lunes, 25 de marzo de 2019

EL ESPECTRO DE LA FUENTE DE LA PEÑA

Un arriero que regresaba de los Villares una noche, al pasar por la Fuente de la Peña, le pareció oír los sollozos de un niño. Allí había un lavadero donde las mujeres subían a lavar la ropa. El arriero tal vez pensó que se trataba del hijo de alguna de aquellas lavanderas que se había perdido.
Buscó el origen de los sollozos y vio que era un niño de dos o tres años. Lo tomó en brazos y procuró tranquilizarlo. Cuando cesó de llorar, lo colocó atrás en la mula y continuó su camino hacia Jaén.
Ya entrando en el barrio de San Felipe, un poco antes de llegar a la Glorieta, el arriero empezó a notar que las mulas iban tornando su paso en fatigoso. Parecía como si un peso muy grande las lastrara. El hombre se extrañó y cuando echó la cabeza hacia atrás para ver qué pasaba en la recua, se encontró con que el niño se había convertido en un ser enorme y monstruoso, una criatura de rostro terrible y enormes dientes. Y con cierta sorna, le preguntó:
- ¿Tienes dientes como yo?
El arriero, pese a ser un hombre hecho y derecho, descabalgó de un salto y, sin ocuparse de sus mulas que se desperdigaron por calles y caminos, salió corriendo al tiempo que se santiguaba.

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