domingo, 24 de marzo de 2019

LEYENDA DE “LA CASA DE LOS RINCONES”

Según unos, la casa estuvo adosada al muro del estanque, junto a la iglesia; para otros, sería la que hace esquina con un callejón sin salida y que actualmente luce una estrella de David.

Antecedentes:
A mediados del S. XIV, el reino castellano-leonés se vio envuelto en una guerra civil motivada por el enfrentamiento entre el Rey D. Pedro I y su hermano bastardo Enrique de Trastámara. Éste prometió cuantiosos beneficios (mercedes) a aquellos nobles que le apoyasen, mientras que aquél luchaba por su trono apoyado por el pueblo llano y algunos nobles. Los de Jaén, Úbeda y Baeza se dejaron comprar por Enrique, al igual que los de otras ciudades castellano-leonesas. Pedro I se alió, con el Príncipe Negro de Inglaterra (que obtuvo como regalo un enorme diamante, hoy en la corona de la reina inglesa), y después con el Rey de Granada, Mohamed “El Viejo” quien, asistido de siete mil jinetes, ochenta mil peones y doce mil infantes, se vengó de Jaén en 1368 (2). Por ello, más que “El Cruel”, como se le ha dado en llamar, hay que apodarlo “El Justiciero”, como así dispuso Felipe II
En aquellos sucesos intervino el señor de la Torre de Pero Gil, vasallo de D. Pedro (Pero Gil era uno de los doce caballeros de Úbeda que conquistaron Algeciras, aunque también pudo ser el mote dado a D. Pedro por su hermanastro bastardo).
El conde de las Almenas, escribió su romance en 1.862 y fue recogido por Alfredo Cazabán. El texto que se inserta fue el publicado por D. José Chamorro Lozano en su Guía artística y monumental de la ciudad de Jaén. Hoy te ha tocado leerlo.
En una noche de las clásicas de Jaén, noche de pertinaz lluvia y de furioso viento, un hombre embozado paseaba por el antiguo zoco árabe, no lejos de la fuente de la Magdalena. Aquel embozado era el Rey D. Pedro, que esperaba a Pedro Gil, quien pronto llegó a él para decirle que al amanecer del siguiente día, Jaén levantaría pendones por D. Enrique.
Para ponerse a salvo y no pudiendo escapar a aquella hora por la inclemencia de la noche, D. Pedro llamó en la primera ventana que halló próxima. La puerta de la casa se abrió y el dueño de ella dio hospedaje a aquellos hidalgos, que ocultaron sus nombres.
Al apuntar el alba del siguiente día, Don Pedro y Pedro Gil se levantaron de sus lechos dispuestos a salir de la ciudad, más al avanzar Pedro Gil hacia la habitación inmediata, vio en un rincón de ella a un hombre armado.
• ¡Señor, señor, nos vendieron! - la mano en su daga puesta - exclama el noble hijodalgo...
• ¡Villanos! Nunca tal mengua en los que su hogar me dieron, a suponer me atreviera.
• No son traidores, Señor, Los que con leal reserva a su Rey dieron guarda pasando la noche en vela -exclama el buen Salazar-, y con la rodilla en tierra, al Rey presenta sus armas... sólo una tizona vieja..."
El Rey, premiando aquel acto de lealtad, dijo al fiel velador de su sueño: ¡Sal del rincón! Y le otorgó la nobleza para él y sus descendientes. Y como Salazar le pidiera agua y almenas para su casa, agua y almenas le fueron concedidas, y el apellido del Rincón, como recuerdo del lugar en que el Rey y Pedro Gil le sorprendieron. (2) (4)
Fue en este momento cuando se estatuyó el apellido del Rincón, un apellido típicamente jaenés, y a gala tuvieron llevarlo los descendientes de aquel Pedro de Salazar, primer marqués de Las Almenas.
¿Qué cómo reconoció Salazar a D. Pedro?, pues oyendo el crujir de sus rodillas (era conocida la gran artrosis del rey)
Por cierto, la guerra la ganó Enrique. El rey D. Pedro murió de la siguiente manera: En marzo de 1369, el rey salió de Sevilla con destino a Toledo para entablar batalla contra su hermanastro Enrique. Ambos ejércitos se encontraron el día 13 en Campo de Calatrava, pero D. Pedro se vio obligado a refugiarse en el Castillo de Montiel. El día 23, el rey intentó sobornar al capitán francés Beltrán du Guesclin, mercenario de Enrique, quien fingió aceptar la propuesta; éste lo llevó hasta su tienda y allí se encontró con su hermanastro, enfrentándose a él en un cuerpo a cuerpo. Como quiera que Enrique cayese al suelo bajo el cuerpo de Pedro, el francés cogió a D. Pedro del pie y le dio la vuelta, quedando entonces encima el bastardo, al tiempo que pronunciaba la célebre frase "Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi Señor". Enrique le clavó la daga con gran saña y después de muerto lo decapitó.

