lunes, 25 de marzo de 2019

LEYENDA DE LA CRUZ DEL PÓSITO

Esta leyenda la configuran bien en el siglo XVII o a finales del S. XIX, junto a la columna que sustenta la cruz (antes circular y monolítica, de orden toscano, y ahora de bellísima traza renacentista, traída desde el antiguo palacio de Montemar, actual Ayuntamiento)
El Romancero de Jaén (1862) narra como a finales del siglo XVI, mientras Jaén dormía, dos hombres merodeaban por la plaza del Pósito, uno en la sombra y otro orando al pie de una cruz. ¿Quiénes son? La tradición cuenta que vino desde Flandes un noble señor, acaudalado y con apariencia de “Don Juan”, el capitán Diego de Osorio, quien se enamoró de Dª Beatriz de Uceda, bellísima y prudente dama que a su vez andaba enamorada en silencio de otro caballero. Logró casarse con ella más por imposición familiar que por verdadero amor, pero Dª Beatriz supo ejercer el papel que entonces se esperaba de la esposa. El capitán se dio pronto al vicio nocturno y terminó siendo un jugador empedernido que acabó con toda su fortuna en la Tafurería (tahurería: casa de juego, sobre todo dados) que había en la calle del Pósito. Un día, no teniendo más que jugarse, mandó a un criado a casa de su esposa, con el requerimiento de que le entregase el anillo de pedida. Efectuada la visita, la dama dice al criado que no le entregaría el anillo a otra persona que no fuese su esposo, por lo que exhortó al criado a que dijese a su señor que viniera él a pedírselo, fijando para ello el lugar denominado la Plaza del Pósito, junto a la cruz.
Recibido el mensaje, el tenorio vividor salió enfurecido al encuentro de su esposa y, hallándola en el sitio convenido, recibió el anillo de manos de la apenada Dª Beatriz, a la que mató con una daga por la afrenta sufrida. Una vez retiró la daga del cuerpo yerto, fue nuevamente hacia el lugar en que estaba jugando para proseguir la partida. En esto, entraron varias personas comentando el asesinato acaecido; partieron todos hacia el lugar de los hechos, incluso el mismo asesino, como si nada hubiese pasado. Personado en el lugar, se encontró con D. Lope de Haro que lo retó a espada en ese sitio y a esa hora. Y es que D. Lope, enamorado en silencio de aquella dama al igual que ella lo estuvo de él, vio como salía presurosa de su casa y determinó seguirla, siendo testigo del brutal crimen. Se entabló el inevitable duelo y el vil asesino cayó herido de muerte al suelo.
La leyenda añade que el enamorado ingresó como fraile en el convento de San Francisco (Diputación) y que todas las noches iba hasta la Cruz del Pósito para, postrado de rodillas, rezar un Padre nuestro por su dama y llorar su ausencia. Otros apuntan a que tras la muerte de D. Lope y, en la fecha trágica en que asesinaron a su amada, aparece el espectro del caballero al pie de la Cruz del Pósito e, hincado de rodillas, musita un “Pater Noster”, mientras que el alma de D. Diego vaga entre las sombras del Pósito penando su crimen.
Otra versión cuenta que la dama estaba realmente enamorada del caballero que le profesaba amor platónico y que, enterado el jugador, asesinó a su esposa, lo que motivó al enamorado caballero a batirse contra el jugador, dándole muerte en la plaza del Pósito

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