lunes, 1 de abril de 2019

MITOS Y LEYENDAS DE TRACIA

ORFEO
La más ancestral de las leyendas tracias guarda relación con el rito y con el
mito a un tiempo, y dilucidar dónde empieza uno y termina el otro es tarea
ardua, si no imposible, pues lo mítico y lo ritual se hallan siempre unidos en la
composición de una misma estructura: conforman, por así decirlo, las dos caras
de la misma moneda. Todas las religiones y creencias aparecen, en cuanto a su
origen, revestidas de cierta influencia órfica en opinión de acreditados
pensadores y ensayistas —tal es el caso de Salomón Reinach que titula su más
afamada obra, precisamente así: "Orfeo, Historia General de las Religiones"—;
por todo ello, cobra gran importancia la mítica figura de Orfeo, el legendario
sabio tracio que tenía por atributos la piel de zorro, con la que siempre se cubría,
y la lira, el instrumento musical que siempre le acompañaba. No obstante, se
dice que Orfeo no existió nunca y que su principal asertor fue el siempre insigne
Virgilio en su obra "las Geórgicas".
Toda una filosofía órfica, misterios órficos y ritos órficos, ha generado la
figura de Orfeo y, especialmente, su "bajada a los infiernos".
En torno a Orfeo se formó una misteriosa secta cuyo ritual se caracterizaba
por su complejidad. La pertenencia a ella siempre era un secreto bien guardado
entre sus miembros. Todo lo cual dio como fruto un sistema teológico conocido
por el nombre de "orfismo". La influencia de esta tendencia se extendió por todo
el mundo clásico y perduró tiempo después. La figura de Orfeo cobra
importancia a través de todos los tiempos y su estudio es imprescindible y
obligatorio para construir un mapa mitológico en torno al legendario héroe, si es
que se quiere sacar una serie de aseveraciones hasta ahora inéditas o
deficientemente interpretadas, cuando no mal comprendidas. Lo cierto es que el
fenómeno del orfismo ha sido tratado por estudiosos de todos los tiempos y sus
conclusiones no han estado exentas de cierta ácida polémica.
HIJO DE UNA MUSA
Posiblemente el padre de Orfeo fue un dios que atravesaba la región de
Tracia. Se le rendía culto por ello, pues el agua ya era considerada por los
pueblos antiguos como uno de los más preciados dones que la naturaleza puede
ofrecernos. Las diversas versiones sobre el mito de Orfeo hacen a éste hijo de la
musa Calíope que guiaba al resto de sus compañeras y, al decir de los narradores
clásicos, era la protectora de la poesía épica y la inspiradora de todo lo lírico y
hermoso que encierran las palabras.
También era considerada Calíope como la musa que ayudaba en la curación
de las enfermedades y vigilaba por que la medicina surtiera el efecto benéfico
esperado. Se dice que Calíope fue también madre de las míticas Sirenas y, sobre
todo, se la relaciona con el gran héroe Aquiles, al que adiestró en el difícil arte
de la entonación y del canto. Esta musa, madre de Orfeo, tuvo también una
intervención decisiva con ocasión de la disputa entre Afrodita/Venus y
Perséfone/Proserpina, cuando ambas rivalizaron por retener al bello Adonis,
todo lo cual generó la hermosa leyenda que lleva el nombre de este bello efebo y
que se halla muy extendida por las riberas mediterráneas. La musa Calíope
reunió a ambas diosas y logró que cesaran en su animadversión mutua. A partir
de entonces, Adonis repartiría su tiempo entre Perséfone y Afrodita,
permanecerá al lado de una y de otra por igual.
EL ARBOL DE LA MIRRA. EL MITO DE ADONIS.
