Versión del Inca Garcilaso de la Vega*
-Nuestro Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho, se
apiadó y hubo lástima de ellos y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija
de los suyos para que los doctrinasen en el conocimiento de Nuestro Padre el
Sol, para que lo adorasen y tuviesen por su Dios y para que les diesen preceptos
y leyes en que viviesen como hombres en razón y urbanidad, para que habitasen
en casas y pueblos poblados, supiesen labrar las tierras, cultivar las
plantas y mieses, criar los ganados y gozar de ellos y de los frutos de la tierra
como hombres racionales y no como bestias. Con esta orden y mandato puso
Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca, que está ochenta
leguas de aquí, y les dijo que fuesen por do quisiesen y, doquiera que para-
;en a comer o a dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla de oro de me-
dia vara en largo y dos dedos en grueso que les dio para señal y muestra, que,
donde aquella barra se les hundiese con solo un golpe que con ella diesen en
tierra, allí quería el Sol Nuestro Padre que parasen e hiciesen su asiento y corte.
A lo último les dijo: 'Cuando hayáis reducido esas gentes a nuestro servicio, los
mantendréis en razón y justicia, con piedad, clemencia y mansedumbre, haciendo
en todo oficio de padre piadoso para con sus hijos tiernos y amados, a imitación
y semejanza mía, que a todo el mundo hago bien, que les doy mi luz
y claridad para que vean y hagan sus haciendas y les caliento cuando han f r ío
y crío sus pastos y sementeras, hago fructificar sus árboles y multiplico sus ganados,
lluevo y sereno a sus tiempos y tengo cuidado de dar una vuelta cada
día al mundo por ver las necesidades que en la tierra se ofrecen, para las proveer
y socorrer como sustentador y bienhechor de las gentes. Quiero que vosotros
imitéis este ejemplo como hijos míos, enviados a la tierra sólo para la doctrina
y beneficio de esos hombres, que viven como bestias. Y desde luego os
constituyo y nombro por Reyes y señores de todas las gentes que así doctrináredes
con vuestras buenas razones, obras y gobierno'. Habiendo declarado
su voluntad Nuestro Padre el Sol a sus dos hijos, los despidió de sí. Ellos salieron
de Titicaca y caminaron al septentrión, y por todo el camino, doquiera
que paraban, tentaban hincar la barra de oro y nunca se les hundió. Así
entraron en una venta o dormitorio pequeño, que está siete u ocho leguas al
mediodía de esta ciudad, que hoy llaman Pacárec Tampu, que quiere decir venta
o dormida que amanece. Púsole este nombre el Inca porque salió de aquella
dormida al tiempo que amanecía. Es uno de los pueblos que este príncipe
mandó poblar después, y sus moradores se jactan hoy grandemente del nombre,
porque lo impuso nuestro Inca. De allí llegaron él y su mujer, nuestra
Reina, a este valle del Cuzco, que entonces todo él estaba hecho montaña
brava.
LA FUNDACIÓN DEL CUZCO, CIUDAD IMPERIAL
La primera parada que en este valle hicieron —dijo el Inca- fue en el cerro
llamado Huanacauri, al mediodía de esta ciudad. Allí procuró hincar en tierra
la barra de oro, la cual con mucha facilidad se les hundió al primer golpe que dieron
con ella, que no la vieron más. Entonces dijo nuestro Inca a su hermana y
mujer:
"En este valle manda Nuestro Padre el Sol que paremos y hagamos nuestro
asiento y morada para cumplir su voluntad. Por tanto, Reina y hermana, conviene
que cada uno por su parte vamos a convocar y atraer esta gente, para los
doctrinar y hacer el bien que Nuestro Padre el Sol nos manda".
Del cerro Huanacauri salieron nuestros primeros Reyes, cada uno por su
parte, a convocar las gentes, y por ser aquel lugar el primero de que tenemos noticias
que hubiesen hollado con sus pies por haber salido de allí a bien hacer a
los hombres, teníamos hecho en él, como es notorio, un templo para adorar a
Nuestro Padre el Sol, en memoria de esta merced y beneficio que hizo al mundo.
