El volcán Santorín comprende cinco islas que constituyen la unidad que está más al sur de las islas Cicladas del Egeo (véase figura 28). El punto más alto, el macizo del Profeta Elías, en Thera, representa la isla original, de esquisto y mármol. En algún momento, hacia el final de período Plioceno, nació un volcán, probable mente muy cerca de la costa oeste, y experimentó sucesivas erupciones por varios de los orificios de salida hasta que se formó una gran estructura que cubrió la mayor parte de las antiguas rocas de la isla. Para los habitantes de la Edad del Bronce, la isla se llamaba Stronghyli («Redondo»), A mediados del siglo XV a.C., hubo una tremenda erupción pumítica{37}, similar a la del monte Mazama, en Oregón, algunos miles de años antes, y que, como ésta, culminó con la caída de la caldera. Los fragmentos del Stronghyli, cubiertos por una espesa capa de cenizas, permanecieron inhabitados durante un período no precisado, posiblemente un par de siglos por lo menos. Luego, parece que los fenicios fundaron una colonia más grande, que ellos llamaron Kalliste («El más hermoso»{38}). Se dice que su jefe era el legendario Cadmo, quien redescubrió la isla cuando buscaba a su hermana Europa que había sido raptada por Zeus disfrazado de toro. En su historia posterior, el pequeño conjunto de islas cambió de manos muchas veces. Sólo merecen mencionarse aquí dos de sus gobernantes porque explican dos de los nombres habituales. En el siglo IX a.C., las islas fueron conquistadas por los espartanos bajo el mando de Theras, del que deriva el nombre Thera con que se designa a la isla más grande del conjunto y también al grupo que constituye la unidad política; y, luego, por los venecianos que cambiaron su nombre por el de Santorini (del que se usa en general la forma francesa Santorín), que a su vez sería una deformación del nombre medieval italiano de San Irene, el santo patrón de Thera. Hoy, los nombres Santorín y Thera se suelen intercambiar. En este libro, el nombre Thera se reservará exclusivamente para la isla principal, y Santorín para el volcán, que, además, comprende el conjunto de las islas.
Inmediatamente después de la caída de la caldera. Santorín quedó reducido sólo a Thera. Therasia y las diminutas islas Aspronisi (fig. 31). Pero el volcán no estaba dormido y comenzó discretamente a construir una nueva estructura sobre las ruinas de la antigua. El primer antecedente histórico de actividad data del año197 a.C. En aquel entonces, una nueva isla emergió sobre el agua, en medio de la bahía, y se le dio el apropiado nombre de Kameni («Quemado»). Las erupciones fueron, una y otra vez, incrementando el crecimiento de la masa submarina. Hay relatos, no todos verificados, de catorce erupciones entre 1900 y 1950. En 1570 apareció una segunda isla y. en la erupción de 1707-1711, emergió otra entre las dos primeras. En 1866 surgió una nueva cúpula sobre el nivel del mar y. finalmente, en la última y más importante erupción, la de 1925-1926, la lava fluyó uniéndolo todo menos la antigua isla Palea («Antigua») Kameni, formando la actual Nea («Nueva») Kameni.
Los habitantes de Santorín viven en la actualidad en un ambiente precario e impresionante. Los peñascos empinados, en forma de semicírculo, de Thera caen abruptamente desde alturas de 500 hasta 1.200 pies (150 a 360 metros) en el agua, y tan profundamente que los barcos no pueden anclar debajo de la ciudad principal de Phira, pero sí les es posible amarrarse a las boyas sujetas al fondo del mar por cadenas de una excepcional longitud, o bien anclar cerca de Nea Kameni. En cualquier caso, deben trasladar a los pasajeros y la carga a tierra por medio de lanchas. Un empinado camino asciende serpenteando, por el lado del peñasco, desde el atracadero principal a Phira, que está en el borde superior. Ningún vehículo se arriesga por aquel agudo zigzag, de modo que los visitantes ascienden en burros o yeguas. Es difícil decir qué es lo que más asombra: si la vista de Thera de día o de noche. La primera vez que yo la vi era de noche. El barco de vapor había llegado mientras estábamos cenando y, cuando llegamos al desembarcadero, era noche cerrada, de modo que el espectáculo completo estalló ante nuestra vista con toda su fuerza. Un puñado de brillantes luces señalaba el muelle al borde del agua; una luminosa corona indicaba a Phira, formando una hilera de luces a lo largo del borde del peñasco, muy arriba: y una línea de luces en forma dentada marcaba el serpenteante camino.