Bien, hemos paseado por el Jaén mítico y ahora nos disponemos a entrar en otro Jaén, donde la magia y el misterio de las piedras externas, internas y subterráneas, se combina con la de sus gentes. Es el Jaén mágico.
Ocupamos la pequeña plaza donde se ubica el jardín que engalana la fuente con la escultura del lagarto (1967); donde finalizan las calles Trinidad (V. ilustración -3- JD.L.J., 1954), Hospitalico, Juanito el Practicante y Santo Domingo; donde se encontraba el foro romano, cuyos últimos vestigios yacen bajo el patio de un nuevo bloque de pisos; donde existe una columna exenta (hoy adosada), cuyo capitel ha sido salvajemente expoliado en enero de 2006.
Juanito el Practicante (El Corralaz) es el nombre que le daban los vecinos a ese jiennense fallecido en 1973, y que realizó una labor ejemplar entre las clases menesterosas. Pero en esa labor estuvo asistido por un grupo de personas íntegras, filántropos, gentes de bien, que se juntaban en la rebotica de la antigua farmacia (C. Santo Domingo) para estudiar las necesidades del barrio y atajarlas en la medida de sus posibilidades. En tal sentido, no debe olvidarse la figura de la enfermera Dª Juana Martínez de la Torre (Latorre), quien durante la contienda de 1936 estuvo luchando por la vida de tantos hombres en el Hospital San Juan de Dios de Granada, donde por desgracia perdió a uno de sus hijos y a su esposo. Precisamente fue allí donde conoció a Juanito, continuando en Jaén su labor filantrópica. Qué la historia no la olvide, pues fue una mujer de bien.
Según el cronista Cazabán, en esa calle hubo un corral de comedias (de ahí el antiguo nombre (1)) que se incendió a comienzos del siglo XVII, causando gran número de víctimas.
Desde aquella plaza tomamos el final de la calle Santo Domingo. Fue allí donde, en el transcurso de una excursión con los chavales del Colegio San Vicente de Paúl en febrero de 2005, unas madres se daban con el codo y, mirándose entre ellas con gesto ladino comentaban, “¡ahí está la Mesa!”, a la vez que señalaban el suelo y miraban mi cara de extrañeza. Una de ellas, quizás apiadada por mi aturdimiento, se acercó y me dijo: “Se trata de la mesa de Salomón”. Con una sonrisa en los labios, le di a entender mi escepticismo, por lo que continuó diciendo con rostro severo: “Es una mesa de piedra que escondió D. Francisco de Atienza en una sala subterránea a finales del siglo XVI” “La encontró Mario, un investigador que tras sentir la corazonada de que en esta casa le esperaba algo imprevisible, acumuló una serie de vicisitudes hasta dar con ella”. “Allí se encuentra el esqueleto del guerrero con armadura, que murió al no ser relevado de su guardia en la cámara subterránea en que se encuentra la mesa, y de donde emanan los cuatro caminos” Me callé. (Sofía)
Mediada la calle Santo Domingo, nos detenemos ante la entrada del actual Archivo Histórico, antiguo palacio de los reyes moros y después de los reyes cristianos hasta que Juan I (Trastámara) se lo regaló a los Dominicos en el S. XIV. Fue a la vez que convento, Tribunal de la inquisición (S. XV); después universidad (S. XVI) y, tras la desamortización (S. XIX), hospicio de hombres. Hoy es sede del Archivo Histórico. (1) (2) (E) y en él, además de antiguos y curiosísimos pergaminos y legajos, podremos contemplar el magnífico claustro barroco con columnas pareadas de orden toscano, la extraordinaria puerta de la sacristía y las no menos portentosas que jalonan el corredor de la galería alta, con relieves alusivos a la Orden y a la Virgen del Rosario, patrona de los dominicos.
Siempre se ha llamado convento de Santa Catalina Mártir, que es la titular de la portada renacentista. A ambos lados de la santa, se encuentran, a la izquierda Santo Domingo de Guzmán con su perro y a la derecha Santo Tomás de Aquino. Los restos más antiguos encontrados son del S. XII y pertenecen al palacio de los reyes moros, estando en estudio rehabilitar y exponer el jardín árabe allí encontrado.
Se habla de la existencia del fantasma de una joven mora a la que dieron muerte (su padre, su marido -de tenerlo- u otro/a), por haberse enamorado de un cristiano (E) En la visita al Archivo, bajo la tutela de Dª Dolores Torres (simpática y erudita Archivera donde las haya), ésta nos informa que ella nunca ha visto nada, pero que un estudioso de los que visitaban la galería alta, le advirtió con la cara pálida que nunca más subiría a la misma. También comentó que una tarde, cuando los albañiles se quedaron solos, salieron despavoridos del recinto, haciéndole saber al día siguiente a la Archivera que nunca más volverían a pisar aquella casa. Quizás viesen el reflejo de sábanas colgadas en los pisos adyacentes, pero lo cierto es que, de cuando en cuando, se percibe un agradable olor a azahar en el lugar. Además, en cierta ocasión, se tomó una fotografía al fondo del corredor, apreciándose en la misma la figura transparente de una entidad (se ve lo que hay detrás de ella) a modo de mujer vestida con gasas o túnica.

