domingo, 24 de marzo de 2019

EL ÁGUILA AGORERA

LOS últimos ocho años del reinado del Inca Huayna Capac fueron de verdaderos
sobresaltos, agüeros y malos vaticinios en todo el vasto Imperio.
Ocurrió en una ocasión, mientras se celebraban las suntuosas fiestas al Dios Sol,
que vieron venir por el aire á una gran águila real perseguida por aleones y otras aves
rapaces, las cuales cambiándose sucesivamente confundían á picotones á la gran
águila, no dejándola volar. La reina de los aires tan cruelmente perseguida vino
entonces á refugiarse en medio de las gentes que ocupaban la plaza mayor donde
estaban los Incas, quienes la tomaron y viendo que estaba enferma y despojada de
casi todas las plumas menores, la llevaron á palacio con gran solicitud, tratando de
alimentarla y proporcionarle cuanto pudiese necesitar, pues aquel accidente ocurrido
en medio de la fiesta había sido tomado por mal agüero y los Amautas, los adivinos y
el pueblo todo se había alarmado al ver bajar del cielo un águila en tan alarmante
estado.
Huayna Capac contrariado por aquel acontecimiento reunió á los adivinos que en
consecuencia hicieron cantidad de vaticinios tendentes todos á anunciar la próxima
destrucción del Imperio y la ruina de la familia real.

Cuando esto ocurría túvose noticia de que unos barcos grandes andaban por la
costa y que en ellos navegaban esforzados guerreros de piel blanca y grandes barbas.
El Inca llamó un día al capitán más viejo de su escolta que se llamaba Pechuta y
estaba acreditado por su juicio y prudencia, y preguntóle, haciendo de ello mérito,
cuál era su opinión á propósito de los augurios que ocurrían.
Pechuta contestó: «Gran señor, hijo del Sol y protector de pobres; un antiguo
oráculo tenido por verídico por nuestros antepasados, anunció que pasados tantos
Incas como los que en vos se cuentan, habían de venir gentes extrañas, jamás vistas,
las que dominarían el reino y destruirían nuestros Dioses.»
Afectóse más el soberano de lo que hasta entonces estaba, y resolvió dejar á su
heredero Huascar en el reino del Cozco retirándose él acompañado de Atahualpa, su
hijo habido en la princesa de Quitu á aquella ciudad donde debía dejarlo gobernando
ese reino después de su muerte. Pero allí tampoco lo abandonaron los malos augurios
y grandes cataclismos, temblores, terremotos, cometas y símbolos estraños,
ocurrieron en los cuatro elementos, llenando á todos de asombro y de temor. Entre
estos símbolos ocurrió que en una noche clara, apareció la luna rodeada por tres
círculos muy grandes; el primero era color de sangre, el segundo oscuro tirando á
verde y el tercero parecía formado de humo.
Un adivino llamado Llayca fué el primero que vió aquello y consultando con
Pechuta sobre el estraño caso, resolvieron decir á Huaina Capac lo que aquello
auguraba y asi, presentándose al Inca le hablaron de esta manera:
«¡Solo señor! Sabrás que tu madre la luna, como madre piadosa te avisa que
Pachacamac, creador y sustentador del mundo, amenaza á tu sangre real y á tu
imperio con grandes plagas que ha de enviar sobre los tuyos, porque aquel primer
cerco de color sangre, significa que después que hayas ido á descansar con tu padre el
Sol, habrá cruel guerra entre tus descendientes y mucho derramamiento de sangre
real, de manera, que en pocos años se acabará toda.
El segundo cerco negro nos dice, que después de las guerras y mortandad de los
tuyos, se destruirá nuestra religión y república y ocurrirá la enajenación de tu
Imperio, convirtiéndose todo en humo, como lo demuestra el cerco tercero.»
El Inca oyó aquello impresionado, mas por no demostrar flaqueza, ordenó á los
magos que se alejaran, diciéndoles que tal vez habían soñado aquella noche, lo que
decían era revelación de su madre la Luna y agrególes, porque los suyos no perdiesen
el ánimo con tan tristes pronósticos: «Si no me lo dice el mismo Pachacamac no
pienso dar crédito á vuestros dichos porque no es de imaginar que el Sol, mi padre,
aborrezca tanto su propia sangre, que permita la destrucción de sus hijos.»
Los oráculos empero consideraron que lo que habían vaticinado era lo que se
esperaba desde una muy remota antigüedad y que venían comprobando las novedades
y prodigios que cada día ocurrían y que aumentaban con la noticia del navío cargado
de gente nunca vista, que andaba por las costas. Los agoreros de todas las provincias
consultaban también sobre estos puntos á sus ídolos favoritos y el Inca no olvidó
consultar por medio de enviados al Diablo Rimac que era un ídolo de piedra tenido en
gran veneración por los naturales á causa de que contestaba á las preguntas que se le
hacía.
Rimac en este caso usó de política y astucia pues si bien no se animó á anunciar al
Inca cosa buena, tampoco auguró los grandes males vaticinados por otros y por los
Amautas.
Una tarde que Huayna Capac salía del baño sintió que un frío estraño se apoderaba
de todo su cuerpo, sobreviniéndole más tarde la fiebre y los temblores que
caracterizan la enfermedad llamada Chucchu, por los naturales.
El Inca comprendió que se llegaba el fin de su existencia, y reuniendo á sus
parientes y á la corte toda, hizo su testamento augurando la próxima llegada de gentes
nuevas no conocidas en sus tierras y que ganarían y sujetarían, no solamente su
imperio, sino muchos otros.
«Nuestro padre el Sol, dijo el Inca al morir, nos ha anunciado que después de doce
reyes de nuestra familia, vendrán esos hombres que en todo os harán ventaja y se
harán señores de nuestro Imperio. Yo os mando que les obedezcáis, pues su ley será
mejor que la nuestra y sus armas poderosas, invencibles para vosotros.
Pocos años hubo que esperar para que los Amautas que sobrevivieron á Atahualpa
y á Huascar, viesen cumplidas todas aquellas profecías y así que veían un águila ó un
Cuntur cernirse en las alturas, recordaban y repetían el caso que ocurrió á Huayna
Capac cuando celebró en el Cozco las últimas fiestas al Dios Sol.


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