La personificación del poder y la autoridad de un reino en forma de un ser femenino
que ha de ser conquistado sexualmente aparece en la mitología de varios pueblos anteriores
a los indo-europeos. En la hierogamia (del griego hieros, sagrado y gamos, matrimonio)
descrita en un himno sumerio (Segundo Milenio aC), el rey ha de copular con Inanna, la
diosa del cielo, del amor y de la fertilidad (de Vries 1963:91; Westenholz 1998: 73; Moon
2000a: 71). Ecos de este tipo de unión sexual entre dos divinidades o un dios o un rey
mortal y una figura femenina que representa a la soberanía, se hallan muy extendidos en la
cultura de los antiguos indo-europeos, desde Irlanda en el Oeste hasta la India en el Este.
Un ejemplo de ello aparece en la Ilíada, donde aparece un hieros gamos entre Hera y
Zeus(XIV:345-50). Ello está claro también en las leyendas y los textos de la antigua Irlanda,
donde se describe el ritual llamado banais rige (fiesta nupcial del reino), que incluye una
libación ofrecida en una copa servida por la novia que representa a la soberanía, y un acto
de copulación sexual (real o simbólico) del rey con esa figura de la soberanía.
Una forma de ese ritual, donde la figura de la soberanía está representada por una
yegua siguió teniendo lugar en lugares apartados de Irlanda hasta bien entrado el medioevo.
Aunque ha sido denegado por varios autores, existen suficientes testimonios de una
costumbre seguida en la antigua Irlanda durante los ritos de inauguración de un nuevo
rey, que consistía en el acoplamiento sexual del nuevo monarca con una yegua blanca
(Ross 1986: 95), y que continuó siendo practicado en los países célticos hasta varios
siglos después, ya en plena era cristiana. Giraldus Cambrensis (Gerald of Wales), que
efectuó un prolongado viaje de estudio por Irlanda en ca. 1185 dC, presenció personalmente
ejecución de este rito, que era aún practicado en esa época por clanes del Norte de la
provincia de Ulster. Giraldus describe las ceremonias (según él abominables) de instalación
de un nuevo rey: Ante la presencia de un grupo de invitados, el rey copula en forma real,
y no simbólica, con una yegua blanca; el animal es seguidamente sacrificado y
descuartizado, y sus carnes son cocidas en un gran tanque; el futuro rey se introduce
entonces en el agua de ese tanque, y se sacia comiendo la carne y bebiendo directamente
el líquido del mismo, todo ello ante la presencia de sus cortesanos, quienes comparten con él
la carne de la yegua. Una vez completado este ritual, el rey es considerado como líder legítimo
y consagrado (Giraldus Cambrensis, Topographia Hibernica: iii, 25; 1863, 1978 y 1982).
Este matrimonio sagrado con la fertilidad o la soberanía, representada aquí por una
yegua, posee un sorprendente parecido con el asvamedha de la antigua India, un ritual en
el que un valioso caballo semental cuidadosamente seleccionado es sometido a una serie
de medidas que duran un año, y en la ceremonia final es sofocado por asfixia, y la mahisi
o reina principal realiza un coito ritual (quizá simbólico) con el mismo tras unas cortinas
(Rig-Veda, Hymns 1.162 y 1.163; Shrikirishna Bhawe, 1939; Gonda 1960: 168-73; Campbell
1962: 190-97; Dumont 1927 y 1948).
El asvamedha, como ya indicó Georges Dumézil (1966:217-229), posee a su vez claras
analogías con la festividad de la antigua Roma conocida como October Equus, descrita
por autores clásicos como Polybio, Plutarco, Festus y Paulus Diaconus, celebrada durante
el curso de una carrera de caballos en el Campus Martius que tenía lugar durante las Idas
de Octubre (el día 15 aproximadamente), y donde el caballo situado en el lado derecho del
carro vencedor era inmolado con una lanza (Frazer 1996:574). Tanto en Irlanda como en la
India, es el rey, su reino y sus súbditos quienes adquieren o incrementan la fertilidad,
humana, animal y vegetal, y sus correspondientes beneficios. En Irlanda este sacrificio
equino ha sido claramente asociado a la noción del matrimonio del rey con la Diosa del
Reino, y un detalle indicativo es el que hasta tiempos relativamente recientes, en ese país
la inauguración de los reyes era conocida con el citado nombre de banais ríge, “matrimonio
de un reino” (Dillon 1975:108).