Fig. 31. El grupo volcánico de Santorín en las Cicladas. Arriba: mapa geológico del conjunto. Abajo: una sección a lo largo de la línea AB. La supuesta profundidad del fondo de la caldera, inmediatamente después de la caída, puede estar algo exagerada.
De día, puede verse el lado del peñasco formado por capas multicolores de cenizas y lava. Se ven todas las gradaciones, desde el rojo ladrillo y el rosa fuerte hasta el rosa pálido, desde el marrón oscuro hasta el color ante claro y desde el negro al blanco, todos contrastando contra el azul índigo oscuro del mar que está abajo y el azul celeste, igualmente asombroso, del cielo mediterráneo, arriba. Las casas blanqueadas de Phira. y de otros pueblos de los alrededores, agregan un matiz deslumbrante. Cerca del muelle, debajo de Phira, hay un cono de un blanco grisáceo, con un talud{39} artificial, formado de piedra pómez, arrojada sobre el peñasco desde una cantera que hay arriba, y que espera ser cargada en los barcos (Ilustración 37). Desde algunos puntos de la bahía, el contorno, antes suave, que estaba directamente encima de este talud, presenta una apariencia de falta de un diente, en los sitios en que los bloques de piedra pómez han sido minados y dejaron paredes verticales. El talud exterior de Thera es suave y desciende gradualmente hasta una costa de arena que no constituye un buen abrigo como puerto. La mayor parte de la gente en Santorín vive en Phira y en algunos pueblos grandes, incluido uno que está en Therasia.
La vida es precaria por más de una razón. Mucho más temibles que la repetición de las erupciones son los terremotos que sacuden el área de vez en cuando. Después de uno muy fuerte que se produjo en 1956. y que causó la muerte a docenas de personas, muchos habitantes se fueron. Los que quedaron se sustentan, y no demasiado bien en la mayoría de los casos, por medio de la pesca, la agricultura y la minería. Las lluvias son tan escasas que el agua para uso doméstico se lleva una vez por semana en un gran contenedor de plástico remolcado por un barco. El suelo de pómez, muy poroso, absorbe y retiene la poca lluvia que cae, de modo que permite el pobre cultivo que existe. Por otra parte, los veranos son calientes y secos. Todo lo que crece, incluso las viñas, debe recogerse contra el suelo, en las depresiones bajas, para protegerse del intenso viento que es muy frecuente. La ceniza de pómez que se recoge allí es del tipo denominado pozzuolana, utilizado para fabricar cemento hidráulico, es decir, cemento que puede permanecer sumergido: la pozzuolana de Santorín, que se usó para la construcción del canal de Suez, es la que se produjo en la erupción de la Edad del Bronce.
Santorín, ejemplo excepcional de caldera formada en el fondo del mar, es una región clásica para los vulcanólogos. La isla de Thera también es importante para los arqueólogos, porque las nuevas excavaciones realizadas prometen arrojar nueva luz sobre cuestiones cruciales referentes a la arqueología minoica. Puesto que la posible conexión entre Santorín y Atlántida está relacionada con la cuestión (que no es insoluble) de su posible vinculación con la desaparición de la civilización minoica, deberemos dejar la Atlántida por ahora hasta que hayamos establecido, primero, qué sucedió o qué pudo haber sucedido y, lo que es igualmente importante, lo que no sucedió, como consecuencia de la erupción de Santorín en la Edad del Bronce: y segundo, cómo lo que sucedió, o pudo suceder, afectó a la Creta minoica.
