martes, 2 de abril de 2019

MARÍA MOREWNA

En un reino que no se dice dónde estaba situado había un príncipe llamado Ivan que
tenía tres hijas, llamadas la primera María, la segunda Olga y la tercera Ana. Antes de
partir sus padres de este mundo llamaron á su hijo Ivan y le dijeron:
— Darás tus hermanas en matrimonio á los primeros pretendientes que las soliciten, sin
tratar de retenerlas siempre á tu lado.
Muertos ya sus padres, Ivan dispuso su entierro y funerales, y luego, para distraerse
algún tanto, fué á pasear con sus hermanas por el jardín. De pronto apareció una inmensa
nube negra que entoldó completamente el cielo, y estalló una tempestad horrorosa.
—Volvámonos á casa, hermanas, dijo Ivan.
Apenas hubieron entrado en el palacio, cuando retumbó un espantoso trueno, abrióse el
techo del aposento donde se hallaban las princesas y penetró volando en ella un brillante halcón
que al posarse en el suelo se convirtió en un apuesto príncipe y dijo :
— ¡ Heme aquí, príncipe Ivan! Otro día vine á visitaros como huésped; pero hoy vengo
como pretendiente á pediros la mano de María, vuestra hermana mayor.
— Si ella os acepta, respondió Ivan, no me opongo á vuestros deseos. Casaos en buen hora.
La princesa María consintió, en efecto, en otorgar su mano y unióse con el halcón, que
se la llevó inmediatamente á su reino.
Yendo y viniendo meses trascurrió desde entonces un año. Un día fueron el príncipe Ivan
y sus dos hermanas solteras á pasear por el jardin, y , como la otra vez, estalló de súbito una
fragorosa tormenta.
— Volvamos á casa, hermanas, repitió el príncipe.
No bien se encontraron en su palacio, cuando al fragor de un gran trueno se abrió el
techo, iluminóse la habitación con pavorosos fulgores y entró en ella una águila que, al tocar
el suelo, se trasformó en un gallardo mancebo, exclamando:
— Aquí estoy, príncipe Ivan. En otro tiempo fui tu huésped; mas ahora vengo á pedirte
la mano de la princesa Olga.
— Si ella os la quiere otorgar, repuso el príncipe, no he de ser yo quien se oponga á
vuestros deseos.
Accedió también la princesa Olga y unióse con el águila, que se la llevó á sus Estados.
Trascurrió tras esto otro año, pasado el cual dijo un día el príncipe á su hermana menor:
— Vamos á dar un paseo por el jardin.
No hacía mucho rato que en él se hallaban, cuando de improviso se oscureció el aire y
sobrevino una gran borrasca de agua y viento.
—Volvamos á casa, hubo de repetir el príncipe.
En cuanto hubieron entrado en el palacio, oyóse un trueno, abrióse el techo y entró volando
un cuervo, que al tocar el pavimento se trasformó en un bizarro doncel, más hermoso aún
que los anteriores.
—Príncipe Ivan, dijo, no vengo hoy como huésped, sino á pediros la mano de la princesa
Ana.
— Como ella os la dé, respondió el príncipe , contad que nadie os la ha de negar.
Y la princesa Ana se unió con el cuervo, que se la llevó á sus dominios.
Con esto quedó el príncipe Ivan enteramente solo, pasando un año entero sin ver á sus
hermanas. Pero un día se le ocurrió ir á visitarlas, y hechos los preparativos de viaje, montó á
caballo y púsose en camino. Después de haber recorrido una grande extensión de terreno, encon-
tróse un día en una llanura cubierta de cadáveres, y horrorizado de ver tan triste espectáculo,
exclamó:
—¿Quién puede haber exterminado á tan numeroso ejército?
Un herido que yacía tendido con los muertos se incorporó y dijo:
— Todos esos han sido muertos por la hermosa princesa María Morewna.
