martes, 2 de abril de 2019

Casas encantadas, encantadas y poltergeist

Y tiene el duende, en efecto,
para ti mano de lana,
para mí mano de hierro.
CALDERÓN DE LA BARCA:
La burgalesa de Lerma

Todo el mundo ha oído hablar de los Poltergeist, pero pocos saben que sus
ruidos característicos no son debidos a fantasmas ocultistas, sino a una clase
concreta de genios domésticos llamados “poltersprites”».
«Son descendientes de los Kobold, y son, como ellos, protecos o cambiantes de
forma».
Con esta frase tan tajante y dogmática comienza la investigadora Nancy
Arrowsmith el capítulo que dedica en su libro a estos seres. Nosotros no nos
atrevemos a tanto pues sabemos que el asunto es más complejo de lo que a simple
vista parece, sin ocultar que nuestra teoría sigue en cierto modo esos cauces.
Las casas encantadas, a las que también se les suele llamar «casas infestadas» o
«casas afectadas», como definición general, serían aquellas donde, sin causa física
aparente, se producen fenómenos de diferente naturaleza. Pueden ser sitios donde
ocurren apariciones de fantasmas (ideoplastias), chasquidos, ruidos y golpes (raps),
extrañas voces (metafonía), caída inexplicable de piedras (paralitergia o litotergia) u
otros fenómenos, a cual más sobrecogedor, como ruidos de cadenas, pisadas
siniestras, campanillas que suenan solas (thorbismo), malos olores, (osmogénesis),
formaciones luminosas (paraóptica), sonidos musicales (paramelofonía), manchas de
sangre (parahematosis), muebles, sillas y puertas que se mueven (telequinesis).
Genéricamente, tres han sido los intentos de explicación de este fenómeno:
1. Se deben a causas naturales, como la presencia de ratas y otros animales en los techos, paredes,
muebles… o bien son provocados por seres humanos bromistas y con un sentido del humor
excesivamente molesto.
2. La interpretación espiritista, que los atribuye a personas muertas de forma violenta que prolongan su
abreviada existencia terrena en forma, según Paracelso, de «caballos, lemures, espíritus estrepitosos o
ruidosos». Serían almas en pena, fantasmas, espectros, ectoplasmas, o cualquier otra manifestación
relacionada con el mundo de los muertos.
3. La investigación moderna considera que los fenómenos poltergeist tienen como origen a un ser humano
viviente, con frecuencia una muchacha durante el período de pubertad, con tensiones instintivas
reprimidas, tendencias agresivas y demás circunstancias psíquicas, que es la causante involuntaria de los
mismos al rechazar el ambiente que le rodea mediante mecanismos de telequinesis. Esta teoría es la más
aceptada hoy en día por los parapsicólogos actuales, como el conocido Hans Bender, de la Universidad
de Friburgo.
No obstante, hecha esta consideración, existen varios términos que se suelen
utilizar como sinónimos para designar los extraños fenómenos, no ordinarios y sin
causa aparente, que se producen en algunas casas o edificios: poltergeist, casas
encantadas, casas del miedo o casas enduendadas. Pero, desde un punto de vista
parapsicológico, las mismas sí tienen una clara diferenciación, y así serán empleadas
en este libro.
Como hemos comentado anteriormente, para la doctrina hoy imperante, el
poltergeist, palabra alemana que traducida significa duendes burlones, y más
literalmente, un espíritu (geist) que produce ruidos (polter), es una manifestación
física producida por un ser vivo, es decir, un humano, generalmente por un joven, con
claros síntomas de desarreglos emocionales que desencadena y exterioriza una
psicorragia o desplazamiento de objetos, casi siempre de forma inconsciente, aunque
se conoce algún caso, pocos, en que el fenómeno se puede desencadenar de manera
consciente por el sujeto cuando éste ha asumido un gran potencial mental que le
permite ejecutar tan extraños prodigios. Al poltergeist se le suele denominar también
como «psicokinesia espontánea recurrente».
