domingo, 24 de marzo de 2019

La fuente de la eterna juventud

Es ya muy antigua la noticia de una fuente maravillosa, cuyas aguas conceden a quien
las bebe la gracia de la vida eterna y de la inmarchitable juventud, pero no se sabe de
ningún humano que haya conseguido encontrarla.
Juan Ponce de León, del que unos dicen que era vallisoletano y otros palentino,
ejercía de gobernador en Puerto Rico, a principios del siglo XVI, y con ocasión de
reprimir una violenta revuelta de los indios, tuvo noticia certera de que al norte de
Cuba existía una isla, llamada al parecer Bimini, donde había muchísimas riquezas,
pero cuya principal cualidad era que en ella brotaban las aguas de la famosa fuente de
la eterna juventud.
Juan Ponce de León informó muy sigilosamente al rey Fernando el Católico del
asunto, y el rey lo llamó de inmediato a la península para conocerlo de su boca.
Quedó tan convencido de la verdadera existencia de la isla y de la fuente maravillosa,
«que hacía rejuvenecer e tornar mancebos los hombres viejos», que encomendó a
Ponce de León acometer la empresa de su búsqueda, aunque en los documentos
oficiales se mantuviese la lógica cautela y no se hablase de la maravillosa fuente, sino
del «secreto» que la isla o islas de Bimini guardaban.
A Ponce de León se le concedieron tres años de plazo para su exploración, por lo
que comenzó de inmediato sus viajes hasta llegar el día de Pascua Florida de 1512 a
las tierras que, desde entonces, conservaron el nombre de Florida. La aventura se
prolongó durante varios meses, entre muchas penalidades y peleas con los indígenas
que vivían en aquellas tierras, que se oponían a la invasión. Es de suponer que Ponce
de León probó las aguas de innumerables manantiales sin que consiguiese hallar la de
la famosa fuente, aunque encontró la corriente del Golfo y puso el nombre de Cabo
de Corrientes al actual Cabo Kennedy.
Diez años más tarde, ya con el título de Adelantado de Bimini y sin perder la fe
en su empresa, lo intentó otra vez. La oposición de los indios y la enfermedad
diezmaron sus hombres. En la misma Florida que había sido el primer europeo en
visitar, recibió un flechazo en el muslo que enseguida se infectó, y decidió regresar a
Cuba para buscar médicos que lo pudieran curar o para morir en su cama, después de
dejar bien compuesto su testamento. No murió con él la idea de que la fuente de la
eterna juventud sigue escondida en algún lugar, dejando manar sus aguas milagrosas.

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