Pero el mito de Adonis, aparte de guardar cierta relación con la musa
Calíope, madre de Orfeo, adquiere tintes en cierto modo atractivos, por lo que
no estaría de más describirlo. Especialmente llama la atención la belleza de
Adonis, del que se dice que había nacido de Mirra, hija del rey de Chipre que,
mediante engaño, fue obligada a yacer con su propio padre y en cuanto se dio
cuenta pidió a los dioses que la perdonaran, aunque al instante quedó convertida
en el árbol de la mirra. El incesto fue provocado por la diosa Afrodita, que sentía
odio y desprecio por Mirra —pues ésta había alardeado de su belleza hasta el
punto de creerse más hermosa que la propia Afrodita— y, por así decirlo, urdió
tan sutil y retorcida trampa. La unión de la hija y el padre se producía en la
oscuridad y hasta la nodriza contribuía a llevar adelante los planes de la diosa
Afrodita pues, según cuentan las crónicas, se encargaba de emborrachar al padre
de Mirra. No obstante, éste llegó a darse cuenta de la barbaridad que estaba
cometiendo y se propuso matar a su hija Mirra —es decir, que resolvió
compensar una barbaridad con otra barbaridad mayor, curioso en verdad, pero
los dioses decidieron convertirla en árbol y librarla así de la ira de su progenitor.
Pasó un tiempo prudencial y aquel árbol fue acorneado por un terrible jabalí y,
entonces, de entre la espesura de sus ramas cayó un hermoso niño que fue
recogido por Afrodita y confiado a Perséfone. Se le impuso el nombre de Adonis
y creció y se hizo un muchacho hermoso, la misma Perséfone se enamoró de él y
se negó a devolverlo cuando le fue reclamado por Afrodita.
ANEMONAS Y ROSAS ROJAS
Pero Zeus y la musa Calíope determinaron que el muchacho pasara cuatro
meses con cada diosa, con lo que las desavenencias entre ambas se terminaron.
Cuentan las leyendas que el joven Adonis era muy aficionado a la caza y que, en
cierta ocasión, cuando persiguía a un jabalí, éste se revolvió contra aquél y lo
volteó y pisó. Enseguida acudió Afrodita en ayuda del hermoso efebo, pero sus
heridas eran muy profundas y terminó desangrándose, por lo que le sobrevino la
muerte. La misma Afrodita se hirió al intentar ayudar a su protegido Adonis. En
el lugar de los hechos brotaron, con el tiempo, anémonas —que procedían de la
sangre derramada en aquel lugar por Adonis—, y rosas blancas que fueron
cambiando su color —debido a la sangre derramada por Afrodita cuando se hirió
— hasta teñirse por completo de rojo. Desde entonces, las rosas rojas ya no
perdieron nunca su color y siempre nacen así en recuerdo de Afrodita.
Cuentan los más afamados cronistas que Adonis decidió pasar también los
meses que Zeus y Calíope le habían reservado para él mismo, con la diosa
Afrodita, por lo que ésta se sintió halagada y decidió proteger y ayudar, en lo
sucesivo, a tan bello efebo. Algunas versiones del mito de Adonis explican que
el jabalí que infligió las heridas que causaron la muerte del joven efebo era, en
realidad, el poderoso dios Ares que se metamorfoseó de tal suerte porque
conocía la pasión que Adonis sentía por la caza y, como no lograra atraer hacia
él a la bella Afrodita, le esperó en lo profundo del bosque y acabó con él. En
cambio, otros cronistas de aquel tiempo explicarían que el famoso jabalí era, en
realidad, la personificación del dios Apolo, quien se había transformado de este
modo para vengar la muerte de su hijo Erimanto al que, según cuenta la leyenda,
había castigado Afrodita —se dice que la diosa volvió ciego al hijo de Apolo—
porque cuando se estaba bañando fue sorprendida por aquél.
EL ROBLEDAL DE TRACIA
Las cualidades de este joven efebo han sido evocadas por todos los
cronistas del mito. Especialmente a Orfeo se le asocia con una de las más bellas
artes de todos los tiempos, es decir, con la música. Se dice que el dios Apolo le
regaló una lira con siete cuerdas y que el propio Orfeo añadió dos más a este
instrumento, con lo que logró sacar unos sonidos y unas melodías que
amansaban a las fieras; el canto que acompañaba ua la suave música que
emanaba de aquel instrumento tenía la particularidad de hacer que árboles y
montes acogieran, y protegieran, al joven Orfeo de cualesquiera peligros que
pudieran sobrevenirle. La leyenda ha recogido, incluso, unos hechos tan líricos
como aquellos que narran la historia del robledal de Tracia en el que los árboles
que lo componen danzan, hasta el día de hoy, por efecto de la melodía que salió
de la lira del joven y bello Orfeo un día ya muy lejano.