En las casas encantadas ocurrían y ocurren similares fenómenos pero cuya autoría
no se puede endosar a un adolescente habitante de la casa, sino a otros seres, por lo
general no visibles y no vivos, es decir, a apariciones fantasma1es, a extrañas
condensaciones de energía, a espíritus, a impregnaciones psíquicas de un suceso
violento, etc., que ocasionan el desplazamiento de objetos, la aparición o desaparición
de los mismos, fenómenos eléctricos y cosas parecidas. Cuando la autoría es
achacable a los duendes o seres similares —normalmente porque hay testigos
oculares que les han visto—, a estas casas se las denomina enduendadas, término éste
muchas veces difícil de otorgar, participando a la vez del calificativo de encantadas.
Para la doctrina espiritista, teosófica o rosacruz, estos fenómenos producidos en
los hogares humanos obedecen a varios factores:
Algunas de estas manifestaciones están producidas intencionadamente por los difuntos, con propósito de
ahuyentar al nuevo inquilino de la casa, y ello porque aún no han perdido el sentimiento de propiedad de
la que fue su casa y les disgusta enormemente verla ocupada por un extraño.
Otras veces son efecto de deliberados propósitos de venganza de estos difuntos hacia personas concretas
de su familia o amistades que les hicieron algún mal cuando estaban vivos o que les asesinaron.
Hay casos en que el difunto desea vivamente llamar la atención y no acierta con el medio más adecuado
de expresión, porque desconoce todavía las posibilidades del plano astral, y aunque no le animan malas intenciones, provoca incidentes por su torpeza involuntaria. Se podría aplicar aquí el segundo
significado de la palabra duende: el de fantasma, como así lo han mantenido algunos autores. Un
duende, de acuerdo con la terminología del investigador y especialista en casas encantadas Hans Holzer,
«es el recuerdo emocional superviviente de una persona que ha fallecido trágicamente y que no logra
liberarse del trastorno emocional que le ata al lugar de su óbito». Para él, duende equivale a fantasma
como ser desencarnado que aún no suele saber que ha fallecido.
En otras ocasiones —y aquí entramos de lleno en el campo de este libro— suele suceder que algún
socarrón espíritu de la naturaleza —dotados como están estos seres de facultades imitativas y
juerguistas, al estilo de los monos— presencie cualquier manifestación de esta índole y se apresure a
reproducida por su cuenta, aunque lo más normal es que el espíritu de la naturaleza esté resentido por
los vandálicos actos de algunos seres humanos y de los estragos que producen en su medio ambiente o
en su entorno familiar y se vengue de sus malas acciones con estas manifestaciones o apariciones
duendísticas.
Es importante darnos cuenta que el fenómeno de las «casas encantadas» se ha
producido, y se está produciendo en nuestros días, como hecho innegable, y que para
la explicación sobre su posible origen debemos estar receptivos a aquellas teorías que
lo entroncan con el denominado «más allá», porque, de lo contrario, si nos atenemos
tan sólo a la explicación de que todo esto lo provoca una mente juvenil trastornada,
caemos en un error similar a considerar, por ejemplo, que lo provocan única y
exclusivamente los duendes o los extraterrestres, pongamos por caso. El mundo
visible e invisible es más complejo de lo que tal vez nos imaginamos, y mientras no
tengamos más datos fidedignos, todo es cuestionable y posible. Lo que sí parece
cierto es que los poltergeist siguen un patrón de comportamiento muy homogéneo en
todos los casos: son burlones pero inofensivos, en el sentido de que no lesionan a las
personas, sino a los objetos, y suelen asediar a sujetos determinados más que a
lugares concretos.
HOGARES QUE DAN MIEDO
En la zona levantina, las casas de fantasmas, de duendes o encantadas no reciben este
nombre, sino Casa de la Por, que significa casa del miedo.
A veces, en las tres provincias valencianas, los fantasmas no tienen fama de ser
entes incorpóreos, sino todo lo contrario, seres vivientes de carne y hueso que,
tapados con una sábana, con una calabaza en la cabeza y un cirio encendido dentro de
la misma, adoptan tal apariencia para arrear una serie de sustos, buscando algún
beneficio, sobre todo de tipo sentimental, llamándose Bubotas a este tipo de
apariciones fantasmales.
