lunes, 1 de abril de 2019

Odín.

Odín, Wottan o Woden, era el más alto y más sagrado de los dioses de las razas
nórdicas. Él era el espíritu omnipresente del universo, la personificación del aire, el dios
de la sabiduría y la victoria universal, y el líder y protector de príncipes y héroes. Ya
que se suponía que todos los dioses eran descendientes suyos, se le apellidó Alfather
(padre de todo) y entre los más ancianos y principales de ellos, él ocupaba el asiento
más elevado en Asgard. Conocido como Hlidskialf, este asiento no era sólo un trono
elevado, sino también una torre de vigía, desde la cual él podía observar todo el mundo
y ver de un solo vistazo todo lo que sucedía entre los dioses, gigantes, elfos, enanos y
hombres.
Nadie, excepto Odín y su esposa y reina Frigg, tenían el privilegio de poder usar este
asiento y cuando lo ocupaban solían mirar hacia el Sur y el Oeste, el objeto de todas las
esperanzas y excursiones de las naciones del Norte. Odín era representado
generalmente, como un hombre alto y vigoroso, de alrededor de cincuenta años y o bien
con cabellos rizados y oscuros, o bien con una larga barba gris y cabeza calva. Estaba
ataviado con vestiduras grises, con una capucha azul y su cuerpo musculoso estaba
envuelto con un amplio manto azul salpicado de gris, un emblema del cielo con sus
nubes. En su mano, Odín portaba generalmente la infalible lanza Gungnir, la cual era
tan sagrada que un juramento realizado sobre su punta nunca podría ser roto y en su
dedo o brazo llevaba el maravilloso anillo Draupnir, el emblema de la fertilidad, cuya
belleza no tenía comparación. Cuando se sentaba sobre su trono, o se encontraba
pertrechado para la batalla, en cuyo caso descendía hasta la Tierra para participar en
ella, Odín llevaba su casco de águila. Sin embargo, cuando deambulaba tranquilamente
sobre la tierra con apariencia humana, para ver lo que hacían los hombres, se ponía
generalmente un sombrero de ala ancha, con el cual tapaba su frente para ocultar el
hecho de que sólo tenía un ojo.
Dos cuervos, Hugin (pensamiento) y Munin (memoria), se posaban sobre sus hombros
cuando él se sentaba sobre su trono y les enviaba al ancho mundo cada mañana,
esperando ansiosamente su regreso al anochecer, momento en el que ellos le susurraban
al oído las noticias de cuanto habían visto y escuchado. De esta manera, se encontraba
bien informado sobre todo lo que acontecía en la Tierra.
A sus pies se acurrucaban dos lobos o sabuesos de caza. Geri y Freki, animales que eran
sagrados para él y considerados de buen agüero cuando se cruzaban en el camino. Odín
siempre alimentaba a estos animales con sus propias manos, con carne que se servía
delante de él. Él mismo no necesitaba ningún tipo de comida para su sustento y rara vez
probaba nada excepto el hidromiel sagrado.
Cuando se sentaba ceremoniosamente sobre su trono, Odín descansaba sus pies sobre un
banquillo de oro, obra de los dioses, cuyo mobiliario entero y utensilios estaban siempre
hechos de tal metal precioso o de plata.
Además del magnífico Glasheim, donde se encontraban los doce asientos que ocupaban
los dioses cuando se reunían en asamblea, y Valaskialf, donde se encontraba su trono,
Hlidskialf, Odín poseía un tercer palacio en Asgard, situado en medio de la maravillosa
arboleda Glasir, cuyas relucientes hojas eran de oro rojo.

