domingo, 24 de marzo de 2019

Las siete ciudades de Cibola

En tiempos del rey Rodrigo, cuando España fue invadida por los árabes, siete
obispos, llevando con ellos santas reliquias y objetos sagrados para impedir que
cayesen en manos de los invasores, salieron de Toledo y se embarcaron en Lisboa.
Navegaron muchos días hasta encontrar una isla maravillosa, Antilla, en la que
descansaron, y desde donde partieron nuevamente para fundar siete ciudades en un
reino tan rico en oro que todas las casas, muebles, utensilios y herramientas eran del
precioso metal.
Cuando los españoles se asentaron en América, un fraile franciscano, Marcos de
Niza, tuvo la segura visión de que las siete prodigiosas ciudades estaban al norte de
México, en el país de unos animales llamados cibolos, a los que nosotros damos el
nombre de bisontes. Ésa fue la primera noticia de que existían las siete ciudades de
Cibola.
El salmantino Francisco Vázquez de Coronado, gobernador de Nueva Galicia, en
el norte de México, partió en 1539 hacia las tierras que se extendían más arriba de su
gobernación en busca de aquellas maravillosas ciudades. Fue el primer europeo que
exploró el Gran Cañón del Colorado, las fuentes del Río Grande y los extensos
territorios de Arkansas y Nuevo México, pero se vio obligado a regresar al punto de
partida sin haber conseguido descubrir las maravillosas ciudades de oro macizo, que
tampoco nadie después de él ha conseguido encontrar.

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