Ivan continuó la marcha hasta llegar ante una blanca tienda, de la cual salió á recibirle su
propia hermana.
— Detente, príncipe, le dijo ésta. ¿Á dónde te conduce Dios? ¿Vienes por tu gusto ó contra
tu voluntad ?
—Vengo por mi gusto, respondió el príncipe.
—Está bien, repuso ella; si no llevas prisa, entra á descansar en mi tienda.
Tanto le agradó á Ivan el ofrecimiento, que pasó en la tienda dos noches, y notando que
gustaba mucho á María Morewna, casóse con ella, acompañándola luego á sus Estados.
Allí pasaron algún tiempo juntos, hasta que María se empeñó en ir á una guerra. Antes
de partir confió todos sus negocios á Ivan, diciéndole al despedirse de él:
— Vé á donde te acomode, pero no entres jamas en ese aposento.
Así diciendo, señalaba una puerta que el príncipe había visto constantemente cerrada.
Como esta circunstancia picaba su curiosidad, no bien hubo partido su hermana fué á abrir el
misterioso aposento, admirándose en extremo de ver allí atado con doce cadenas á Koshchei
el Inmortal, que le dijo con triste acento:
— Ten lástima de mí; dame de beber: hace diez días que estoy sufriendo el martirio de la
sed y del hambre y tengo la garganta seca.
Compadecido el príncipe, dióle una jarra de agua. Koshchei la apuró de un trago y pidió
más, diciendo:
—Una jarra no basta para apagar la sed que me devora. Dame otra.
Ivan se la dio, y otra después á sus ruegos. Cuando el monstruo hubo apurado las tres
jarras, recobró todas sus fuerzas y rompió las cadenas que le sujetaban , exclamando:
— Gracias, príncipe Ivan. Ahora yo te abono que antes has de ver tus propias orejas que
á María Morewna.
Dicho esto, salió por la ventana en forma de huracán, y encontrando en su camino á la
hermosa María, la arrebató por los aires, llevándola consigo. El príncipe se echó á llorar
amargamente, deplorando su acción, y dijo para sí:
— Suceda lo que quiera, he de ir en busca de María.
Dos días llevaba ya de camino, cuando al despuntar el tercero vio Ivan un magnífico palacio,
al lado del cual se elevaba un corpulento roble, en cuya copa vio un halcón de brillante
plumaje que al divisar á Ivan bajó volando al suelo, convirtiéndose en un hermoso mancebo.
— ¡Hola, cuñado! le dijo. ¿ Cómo te van los asuntos?
En aquel mismo instante salió la princesa María, dando muy cariñosamente la bienvenida
á su hermano. Este permaneció tres días con ellos, diciéndoles después:
— No puedo quedarme ya más tiempo con vosotros, porque he de ir en busca de mi
esposa la princesa María.
— Se me hace bastante difícil que puedas encontrarla, respondió el halcón; pero si tienes
empeño en ello, parte y déjanos como recuerdo tu cuchara de plata.
Diósela el príncipe sin hacerse de rogar y volvió á emprender la marcha. Al despuntar el
alba al tercer día divisó un palacio más grandioso aún que el anterior y cerca del cual se alzaba
un roble en cuya copa descansaba un águila. En cuanto vio al príncipe, bajó del árbol y,
trasformándose en un guapo mozo, dijo:
—-Levántate, princesa Olga, que aquí viene nuestro querido hermano.
Acudió presurosa la princesa, abrazando á su hermano con mucho afecto. Tres días estuvo
Ivan en su palacio y una vez trascurridos les dijo:
— He de partir en busca de mi esposa la princesa María.
—Difícil te será encontrarla, repuso el águila; pero si de todas suertes quieres irte, déjanos
como recuerdo tu tenedor de plata.
