero, con el que Thialfi lucharía, por lo que procedieron a construir una criatura de
arcilla, de nueve millas de alto y de ancho a la que llamaron Mokerkialfi (vadeador de
niebla). Ya que no lograron encontrar un corazón humano lo suficientemente grande
para colocarlo en el pecho de ese monstruo, se aseguraron el de una yegua, el cual, sin
embargo, continuó agitándose y estremeciéndose con recelo.
Llegó el día del duelo. Hrungnir y su escudero se encontraban esperando la llegada de
sus respectivos oponentes. El gigante tenía no sólo un corazón y una calavera de sílex,
sino también un escudo y garrote del mismo material, por lo que se consideraba a sí
mismo casi invencible. Thialfi llegó antes que su señor y poco después se produjo un
terrible retumbo y temblor, que hizo que el gigante se temiera que su enemigo saldría
del suelo y le atacaría desde debajo. Por tanto, siguió un indicio de Thialfi y se protegió
con su escudo.
Sin embargo, un momento más tarde se dio cuenta de su error, pues, mientras Thialfi
atacaba a Mokerkialfi con un azadón, Thor apareció súbitamente en escena y lanzó su
martillo contra la cabeza de su oponente. Hrungnir, para evitar el golpe, interpuso su
garrote de piedra, el cual fue reducido a pedazos, que se esparcieron por toda la tierra,
proporcionando todas las piedras de sílex que se encontrarían en lo sucesivo y uno de
los fragmentos se insertó profundamente en la frente de Thor. Mientras el dios caía
desvaneciéndose al suelo, su martillo aplastó el cráneo de Hrungnir, el cual cayó muerto
a su lado, de tal manera que una de las pesadas piernas fue a parar sobre el dios
recostado.
Thialfi, mientras tanto, había dispuesto del gigante de arcilla con su cobarde corazón de
yegua y corrió ahora en ayuda de su señor, pero sus esfuerzos y los de los dioses a los
cuales había convocado rápidamente, fueron en vano para levantar la pierna opresora.
Mientras se encontraban allí, preguntándose indecisos qué hacer a continuación, llegó el
pequeño hijo de Thor, Magni. Según varias versiones, él tenía entonces sólo tres días o
tres años, pero pronto asió el pie del gigante y, sin ser ayudado, liberó a su padre,
diciendo que, de haber sido llamado antes, hubiera dispuesto fácilmente del gigante y de
su escudero. Esta exhibición de fuerza dejó a los dioses maravillados y les ayudó a
comprobar la verdad de las predicciones, todas las cuales declaraban que sus
descendientes serían más poderosos que ellos, les sobrevivirían y gobernarían a su vez
el nuevo cielo y tierra.
Para recompensar a su hijo, Thor le entregó el corcel Gullfaxi (crines doradas), el cual
había sido heredado por derecho de conquista del gigante. Magni cabalgó por siempre
después en su maravilloso caballo, que casi igualaba al célebre Sleipnir en velocidad y
resistencia.

Groa, la Hechicera.
Tras intentar sacarse en vano la astilla de piedra de su frente, Thor regresó tristemente a
su hogar en Thrudvang, donde los cariñosos esfuerzos de Sif fueron igualmente inútiles.
Por consiguiente, ella mandó llamar a Groa (la creadora de verde), una hechicera,
famosa por sus habilidades médicas y por la eficacia de sus hechizos y encantos. Groa
mostró inmediatamente su disposición a prestar todos los servicios en su poder al dios
que tan a menudo la había beneficiado y comenzó a recitar solemnemente poderosas
runas, bajo cuya influencia sintió Thor que la piedra se aflojaba más y más. Su deleite
ante la perspectiva de una rápida liberación hizo que Thor deseara recompensar a la
hechicera sin dilación y sabiendo que nada podría complacer más a una madre que la
esperanza de ver de nuevo a un hijo perdido hacía mucho tiempo, procedió a contarle
que él había cruzado recientemente los Elivagar, o corrientes de hielo, para rescatar a su
pequeño hijo Orvandil (germen) de las crueles garras de los gigantes de hielo y como el
pequeño persistió en sacar uno de los dedos de su pie desnudo por uno de los agujeros
de la cesta se había congelado y Thor, rompiéndolo accidentalmente, lo había arrojado
al cielo para que brillara como una estrella, conocida en el Norte como "El Dedo del Pie
de Orvandil".
Encantada con esta noticia, la profetisa cesó su encantamiento para expresar su alegría,
pero, habiendo olvidado dónde lo había dejado, fue incapaz de continuar con su hechizo
y la piedra de sílex permaneció incrustada en la frente de Thor, de donde nunca pudo ser
desprendida.
Por supuesto, ya que el martillo de Thor siempre le había sido de gran ayuda, constituía
la más preciada de sus posesiones y su consternación fue inmensa cuando se despertó
un día y se encontró con que ya no estaba allí. Su grito de furia y decepción pronto
atrajo a Loki a su lado, declarando que, si los gigantes llegaban a oírlo, pronto
intentarían asaltar Asgard y destruir a los dioses.


