Es indudablemente importante, y se le suele identificar con el santuario
existente en Lurín, al sur de Lima. Aparentemente su nombre local pudo ser
Irma o Ichma, siendo Pachacama una denominación tardía y quechua, convertida
por los españoles del siglo XVI en una forma de traducir el término "dios",
de forma similar a como ocurrió con Wiraqocha. Posiblemente se deba a ello
una cierta identificación entre Wiraqocha y Pachacama, aunque, en ámbitos
distintos (sierra sur y costa central peruanas, respectivamente) parecen cumplir
actividades similares, diferenciadas por condiciones específicas: por ejemplo,
Pachacama es claramente identificado como "señor de los terremotos" y
tiene asociaciones marinas y subterráneas.
Las versiones acerca de Pachacama tienen, sin embargo, otro tipo de
problemas. Las más iniciales lo incluyen con otras divinidades de la región,
ello ocurre en la temprana relación del licenciado Pedro de la Gasea, Presidente
de la Audiencia de Lima, escrita hacia 1553, donde se resume una versión
que se incluye en la presente antología, y que parece tener puntos de contacto
con la contemporánea de Francisco López de Gomara (1552), sin duda
leída por Agustín de Zarate (1555), uno de los más divulgados cronistas de la
época. Mucho más amplia es la tardía versión del célebre agustino Antonio de
la Calancha (1638), que se encontrará a continuación. Gomara y Zarate mencionaron
otra divinidad costeña, Con, hijo del sol y de la luna y destruido por
Pachacama. Calancha no lo incluyó en su texto, que compendia otros informantes,
quizás entre aquellos primeros extirpadores de la "idolatría" colonial
andina, los cuales realizaron sus campañas desde inicios del siglo XVII. Calancha
fue un erudito, lo atestigua su Corónica moralizada del Orden de Nuestro
Padre San Augustín, y, en la propia versión que aquí se publica, puede apreciarse
cómo el cronista considera diferentes temáticas. Destaca la presencia de diversos
momentos en el proceso de la creación del hombre y de las plantas; llega
a sugerir una genealogía sagrada donde el Sol ("amado creador de todas las
cosas") es confundido en el texto con uno de sus hijos, Pachacama, quien crea
una pareja de la cual sobrevive una mujer. Pachacama tuvo otro hermano, asimismo
hijo del sol; éste era Vichama, cuya madre fue la sobreviviente de la pa19
reja primordial creada por Pachacama. Calancha no sólo fue un autor tardío
que reunía versiones en forma quizás antojadiza, sino también era culto lector
de autores clásicos del mundo grecolatino: Silio Itálico, Lucano, Ovidio
(introductor para Calancha de la temática de Medea despedazando a su hermano
Gialco, "sembrando sus huesos por los campos"), figuran así en la versión
del cronista agustino. Podría asociarse, además, una reminiscencia temática
del mito de Osiris, donde Set descuartiza su cuerpo e Isis entierra sus
restos, si bien este tipo de asociaciones debe confirmarse con un más cuidadoso
análisis de las lecturas de Calancha y de sus informes directos e indirectos.
De hecho, la temática del descuartizamiento divino, que Calancha presenta,
y la consiguiente reconstitución de un cuerpo sagrado, aparece en mitologías
actuales en los Andes (Inkarrí), aunque ya no vinculada al origen de los alimentos.
No sería descabellado relacionarla asimismo con las esculturas l í t i -
cas de Cerro Sechín, que presenta personajes desmembrados, pues la presencia
de esta temática en la información andina a la decapitación de Catequil,
mencionada por los religiosos agustinos que escribieron sobre Huamachuco
a mediados del siglo XVI. La presencia de esta temática pudo llevar bien a
Calancha a establecer la relación con los relatos de autores clásicos mediter
ráneos.
Pachacama aparece registrado desde épocas tempranas en los testimonios
de los primeros cronistas; la relación del licenciado Hernando de Santillán
(escrita en 1533) indica una versión, por él recogida aparentemente en
la zona donde se encuentra su conocido templo, al sur de Lima, donde se
menciona las relaciones entre Pachacama y el Inka, individualizado éste en
Tupa Inka Yupanqui, a quien las crónicas sindican como el sucesor de
Pachacuti:
". . .y allí /en lo alto del santuario de Pachacama, edificado según
indica Santillán por el propio Tupa Inka YupanquiJ le dijo la guaca
al inga que su nombre era Pachahc Camahc, que quiere decir el que
da ser a la tierra; y así se mudó el nombre del dicho valle de Irma
y le quedó Pachacama. Díjole también la guaca que tenía cuatro
hijos, y que al uno le hiciese casa en el valle de Mala, ques ocho
leguas de Pachacama, y al otro en Chincha, ques viente y cinco, y al
otro en Adaguaylas, junto al Cuzco, y que al otro cuarto hijo le quería
dar al dicho Topa Inga para que le guardase y le diese respuesta
de lo que le preguntase. Y así hizo /el Inka/ las dichas casas; y de
aquellas guacas fueron multiplicando muchas más, porque el demonio,
que por ellas les hablaba, les hacía creer que procedían de las dichas
guacas, y a todos tenían por sus dioses. A unos adoraban como
a hombres y a otros como a mujeres, y aplicaban sus devociones á
cada uno para un género de necesidad: a unas iban para que hiciesen
llover, á otras para que las sementeras que («c) crezcan y granen, á
otras para que las mujeres se empreñen; y así para las demás cosas.
Lo cual fue en tanta multiplicación, que ya casi para cada cosa tiene
su guaca, y por ellas los tiene el demonio tan embaucados, ques
la mayor dificultad que hay en aquella tierra para imprimir en los
naturales nuestra santa fe. . ." (Santillán /"15537 1950:59).
Es visible en la información de Hernando de Santillán la existencia de varias
localizaciones -residencias- de Pachacama, asimiladas, claro está, con una
genealogía que de él desciende. Es sabido que en el universo mítico, la genealogía
cumple un papel específico e importante, dado que es uno de los únicos
canales que permiten explicar el paso del tiempo, y aproximar también el tiempor
originario de los dioses al cotidiano de los hombres. Pero también debe
destacarse que la genealogía sirve para la expresión de las vinculaciones -en
este caso de los dioses- dentro de las pautas de un sistema de parentesco,
empleado éste no solamente como marco de referencia, sino también como
justificador de las relaciones existentes entre los dioses; estos son parejas, hermanos,
etc., de modo constante en la información menos historizada. Naturalmente,
los diversos "asientos" de las divinidades pueden ser identificados también
como residencias de dioses emparentados entre sí.
Es comprensible que para el español autor de la crónica citada, la información
acerca de Pachacama sólo podía corresponder a una influencia del demonio
cristiano. A ello se debe también que el cronista especifique la localización
de la divinidad andina, reducida ya a un papel oracular o, también, a
funciones específicas y a las que el europeo atribuye cualidades para hacer llover,
la fertilidad de las plantas y de las mujeres, etc. Es visible que las condiciones
que el europeo admite que constituyen su versión de la divinidad (la
cristiana en su caso) no son aceptables a sus ojos para las divinidades de los
pueblos que conquista, las que son limitadas al papel de "ídolos". Por ello
es fácil emplear los testimonios de las crónicas y los documentos coloniales.
Por ejemplo, para demostrar que los hombres andinos no tenían la noción
"abstracta" del dios cristiano, la cual, ciertamente, era la de los teólogos
(progresivamente), pero no la del común de las gentes, incluidos los cronistas
en el siglo XVI.
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