martes, 2 de abril de 2019

Ivan Papialof

Éranse un marido y mujer muy viejos que tenían tres hijos: dos de ellos asaz listos y el
otro bastante bobo. Este último se llamaba Ivan y de apodo Papialof.
Era el tal Ivan tan simple y tan indolente, que estuvo la friolera de doce años tendido en
la ceniza del hogar. Cuando, después de trascurrido este largo período, se levantó, sacudiéndose
la ropa, desprendiéronse de ella seis arrobas de ceniza.
Es de saber que la tierra que Ivan y su familia habitaban era la más extraña que en el
mundo se ha visto, como que en ella era siempre de noche. Y esto por obra de la maldita
serpiente, que se complacía en obstruir el paso á la luz del sol.
Ivan, que bajo su apariencia de mentecato ocultaba un heroico y sobresaliente corazón,
concibió el atrevido propósito de matar al monstruo, y así díjole á su padre:
—Padre mío, construidme una maza que pese seis libras.
Su padre se la construyó. En cuanto la tuvo, salió al campo y la arrojó al aire, á una
altura tan prodigiosa que se perdió completamente de vista. Al otro día volvió al mismo
sitio, echó atrás la cabeza y, volviendo á caer la maza, cayó sobre su frente, partiéndola en
dos mitades.
Tras esto regresó el chico á su cabana como si tal cosa y díjole á su padre:
—Padre, construidme una maza de diez libras.
Apenas la hubo recibido, salió otra vez al campo, la tiró al aire, como lo había hecho con
la primera, y volvióse muy tranquilamente á su casa. Tres días y tres noches estuvo la maza
cruzando el espacio. Al llegar el cuarto volvió Ivan al mismo sitio, y al ver que la maza caía
del cielo la recibió alzando una pierna. Con la violencia del choque rompióse la maza en tres
pedazos.
Al regresar á su casa encargó Ivan á su padre que le construyese una tercera maza del
peso de quince libras y repitió las mismas operaciones que había hecho con las anteriores;
pero ésta estuvo seis días en el aire. Al séptimo fué Ivan á verla caer y la recibió en la frente,
sin que la violencia de este golpe le produjese otro efecto que el de hacerle doblar la cabeza.
Entonces dijo Ivan:
—Ea, buena es. Con esta maza mataré la serpiente.
Dicho y hecho: llamó á sus hermanos y fuese con ellos en busca del reptil. El viaje era
muy largo; pero ellos eran inaccesibles al cansancio. Por fin, después de mucho andar llegaron
á un punto desde el cual se divisaba la morada de la serpiente, y esto reanimó sus bríos.
Llegáronse á la choza y el valeroso Ivan colgó sus guantes en la puerta, diciendo á sus hermanos
— Si viereis que mis guantes destilan sangre, acudid al punto á prestarme auxilio.
Así diciendo, entró en la choza.
Poco rato después apareció una serpiente de tres cabezas tendida sobre un caballo. Este
dio un tropezón, el perro que venía en pos de la cabalgadura aulló de un modo siniestro y
el halcón, que revoloteaba en torno de ellos, profirió un lúgubre chillido.
— ¿Por qué has tropezado, corcel mío? preguntó la serpiente. ¿Por qué aulla mi lebrel?
¿Por qué así grita mi halcón?
— ¿ Cómo no he de tropezar, replicó el corcel, si nos espera en la cabana Ivan Papialof?
Y repuso la serpiente:
—Vén acá, pues, Ivan; vén y midamos nuestras fuerzas.
Adelantóse el joven al oir el reto, empezó la lucha, Ivan mató á la serpiente y fué otra
vez á sentarse en la cabana.
Entonces apareció otra serpiente que tenía seis cabezas y fué muerta también por el animoso
mancebo; mas luego apareció otra que tenía doce cabezas. Comenzó de nuevo la lucha,
logrando Ivan cortarle nueve cabezas. Estaba ya el monstruo casi exánime, cuando acudió un
cuervo graznando.
— Vuela, le gritó la serpiente, vuela á decir á mi compañera que venga á devorar á Ivan
Papialof.
Pero Ivan, que tal oyó, gritóle á su vez:
— Vuela y di á mis hermanos que vengan sin tardanza para ayudarme á matar á esta serpiente
y tú te la comerás.
Y el cuervo, no prestando oídos sino á estas últimas palabras, voló á avisar á los hermanos
de Ivan. Despertaron éstos muy sobresaltados al oir el graznido del cuervo, corrieron á
socorrer á Ivan y entre todos mataron á la serpiente, cortándole después las cabezas, que
hicieron pedazos en la choza.
En aquel mismo instante rasgó la luz el velo tenebroso que la ocultaba, brillando con
espléndido fulgor sobre la tierra.
Volvíanse muy satisfechos á su casa los vencedores, cuando Ivan echó de ver que se había
dejado los guantes olvidados en la puerta de la choza. Retrocedió para ir á recogerlos, encargando
á sus hermanos que le aguardasen, y al llegar á la puerta oyó los gritos que daban dentro
de la choza la serpiente hembra y sus hijas. Deseoso de saber lo que decían, Ivan se convirtió
en gato y púsose á mayar al dintel de la choza. Abriéronle la puerta, enteróse de la
conversación y alejóse apresuradamente.
Cuando se hubo reunido con sus hermanos montó á caballo y prosiguieron la marcha.
Al cabo de mucho rato entraron en una verde pradera, en la cual había varios almohadones
que parecían invitarles al reposo, y dijo entonces Ivan á sus hermanos:
— Dejemos pacer á los caballos y entretanto descansemos un poco.
Pero de pronto exclamó como asaltado de un repentino recelo:
— ¡ Esperad!
Y cogiendo la maza, descargó un golpe sobre los almohadones, de los cuales brotó, con
asombro de todos, un chorro de sangre.

