domingo, 24 de marzo de 2019

El tesoro de Sa Torre Llafuda

Se ha dado el caso de que, en ciertas ocasiones, los moros han regresado a buscar el
tesoro que sus antepasados dejaron enterrado al huir.
En Menorca existe una atalaya, Sa Torre Llafuda, junto a la que se levantó, hasta
hace poco tiempo, un caserío. Una noche de luna, los habitantes del caserío
despertaron sobresaltados por los apremiantes golpes que daban a las puertas unos
inesperados visitantes. Los recién llegados resultaron ser un grupo de moros, como
sus vestiduras demostraban, que obligaron a los asustados vecinos, mediante las
órdenes que les transmitía uno de ellos en muy claro menorquín, a vestirse con
rapidez y preparar los asnos, las mulas, así como las herramientas necesarias para
cavar, y unos cuantos sacos, alforjas y capazos.
Los moros vendaron luego los ojos de los atribulados campesinos y les
condujeron en silencio hasta determinado lugar. Liberados de sus vendas, los
campesinos, tras apreciar que se encontraban en algún punto del interior de la isla, se
pusieron a cavar donde los moros les mandaron, hasta echar abajo la disimulada
puerta de una cueva. Cuando la luz de las teas y de los faroles iluminó el interior,
resplandecieron piedras preciosas, perlas, cadenas, monedas y objetos de oro y plata
de un inmenso tesoro que los campesinos tuvieron que ir guardando en los sacos y
alforjas y cargar en las mulas, hasta que sus captores dieron la orden de ponerse en
marcha, tras vendarles de nuevo los ojos.
Esta vez el punto de destino era la costa, y precisamente un lugar muy cercano a
la atalaya del caserío, la cala n’Turqueta, que a la luz de la luna mostraba su belleza,
y donde se encontraba fondeada una nave de dos palos, a la que por medio de un jaur
fueron transportando los campesinos el tesoro. Después del último viaje, el barco
levó el ancla y comenzó a alejarse a golpe de remo, mientras iba desplegando las
velas para alejarse de la isla.
Los campesinos contemplaban asombrados aquella imagen que cerraba su
aventura, cuando el moro que hablaba su lengua, desde la cubierta del velero, les
gritó: «¡Sa cova des tresor és a tal punt! ¡Dins hi hem deixada sa vostra part!». Y así
fue como aquellas gentes de Sa Torre Llafuda se hicieron ricos de la noche a la
mañana.

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