Una caldera aún mejor conocida que la de Santorín es la de Krakatau (Krakatoa), en el estrecho de Sunda, entre Java y Sumatra (fig. 32) formado en la erupción de 1883. Como ya hemos detallado una explicación de esa erupción y sus consecuencias, podemos, porque es del mismo tipo, extraer algunas consecuencias válidas respecto a la erupción de Santorín en los tiempos minoicos. Antes de la erupción de 1883. Krakatoa consistía en tres conos unidos en hilera. En los tiempos prehistóricos fue un solo cono, quizá de más de una milla (un kilómetro y seiscientos metros) de altura, que cayó después de una violenta erupción y formó una caldera completamente cubierta por las aguas, con excepción de algunas pequeñas islas en su borde superior. Los tres nuevos conos se formaron en erupciones siguientes, que habían comenzado a crear una nueva estructura volcánica dentro de la caldera prehistórica, del mismo modo que las islas Kameni lo están haciendo hoy dentro de la actual caldera de Santorín. En 1883 la actividad comenzó, el 20 de mayo, en forma bastante discreta. Las explosiones no eran particularmente alarmantes y pronto cesaron. La actividad se reanudó el 19 de junio, y el 11 de agosto los tres conos presentaban un estado de inusitada actividad explosiva. La primera explosión seria se produjo a la una de la tarde del 26 de agosto. Explosiones cada vez más fuertes continuaron hasta las cinco de la tarde, hora en la que se produjo la primera caída, y continuaron a lo largo de la noche, manteniendo despierta a toda la población hasta en lugares tan alejados como Batavia (hoy Djakarta) y Buitenzorg (hoy Bogor). Hacia las diez de la mañana, cuando se producía la vigésimo séptima erupción, se alcanzó el máximo clímax, durante el cual la nube de cenizas llegó a tener una altura de cincuenta millas (ochenta kilómetros), y entonces se produjo la caída principal. Continuaron las explosiones con menos intensidad durante el resto del día 27 y la mañana del día 28. Después terminó todo
Fig. 32. El estrecho Sunda, mostrando Krakatoa después de la erupción de 1883 (Verlaten. Rakata y las islas Lang son sus remanentes) y la extensión de la inundación causada por un importante tsunami. La altura alcanzada por las olas era generalmente mayor en el extremo más angosto del estrecho, al comienzo de la bahía, y en los lados de la isla frente al volcán. Sobre un pequeño Toppershoedje que estaba justo en la boca del estrecho, la ola alcanzó casi veinte pies (6 metros) más de altura en la parte sudoeste que en la nordeste.
Como consecuencia de la ingente cantidad de cenizas que fueron lanzadas al aire, regiones que se hallaban hasta a 275 millas (440 kilómetros) quedaron sumidas en una oscuridad total; a una distancia de 130 millas (208 kilómetros) el oscurecimiento duró veinticuatro horas, y, a 50 millas (80 kilómetros), cincuenta y siete horas. En los lugares más cercanos a Krakatoa duró tres días y fue tan denso que nadie podía ver su propia mano ante el rostro; la luz de las bombillas apenas penetraba la penumbra. El polvo cayó sobre barcos que estaban a 1.600 millas (2.560 kilómetros) tres días después, y el polvo más fino permaneció suspendido en la parte alta de la atmósfera durante años, produciendo ocasos espectaculares en todo el mundo. El mar, en las proximidades del volcán, quedó prácticamente cubierto por una espesa capa de piedra pómez{40}. Los navíos que tuvieron que abrirse paso a través de la piedra pómez que flotaba informaron que, en algunos sitios, tenía diez pies (tres metros) de espesor. Una barra de hierro que arrojaron sobre ella desde uno de los barcos, no se hundió, y tres troncos se veían incrustados en esa capa de piedra pómez. Grandes cantidades de piedra pómez del tamaño de un puño fueron arrojadas a veinticuatro millas (treinta y ocho kilómetros) de Krakatoa: el lapilli fino, a una distancia dos veces mayor. Las vibraciones aéreas tomaron la forma de ondas sonoras u ondas de choque, según la longitud de onda. El estruendo de la explosión se escuchó en la isla Rodríguez, en el océano Indico, que está a casi tres mil millas (cuatro mil ochocientos kilómetros) de distancia. Las ondas de presión del aire apagaron los quemadores de gas, volcaron las lámparas, rompieron los escaparates a 80 millas (128 kilómetros) y agrietaron las paredes de los edificios hasta a 480 millas (768 kilómetros) de distancia.