El Valhalla.
Este palacio, llamado Valhalla (morada de los caídos), tenía quinientas cuarenta puertas,
lo suficientemente anchas como para permitir el paso de ochocientos guerreros de frente
y sobre la entrada principal se encontraba una cabeza de jabalí y un águila, cuya
penetrante mirada llegaba hasta los rincones más lejanos del mundo. Las murallas de
esta formidable construcción estaban confeccionadas de relucientes lanzas, tan bien
pulidas que iluminaban todo el lugar. El techo era de escudos dorados y los asientos
estaban decorados con finas armaduras, el regalo del dios a sus invitados. Largas mesas
proporcionaban amplio espacio para los Einheriar, guerreros caídos en batalla, los
cuales eran especialmente favorecidos por Odín.
Las antiguas naciones del Norte, que consideraban la guerra como el más honorable de
los oficios y el valor como la virtud más grande, adoraban a Odín fundamentalmente
como dios de la batalla y la victoria. Ellos creían que siempre que una batalla fuera
inminente, él enviaba a sus ayudantes especiales, las doncellas del escudo, la batalla o
del deseo, las llamadas valkirias (electoras de los caídos), las cuales escogían de entre
los guerreros muertos a la mitad de ellos y los transportaban en sus veloces corceles a
través del palpitante puente del arco iris, Bifröst, hasta Valhalla. Recibidos por los hijos
de Odín, Hermod y Bragi, los héroes eran conducidos hasta el pie del trono de Odín,
donde recibían los elogios debidos a su valor. Cuando alguno de sus predilectos era
traído de esta manera hasta Asgard, Valfather (padre de los caídos), como se llamaba
también a Odín cuando presidía sobre los guerreros, se levantaba de su trono y se dirigía
hasta la gran puerta de entrada para darle la bienvenida personalmente.

Además de la gloria de tal distinción y el disfrute de la amada presencia de Odín día tras
día, más placeres esperaban a los guerreros del Valhalla. Se les proporcionaba
espléndidas diversiones en las largas mesas, donde las bellas valkirias, tras haberse
despojado de sus armaduras y haberse ataviado con blancas túnicas, les presentaban sus
respetos con diligente cortesía. Estas doncellas, que según algunas autoridades eran
nueve, les llevaban a los guerreros grandes cuernos rebosantes de hidromiel, además de
enormes cantidades de carne de jabalí, con los cuales banqueteaban opíparamente. La
bebida popular del Norte era la cerveza, pero nuestros antepasados consideraban que esa
bebida era demasiado ordinaria para la esfera celestial. Por tanto, imaginaban que
Valfather mantenía sus mesas con abundantes suministros de hidromiel, el cual era
proporcionado diariamente por la cabra Heidrun, la cual pacía continuamente las tiernas
hojas y ramitas de Lerald, la rama más elevada de Yggdrasil.
La carne con la que se festejaban los Einheriar provenía del jabalí divino Sehrimnir, un
animal prodigioso, muerto diariamente por el cocinero Andhrimnir y hervido en la gran
caldera Eldhrimnir; aunque todos los invitados de Odín poseían gran apetito y comían
hasta la saciedad, siempre había grandes cantidades de carne para todos.
El jabalí siempre revivía antes de que llegara la hora de la siguiente comida. Esta