Se cuenta también que hasta los humanos se sentían mejor, y su carácter se
dulcificaba, cuando escuchaban los serenos sonidos que salían de la lira del
bello efebo Orfeo. Música y poesía se han fundido, a través de los tiempos, en la
cítara y la lira que Orfeo perfeccionó, dotándolas de nueve cuerdas en memoria
de las "nueve Musas" pues, como ya sabemos, él mismo fue engendrado por la
más principal de todas ellas: por la musa Calíope.
POR EL CAMINO DE LA COLQUIDA
Una serie de avatares míticos se resolverán felizmente merced a la
intervención de Orfeo con sus instrumentos musicales. Por ejemplo, según
narran las crónicas clásicas, cuando la expedición de los Argonautas tenía
dificultades debido al mar embravecido, el joven Orfeo —que se encontraba
presente en la citada expedición— arrancaba tales sonidos armónicos a su cítara,
y entonaba tan desgarradoras canciones, que las aguas se calmaban y el mar
entero se transformaba en una, por así decirlo, balsa de aceite. De este modo, los
expedicionarios pudieron seguir su camino hacia la región de la Cólquida en
busca de aquella preciada piel del mítico carnero que, según las narraciones
clásicas, nació de la unión entre Teófane —mujer de extremada belleza, a la que
acosaban sus admiradores, y que Poseidón secuestró y trasladó a la isla de
Crisina para, una vez allí, convertirla en oveja y él mismo metamorfosearse en
carnero— y Poseidón, dando lugar a la leyenda del Vellocino de Oro. Un
gigantesco y fiero dragón custodiaba el citado trofeo y no dejaba acercarse a
nadie hasta el Vellocino de Oro pero, la lira y la cítara de Orfeo, suavemente
manejadas por el joven, trocaron en mansedumbre la ferocidad del dragón y, de
este modo, el jefe de la expedición —el osado Jasón— lograría matar al
monstruo.
Muchas ocasiones tuvo Orfeo para calmar con su cítara y su lira la furia
desatada de numerosos animales salvajes. Y, a menudo, los mortales fueron
librados del ataque de esas agresivas fieras que, al oír la música emanada de los
instrumentos manejados con maestra por el joven Orfeo, enseguida abandonaban
sus cuevas y guaridas y se volvían, al propio tiempo, dóciles y mansas.
HISTORIA DE AMOR
Con todo, el episodio más significativo, y que tiene por protagonista a
Orfeo y a su lira, acaso sea el acaecido en la región subterránea del Tártaro.
Cuentan las más ancestrales leyendas que hasta el infernal perro que guardaba
aquellas regiones abisales, el Cancerbero, cedió ante la música del joven Orfeo y
permitió a éste adentrarse en los oscuros dominios de Hades/Plutón. Mas ¿por
qué iba a querer el joven efebo traspasar el umbral de la puerta del Tártaro? Para
contestar con precisión la pregunta antedicha se hace necesario describir una
dulce historia de amor cuyos protagonistas serán Orfeo y la bella ninfa Eurídice.