Prácticamente todas las muertes del desastre de Krakatoa se debieron al tsunami generado por la caída principal. La ola destruyó 295 pueblos y se ahogaron, por lo menos. 36.000 personas en las costas cercanas de Java y Sumatra. Alcanzó la altura máxima de 36 metros (alrededor de 120 pies) en dos lugares: en Anjer, en la costa de Java, y en el lado que se orienta hacia el sur de la pequeña isla de Dwars en la caverna Weg, en la parte más angosta del estrecho Sunda (véase fig. 32), ambos a más de treinta millas (cuarenta y ocho kilómetros) de su origen; en la isla Seboekoe sólo alcanzó 82.5 pies (24.75 metros) de altura a una distancia igual a la mitad de Krakatoa, pero que estaba protegida por la isla Sebesi; y en el pequeño islote de Toppershoedje, también en la parte angosta del estrecho Sunda, hubo una diferencia sustancial de casi 20 pies (6 metros) en la altura de la ola en el lado que estaba frente a Krakatoa y en el lado protegido.
En relación con la erupción del Krakatoa sólo se produjeron pocos terremotos verdaderamente importantes y éstos sólo en las cercanías intermedias. Los primeros informes de terremotos en puntos más distantes del archipiélago indonésico se supone que se produjeron por los efectos del temblor aéreo de las ondas, más que por verdaderos movimientos subterráneos. Como en el caso de temblores bajos, especialmente terremotos volcánicos, la energía sísmica generada por la explosión del Krakatoa debió de disiparse rápidamente hacia fuera desde su punto inicial. (Por supuesto, si en ese instante se hubiera contado con sismógrafos sensibles, las ondas sísmicas generadas por las explosiones del Krakatoa se hubiesen registrado en todo el mundo, aun cuando no fueran perceptibles{41}.) Aunque no hubo terremotos apreciables directamente asociados con la erupción del Krakatoa, parece haberse producido un aumento de la propensión a los seísmos en la región un tiempo después: se percibieron temblores en el área de Bantam el 1 y el 18 de septiembre, el 6 de diciembre de 1883, y en enero y febrero de 1884.
¿Cómo fue, en comparación con la del Krakatoa, la erupción de Santorín en la Edad del Bronce? Debemos conocer la respuesta a fin de valorar sus posibles efectos sobre Creta y otros lugares. Algunas veces se ha afirmado que puesto que la caldera de Santorín es cuatro o cinco veces mayor que la de Krakatoa, sus erupciones debieron haber sido cuatro a cinco veces más poderosas, pero esto es más bien una simplificación. Lo que es importante no es cuánta energía total se produjo, sino cómo se dividió esta energía. Por supuesto, los efectos de unas pocas ingentes explosiones{42} llegarán más lejos que el de numerosas pequeñas, aunque la energía total sea la misma. De igual modo, lo que importa en relación con el posible daño producido por un tsunami sobre playas lejanas no es qué cantidad de la isla ha caído, sino qué cantidad ha caído en un momento cualquiera. También es importante, para la arqueología minoica, la respuesta a estas preguntas: ¿Cuánto duraron las erupciones desde el comienzo hasta el final? ¿Cuándo ocurrió exactamente la caída (o caídas) en relación con el clímax de la erupción? ¿Se produjo algún terremoto en relación con la erupción y, si fue así, a qué distancia se percibió? Estas preguntas no pueden contestarse de un modo inequívoco.