renovación milagrosa de los suministros no era el único prodigio que ocurría en el
Valhalla. Se contaba que los guerreros, tras haber comido y bebido hasta la saciedad,
cogían sus armas y se dirigían hasta el gran patio, donde luchaban entre ellos,
reviviendo las hazañas que les habían hecho famosos en la Tierra e infringiéndose
temerariamente terribles heridas, las cuales, sin embargo, sanaban completa y
milagrosamente tan pronto como sonaba el cuerno que anunciaba la cena.
Ilesos y felices, al sonido del cuerno y sin guardarse rencor mutuo por las crueles
estocadas dadas y recibidas, los Einheriar regresaban alegres hasta Valhalla para
reanudar su festín en la amada presencia de Odín, mientras las valkirias se deslizaban
elegantemente para llenar constantemente sus cuernos o sus vasos favoritos, las
calaveras de sus enemigos, mientras los escaldos cantaban sobre las guerras o sobre
agitadas incursiones vikingas.
Ya que tales placeres eran los más elevados que la fantasía del guerrero vikingo podía
imaginar, era natural que todos los guerreros adoraran a Odín y que en sus años jóvenes
se dedicaran a su servicio. Ellos juraban morir con las armas en la mano, si era posible,
e incluso llegaban a herirse ellos mismos con sus propias lanzas cuando sentían que la
muerte se les acercaba, si habían sido lo suficientemente desafortunados como para
escapar de sus garras en el campo de batalla y se veían amenazados con la posibilidad
de una "muerte de paja", como solían denominar a la que llegaba por vejez o
enfermedad y les sorprendía en el lecho.
En recompensa por tal devoción, Odín cuidaba con particular esmero de sus favoritos,
concediéndoles regalos, como una espada mágica, una lanza o un caballo, los cuales los
hacían invencibles hasta su última hora, momento en que el dios aparecería para
reclamar o destruir el regalo que había concedido, mientras las valkirias transportaban a
los héroes hasta el Valhalla.
Cuando Odín participaba en la guerra, solía montar en su corcel gris de ocho patas,
Sleipnir y portar su escudo blanco. Su lanza, arrojada por encima de las cabezas de los
combatientes, era la señal para comenzar la contienda, tras lo cual se precipitaría en
medio de las filas emitiendo su grito de guerra: "¡Odín os tiene a todos!"
A veces usaba su arco mágico, el cual podía disparar hasta diez flechas a la vez, cada
una de las cuales abatía a un enemigo invariablemente. También se suponía que
inspiraba a sus guerreros favoritos la famosa "Cólera de la Furia", que les permitía,
aunque estuvieran desnudos, sin armas y acosados gravemente, realizar grandes hazañas
de valor y fuerza y continuar con prósperas vidas.
El Manantial de Mimir.
Para obtener la gran sabiduría por la que es tan famoso, Odín en los albores del tiempo,
visitó el manantial de Mimir (Memoria), la fuente de todo ingenio y sabiduría, en cuyas
profundidades se reflejaba claramente incluso el futuro y buscó al anciano que lo
vigilaba para que le dejara tomar un trago. Pero Mimir, que conocía bien el valor de un
favor tal, rehusó concederlo, a menos que Odín consintiera en darle uno de sus ojos a
cambio.