Ivan dejó el tenedor y continuó su marcha por espacio de dos días. Al despuntar el tercero
vio otro palacio más grandioso aún que los anteriores y junto á él un roble en cuya copa
reposaba un cuervo. Al ver á Ivan precipitóse el ave al suelo, convirtiéndose en un gallardo
joven, y dijo:
— Princesa Ana, vén corriendo, que está aquí nuestro hermano.
La princesa recibió á Ivan con vivos trasportes de gozo, abrazándole y besándole con gran
cariño.
Cuando hubo permanecido tres días en este palacio, despidióse Ivan de Ana y de su marido
, diciéndoles que debía partir en busca de su esposa la princesa María Morewna.
— Difícil será que la encuentres, replicó el cuervo; pero si estás resuelto déjanos tu
tabaquera de plata como recuerdo.
Dejó el príncipe su tabaquera y prosiguió el viaje. Al tercer día llegó al lugar donde estaba
María Morewna, la cual al verle le estrechó en sus brazos y, prorumpiendo en sollozos, exclamó:
— ¡Oh Ivan! ¿Por qué me desobedeciste, entrando en aquel aposento y permitiendo que
se escapase Koshchei el Inmortal?
— Perdóname y olvida mi desobediencia, María, respondió el príncipe. Huyamos mientras
él no puede vernos y quizá de este modo no pueda ya alcanzarnos.
Accedió María y huyeron entrambos, en tanto que Koshchei estaba cazando. A la caída de
la tarde regresaba de la caza, cuando su buen caballo tropezó de repente.
— ¿Por qué tropiezas, mal rocin? gritó Koshchei; ¿olfateas por ventura algo.malo?
— Sí, contestó el corcel; el príncipe Ivan ha venido y se ha llevado á María Morewna.
— ¿ Será posible cogerlos ?
— Se puede sembrar trigo, esperar á que crezca, segarlo, molerlo para convertirlo en
harina, hacer cinco tortas y comérselas, después de lo cual aún quedará tiempo de alcanzarlos
si emprendemos su persecución.
Koshchei puso su caballo al galope y muy pronto alcanzó al príncipe Ivan.
— Por esta vez, le dijo , te perdonaré en recompensa de haberme dado de beber cuando
te pedí agua; y también quiero perdonarte una segunda vez ; pero si reincides la tercera, ¡ ay
de ti! porque te despedazaré.
Así diciendo, apoderóse de María Morewnay se la llevó, mientras que Ivan, sentándose en
una piedra, se echó á llorar con gran desesperación; pero al cabo de algún tiempo marchó
otra vez en busca de María, encontrándola en su palacio precisamente cuando Koshchei el
Inmortal habia salido.
— ¡ Huyamos! dijo á María.
— ¡ Ah, Ivan! repuso la princesa, mira que nos alcanzará.
— Aunque así sea, repuso Ivan, siempre habremos pasado una ó dos horas juntos.
Un momento después, huían juntos.
Cuando Koshchei el Inmortal regresaba, su buen caballo tropezó.
— ¿Por qué tropiezas, mal rocin? le dijo. ¿Olfateas algo malo?
— S í ; el príncipe Ivan ha venido y se ha llevado á María Morewna.
— ¿Es posible alcanzarlos?
— Se puede sembrar cebada, esperar á que crezca, cortarla, molerla, hacer cerveza, beber
hasta la saciedad, dormir después, y aun así tener tiempo suficiente para perseguir y alcanzar
á los fugitivos.
Koshchei partió al galope de su caballo y muy pronto alcanzó á Ivan.
— Ya te dije, exclamó, que antes te verías las orejas que á María Morewna.
Y apoderándose de ella, volvió á llevársela.
Ivan, al verse solo, lloró mucho ; mas al fin resolvió ir otra vez en busca de María, á cuyo
palacio llegó cuando Koshchei no estaba,
— ¡ Huyamos ! dijo á María.
— ¡Ah, príncipe Ivan! mira que nos cogerá, y piensa que si así sucede te hará pedazos.