El príncipe fue al septentrión y la princesa al mediodía. A todos los hombres y
mujeres que hallaban por aquellos breñales les hablaban y decían cómo su padre
el Sol los había enviado del cielo para que fuesen maestros y bienhecheros de los
moradores de toda aquella tierra, sacándoles de la vida ferina que tenían y mostrándoles
a vivir como hombres, y que en cumplimiento de lo que el Sol, su padre,
les había mandado, iban a los convocar y sacar de aquellos montes y malezas
y reducirlos a morar en pueblos poblados y a darles para comer manjares
de hombres y no de bestias. Estas cosas y otras semejantes dijeron nuestros Reyes
a los primeros salvajes que por estas tierras y montes hallaron, los cuales,
viendo aquellas dos personas vestidas y adornadas con los ornamentos que Nuestro
Padre el Sol les había dado (hábito muy diferente del que ellos traían) y
las orejas horadadas y tan abiertas como sus descendientes las traemos, y que
en sus palabras y rostros mostraban ser hijos del Sol y que venían a los hombres
para darles pueblos en que viviesen y mantenimientos que comiesen, maravillados
por una parte de lo que veían y por otra aficionados de las promesas que
les hacían, les dieron entero crédito a todo lo que les dijeron y los adoraron y
reverenciaron como a hijos del Sol y obedecieron como a Reyes. Y convocándose
los mismos salvajes, unos a otros y refiriendo las maravillas que habían visto
y oído, se juntaron en gran número hombres y mujeres y salieron con nuestros
Reyes para los seguir donde ellos quisiesen llevarlos.
"Nuestros príncipes, viendo la mucha gente que se les allegaba, dieron orden
que unos se ocupasen en proveer de su comida campestre para todos, por
que la hambre no los volviese a derramar por los montes; mandó que otros trabajasen
en hacer chozas y casas, dando el Inca la traza cómo las habían de hacer.
De esta manera se principió a poblar esta nuestra imperial ciudad, dividida en dos
medios que llamaron Hanan Cuzco, que, como sabes, quiere decir Cuzco el alto,
y Hurin Cozco, que es Cuzco el bajo. Los que atrajo el Rey quiso que poblasen
a Hanan Cozco, y por eso le llaman el alto, y los que convocó la Reina que poblasen
a Hurin Cozco, y por eso le llamaron el bajo. Esta división de ciudad no
fue para que los de la una mitad se aventajasen de la otra mitad en exenciones y
preeminencias, sino que todos fuesen ¡guales como hermanos, hijos de un padre
y de una madre. Sólo quiso el Inca que hubiese esta división de pueblo y diferencia
de nombres alto y bajo para que quedase perpetua memoria de que a los
unos había convocado el Rey y a los otros la Reina. Y mandó que entre ellos
hubiese sola una diferencia y reconocimiento de superioridad: que los del Cuzco
alto fuesen respetados y tenidos como primogénitos, hermanos mayores, y
los del bajo fuesen como hijos segundos; y en suma, fuesen como el brazo derecho
y el izquierdo en cualquiera preminencia del lugar y oficio, por haber sido
los del alto atraídos por el varón y los del bajo por la hembra. A semejanza de
esto hubo después esta misma división en todos los pueblos grandes o chicos de
nuestro Imperio, que los dividieron por barrios o por linajes, diciendo Hanan
aillu y Hurin aillu, que es el linaje alto y el bajo; Hanan suyu y Hurin suyu, que
es el distrito alto y bajo.
"Juntamente, poblando la ciudad, enseñaba nuestro Inca a los indios varones
los oficios pertenecientes a varón, como romper y cultivar la tierra y sembrar
las mieses, semillas y legumbres que les mostró que eran de comer y provechosas,
para lo cual les enseñó a hacer arados y los demás instrumentos necesarios
y les dio orden y manera como sacasen acequias de los arroyos que corren
por este valle del Cuzco, hasta enseñarles a hacer el calzado que traemos. Por
otra parte la Reina industriaba a las indias en los oficios mujeriles, a hilar y tejer
algodón y lana y hacer de vestir para sí y para sus maridos e hijos: decíales
cómo habían de hacer los demás oficios del servicio de casa. En suma, ninguna
cosa de las que pertenecen a la vida humana dejaron buestros príncipes de enseñar
a sus primeros vasallos, haciéndose el Inca Rey maestro de los varones y la
Coya Reina maestra de las mujeres".
No hay comentarios:
Publicar un comentario