El dios aceptó sin dilaciones y se arrancó uno de sus ojos, el cual Mimir lo guardó como
garantía, hundiéndolo en las profundidades de su manantial. Bebiendo abundantemente
de las aguas, Odín se hizo con el conocimiento que ansiaba, sin lamentar jamás el
sacrificio que había hecho, pero en memoria de aquel día arrancó una rama del árbol
sagrado Yggdrasil, que daba sombra al manantial y fabricó con ella su lanza Gungnir.
Otra historia, precisamente en el Hávamál, se relata cómo Odín robó el hidromiel
poético al gigante Suttung. Para ello sedujo a la hija del gigante, Gunnlod,
Dudo si habría logrado escapar
de los salones de los gigantes,
si no hubiese usado a la buena Gunnlod
a la que estreché entre mis brazos.
Odín, creo, juró por su anillo de los juramentos.
¿Cómo se puede confiar en su palabra?
Dejó a Suttung sin hidromiel con una estafa
Y a Gunnlod con lágrimas.
Los vikingos reverenciaban especialmente un juramento sobre anillo (uno hecho sobre
un anillo sagrado, en honor al anillo Draupnir). Sin embargo, Odín lo violó, faltando a
su palabra y a la ley de tal juramento.
Según los versos que siguen, Odín no robó en realidad el hidromiel al gigante Suttung,
sino a Fialar, uno de los enanos que hicieron la bebida de la sangre de Kvasir.
Snorri le añade un prólogo a la historia. Los enanos Fialar y Galar, habían hecho el
hidromiel, pero Suttung lo cogió en compensación por la muerte de su padre y de su
madre, el gigante Gilling y su esposa. Los enanos habían invitado a Gilling a una
excursión en bote. Éste volcó y Gilling cayó. La mujer del gigante lloraba
copiosamente, tanto, que Fialar no pudo aguantar más los gritos, así que la instó a que
buscara consuelo yendo a la puerta y mirando en el lugar donde había ocurrido la
tragedia. Ella estuvo de acuerdo y mientras estaba de pie, Galar le tiró una piedra de
molino en la cabeza y la mató. Suttung se ofendió y planeó la venganza. Cogió a los
enanos y los llevó en barco hasta un peñasco que estaba sumergido por la pleamar. Allí
los amenazó con abandonarlos salvo que pagasen por las muertes y ellos aceptaron darle
el hidromiel. Él se lo llevó a casa y se lo confió a su hija Gunnlod.
Odín decidió coger el hidromiel. Mientras caminaba hacia la fortaleza de Suttung, llegó
a un campo donde nueve trolls estaban segando. Eran los aparceros de Baugi, el
hermano de Suttung. Como eran trolls, no eran demasiado inteligentes y estaban usando
guadañas sin afilar. Odín les ofreció afilar las herramientas y los esclavos quedaron
sorprendidos de lo mejor que segaban ahora. Le preguntaron si podían comprarle la
piedra de afilar y el dios se la arrojó y todos se lanzaron a cogerla. Con la confusión y
las guadañas afiladas, se cortaron las gargantas unos a otros y murieron. Odín continuó
su camino hacia la granja. Baugi estaba trastornado por haber perdido toda su fuerza de
trabajo, pero Odín le ofreció hacer todo el trabajo a cambio de un trago del hidromiel de
Suttung. Se presentó a sí mismo como Bolverk, lo que debió haber puesto en guardia a
un gigante, pues significa Malvado. Sin embargo, todo lo que Baugi hizo fue señalar
que no tenía control sobre el hidromiel de su hermano, pero aceptó ver lo que se podía
hacer para ayudar a Odín a satisfacer su deseo. Bolverk trabajó todo el verano como un
esclavo y cuando llegó el invierno le pidió a Baugi su paga. Éste le llevó ante Suttung,
pero el gigante se negó a darle un solo trago del hidromiel. Sin embargo, Baugi y
Bolverk se compincharon para conseguir algo de hidromiel y juntos hicieron un agujero
a través de las rocas para alcanzarlo. Bolverk se convirtió en una serpiente y reptó por el
agujero.
El relato ilustra algunos de los atributos menos atractivos de Odin: su despreciable
astucia y oportunismo, su habilidad para cambiar su forma, su propensión a los nombres
falsos y a los disfraces, su recurso a la traición. Para una visión más positiva, tenemos
que ver su pretensión de ser un dios del conocimiento. Su modo de conseguir la
sabiduría es mediante el sacrificio (un ojo como pago por beber de la fuente de Mimir,
colgando de un árbol para lograr las runas). Podía hacer hablar a los muertos, podía
preguntar a los sabios, usar todos los poderes del seidr (un tipo de magia particular y
poco concisa), tenía los cuervos, Hugin y Munin.