Cuentas las crónicas que la joven muchacha, sintiéndose acosada por uno de sus
pretendientes, concretamente por Aristeo —hijo de Cirene y Apolo que, según la
tradición, fue cuidado por las Musas, quienes le enseñaron el arte de la curación
y de la adivinación—, decidió huir y tuvo tan mala fortuna que, en su alocada
carrera, vino a tropezar con una enorme serpiente que clavó, al instante, sus
venenosas fauces en la rosada piel de Eurídice causándole la muerte. Grande fue
el desconsuelo de Orfeo, quien decidió bajar al Tártaro —armado con su lira—
para rescatar a su amada. ¡Qué vana pretensión!, podríamos, en un primer
momento, pensar; pues nadie, hasta ahora, había vuelto de los dominios de
Hades/Plutón. Sin embargo, nuestro héroe, llevando como único equipaje su
canto y su música, llegó hasta la misma puerta del Tártaro y traspasó su umbral
—con el permiso expreso del fiero Cancerbero, naturalmente—, y se adentro en
los oscuros abismos de tan siniestro lugar. Después de deleitar con su cítara y
sus canciones al propio Hades/Plutón, le rogó que permitiera salir a Eurídice del
Tártaro, a lo cual accedió la terrible deidad, con la condición de que el joven
músico no mirara hacia atrás, para comprobar que le seguía su amada, mientras
no se hallaran ambos fuera de aquellos lugares infernales. Aceptó Orfeo tales
planteamientos y se dispuso a caminar hacía la salida del Tártaro; cuando ya casi
se hallaba fuera de aquella región oscura, sintió la necesidad de comprobar si su
querida Eurídice le seguía y, sin acordarse de la condición impuesta por
Hades/Plutón, volvió la cabeza para mirar. Mas sólo alcanzó a ver, entre
asustado y atónito, cómo su amada se convertía en humo y desaparecía para
siempre.
RETIRADA DE ORFEO
A raíz de los hechos narrados, el joven efebo quedó sumido en la más
profunda de las tristezas. La pérdida de su amada Eurídice trastornó al
muchacho y, para sobreponerse a tan agudo dolor, Orfeo se dedicó a
confeccionar una especie de guía, por así decirlo, que describiera aquellos
lugares secretos y oscuros que constituían los dominios de Plutón para, así,
alertar al resto de los mortales. Se dice que Orfeo, después de abandonar el
Tártaro, y una vez que ya se hubo resignado a la irreparable pérdida de Eurídice,
se dedicó a explicar la manera de hallar el camino que conducía a los dominios
de Plutón y, así, mostró a las almas de los mortales los escondidos vericuetos
que desembocaban en la orilla misma del Aqueronte, el oscuro río que acotaba la
región del Tártaro y cuyas turbias aguas sólo podían ser atravesadas por la barca
de Caronte.
Aún hizo otro intento de bajar a los infiernos nuestro héroe pero, esta vez,
no consiguió sus propósitos. Y no porque hubiera decaído en su empeño, ya que
durante siete días y siete noches permaneció en la ribera misma del pestilente río
Aqueronte a la espera de que el barquero de la muerte lo transportara hasta la
puerta misma de las regiones subterráneas que ya había visitado antes. Todo
resultó fallido, y Orfeo se resignó a la pérdida de su amada y, al propio tiempo,
entro en una especie de apatía que le conduciría a la muerte. Después que
nuestro héroe hubo abandonado aquellos lugares de perdición, se encaminó
hacia las montañas situadas en lo más apartado de la región de Tracia. Buscaba
la soledad para aliviar su pena y calmar su dolor.
CRIMEN HORRENDO
La única compañía que Orfeo aceptaba de buen grado era la de los
animales que habitaban en aquella zona tan inhóspita de Tracia, los cuales se le
acercaban mansamente cuando oían la música que salía de su cítara. Mas pronto
dieron con el refugio del joven efebo algunas mujeres que, en principio,
pretendían consolarle aunque, en realidad, lo que intentaban era hacer olvidar a
Orfeo todo recuerdo antiguo y penoso, y conquistarlo con sus encantos. Pero, el
joven, había decidido no tener nunca más relación alguna con otras mujeres y,
de una forma indirecta, rechazaba todo ofrecimiento que se le hiciera en tal
sentido. Cuenta la tradición que las mujeres que moraban en aquella zona de
Tracia, sintiéndose rechazadas por el joven efebo y, despechadas y dolidas,
decidieron esperar hasta las fechas en honor de Baco y vengarse. Y así fue
como, una vez convertidas en bacantes, las mujeres tracias cometieron el más
horrendo crimen de la historia pues no sólo mataron a Orfeo, sino también a
todos sus adeptos.