— ¡Que haga lo que quiera! Yo no puedo vivir sin ti.
Y huyeron.
Cuando Koshchei el Inmortal volvía á su palacio, su buen caballo tropezó.
— ¿Por qué tropiezas? le dijo. ¿Olfateas algo malo?
— Sí; el príncipe Ivan ha venido y se ha llevado á María Morewna.
Koshchei puso su caballo al galope, dio alcance al príncipe Ivan, hízole pedazos, los echó
en un barril bien asegurado con aros de hierro y arrojóle al mar/azul, hecho lo cual condujo á
su palacio á María.
Cuando sucedió esto, los objetos de plata que el príncipe Ivan había dejado á su cufiados
se ennegrecieron de pronto.
—¡ Ah! exclamaron las hermanas de Ivan y sus esposos, seguro es que le ha ocurrido alguna
desgracia.
Entonces el Águila voló presurosa al mar azul, cogió el barril y llevólo á la orilla, mientras
que el Halcón volaba en busca del Agua de la Vida y el Cuervo iba á buscar el Agua
de la Muerte.
Poco después encontráronse los tres cuñados, abrieron el barril, sacaron los restos de príncipe
Ivan, laváronlos y los colocaron como debían estar.
Entonces el Cuervo los roció con el Agua de la Muerte, con lo cual los pedazos se unie
ron, quedando el cuerpo entero. El Halcón los roció después con el Agua de la Vida, y el
príncipe Ivan se puso en pié, exclamando:
— ¡ Ah! ¡ Cuánto tiempo he dormido!
— Más hubiera durado tu sueño si no fuese por nosotros, contestaron sus cuñados. Ahora
deseamos que nos hagas una visita.
— No , contestó Ivan ; quiero ir otra vez en busca de María Morewna.
Hízolo así, y cuando la hubo encontrado le dijo:
— Procura averiguar, preguntándolo á Koshchei, cómo pudo obtener tan buen caballo.
María Morewna eligió un momento favorable, é hizo la pregunta á Koshchei, quien le
contestó:
—Más allá de tres veces nueve tierras, en el reino décimo tercero, al otro lado del río
de las llamas, vive una Baba-Yaga (bruja) que tiene una yegua prodigiosa, tanto que da la
vuelta al mundo todos los días, y ademas posee otras magníficas. Yo guardé sus yeguadas
durante tres días, sin que se perdiese ni una bestia, y en recompensa de mi celo la Baba-Yaga
me regaló un potro.
— Pero ¿cómo pasaste á través del río de las llamas?
— Para esto tengo un pañuelo como el que ves; cuando lo agito tres veces con la mano
derecha, surge de pronto un altísimo puente, y el fuego no me puede alcanzar.
María Morewna escuchó atentamente todo esto, y repitióselo al príncipe Ivan en cuanto le
vio, entregándole después el pañuelo, que pudo sustraer á Koshchei. Gracias á esto, Ivan pudo
atravesar el río de las llamas y comenzó á buscar á la bruja; pero hubo, de pasar mucho tiempo
sin comer ni beber. Al fin encontró el nido de una ave que estaba allí con sus hijuelos, y
dijo en voz alta:
— Voy á comerme uno.
—No hagas tal, príncipe Ivan, replicó la madre, pues ya llegará el caso de que pueda
serte útil.
Ivan , continuando su marcha, vio una colmena en el bosque.
— Me comeré un pedazo de panal, dijo.
— No eches á perder mi miel, príncipe Ivan, exclamó la reina de las abejas, pues día
llegará en que te pueda servir.
Ivan obedeció, y andando, andando divisó de pronto una leona con su cachorro y dijo:
— Tengo tanta hambre, que me será forzoso aplacarla con la carne de ese cachorro.
— Déjanos en paz, príncipe Ivan, dijo la leona, que algún día te seré útil á mi vez.
— Bien, repuso Ivan; quedad en paz.