Odin y Vafthrundir.
El Vafthrundismál es un registro de una competición de destreza y ciencia entre el dios
y el gigante Vafthrundir, famoso por lo profundo de sus conocimientos. El poema
comienza con una conversación entre Odín y su esposa Frigg, donde éste le pide un
consejo que no está dispuesto a aceptar. ¿Debe visitar al gigante para averiguar cuánto
sabe? Frigg espera que su esposo regrese a salvo y éste emprende su viaje disfrazado de
viajero. Cuando es llevado ante el gigante, se presenta con el falso nombre de Gagnrad.
Vafthrundir le interroga brevemente y le considera como hombre de conocimientos y le
propone una competición: se probarán mutuamente sus habilidades. Quien pierda,
perderá su cabeza. Entonces Gagnrad empieza preguntándole al gigante sobre los
orígenes del mundo, la naturaleza de los dioses y el fin de todas las cosas. El gigante
responde con destreza, hasta que Gagnrad hace trampa con su última pregunta: ¿Qué le
susurró Odín al oído de su hijo Balder cuando el dios muerto estaba siendo puesto en la
pira funeraria? Sólo Odín sabía la respuesta, por lo que el gigante se da cuenta de que ha
sido burlado.

Ningún hombre sabe lo que en tiempos tan remotos
le dijiste a tu hijo al oído.
Condenado a morir, me he puesto a narrar mis viejos cuentos
y a contar el destino de los dioses.
Ahora sé que luchaba con Odín,
el sabio entre los sabios.
Geirrod y Agnar.
Otro poema sapiencial es el Grímnismál. Habla de dos jóvenes príncipes, Agnar de diez
años y Geirrod de ocho. Salieron a pescar y el viento los empujó mar adentro.
Naufragaron en la costa cercana a la pequeña choza de un granjero. Estuvieron con él y
su esposa ese invierno y el granjero le tomó especial cariño a Geirrod. Cuando llegó al
primavera, el granjero le dio algunas instrucciones privadas. Cuando el barco llegó de
regreso a su país, Geirrod, que estaba en la proa, saltó a tierra y empujó el barco mar
adentro, dejando abandonado a su hermano mayor en él. Geirrod fue a casa y se
encontró con que, mientras habían estado fuera, su padre había muerto y le había tocado
ser heredero, creciendo para convertirse en un príncipe insigne. El heredero legítimo,
Agnar, abandonado a la deriva, desembarcó en un lugar desolado, ocupándose de él
unos gigantes que vivían allí.

Este conflicto entre los dos hermanos provocó peleas en lugares más altos, ya que Odín
era el patrón de Geirrod, mientras que Frigg lo era de Agnar. Un día la pareja estaba
sentada en su trono contemplando lo que pasaba en el mundo, cuando él comentó con
sorna: "Mira a tu ahijado Agnar. Está engendrando un hijo con una giganta en una
cueva. Entre tanto, mi ahijado Geirrod es un rey gobernando su país". Frigg replicó
ácidamente: "Geirrod es un miserable, tan tacaño en sus fiestas que tortura a sus
huéspedes si cree que han venido demasiados". Esto era una calumnia y riñeron por
ello. Odín apostó a su mujer que podía demostrar que aquella acusación tan grave era
falsa.
Se disfrazó y fue a la casa de Geirrod. Pero Frigg, más astuta que su marido, envió a un
mensajero a Geirrod previniéndole del extraño extranjero que había entrado en su país.
Geirrod fue engañado y apresó a Odín, quien se envolvió en una capa azul oscuro y dijo
llamarse Grimnir. Cualquiera de las dos cosas debería haber puesto sobre aviso al rey de
haber sido más listo. Geirrod quería más información. Grimnir permaneció en su
derecho de guardar silencio, por lo que Geirrod lo torturó. Hizo dos grandes hogueras y
dejó a Grimnir allí durante dos días tan abrasado que su capa se quemó. Geirrod tenía
un hijo de diez años a quien, sin ningún tacto, había llamado Agnar, como su hermano.
El joven Agnar se compadeció de Grimnir y le trajo un cuerno lleno de bebida. El
agradecimiento de Grimnir y la profecía de que Agnar sería recompensado con el trono
abre el poema.
Grimnir muestra luego el alcance de su saber nombrando las cortes de los diferentes
dioses, los animales sobrenaturales que habitan su mundo, hablando de la creación del
firmamento y de los tesoros de los dioses, cosas éstas que deberían indicar a la
audiencia su identidad real. Acaba prediciendo la muerte de Geirrod a espada y
pronunciando su nombre. Las consecuencias vienen en prosa: "El rey Geirrod estaba
sentado con su espada medio desenvainada. Cuando oyó que su visitante era Odín,
saltó, queriendo sacar a Odín del fuego. Su espada resbaló de su mano. Su pie tropezó y
cayó de cabeza sobre la espada. Esta lo atravesó y murió. Luego Odín desapareció. Y
Agnar reino durante muchos años."
Los Muchos Nombres de Odín.