En las islas Baleares, las casas donde se manifiestan espíritus por medio de luces,
ruidos, desplazamientos de objetos, o cualquier otro fenómeno extraño, se conocen
como cases de sapor (casas del miedo), y casi no hay pueblo de Mallorca, sobre todo
en la cordillera norte, que no tenga al menos una de estas casas, las cuales no quiere
nadie habitar porque son sabedores de sus malas energías. En la localidad de Génova
existe una de estas casas en las que, a veces, se han visto pequeñas lucecitas
corriendo por la oscuridad, e incluso cómo una borrosa mano salía de la pared para
voltear un crucifijo y dejado boca bajo. Otra de las cases de sapor es la que está
situada en la calle de la Luna, de Sóller, donde murió, en el siglo XVI, el malvado
bandolero Benet Esteva.
A principios del siglo XVI, el rey Fernando el Católico regaló la torre pontaniana a
su secretario napolitano Giovanni Pontano, y éste la tuvo que demoler porque estaba
encantada, y tantas casas similares había que en el año 1595 se promulgó en Burdeos
una ordenanza por la que se prohibía la venta de inmuebles infestados. En España
ocurría tres cuartos de lo mismo en dicho siglo, ya que, si una persona alquilaba o
compraba una vivienda y luego se enteraba de que en ella había duendes, podía
legalmente abandonarla. Y en el siglo XIX, el escritor Pedro Antonio de Alarcón vio
en Granada bastantes casas cerradas por causa de duendes y demás espíritus.
Como ejemplo típico de una de las muchas casas encantadas, aunque en el libro
hacemos una constante referencia a ellas, hemos escogido un caso representativo que
fue digno de estudio por los inquisidores del lugar y donde, una vez más, se asocia al
duende con el demonio.
En el siglo XVII se produjo un fenómeno de casa enduendada en la villa
conquense en San Clemente, localidad, al decir de Blázquez Miguel, donde mayor
número de personas fueron procesadas por el Santo Oficio de la Inquisición acusadas
de todo tipo de prácticas supersticiosas y hechicerías. La protagonista en esta ocasión
fue Gabriela García, quien aseguraba que el mismísimo diablo se le había aparecido,
preguntándole:
«¿Quieres que hagamos ruido?».
Como a ella le dio por contestar afirmativamente, a partir de ese momento todos
los muebles de los aposentos comenzaron a temblar y a desplazarse por sí solos. Al
final fue denunciada por sospechosa de malas artes, siendo desterrada durante dos
años del pueblo, conservando su casa una fama no siempre merecida que ha
perdurado hasta nuestros días.
En fin, se pueden contar cientos de casos de infestación o encantamiento de casas,
en todos los siglos y en todas las zonas geográficas —Colin Wilson ha calculado que
deben existir más de mil casos registrados de actividades poltergeist—, pero lo cierto
es que, como muy bien dijo en cierta ocasión el doctor Jiménez del Oso:
Duendes, demonios, apariciones, espíritus, parecen haber sido barridos por completo en el siglo del
átomo y de las comunicaciones interplanetarias. Hablar de ellos parece no sólo irrelevante, sino demencial.
Sin embargo, no todos los hombres de ciencia piensan así.
A falta de explicaciones convincentes, los expertos se han dedicado a poner
nombres y más nombres a los fenómenos misteriosos que se generan en esas casas
que, por otra parte, siempre son muy similares, independientemente de la época que
hablemos.
No podemos concluir este capítulo sin referimos al comandante Tizané, que ha
estudiado en su vida más de un centenar de procesos incoados por la gendarmería
francesa en torno a los poltergeist y casas encantadas en general, manifestando, como
profundo conocedor del tema, unas conclusiones que apuntan en la misma dirección
de lo que, en definitiva, se quiere plantear en este libro:
Todos estos fenómenos nos conducen a admitir la acción de una potencia invisible, inteligente, maliciosa y
muy astuta, respondiendo a veces, como para divertirse, a los deseos de los testigos. Actúa exactamente
como podría hacerlo un ser humano, poseyendo facultades acrecentadas por su invisibilidad y otras que
escapan aún a nuestras concepciones.
Cuando el lector acabe de leer la última página de este libro de duendes, le
sugerimos que relea el párrafo anterior.

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