Se han reconocido tres capas de cenizas como producto de la erupción del Santorín en la Edad de Bronce: la inferior tiene 10 pies (3 metros) en algunos sitios; la segunda, de 17 a 33 pies (5.70 a 9.90 metros) de espesor, y la superior, de 33 a 100 pies (9,90 a 30 metros) de espesor. Aparentemente, una de estas capas, la superior, se puede rastrear a grandes distancias en pruebas{43} del fondo del mar (fig. 33). Se ha estimado que cubrió un área de alrededor de 77.000 millas cuadradas (199.430 kilómetros cuadrados) y que las nubes de gases, vapores y polvo deben de haber cubierto un área bastante mayor. Las cenizas del Krakatoa, cuya extensión y efectos atmosféricos son tan conocidos, casi no se detectan en las muestras tomadas en el fondo del mar. Por tanto, al menos una de las erupciones más fuertes de Santorín debe de haber sido sustancialmente más poderosa que la más grande de las explosiones del Krakatoa, ya que pudo lanzar tal cantidad de material a tan considerable altura en la atmósfera como para que fuera llevado tan lejos.
La capa intermedia de cenizas muestra signos de estratificaciones cruzadas, lo que, al principio, se interpretó que se había formado en una larga serie de explosiones entre débiles y moderadas, separadas por períodos de reposo. Sin embargo, las observaciones de las explosiones nucleares han llamado la atención de los vulcanólogos por el fenómeno conocido como «base surge» («marejada base»), nube característica en forma de anillo que gira hacia fuera desde la base de la columna vertical de una explosión. Este tipo de] nubes se ha advertido en las erupciones volcánicas, particularmente; en aquellas en que penetra agua en el conducto volcánico. Transé porta material de todas las medidas a velocidades tremendas, y cerca del centro de erupción puede erosionar canales y depositar material en estratificación cruzada, como el de Thera. Por tanto, la supuesta evidencia de intervalos de erosión durante el depósito de la piedra pómez intermedia pudo, en realidad, haberse producido muy rápidamente —incluso en cuestión de días u horas— y esencialmente en el mismo momento que la capa superior de cenizas, que podría ser material que volvió a caer desde alturas mayores.
Fig. 33. Distribución de las cenizas de la erupción de Santorín, en la Edad del Bronce, según las pruebas de las muestras del fondo del mar. (Tomado de Ninkovich y Heezen, 1965.)
La analogía con Krakatoa, válida en términos generales, no puede hacerse extensiva a los detalles específicos. Por ejemplo, porque sabemos que la actividad de Krakatoa comenzó suavemente y alcanzó sus dos días de clímax unos tres meses después de su erupción inicial, no podemos suponer que Santorín hiciese exactamente lo mismo. Cada volcán posee su propio estilo característico, y algunas erupciones conocidas, del mismo tipo muy explosivo, han cumplido su ciclo muy rápidamente, mientras que otras se han prolongado durante bastante tiempo. La erupción de 1835 de Cosegüina, en Nicaragua, comenzó sin advertencia alguna y terminó al cabo de una semana. En otro extremo, en la gran erupción de Tambora, en Indonesia, en 1815, los primeros signos de actividad aparecieron tres años antes de alcanzar el clímax, aunque la erupción catastrófica se produjo en dos días. Las erupciones de Hekla, en Islandia, comienzan con su fase más violenta y. luego, van disminuyendo gradualmente. Lo que los vulcanólogos pueden decir con cierta seguridad respecto de la erupción extrema representada por la capa superior de cenizas de Santorín, es que no debe de estar muy alejada. en el tiempo, de la erupción violenta representada por la capa inferior: seguramente, no más de treinta a cincuenta años, ya que se precisan miles de años para que la presión forme este tipo de erupciones y. una vez que se libera, tiende a agotarse rapidísimamente. Así pues, podemos suponer de una forma razonable que la erupción de la Edad del Bronce comenzó, probablemente, en forma suave y se desarrolló hasta alcanzar su clímax: que, además, el clímax fue muy rápido y. sin duda, muy violento, y que el signo inicial de actividad pudo comenzar meses o. posiblemente, incluso algunos años antes de la catástrofe final.