Hambriento y debilitado, Ivan siguió andando, hasta que al fin llegó al punto donde
estaba la mansión de la Baba-Yaga, alrededor de la cual veíanse doce postes formando círculo
, y en la extremidad de once de ellos una cabeza humana clavada; sólo el duodécimo estaba
libre.
— ¿Dónde estás, Baba-Yaga? gritó Ivan.
— Aquí me tienes, príncipe, contestó la bruja presentándose. ¿Para qué has venido?
¿Obras por tu propia voluntad, ó te han obligado á ello ?
— Vengo para adquirir un buen caballo.
— Sea como quieras, príncipe. No tendrás que servirme un año, sino tres días solamente;
y si cuidas bien mis yeguas, yo te daré un soberbio corcel; pero, de lo contrario, tu cabeza
quedará clavada en la extremidad del último poste que ves ahí.
El príncipe Ivan se sometió á esta condición, y la Baba-Yaga, después de darle de comer
y beber, dióle orden de ir á desempeñar su cometido; mas apenas hubieron salido las yeguas
al campo, agitaron sus colas y comenzaron á correr en todas direcciones á través de las praderas,
perdiéndose de vista antes que el príncipe tuviera tiempo de mirar á su alrededor. Entonces
Ivan prorumpió en llanto y sentóse en una piedra; mas cuando el sol iba á ponerse, llegó el
ave á cuyos hijuelos había respetado y díjole:
— Levántate, príncipe Ivan, que ya tienes las yeguas en casa.
El príncipe volvió a l a mansión de la bruja, que, enfurecida con sus yeguas, les gritaba:
—¿Por qué habéis vuelto?
—¿Qué habíamos de hacer? contestaban ellas; llegaron aves de todas las partes del mundo
, y poco ha faltado para que nos sacaran los ojos.
— Bien, bien, replicó la Baba-Yaga; mañana, en vez de diseminaros por las praderas,
dispersaos entre la espesura de los bosques.
El príncipe Ivan durmió toda la noche, y al levantarse por la mañana, la Baba-Yaga le
dijo:
— ¡ Alerta, príncipe! Si no tienes mucho cuidado con mis yeguas y llegas á perder una
sola, tu cabeza adornará la extremidad de ese poste.
Ivan condujo al campo á las yeguas, que, enderezando al punto sus colas, dispersáronse
entre las espesuras de los bosques; y otra vez el príncipe sentóse en una piedra para llorar y
acabó por dormirse. Ya iba á ponerse el sol, cuando la leona llegó corriendo y dijo al príncipe
:
— Levántate, Ivan, que ya tienes reunidas las yeguas.
El príncipe se dirigió á su morada, donde la bruja, más enfurecida que el día antes contra
los cuadrúpedos, gritábales:
— ¿Por qué habéis vuelto otra vez, infringiendo mis órdenes?
— ¿Cómo podíamos evitarlo? respondieron. Las fieras de todo el mundo avanzaban contra
nosotras para despedazarnos.
— Pues bien, mañana os arrojaréis en el mar azul.
El príncipe durmió también esta vez toda la noche, y á la mañana siguiente la Baba-Yaga
volvió á decirle:
— Si no vigilas bien mis yeguas y se pierde una sola, ya sabes que tu cabeza coronará
ese poste.
Ivan hizo salir los cuadrúpedos, y apenas estuvieron fuera enderezaron las colas y fueron
á precipitarse en el mar azul, en cuyas aguas se sumergieron hasta el cuello. El príncipe, sentándose,
como las otras veces, en una piedra, lloró hasta que le hubo vencido el sueño; pero
cuando el sol iba á ocultarse en el horizonte, llegó una abeja volando y dijo á Ivan:
— Levántate, príncipe, que ya tienes las yeguas juntas; pero cuando llegues á casa arre
glate de modo que la Baya-Yaga no pueda fijar en ti la vista. Para esto entra en la cuadra,
y una vez allí, ocúltate detras del pesebre. Entonces verás un potro que se revuelca en el
estiércol; apodérate de él y huye de la casa en el silencio de la noche.