Snorri, esta vez como Tercero en el Gylfaginning, dice que Odín es el más viejo y el
más eminente de todos los dioses, estando al control de todo. Los otros dioses le
obedecen como los niños a sus padres. Tercero también le llama Alfather, Padre de
Todo, pero también le llama Valfather, Padre de los Caídos, Hangagud (Dios de los
Ahorcados), Haptagud (Dios de los Cautivos), Farmagud (Dios de la Carga) y, añade,
Odín se dio aún más nombres en si visita al rey Geirrod. Tercero cita luego una lista de
versos del poema Grímnismál: "Me llamo a mí mismo Grim/ y Gangleri,/ Herian,
Hialmberi,/Thekkr, Thridi,/ Thunn, Unn,/ Helblindi, Har,/ Sann, Svipall,/ Sanngetal..."
Y continúa así durante dieciséis líneas más. No sorprende que Gangleri le respondiese:
"Le has dado un montón de nombres. Qué cantidad de conocimientos ha de tener un
hombre para ser capaz de decir con exactitud de dónde procede cada uno de estos
nombres".
Lo que de hecho necesita un hombre es haber sido instruido en los rudimentos de la
etimología nórdica, al menos para algunos de los nombres. Los nombres muestran
diferentes facetas del carácter de Odín o algo de la diversidad de sus actividades: el dios
terrorífico y espantoso, el que podía controlar los vientos, el dios de la guerra y dador de
la victoria, el dios de la magia, el dios siniestro, el dios en cuya palabra no se puede
confiar. El hecho de que Odín practicase seidr, que podía poner en duda su
masculinidad, podría conducir al nombre de Iálkr. Las muchas historias en las que Odín
viaja disfrazado explicaría nombres como Grímr y Sidhöttr. Nombres como Bileygr,
Blindi y quizás Hár recuerdan que Odín era tuerto, porque dio un ojo a cambio de un
trago del manantial de Mimir, fuente de sabiduría y sentido común.
Las Runas.
Odín fue quien inventó las runas, el primer alfabeto que utilizaron las naciones nórdicas,
cuyos caracteres, que significaban misterio, fueron al principio utilizados para la
adivinación y conjuros poderosos, aunque posteriormente sirvieron para hacer
inscripciones. Ya que la sabiduría podía ser obtenida sólo a costa de sacrificio, el mismo
Odín relata que estuvo suspendido nueve días y noches del árbol sagrado Yggdrasil,
contemplando las inconmensurables profundidades de Niflheim, sumergido en
profundos pensamientos, llegando a herirse a sí mismo con su lanza, antes de adquirir el

conocimiento que deseaba.