"MISTERIOS DE REA"
Algunas versiones del mito que estamos considerando explicaban, en
cambio, que los hechos se habían desarrollado de otro modo, si bien las
consecuencias y el desenlace final fueron los mismos. El caso es que, según
cierta tradición, Orfeo había instituido unos misterios, al volver del Tártaro,
denominados "misterios de Rea" y había prohibido el acceso de su conocimiento
a las mujeres. Entonces, una noche que los hombres tenían reunión para
dilucidar sobre el contenido ritual de los citados misterios, las mujeres de Tracia
los siguieron hasta el lugar de los hechos y como vieran que aquéllos
abandonaban sus armas antes de adentrarse en el recinto en que celebraban su
liturgia, robaron los instrumentos de tortura y mataron a Orfeo y a sus
acompañantes sin contemplación alguna. Cortaron la cabeza del joven y la
arrojaron a las aguas del caudaloso río Hebro —que nacía en las profundidades
de dos míticas montañas envueltas en un halo de leyenda, pues se decía que
personificaban al matrimonio formado por la bella Ródope y el joven Hemo
quienes, por suplantar a los reyes del Olimpo, y exigir un culto propio para sí,
fueron castigados por Zeus a metamorfosearse en dos montañas contiguas que
albergarían en sus profundidades límpidas corrientes de agua que, al salir a la
superficie, formaría el caudaloso río Hebro— que la arrastró hasta Lesbos y, así,
se convirtió este lugar en cuna de la poesía lírica. Tan aberrante comportamiento
de las mujeres tracias aparecía relacionado con la aptitud despreciativa que el
músico Orfeo tenía para con ellas pues, como todo el mundo sabía por entonces,
le atraían más los muchachos que las muchachas. Y esto provocaba la ira de las
mujeres tracias. Otra versión del mito de la muerte de nuestro héroe nos aclara
que fue el mismo dios Baco quien enviscó a las bacantes contra Orfeo porque
temía que los misterios que el joven había instituido podían desbancar a las
fiestas erigidas en honor de la deidad de marras.
REPOSO DE ORFEO
No obstante, son muchos los lugares míticos en los que, según la tradición
popular, se encuentran tumbas con los restos de Orfeo. La tradición popular nos
habla de que en Tesalia existía una urna de mármol que contenía las cenizas de
Orfeo, las cuales no debían ser expuestas a la luz —según prescripción del
oráculo— pues, en caso contrario, sobrevendrían desgracias sin cuento a la
ciudad. Lo cierto es que, aunque no pareciera que tal predicción del oráculo
fuera a cumplirse, una serie de avatares hizo que las columnas que sostenían el
sarcófago con las cenizas del joven efebo cayeran a tierra y se desparramaran
por el suelo, con lo que fueron penetradas por el sol. Al instante, el día se tornó
oscuro y una gran tormenta se desencadenó en toda la región; el río que
bordeaba la ciudad se desbordó y la arrasó casi por completo. Las leyendas
sobre Orfeo surgieron por doquier y, por ejemplo, se decía que su lira voló hacia
los espacios siderales y se convirtió en una de las constelaciones que pueblan el
cosmos. También se afirmaba que entre los adornos arquitectónicos del
mausoleo en el que yacía Orfeo anidaban ruiseñores que cantaban y trinaban de
una manera poco común. También, la más extendida de las leyendas, afirmaba
que los Campos Eliseos acogieron el alma de Orfeo a su muerte y que su figura
estilizada aparece, en ocasiones, revestida con una larga túnica blanca mientras
se le oye entonar un canto hermoso que atrae a todos los bienaventurados que en
aquel hermoso lugar se congregan.
"LOS SONIDOS DEL SILENCIO"
Muchos otros acontecimientos que por aquel tiempo ancestral se
produjeron tuvieron cierta relación con la irreparable y trágica pérdida de Orfeo.
Y siempre a nuestro héroe se le ha relacionado, de manera especial, con la
música. La tradición popular pregonaba con persistencia las excelencias de
Orfeo y su canto hasta después de su muerte. Se dice que las propias musas, sus
servidoras y compañeras, recogieron los restos del joven efebo —al que las
mujeres tracias habían destrozado— y los sepultaron en un hermoso y, desde
entonces, sagrado lugar, situado al pie mismo del idílico Olimpo.