Lo que es realmente interesante es el hecho de la existencia de este tipo de ritual en los
dos puntos más extremos del antiguo mundo indo-europeo, y cómo un acto como este de
acoplamiento sexual entre un ser humano y otro equino se seguía realizando normalmente
en Irlanda hasta fechas relativamente recientes. Y tanto el asvamedha como el October
Equus están considerados como formas de un rito que en una época estuvo ampliamente
extendido por la mayor parte de los antiguos pueblos indo-europeos (Gricourt 1954; 1955,
1970, y 1987:270-76; Duchesne-Guillemin 1968; Sterckx 1986; O´Flaherty 1979 y 1980).
Una de las funciones más importantes de las diosas en las antiguas sociedades indoeuropeas
y otros pueblos de la Antigüedad era el control del reino: las diosas, en muchos
casos euhemerizadas como reinas, eran las que determinaban quién era el personaje
masculino que debía asumir las funciones de rey. La figura de la soberanía era la que
otorgaba al rey en perspectiva el acceso al trono, ya que éste no podía comenzar a reinar
sin haber antes cohabitado con esa diosa de la soberanía en cualquiera de sus formas o
representaciones. La diosa podía aparecer como una joven y bella doncella, como una
vieja arpía, o simplemente como la viuda o la hija del anterior rey. Por ello es que como
señala Lerner (1986:70), en el Cercano Oriente, en la Antigüedad, el conquistador por las
armas de un reino se hacía siempre cargo de las esposas del vencido rey para así poder
legitimar su toma de posesión del trono. Con el tiempo, la noción de soberanía se fue
personificando más y más como una diosa, y esa diosa se convirtió simbólicamente en “el
trono” donde se sentaba. Un ejemplo de ello es la diosa egipcia de la soberanía Isis, cuyo
nombre significa “trono” (Gimbutas 1999: 220, Nota 7). Las princesas de la antigua India
escogían a su esposo en un ritual conocido como svayamvara, o “auto-selección”, en el
que los pretendientes habían de participar en una serie de torneos para demostrar su
competencia y poder así conquistar la princesa y el reino. Draupadi, una heroína en el
Mahabharata, escogió de esta forma a su cónyuge. En el quinto libro de esta magna obra
(II.3718-4046) aparece también la vida de Madhavi, quien posee la gracia especial de
recuperar la virginidad cada vez que da a luz. Madhavi, claramente una diosa de la soberanía,
concibe de esta forma un hijo con cada uno de los cuatro reyes del mundo. Su nombre está
derivado del término medhuo, una cerveza fabricada a partir de la miel conocida en gaélicoirlandés
(y en el inglés actual) como mead, en forma análoga al caso de la diosa-reina
Medb en la antigua Irlanda (descrita más adelante): ambas son “La Intoxicadora” o “La
que intoxica”.
Esta noción básica de un tipo de matrimonio sagrado existe también en Grecia, donde
aparece la asociación del caballo con la fertilidad en el culto de Poseidon, que es a veces
representado como un semental junto con Demeter en forma de yegua. En los relatos más
antiguos de la antigua Grecia, el poder real era a menudo transmitido a través de un
intermediario femenino. Por ejemplo, en el Oedipus Rey de Sophocles, Oedipus tuvo que
casarse con su madre Jocasta, reina de Thebas, obteniendo de esta forma el puesto de rey, y no
solamente el de consorte de la reina (Sophocles, Oedipus Rey, 579-80 (ca. 496 aC- ca. 406 aC).
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