La distribución de las cenizas volcánicas de la erupción de la Edad del Bronce es de vital importancia para valorar los efectos de la erupción a cierta distancia desde Santorín. En la caída de las cenizas están implicados varios factores: su espesor, sus propiedades físicas y químicas, la época del año y el clima de la región. Los efectos sobre la agricultura se clasifican en inmediatos y a largo plazo los primeros son, sobre todo, destructivos, pero, después de varios años, o generaciones, los últimos son. en algunos casos, beneficiosos. porque si bien la caída de cenizas pudo destruir totalmente las cosechas, «si el depósito no tiene más que unas pocas pulgadas de espesor... la siembra de los siguientes años llega a dar cosechas iguales, o mejores, debido a los efectos benéficos, mecánicos y químicos, de las cenizas sobre las viejas tierras». Cuanto más espesa sea la capa y más seco el clima, más lenta será la recuperación. Los pastos y los follajes bajos son los que primero, naturalmente, quedarán arrasados; para los arbustos altos y para los árboles, el mayor daño estribará en la rotura de algunas ramas.
En Paricutín, un volcán que apareció en los maizales mexicanos en 1943, el maíz creció más alto, y las ramas de café dieron más cantidad de granos en los lugares donde cayeron cenizas, cuando éstas tenían menos de un pie (treinta centímetros) de espesor, porque las cenizas actúan como estiércol para retener la humedad. Por otra parte, unos pocos centímetros de ceniza volcánica fresca arruinaron, en Islandia, tierras que habían sido buenas para la agricultura durante mucho tiempo. Tuvo que abandonarse las granjas durante, al menos, un año, cuando las cenizas tenían unas cuatro pulgadas (diez centímetros) de espesor; hasta cinco años, cuando la capa de cenizas era de seis pulgadas (quince centímetros) de espesor; y durante décadas, cuando las tierras quedaron enterradas bajo una capa de ceniza de ocho a veinte pulgadas (veinte a cincuenta centímetros). Después de la erupción del Hekla de 1947, se tuvo que abandonar los pastos temporalmente cuando la capa de cenizas alcanzó un espesor de sólo media pulgada (un centímetro y medio); las reservas de agua se contaminaron y, en algunas regiones, las ovejas enfermaron y murieron tras comer el forraje que sólo estaba un poco cubierto de un polvo de cenizas, porque éstas contenían grandes cantidades de flúor adheridas a las pequeñas partículas de cenizas y envenenaban el forraje.
De las pruebas de las muestras —antes mencionadas— del fondo del mar se desprende que un promedio de alrededor de cuatro pulgadas (10 centímetros) de cenizas volcánicas cubría, como resultado de la erupción de la Edad del Bronce, la parte este de Creta. Es difícil que llegasen hasta Creta nada más que las materias expelidas más finas que el aire podía transportar. Sin embargo, si una o más explosiones del Santorín fueron mucho más fuertes que la más fuerte del Krakatoa, como muy bien pudo ocurrir —especialmente si la caída de la caldera permitió que el agua del mar entrara en contacto con el magma caliente, justamente en el clímax de la erupción, agregando la violencia del agua lanzada como vapor a la violencia del magma que estallaba formando cenizas de pómez—, entonces es posible que algunas bombas volcánicas llegaran hasta las playas de Creta, a noventa y seis kilómetros de distancia.
Las respuestas que se refieren a la caída de la caldera del Santorín son, necesariamente, vagas. La caída del Krakatoa se produjo al mismo tiempo que el paroxismo (o, posiblemente, el mayor paroxismo acompañó a la caída). Por otra parte, la caldera del Askja, en Islandia, se formó gradualmente en un período de alrededor de quince años después de una erupción de 1875, y la caldera de la isla Femandina, una de las islas Galápagos, aumentó lentamente en uno o dos kilómetros cuadrados en doce días, inmediatamente después de una breve, pero violenta, erupción en 1968. Los primeros investigadores del Santorín, viendo las paredes verticales de piedra pómez al borde de la caldera, pensaron que la caída debía de haberse producido bastante después de que se hubiera depositado la última capa de cenizas, es decir, bastante después del fin de la erupción. Entendieron que las cenizas sueltas y recién caídas no podían sostenerse en forma vertical y que, por tanto, debió de pasar bastante tiempo como para que el material se hubiera compactado antes de que el centro de la isla se sumergiera, dejando los peñascos más escarpados. No obstante, en Nueva Zelanda, por ejemplo, se observó que una capa de fragmentos de cenizas de pómez de ángulos afilados —que sólo son cristales volcánicos en pequeños fragmentos— puede adquirir el grado necesario de coherencia después de horas de haber caído. Por tanto, la verticalidad de las paredes de piedra pómez no tiene importancia con relación al tiempo en que se produjo la caída. Los informes geológicos disponibles no dicen si tal caída se produjo rápidamente, generando así uno o más tsunamis, o si se produjo por partes y suavemente, de modo que las olas que se formaron, si es que se formaron, no fueron particularmente destructivas en las playas lejanas. No obstante, lo más probable es que la caída se produjera, o al menos comenzara, en el momento del clímax de la erupción, o muy próximo a él. La idea de que la caída no se originó hasta después de más de doscientos años, y que entonces fue súbita y completa, no es en absoluto verosímil desde el punto de vista geológico. Pero, en cualquier caso, la caída de la erupción de la Edad del Bronce generó un tsunami que no fue originado por las explosiones o por los temblores de esas explosiones.