Después de realizar tan triste tarea, cuenta la leyenda que las musas se
retiraron al más escondido e inaccesible de los lugares míticos y, en recuerdo del
héroe que tanto habían amado, se apagaron. El más visitado de los santuarios de
aquel tiempo recibió la cabeza y la lira de Orfeo, que habían sido arrastradas
hasta la isla de Lesbos, primero por las aguas rápidas del río Hebro y, después,
por el oleaje vibrante del mar Mediterráneo. Una música de suaves cadencias y
un canto melodioso emergen a partir de ahora, según las leyendas, del interior
del silencioso templo y nadie, hasta ahora, ha podido acallarlos.
ORFEO EN EL ARTE
Puesto que el orfismo se constituyó en sistema no sólo mitológico, sino
también teológico, en cuanto que se rodeó de ritos y liturgia acordes con formas
religiosas y esotéricas, puede afirmarse que su influencia alcanzó a todos los
estamentos sociales, culturales y artísticos; ya se consideren éstos tanto desde
una perspectiva espacial como desde un punto de vista temporal.
Las representaciones de Orfeo, así como las interpretaciones del mito de su
muerte, han estado presentes entre los artistas clásicos, medievales, modernos y
contemporáneos. En Delfos aparecen frescos de Orfeo visitando los dominios de
Hades/Plutón, en busca de su amada Euridice. Y pinturas que representan al
joven músico en aptitud de aplacar la furia de las olas del mar en su viaje con los
Argonautas son también descritas por los estudiosos del arte, a través de todos
los tiempos. La más conocida es aquella que explica Filostratos, y en la que
aparece Orfeo sobre la cubierta de la nave de los expedicionarios del Vellocino
de Oro entonando un canto que produce el amaine del fuerte temporal. Existen,
por lo demás, numerosas representaciones pictóricas cuyo motivo principal es
Orfeo y que aparecen recogidas por las distintas tradiciones cristianas. Se ha
dicho que el simbolismo emanado de Orfeo rodeado de animales en aptitud
mansa ha sido retomado por los cristianos para introducir la figura del "Buen
Pastor". También, pintores como Delacroix se inspiraron en el mito de Orfeo
para representar en algunos de sus cuadros aspectos relacionados con el célebre
músico; aun que en el caso que nos ocupa, el artista quiso destacar la
importancia que para la civilización, y para la paz y el entendimiento de los
pueblos, tuvo el famoso mito. Hay obras con el sentido aludido en determina dos
estamentos de algunas ciudades europeas. Por ejemplo, en el edificio de la
Cámara de Diputados de París existe una obra de Delacroix que rememora el
mito de Orfeo desde una perspectiva relacionada con los estados de civilización
y con las pretensiones humanas de la paz. También en la biblioteca del palacio
de Luxemburgo, en una de sus cúpulas, hay una pintura que muestra el joven
efebo en actitud de adoctrinar a un famoso historiador de la época clásica.
Artistas de todos los tiempos han plasmado en sus obras escenas de la vida
de Orfeo. Por ejemplo, cabe mencionar, al respecto, el cuadro de Francaise en el
que el joven efebo deleita con su canto a su amada Eurídice. O la pintura de
Jalabert, que muestra a las musas escuchando la música interpretada por Orfeo.
Tampoco hay que olvidar las alusiones al dolor y a la muerte de Orfeo que se
hallan en la obra gráfica de artistas como Levy o Moreau. A este último
pertenece el famoso cuadro en el que aparece una joven recogiendo la cabeza
del malogrado músico.
En cuanto a la escultura, los artistas clásicos han representado con
frecuencia al joven músico dentro de un conjunto formado por Zeus y Baco, al
cual se le conoce como el grupo del templo de Olimpia. También existen
esculturas que representan a Orfeo con el semblante cargado de dolor, y que han
sido realizadas por célebres y premiados artistas del siglo XIX.
Son frecuentes, por otra parte, las representaciones de Orfeo amansando
con su música y su canto a los animales y que aparecen en piezas de cerámica,
sobre todo a partir del siglo V (a. C.).
HEROES DE TRACIA
Además de Orfeo, también hubo otros personajes en Tracia que fueron
relacionados con la música. Acaso el más conocido de ellos haya sido Támiras,
al que se le considera el primer poeta, cantor y músico de todos los tiempos.