Al ver esto, Ivan y sus hermanos se alejaron más que deprisa, hasta que á no muy larga
distancia de aquel paraje encontraron un magnífico manzano, del cual colgaban hermosos frutos
de oro y plata.
— ¡Hermosas manzanas! exclamó el hermano mayor. Vamos á comernos una cada uno.
— ¡ Alto ! gritó Iván; esperad antes que yo las pruebe.
Dijo y descargó con la maza un golpe en el tronco del manzano, del cual, como de los
almohadones, brotó un chorro de sangre.
Alejáronse presurosos los tres hermanos y al cabo de otro rato encontraron una cristalina
fuente. Al verla, exclamó el hermano mayor:
— Bebamos de esa agua tan trasparente.
Pero Ivan repuso, como las otras veces:
— ¡Deteneos, hermanos!
Tras esto golpeó con la maza el manantial y su agua se convirtió en sangre.
La pradera, los almohadones, el manzano y el manantial no eran más que trasformaciones
de las hijas de la serpiente.
Ivan y sus hermanos seguían su camino, muy contentos de haberlas muerto, cuando de
pronto los alcanzó la compañera de la serpiente, que les iba á los alcances, volando con extraordinaria
rapidez. Abrió sus fauces desde el cielo hasta la tierra para tragarse á Ivan; pero éste
y sus hermanos le arrojaron tres libras de sal. Cuando el monstruo la hubo probado y conoció
el engaño volvió á volar y corrió tras de su enemigo.
Conociendo entonces Ivan el gran peligro que le amenazaba, apeóse y fué á esconderse
detras de doce puertas en la fragua de Kuzma y Demian. Llegó la serpiente volando y dijo á
Kuzma y á Demian:
— Entregadme á Ivan Papialof.
A lo cual replicaron ellos:
— Pasa, si puedes, la lengua al través de las doce puertas y cógelo.
Entonces la compañera de la serpiente se puso á roer las puertas; pero, entretanto, los
de dentro empezaron á calentar unas tenazas de hierro, y cuando el monstruo metió la lengua
por el agujero que había hecho, se la cogieron con las tenazas incandescentes, descargando
sobre ella sendos martillazos. Muerto ya el monstruo, lo arrojaron al fuego, aventando después
sus cenizas.
El cuento acaba con estas palabras textuales:
«Y entonces Ivan y sus hermanos regresaron á su casa , en donde vivieron felices y contentos
, celebrando alegres festines en los cuales se bebía vino é hidromiel.
»Yo también estaba allí y me dieron excelente licor; pero en vez de entrar en la boca se
deslizó por la barba. »

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