Thor y Thrym.
Loki declaró que intentaría descubrir al ladrón y recuperar el martillo, si Freya le dejaba
sus plumas de halcón, tras lo que se dirigió inmediatamente a Folkvang para tomarlas
prestadas. Su misión tuvo éxito y con la forma de un pájaro emprendió su vuelo sobre el
río Ifing y sobre las áridas extensiones de Jötunheim, donde sospechó que encontraría al
ladrón. Allí divisó a Thrym, príncipe de los gigantes de hielo y dios de la destructiva
tormenta de trueno, sentado solo en al ladera de una colina. Interrogándole astutamente,
pronto averiguó que había robado el martillo y que lo había enterrado muy
profundamente bajo tierra. Además, descubrió que había pocas esperanzas de
recuperarlo, a menos que se le trajera a Freya ataviada como una novia.
Indignado ante la presunción del gigante, Loki regresó a Thrudvang, pero Thor declaró
que sería mejor visitar a Freya y tratar de convencerla para que se sacrificara por el bien
de todos. Sin embargo, cuando los Ases le contaron a la diosa de la belleza lo que
deseaban que hiciera, experimentó tal acceso de cólera que incluso su collar reventó.
Ella les contó que nunca abandonaría a su esposo por ningún otro dios, pero mucho
menos para desposarse con un detestable gigante y vivir en Jötunheim, donde todo era
extremadamente monótono y donde pronto moriría por la nostalgia de los campos
verdes y los prados florecidos, en los que adoraba pasear. Viendo que las persuasivas
adicionales serían inútiles, Loki y Thor regresaron a casa y allí deliberaron sobre otro
plan para recuperar el martillo.
Por consejo de Heimdall, Thor tomó prestados y se puso los atavíos de Freya, junto a su
collar, y se cubrió a sí mismo con un grueso velo. Loki, tras vestirse como una criada,
montó con él en su carro tirado por chivos y la extrañamente vestida pareja se dirigió a
Jötunheim, donde pretendían desempeñar los papeles respectivos de diosa y asistenta.
Thrym dio la bienvenida a sus invitados en la entrada del palacio, encantado ante la idea
de asegurarse la indiscutible posesión de la diosa de la belleza, por la que había
suspirado durante tanto tiempo en vano. Les condujo rápidamente hasta la sala de
banquetes, donde Thor, la prometida electa, devoró un buey, ocho enormes salmones y
todas las tartas y dulces suministradas para las mujeres, regando las diversas viandas
con el contenido de dos barriles de aguamiel.
El gigante prometido observó estas hazañas gastronómicas con asombro, después de lo
cual Loki, para tranquilizarle, le susurró confidencialmente al oído que la novia estaba
tan enamorada de él que no había sido capaz de probar bocado durante más de ocho
días. Thrym intentó entonces besar a su prometida, pero retrocedió horrorizado ante el
fuego de su mirada, que Loki explicó como la mirada ardiente del amor. La hermana del
gigante que reclamaba los acostumbrados regalos, fue ignorada, por lo que Loki volvió
a susurrarle al perplejo Thrym que el amor volvía a la gente distraída. Embriagado por
la pasión y el aguamiel, que también él había bebido en grandes cantidades, el novio
ordenó a sus sirvientes que presentaran el martillo sagrado para consagrar el matrimonio
cuya ceremonia acababa de iniciarse. Tan pronto como lo trajeron, él mismo lo colocó
sobre el pretendido regazo de Freya. Al siguiente momento, una poderosa mano se cerró
sobre el corto mango y, pronto, el gigante, su hermana y todos los invitados fueron
muertos por el terrible Thor.
Dejando una pila humeante de ruinas detrás de ellos, los dioses condujeron rápidamente
de vuelta hasta Asgard, donde le devolvieron a Freya los atavíos y el collar prestado.
Para gran alivio de Thor y los dioses, se regocijaron por haber podido recuperar el
precioso martillo. Cuando Odín contempló aquella parte de Jötunheim desde su trono
Hlidskialf, vio las ruinas cubiertas por brotes aún verdes, pues Thor, tras derrotar a su
enemigo, había hecho toma de posesión de sus tierras, que en lo sucesivo dejarían de
permanecer áridas y desoladas para crecer en ellas fruta en abundancia.
Thor y Geirrod.

Loki tomó prestado en una ocasión el vestido de halcón de Freya y voló en busca de
aventuras a otra parte de Jötunheim, donde se posó sobre las tejas de la cada de Geirrod.
Pronto atrajo la atención de este gigante, que le ordenó a uno de sus sirvientes que
capturara al pájaro. Divertido ante los torpes intentos del individuo para atraparle, Loki
voló de un sitio a otro, moviéndose sólo cuando el gigante estaba a punto de caer sobre
él con sus manos. Sin embargo, calculó mal la distancia en una ocasión y de pronto se
vio hecho prisionero.