También se le relaciona con el estilo más innovador de la música y se afirma que
fue quien introdujo el denominado "modo dórico". Legendarias historias
mitológicas explican que Támiras se atrevió a pregonar la superioridad de su
canto hasta llegar a desafiar a las propias musas. Estas castigaron su arrogancia
de forma excesivamente severa pues, al parecer, amenguaron sustancialmente
todas las cualidades que el joven cantor poseía y le privaron de la vista. De nada
le servía ya su otrora maravilloso instrumento musical, por lo que el muchacho
decidió arrojar la lira al río más caudaloso de la región del Peloponeso.
Otro de los más célebres personajes de Tracia fue Filamón, al que se le
atribuían dotes de músico y adivino, y se le reconocían cualidades de poeta. La
tradición clásica lo hace hijo de Apolo y padre de Támiris. Al parecer se sintió
atraído por la ninfa Argíope y luego, en cuanto logró de ella una total entrega, la
repudió; la hermosa muchacha huyó a Tracia y, una vez allí, dio a luz a su hijo
Támiris.
También cuentan las crónicas que Filamón fue el introductor de los míticos
misterios de Deméter y, además, se le tiene por el fundador de los coros
formados por voces femeninas. Se dice, también, que fue uno de los integrantes
de la expedición de los Argonautas, y que murió como un héroe defendiendo a
los habitantes de Delfos contra los ataques de los flegios.
EUMOLPO
La tradición popular nos habla de la leyenda de una joven que había sido
amada por el dios de las aguas y que, por temor a ser castigada por sus
progenitores, abandonó al niño que había engendrado en lo más profundo del
más lejano de los mares. Pero Neptuno/Posidón lo recogió y se lo confió a una
mujer etíope, la cual le hizo el honor, cuando ya hubo llegado a la madurez, de
concederle la mano de una de sus hijas. Pero, según cuentan las narraciones de
aquel tiempo, el muchacho —de nombre Eumolpo— deseaba también a una de
las hermanas de la joven. Como no pudiera satisfacer sus propósitos de buen
grado, decidió hacerlo por la fuerza e intentó forzar a la muchacha. Al punto se
vio perseguido por los progenitores de la joven. Huyó hasta Tracia y se dedicó a
conspirar y a urdir tramas de todo tipo contra sus antiguos benefactores. Pero
también fue expulsado de Tracia, debido a la conflictividad que su presencia
creaba a los gobernantes de aquella región. Al parecer se refugió en Eleusis y,
acaso para ganar el favor de los ciudadanos de esta ciudad, se propuso instruir a
la población en los misterios de Deméter y Perséfone. Este cambio de actitud en
Eumolpo sirvió para que su antiguo benefactor, es decir, el rey de Tracia, le
reconociera como su sucesor, después de que ambos se hubieron reconciliado.
Siendo ya monarca de Tracia fue reclamado por los gobernantes de Eleusis para
que les ayudara en su lucha contra los atenienses. Eumolpo accedió a tal petición
no sólo para satisfacer a sus nuevos aliados, sino porque pretendía para sí el
trono de Atenas. Cuando se dirigía al frente de su ejército hacia el campo de
batalla fue atacado por los enemigos, a los que se enfrentó en cruel combate, y
perdió la vida.
COMPAÑERO Y CONTEMPORANEO
Hay otros personajes tracios que todos los narradores citan con cierta
profusión. Algunos de ellos tienen las mismas cualidades y características que
Orfeo, son como sosias del afamado músico. Tal es el caso de Mousaio, al que
las diferentes tradiciones han considerado unas veces como compañero del héroe
y otras como su amigo y contemporáneo; hasta se ha llegado a defender la tesis
de que Mousaio era hijo de Orfeo. Lo cierto es que este personaje singular tuvo
cierta importancia entre los tracios porque se le consideraba un adivino y un
excepcional músico. No obstante, debe su fama al exhaustivo conocimiento que
tenía del arte de curar hasta las más graves enfermedades. Era también uno de
los más afamados recopiladores de oráculos de aquella época; y conocía todos
los secretos y sortilegios necesarios en los rituales iniciáticos y de purificación.
En tal sentido, se le atribuye la introducción entre los tracios, y en el Atica, de
los misterios de Eleusis.

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