Sé que colgué del árbol azotado por el viento
nueve noches completas,
atravesado por la lanza y a Odín entregado,
yo mismo a mí mismo.
Ningún hombre sabe
de qué raíces ha nacido este árbol.
No me dieron pan, ni a beber del cuerno;
miraba hacia abajo;
levanté las runas, las subí bramando,
di de nuevo en la tierra.
Cuando dominó completamente su conocimiento, talló runas mágicas sobre su lanza
Gungnir, sobre la dentadura de su caballo Sleipnir, sobre las garras del oso y sobre otras
incontables cosas animadas e inanimadas. Y ya que había permanecido suspendido
sobre el abismo durante tanto tiempo, se le consideró entonces como la divinidad de los
que eran condenados a ser colgados.
La Cacería Salvaje.
Odín, como dios del viento, era representado también cabalgando velozmente a través
del aire, sobre su corcel de ocho patas, lo cual originó el más antiguo de los acertijos del
Norte ("¿Quiénes son los que cabalgan hacia la Cosa? Tres ojos tienen entre los dos,
diez pies y una cola: así viajan por las tierras"). Y ya que se suponía que las almas de
los muertos eran arrastradas por las alas de la tormenta, Odín era venerado como el líder
de todos los espíritus incorpóreos. En esta condición, se le conocía generalmente como
el Cazador Salvaje y cuando la gente oía el rugido del viento se echaba a gritar
ruidosamente en su temor supersticioso, creyendo que le habían visto y oído pasar
seguido de su séquito, cabalgando todos ellos sobre corceles jadeantes y acompañados
de sabuesos que ladraban. Y el paso de la Cacería Salvaje, conocida también como la
Cacería de Woden, la Multitud Furiosa, los Sabuesos de Gabriel (por un rey sueco) o
Asgardreia, era considerado un presagio de tantos infortunios como la pestilencia de la
guerra.
Se pensaba que si alguien era lo suficientemente sacrílego como para unirse al griterío
salvaje con burla, sería arrebatado y arrastrado junto con la desvaneciente multitud,
mientras que aquellos que se unían al griterío con implícita buena fe, serían
recompensados con el regalo inmediato de una pata de caballo que sería arrojada hasta
ellos desde arriba, la cual, si era guardada cuidadosamente hasta el amanecer, sería
transformada en un lingote de oro.
Incluso después de la llegada del cristianismo, el folclore nórdico aún temía la llegada
de una tormenta, declarando que era la Cacería Salvaje quien surcaba a través de los
cielos.
El objetivo de esta cacería espectral variaba con frecuencia y era o bien un jabalí
visionario o bien un caballo salvaje, doncellas de pecho blanco o las ninfas de la
madera, llamadas Doncellas del Musgo, que se creía que representaban las hojas en
otoño que se caían de los árboles y eran llevadas con el ventarrón invernal.
En la Edad Media, cuando el culto a las viejas deidades paganas había sido olvidado
parcialmente, el líder de la Cacería Salvaje ya no era Odín, sino Carlomagno, Federico
Barbarroja, el rey Arturo o alguien como el señor de Rodenstein o Hans von Hakelberg,
los cuales, en castigo por sus pecados, eran condenados a cazar por siempre en los
reinos aéreos.
Ya que el viento soplaba con más fuerza durante el otoño y el invierno, se suponía que
Odín prefería cazar durante esas estaciones, especialmente durante el período
comprendido entre Navidades y la Duodécima Noche, y los campesinos siempre se
cuidaban de dejar el último haz de grano en el campo, para que sirviera de alimento a su
caballo.
La Cacería Salvaje, o la Multitud Furiosa de Alemania, se conocía como Herlathing en
Inglaterra, por el mítico rey Herla, su supuesto líder; en el norte de Francia como
Mesnée d´Hellequin, por Hel, la diosa de la muerte, en la Edad Media con el nombre de
la Cacería de Caín o la Cacería de Herodes, llevando tales nombres porque se suponía
que sus líderes eran incapaces de encontrar descanso debido a los perversos asesinatos

de Abel, de Juan Bautista y de todos los Santos Inocentes.

Irmin.
En algunas regiones de Alemania, Odín era considerado idéntico al dios sajón Irmin,
cuya estatua, el Irminsul, cerca de Paderborn, fue destruida por Carlomagno en el año
772. se decía que Irmin poseía un pesado carro de bronce, sobre el que cruzaba el cielo
por la senda que conocemos como la Vía Láctea, la cual era más conocida por los
antiguos alemanes como la Vía de Irmin. Este carro, cuyo ruido ensordecedor era a
veces perceptible al oído de los mortales en forma de truenos, nunca abandonaba el
cielo, donde aún puede ser visto en la constelación de la Osa Mayor, que en el Norte
también se conoce como la de Odín, o la de Carlos, el Carro.

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