Atraído por los brillantes ojos del ave, Geirrod lo observó de cerca e intuyó que era un
dios disfrazado. Tras darse cuenta de que no podía hacerle hablar, lo encerró en una
cueva, donde lo retuvo durante tres meses enteros sin comida ni agua. Derrotado al final
por el hambre y la sed, Loki reveló su identidad y obtuvo la libertad tras prometer que
convencería a Thor para que visitara a Geirrod sin su martillo, cinturón o guantelete
mágico. Loki voló entonces de vuelta a Asgard y le contó a Thor que había sido
espléndidamente agasajado y que su anfitrión había expresado un fuerte deseo de ver al
poderoso dios del trueno, de quien había escuchado maravillosas historias. Halagado
por este ingenioso discurso, Thor fue convencido para realizar un viaje amistoso hasta
Jötunheim y los dos dioses partieron, dejando en casa las tres mágicas armas. No habían
avanzado mucho, sin embargo, antes de que hubieran llegado a la casa de la giganta
Grid, una de las muchas esposas de Odín. Viendo que Thor iba desarmado, le advirtió
que se cuidara de la traición y le prestó su propio cinto, garrote y guante. Pasando un
tiempo tras dejarla, Thor y Loki llegaron hasta el río Veimer y el Atronador,
acostumbrado ya a ello, se dispuso a vadearlo, ordenándole a Loki y a Thialfi que se
agarraran fuerte a su cinto.
Sin embargo, a mitad de la corriente, una súbita lluvia y la consiguiente riada les
sorprendieron. Las aguas comenzaron a elevarse y a rugir y aunque Thor se apoyó con
fuerza sobre su garrote, casi fue arrastrado por la fuerza de la furiosa corriente.
Thor se dio cuenta ahora de la presencia, corriente arriba, de la hija de Geirrod, Gialp y,
sospechando de forma correcta que ella era la responsable de la tormenta, asió un
enorme canto rodado y lo lanzó hacia ella, murmurando que el mejor sitio para regresar
un río era en su origen. El proyectil tuvo el efecto deseado, pues la giganta huyó, las
aguas cedieron y Thor, exhausto pero ileso, se arrastró hasta la orilla opuesta tirando de
un pequeño arbusto, el serbal. Éste fue conocido desde entonces como "la salvación de
Thor" y se le atribuyeron poderes mágicos. Tras descansar durante un rato, Thor y sus
compañeros reanudaron su viaje. Pero a la llegada a la casa de Geirrod, el dios estaba
tan exhausto que se hundió agotado en el primer asiento a la vista. Para su sorpresa, sin
embargo, notó cómo éste se elevaba por debajo de él y, temiendo que pudiera ser
aplastado, empujó el garrote prestado contra el techo, obligando al asiento a bajar con
todas sus fuerzas. A ello siguió un terrible crujido, gritos repentinos y quejidos de dolor.
Cuando Thor se dispuso a averiguar lo que pasaba, descubrió que las hijas del gigante,
Gialp y Greip, se habían deslizado bajo su sillón con la intención de matarle a traición,
por lo que habían obtenido una retribución justa, muriendo ambas aplastadas.
Geirrod se presentó entonces y retó a Thor a poner a prueba su fuerza y habilidades y,
sin esperar a una señal preconcertada, le arrojó una cuña incandescente. Thor, rápido de
ojo y experimentado receptor, cogió el proyectil con el guante de hierro de la giganta y
lo lanzó de vuelta a su oponente. Tal era la fuerza del dios, que el proyectil atravesó no
sólo el pilar tras el cual se refugió el gigante, sino también su cuerpo y la pared de la
casa, enterrándose profundamente en la tierra del exterior.
Thor se acercó entonces resueltamente hasta el cadáver del gigante, al que el golpe de su
arma había transformado en piedra y lo situó en un lugar destacado, como monumento a
su fuerza y a la victoria que había obtenido sobre sus indiscutibles enemigos, los
gigantes de las montañas.
El Culto a Thor.
El nombre de Thor se dio a muchos de los lugares que él solía visitar, como el puerto
principal de las islas Feroe y a las familias que afirman ser sus descendientes. Thor era
considerado como una deidad preeminentemente benévola y por esa razón era tan
venerado en todas partes y se le dedicaron templos en Moeri, Hlader, Godey, Gotland y
Upsala y otros sitios, donde la gente no faltaba para invocarlo para pedirle un año
favorable durante Jultide, su principal festival. Era costumbre en esa ocasión el quemar
un gran tronco de roble, su árbol sagrado, como emblema del calor y de la luz del
verano, que ahuyentaría la oscuridad y el frío del invierno.
Las novias se vestían invariablemente de rojo, el color preferido de Thor, que era
considerado emblemático del amor y por la misma razón los anillos de compromiso en
el Norte eran por lo general hechos con piedra roja.
Los templos y las estatuas de Thor, como las de Odín, estaban hechos de madera y un
gran número de ellos fueron destruidos durante el reinado de Olav el Santo. Según las
antiguas crónicas, este monarca convertía a la fuerza a sus súbditos al cristianismo

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