Refieren que esta misma fantasma hace su aparición en el castillo (en una de las habitaciones del Parador). En tal sentido, unas turistas allí hospedadas, comentaron a una guía que en el piso de arriba (tejado) se escuchaban gritos, correr muebles, etc. y que, asomándose a la puerta, vieron una mujer disfrazada de princesa mora que las miró fijamente y desapareció acto seguido. (E)
Otra leyenda relacionada con esta entidad del castillo es la que se refiere a JASMINA
Jasmina era la amada del Condestable Iranzo, mora bellísima de ojos rasgados y verdes, que vivía en los aposentos expresamente dispuestos para ella por D. Lucas en el castillo. Otros nobles, envidiosos de la aventura amorosa que disfrutaban el paladín y su amada o, quizás recelosos del trato tan favorable que daba a moros, gitanos y judíos, aprovecharon que Iranzo salió a batallar para entrar en la habitación de Jasmina. Allí y, aunque estaba embarazada, la violaron y después la quemaron viva. Desde entonces, no es raro contemplar en los atardeceres solitarios y silenciosos, el llanto de una bella princesa mora por las almenas de la fortaleza, esperando a su amado.
Esta visión (fantasmogénesis = Espíritu envuelto en periespíritu) fue contemplada por el guarda del castillo, allá por 1960, cuando se estaban ejecutando las obras del Parador; concretamente, por la antigua entrada de éste (escaleras de la cafetería). (Basado en charla de Josefina Vázquez Florido; año 2004) (V. ilustración -5- ruinas castillo JD.L.J.)
En alguna ocasión, al tomar una fotografía al cuadro del Condestable que hoy se expone en el salón de armas del Parador, ésta ha salido velada.
No se sabe muy bien si los sollozos que se escuchan y las visiones que se han constatado, son por este episodio o por el de la mora del palacio de los Reyes (Convento de Santa Catalina) (E)
Tres referencias en la plaza de Santa Luisa Marillac: Peñón de Uribe, la fuente del pato y los baños árabes. La plaza también se conoció como plaza del Hospicio y de las Herrerías. Está presidida desde 1592 por el palacio de los Condes de Villardompardo (Fernando de Torres y Portugal, virrey del Perú). En 1751 pasó a ser Hospicio; también albergó la Casa-Cuna y la Maternidad hasta 1970. Hoy se pueden admirar en su interior los Baños Árabes, el Museo de Artes y Costumbres Populares, el Internacional de Arte Naif y otros servicios culturales de la Diputación (1) La plaza se urbanizó en 1900, dotándola de jardines (solo quedan las palmeras) y colocando en su centro una fuente de hierro fundido (1892) procedente de los jardinillos del Mercado (1) (Plaza Dean Mazas)

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