Ivan cumplió en todas sus partes las instrucciones recibidas; introdújose en la cuadra y
ocultóse detras del pesebre, mientras que la Baba-Yaga apostrofaba á sus yeguas.
— ¿Por qué habéis vuelto? les decía.
—No hemos podido evitarlo, respondieron, porque de todas las partes del mundo llegaron
innumerables abejas que nos daban furiosas picadas.
La Baba-Yaga se fué á dormir, y en el silencio de la noche el príncipe Ivan se apoderó
del potro, ensillóle, montó de un salto y se dirigió hacia el río de las llamas. Llegado cerca
de la orilla, agitó el pañuelo tres veces con la diestra y de repente vio surgir del río, como
por ensalmo, un magnífico puente de prodigiosa altura. Ivan cruzó por allí, y agitando después
el pañuelo sólo dos veces con la mano izquierda, el puente desapareció, quedando en su
lugar otro sumamente frágil.
Cuando la Baba-Yaga se levantó á la mañana siguiente, echó de ver al punto la falta del
potro, y sin perder momento lanzóse en persecución de Ivan, montada en su mortero de
hierro, y barriendo con una escoba toda señal de sus huellas. Muy pronto llegó al río de las
llamas; mas apenas hubo llegado á la mitad del puente, rompióle éste en dos partes y la Baba-
Yaga cayó en el fuego, donde la esperaba una cruelísima muerte.
El príncipe Ivan engordó al potro, dejándole pacer en las verdes praderas, de modo que
no tardó en convertirse en un maravilloso corcel. Entonces Ivan corrió en busca de María
Morewna, que al verle llegar arrojóse en sus brazos, exclamando:
— ¿ Por qué medios te ha permitido Dios recobrar la vida ?
Ivan refirió cuanto le había pasado é invitó á María á seguirle.
— Tengo miedo, Ivan, contestó María, pues si Koshchei nos coge, volverá á hacerte
pedazos.
—No nos alcanzará, pues ahora tengo un corcel maravilloso que vuela como un pájaro.
Ivan y la princesa montaron al punto y el caballo emprendió la marcha.
Poco después, Koshchei el Inmortal regresaba á su palacio, cuando de improviso su corcel
tropezó.
— ¿Por qué tropiezas? le dijo su amo. ¿Olfateas algún peligro?
—El príncipe Ivan ha vuelto y se ha llevado á María Morewna.
—¿Podemos alcanzarlos?
— Sólo Dios lo sabe, pues el príncipe Ivan tiene un caballo mejor que yo.
—Pues no puedo consentir que esto quede así, dijo Koshchei el Inmortal; quiero perseguirlos.
Al cabo de algún tiempo Koshchei alcanzó al príncipe Ivan, apeóse al punto, y ya iba á
despedazarle con su cortante espada, cuando en el mismo instante el caballo del príncipe descargó
tan furioso par de coces en la frente del perseguidor, que le destrozó el cráneo, mientras
que Ivan remataba á su enemigo con un golpe de su maza. Hecho esto, Ivan formó un montón
de leña, como una especie de pira, y quemó á Koshchei el Inmortal, aventando después
sus cenizas. Entonces María Morewna montó el caballo de Koshchei, é Ivan el suyo propio
, y fueron á visitar al Cuervo , al Águila y al brillante Halcón, siendo recibidos por todos
con extremado regocijo.
— ¡Ah, príncipe! le dijeron. No esperábamos volver á verte; pero bien merece María Morewna
que por ella te hayas expuesto, pues aunque recorrieras todo el mundo no encontrarías
otra semejante.
Hubo fiestas y regocijos, y después Ivan y María volvieron á su reino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario