sábado, 23 de marzo de 2019

El campisto y el Ángel Caído

Un pobre campisto, campesino, fue a buscar su ganado
en las montañas. Como era muy pobre, no llevó para
su alimento sino un huevo de gallina. En el camino encontró
un perrito recién nacido, y de puro compadecido
lo recogió y envolvió en su poncho. Después de tanto caminar
encontró sus animales, pero como ya era muy tarde
para volver a su casa, se acomodó debajo de un árbol,
resuelto ¡i pasar la noche de ese modo. El bosque se inundó
de una oscuridad terrible, y ruidos extraños no lo dejaron
dormir, a pesar de que se encontraba muy cansado.
Más o menos a medianoche escuchó que alguien cantaba
por allí cerca; después oyó una carcajada, primero aguda
y luego grave.
«Estoy oliendo carne humana», dijo una voz de varón.
Varias voces le contestaron: «Búscalo, que debe estar cerca
». «Ya estoy cerca de él», agregó el primero.
El vaquero sintió que el corazón le quería salir del pecho,
y se acurrucó más aún para que no lo descubriera el
Angel Caído, que era el que en ese momento lo buscaba.
Pero fatalmente logró ubicarlo, y ya iba a arrastrarlo,
cuando el perrito que guardaba envuelto en su poncho, se
transformó en un perro grande y comenzó a ladrar con
furia. El Ángel Caído gritó entonces: «¡Aquí está, pero
con un quiro-quiro!»." Los demás espíritus acudieron a
auxiliar a su compañero; ya iban a lanzarse sobre el vaquero,
cuando el huevo que este llevaba en el bolsillo reventó
y, saliendo de él, un gallito cantó: «Ya amaneció^. Los
espíritus malos, que tienen mucho miedo a la luz del Sol,
huyeron espantados a sus cavernas, exclamando: «Agradece
que ya es de mañanita. Pero otro día nos la pagarás».
Y así, gracias al perrito y al gallo, se salvó el vaquero de
la maldad de los espíritus del bosque.

9 comentarios: