Antonio de la Calancha
"Dice una fábula que ellos creían por infalible, y creyeron hasta que hizo
la visita general contra la idolatría, y llegó hasta Guarmey por la parte de los
Llanos, y en todos los pueblos y comarcas lo creían, y aún hoy lo creen muchos
más que los artículos de la Fe, y no admitían haber sido el principio de los hombres
Adán y Eva, sino los que en seis informaciones donde declararon más de
mil testigos, vido como uno de los que iban a catequizar a los indios, y a inquirir
sus errores, el Padre Luis Turuel (sic) compañero del Padre Josef de Arriaga
dice, que el origen de los Indios de los llanos dicen ellos que fue, y el de sus
guacas y comidas, éste. Que no había en el principio del mundo comidas para
un hombre y una mujer que el dios Pachacámac había criado, murió de hambre
/el hombrej y quedó una sola mujer, que saliendo un día a sacar raíces de yerbas
entre espinas, con que poderse sustentar al campo, alzó los ojos al Sol, y entre
abundantes lágrimas, y quejosos suspiros, le dijo al Sol así: Amado Criador de
todas las cosas, ¿para qué me sacaste a la luz del mundo, si había de ser para ma-
tarme con pobreza, y consumirme con hambre? O nunca te acordaras de criarme
de la nada, o me acabaras al punto que salí a este mundo, yo sola viva en él sin
sucesión de hijos, pobre, afligida y sola. ¿Por qué, /Oh Sol, si nos criaste nos
consumes? ¿Y cómo, si eres el que reparte luces, muestras ser miserable negándome
el sustento? ¿No pareces piadoso, pues no te compadeces de los afligidos, y
no socorres a los que criaste tan desdichados; permite o que el cielo me mate con
un rayo, o la tierra me trague acabando tan trabajosa vida, o socórreme benigno,
pues me criaste omnipotente. Estas y otras ternuras y desesperaciones decía
afligida al Sol, estímulos de la hambre que cría rabias, como dijo Silio Itálico;
compadecido el Sol bajó alegre, saludóla benigno, y preguntó la causa de su
lloro, fingiéndose ignorante: y ella le dijo el afán de su vida, el trabajo de buscar
el sustento entre espinas, y la triste pesadía librada sólo en desenterrar raíces;
cosa como ésta creyeran los latinos, y la repite Lucano. Oyendo sus lástimas,
condolido de sus lágrimas, le dijo palabras amorosas, que depusiese el miedo, que
esperase descansos, porque ya no sería causa de sus penas la que hasta allí lo
había sido de sus congojas, consuelo que en semejante ocasión repitió Ovidio
de sus Dioses. Mandóle que continuase en sacar las raíces, y ocupada en ello,
le infundió sus rayos el Sol, y concibió un hijo, que dentro de cuatro días con
gran gozo parió, segura ya de ver sobradas las venturas, y amontonadas las comidas,
pero salió al contrario, porque el Dios Pachacamac indignado de que al Sol
se le diese la adoración debida a él, y naciese aquel hijo en desprecio suyo, cogió
al recién nacido Semidiós, y sin atender a las defensas y gritos de la madre,
que pedía socorro al Sol padre de aquel hijo, y también padre del Dios Pachacamac,
lo mató despedazando en menudas partes a su hermano. Lo mesmo
cuenta Ovidio que hizo Medea despedazado a su hermano Gialco sembrando sus
huesos por los campos, fratricidio de que a lamentosas voces, y a quejas justas
pedía venganza al Sol su Padre (esta afligida queja en igual ocasión pinta Virgilio.
. . ) Pero Pachacamac porque nadie otra vez se quexase de la providencia
de su padre el Sol de que no producía mantenimientos, ni la necesidad
obligase a que a otro que a él se le diese la suprema adoración. Sembró los
dientes del difunto y nació el maíz, semilla que se asemeja a los dientes;
sembró las costillas y huesos, nacieron las yucas, raíz que redonda tiene proporción
en lo largo y blanco con los huesos, y las demás frutas de la tierra que
son raíces. De la carne procedieron los pepinos, pacaes, y lo restante de sus
frutos y árboles, y desde entonces ni conocieron hambre, ni lloraron necesidad,
debiéndosele al Dios Pachacamac el sustento y la abundancia, continuando
de suerte su fertilidad la tierra, que jamás ha tenido con extremo hambres
la posteridad de las Yungas. No se aplacó la madre con estas abundancias,
porque en cada fruta tenía un acordador del hijo, y un fiscal de su agravio; así
su amor y la venganza le obligaban a clamar al Sol, y a pedir o al castigo o el remedio
de sus desdichas, como de otra cantó Virgilio, bajo el Sol no poderoso
contra el hijo Pachacamac, sino condolido de la mujer que le lastimaba,
y preguntándole, dónde tenía la vid y ombligo del hijo difunto, se le mostró
y el Sol dándole vida crió de él otro hijo, y se le entregó a la madre, diciéndole,
toma y envuelve en mantillas este niño que llora, que su nombre es Vichama
(otras informaciones dicen que Villama) crió al niño que creció hermosísimo,
hasta ser bello y gallardo mancebo, que a imitación de su padre el Sol,