Se han hecho algunas estimaciones totalmente irreales de la probable altura del tsunami de Santorín, basadas en concepciones equivocadas sobre la forma en que se generan y propagan este tipo de olas. Un punto de vista ha supuesto que la ola se originó por una explosión en la que toda la energía de la erupción había sido liberada al mismo tiempo, lo que elevaba a una altura de varios miles de pies el centro de la explosión, y que se esparció en todas direcciones como una montaña de agua, destrozando todo lo que encontraba a su paso, inundando toda la llanura central de Creta y perdonando sólo a los pastores que se refugiaron en la parte alta de las montañas. Otros han descrito el tsunami como causante de deterioros del mismo nivel en todas las costas del Mediterráneo, hasta una curva de nivel de cien o doscientos pies (treinta o sesenta metros), por ejemplo; pero, como ya se ha visto, el nivel hasta el cual puede subir el agua en un lugar determinado depende más de factores locales que de la altura original de la ola.
Las manchas de piedra pómez encontradas a los comienzos de los valles en las islas de Anafi, de los cuales el más alto está a 825 pies (247,50 metros) sobre el nivel del mar. se han mencionado como prueba de la altura del tsunami de la Edad del Bronce, a pesar del hecho de que es mucho más posible que dicha piedra pómez, incluso a un nivel inferior, pueda ser un remanente de una cubierta llevada por el aire, y no que la piedra pómez llegara hasta esas alturas transportada por una ola de increíbles proporciones, casi cuatro veces más alta que el más alto tsunami registrado nunca, que tenía 210 pies (63 metros), en el extremo sur de Kamchatka en 1737{44}. De todos modos la cuestión es discutible, porque las investigaciones posteriores han demostrado que la piedra pómez de Anafi es de una erupción mucho más antigua, datada por el radiocarbono como de hace dieciséis a dieciocho mil años.
Se han realizado otros cálculos de la altura inicial del tsunami de Santorín, estimándolo en 210 metros, o casi 700 pies, en base a una capa de piedra pómez posglacial encontrada a unos dieciséis pies (cuatro metros con ochenta centímetros) sobre el nivel actual de Jaffa, muy cerca de Tel Aviv. Estos cálculos no sólo no tienen en cuenta los efectos de la acumulación, sino que además se basan en la fórmula de la raíz cuadrada del inverso de la distancia (véase capítulo 7), que. por razones matemáticas, funciona sólo en una dirección (dada la altura inicial y las condiciones ideales, puede predecir aproximadamente la altura a una cierta distancia desde el origen. pero da valores excesivamente exagerados cuando se utiliza la inversa, para calcular la altura inicial partiendo de la amplitud supuesta en una costa lejana). Por tanto, si la piedra pómez en cuestión fuera la piedra pómez minoica, la estimación carece de sentido. Un análisis de los minerales pesados y livianos que allí hay ha excluido desde entonces a Santorín como una fuente posible.
