domingo, 24 de marzo de 2019

Don Juan de la Coba y el trampitán

En 1829 nació en Orense don Juan de la Coba y Gómez, y su memoria está cada día
más viva entre sus paisanos por lo peculiar de su ingenio. Parece que fue perito
agrimensor, y redactor de muy jugosos consejos en verso y prosa para los
agricultores, y también inventor de algún artilugio, como el llamado «pirandárgallo»,
aunque los autores no acaban de ponerse de acuerdo acerca de su utilidad, pues unos
le atribuyen la condición de enorme paraguas planetario y otros, la de aparato
volador.
Fue aficionado a la escultura, hasta el punto de tallar algunas imágenes de santos
para ciertas parroquias orensanas. Su talla más famosa fue la de un san Roque en que
el artista, por falta de madera, tiempo o ganas, o por mera provisionalidad, talló el
perro del santo aprovechando el volumen y la forma de un gran nabo. Aunque lo
pintó, el perro se fue secando y arrugando, y causó al fin el asombro de las beatas,
que empezaron a ver en aquella figurilla menguante la señal de un milagro. No
obstante, hay que decir que a don Juan de la Coba le causaba enojo la alusión a tal
escultura.
Con todo, empleó lo principal de su talento en la poesía, primero en castellano y
en gallego, y en la escritura de obras dramáticas. Xesús Alonso Montero dice que en
la Sección de Expedientes de Censura del Archivo Histórico Nacional de Madrid
figuran 25 obras suyas, inéditas, escritas entre los años 1858 y 1863, con títulos como
El tío Faceto, Tretas y Ñaque, Mi congojo y mi bien, o Triunfando me voy. El propio
don Juan de la Coba, al imprimir una de sus obras, en 1895, señaló de sí mismo, en el
frontispicio, lo siguiente: «Uno de los muy pocos mejores escritores dramáticos de
España, autor de muchas obras literarias de las cuales cuarenta se hallan aprobadas de
Real Orden».
También añadía, tras exponer algunos de sus méritos: «Hay además títulos y
diplomas a mi favor, ocultos por infames envidiosos».
Lo más notable en la vida de don Juan de la Coba fue la prodigiosa invención de
un idioma que él mismo denominó «trampitán». Lo peculiar del trampitán es que no
se trata de una lengua con vocación de comunicación universal, como el esperanto o
el volapuk, orientada a unificar la pluralidad lingüística del mundo, sino de una
lengua concebida para la personalísima expresión poética de su inventor, que tenía a
gala ser el único que la conocía.
Carlos Casares señala que la invención del trampitán obedece a una secuencia
lógica de don Juan de la Coba en busca de la rima, que al parecer se le resistía.
Desazonado por la búsqueda de la palabra precisa para sus composiciones, descubrió
que no hay palabra más exacta y adecuada que la que el autor elabora a la medida en
cada ocasión. Casares, como antecedente del propio poeta en su camino de búsqueda,
recoge los siguientes versos:
on Viltrampo te ofrecía
los valles del verramoto,
todas las viñas del tría,
montes y vegas del troto,
los prados de la julepa,
los ríos del cantifón,
tantas navas de dulcepa
y llanos del garicón.
A poner en trampitán todos los vocablos, y no solo los asonantes, había un paso, y
don Juan de la Coba lo dio. Su ópera en un acto La trampitana está toda ella escrita
en el nuevo idioma, aunque el autor acompaña la traducción castellana. Veamos,
primero en trampitán y a continuación en la versión castellana, el arranque de la
ópera, en que dialogan Bertoldo y Paulina:
Bertoldo: Sus sos au pusus fer pe oselete
tretos ortase laréta zón.
Paulina: Pengo dofíno la sobenéte
pe to anofo tofo os quiquitón.
Bert: Lotun to vero cele verida.
Paul: Ou canderese min dasimad.
Bert: Lotun te tene pe antofenida.
Paul: A te ten quirme fer ovindad.
Bert:Cele anefita fer pulentóta.
Paul: Treto Bertoldo moble dasán.
Bert: Treto al vante Sabonta anatota.
Bertoldo: Los dos ya somos en que embeleso
eres ilustre preclara luz.
Paulina: Pongo testigo al universo
que te amo tanto con fortitud.
Bert: Siempre te quise, dulce querida.
Paul: Yo correspondo con ansiedad.
Bert: Siempre mi mente que entretenida.
Paul: Y mi majín es firme en verdad.
Bert: Dulce azucena en hermosura.
Paul: Eres Bertoldo noble galán.
Bert: Eres la bella graciosa y pura.
El trampitán tuvo algunos detractores. En una especie de homenaje literario que le
tributó una revista a don Juan de la Coba en 1897, el poeta festivo Enrique Labarta
preguntaba:
¿A qué hundirse en el arcano
de ese idioma incognoscible?
¿Para hacerse incomprensible
no le basta el castellano?
Sin embargo, don Juan de la Coba y Gómez murió en 1899 en su ciudad natal,
bien seguro de que el trampitán «era una lengua tan oral, polisémica, intuitiva y lírica
que solo en el recitado melódico o en el teatro adquiría plenitud de sentido», como ha
escrito de ella Xosé Filgueira Valverde.

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