quiso andar el mundo, y ver lo criado en él, consultó a la madre y continuó
su viaje; no hubo bien comenzado su ausencia, cuando el Dios Pachacámac
mató a la que ya era vieja, y la dividió en pequeños trozos, y los hizo comer
a los cuervos índicos que llaman gallinazos, y a los buitres Peruanos que llaman
cóndores, y los cabellos y huesos guardó escondidos en las orillas del mar; crió
hombres y mujeres que poseyesen el mundo, y nombró Curacas y Caciques
que lo gobernasen. Volvió el Semidiós y Vichama a su patria, que se llama
Végueta, valle abundante de arboledas, y hermoso país de flores, conjunto una
legua poco más o menos de Huaura. Deseoso de ver a su madre no la halló, supo
de un Curaca el cruel castigo y arrojaban fuego sus ojos de furor, y llamas su
corazón de sentimiento, al modo que pintó Virgilio el enojo del otro, convocó
los que habitaban aquellos valles. Preguntó por los huesos de su madre, supo
donde estaban, fuélos componiendo como solían estar y dando vida a su madre
la resucitó a esta vida y trató de la venganza, porque sólo ella aplacara el furor,
como de otro dijo Ovidio, y fue disponiendo el aniquilar al Dios Pachacámac,
pero él, por no matar a este otro hermano, enojado con los hombres, se metió en
la mar en el sitio y paraje adonde ahora está su templo, y hoy el pueblo y valle se
llama Pachacámac de quien vamos hablando. Viendo el Vichama que se le había
escapado el Pachacámac, bramando encendía los aires, y centellando atemorizaba
los campos, como del otro dijo Persio, volvió el enojo contra los de Végueta,
y culpándoles de cómplices, no porque mataron, sino porque permitieron; y
cuando no cooperasen en el castigo, se alegrarían de la muerte, llevando de su repentino
furor, sin admitir disculpas ni mitigarse con ruegos pidió al Sol su padre
los convirtiese en piedras, conversión que luego se hizo. Viéndose en piedras
convertidos, las criaturas que formó el Pachacámac ya invisible, para que se vea
cuan dificultoso es a los Dioses falsos aplacar la ira una vez atizada, como dijo
Séneca, pagando los hombres las culpas del tal Dios; dichoso los que confían que
Jesucristo pagó las nuestras. No hubo bien ejecutado el castigo el Sol y el Vichama,
cuando se arrepintieron de la impiedad, que lo que la ira yerra, y el arrepentimiento
no puede enmendar, lo castiga el dolor de haberlo hecho, y la pena de
no hallarle remedio como dijo Horacio. El Sol y el Vichama no pudiendo deshacer
el castigo, quisieron satisfacer el agravio, y determinaron de dar honra de
divinidad a los Curacas y Caciques, a los nobles y a los valerosos, y llevándolos
a las costas y playas del mar, los dejó a unos para que fuesen adorados por
guacas, y a otros puso dentro del mar, que son los peñoles, escollos o curipos,
a quien les diesen t í t u lo de deidad, y cada año ofreciesen hoja de plata, chicha,
y espinco, con que se aplacasen los tales convertidos, dando el primer lugar
al Curaca Anat, que es un peñol o roca, una legua de tierra rodeada del mar, por
ser éste el mayor que entonces era de los hombres, (y por ello es hoy el de mayor
adoración entre estos indios) viendo el Vichama el mundo sin hombres, y
las guacas y Sol sin quien los adorase, rogó a su padre el Sol criase nuevos hombres,
y él le envió tres huevos, uno de oro, otro de plata, y otro de cobre. Del
huevo de oro salieron los Curacas, los Caciques, y los nobles que llaman segundas
personas y principales, del de la plata se engendraron las mujeres de éstos, y del
huevo de cobre gente plebeya, que llaman Mitayos, y sus mujeres y familias.
Este principio creían como si fuera artículo de Fé todos los indios de Guaura,
de Cupi, de la Barranca, de Aucayama, de Guacho, de Végueta, y los que habitan
la costa, como se averiguó por el Visitador Fernando de Avendaño y por
los Padres Pablo Yosef de Arriaga, y Padre Luis Turuel, y los Indios desde Carabaillo
cinco leguas de Lima al norte y Pachacama cinco leguas al sur, y los pueblos
que corren la costa al Mediodía hasta Arica, que veneran sus peñoles,
rocas, o escollos, sólo diferencian este origen, diciendo que los hombres que
se criaron después para poblar este mundo, y adorar con sacrificios a los dioses y
guacas, los crió el Dios Pachacamac, enviando a la tierra cuatro estrellas, dos
varones y dos hembras, de quien se procrearon los Reyes nobles y generosos,
y los plebeyos, pobres y serviciales. Mandando el supremo Dios Pachacamac
que a las tales estrellas que él había enviado, y las volvía al cielo, y a los Caciques
y Curacas convertidos en piedras los adorasen por guacas, ofreciéndoles
su bebida, y plata en hoja. Esta es la fábula que como nosotros la Fe
creían, y aún hoy creen muchos esta fición y esta es la causa de adorar este
Dios, y estas guacas".
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