La propagación real de cualquier tsunami de Santorín, cualquiera que fuese su altura inicial, debe de haber resultado extremadamente compleja. Puesto que hay tres islas que están alrededor del vacío creado por la caída, la ola al principio pudo no haberse propagado libremente en todas direcciones, y un tsunami pudo generarse en el mar abierto. Una vez fuera de la caldera, el frente de olas, especialmente la parte que se traslada hacia el este alrededor de las extremidades norte y sur de Thera, debió de haberse complicado por las interferencias (a veces reforzando y otras veces disminuyendo la amplitud) y por la pérdida de energía al encontrarse con varias islas. Lo único completamente seguro es que cualquier ola u olas originadas por la caída no se irradiaron desde Santorín en círculos nítidamente concéntricos, y que la ola u olas no alcanzaron la misma altura en todas las costas, ni siquiera en puntos equidistantes del origen. Al contrario, puede decirse que si al menos una parte importante de la caldera cayó súbitamente —lo que, desde el punto de vista geológico, es una suposición muy razonable—, las consecuencias sobre la costa norte de Creta y la del este del Peloponeso pudieron haber sido muy serias.
En lo que concierne a asociar la posibilidad de terremotos con la erupción de la Edad del Bronce, sólo cabe contestar con un rotundo no. Los temblores generados por una explosión volcánica tienen un foco muy bajo —dentro de una superficie de pocos kilómetros, y casi podría decirse mejor de unos pocos cientos de metros de profundidad—, y como los temblores poco profundos, especialmente los volcánicos, nunca se perciben muy lejos del punto de origen, no es probable que una onda sísmica originada en la erupción del Santorín pudiese haberse percibido en Creta, y. mucho menos, causar daños allí. Tampoco es probable que un terremoto tectónico coincidiese exactamente con la erupción. Aunque las zonas volcánicas del mundo están muy próximas a las zonas de alto grado sísmico (no obstante, la inversa no siempre se produce), la conexión entre terremotos tectónicos y vulcanismo no es una simple cuestión de causa y efecto. Como se mencionara en el capítulo anterior, sólo hay tres casos en que un terremoto importante ha producido, en forma directa, una erupción: Puyehue, en los Andes, en 1960; Pematang Bata, en Sumatra, en 1933, y Fuego (Colima), en México, en 1973. Igualmente raros son los casos en que las erupciones parecen haber provocado terremotos lo bastante fuertes como para considerarlos tectónicos. En 1868, un intenso temblor sacudió el sudoeste de Hawái cuando se abrió una nueva grieta durante una erupción del Kilauea. Unas pocas horas después se produjo un fuerte terremoto tras el comienzo de la erupción de Sakurajima, en Japón, en enero de 1914, que ocasionó daños cerca del volcán y que fue registrada en los sismógrafos de Europa. Sólo unos pocos meses después, se registró un terremoto similar relacionado con una erupción en Iwo Jima, a cincuenta millas (ochenta kilómetros) al sur de Sakurajima. Todos estos casos representan límites entre temblores volcánicos y tectónicos. Cualquiera que sea la relación existente entre las erupciones y los terremotos tectónicos, se encuentra en las profundidades del manto de la Tierra (véase fig. 22). Ambos fenómenos son el resultado de procesos que se producen allí y cuya exacta naturaleza aún no ha sido aclarada. Con una relación tan remota como la señalada, no es sorprendente que los terremotos tectónicos y las erupciones coincidan muy raramente.
No obstante, la historia registrada de Santorín demuestra que sus erupciones más fuertes fueron precedidas, o seguidas, por intensos terremotos cuyo foco se encontraba a una altura intermedia (en el manto de la Tierra) en alguna parte de la región mediterránea. La erupción de 1925-26 comenzó en agosto y terminó en el mes de enero siguiente; el 6 de julio de 1925 se produjo un terremoto de magnitud 6.5, cuyo foco estaba a 120 kilómetros de profundidad debajo el Peloponeso, y otro terremoto el 26 de junio de 1926 con su foco a 100 kilómetros de profundidad debajo de Rodas. El último tuvo una magnitud de alrededor 8.2 y produjo daños y muertes en Creta, especialmente en Candía (Heraklion) y sus cercanías, y destruyó pueblos enteros en la provincia turca de Esmirna. Entra totalmente dentro de los límites de lo posible que un intenso temblor de este tipo pudo haberse producido dentro de unos pocos años, o unos pocos meses, antes o después de la erupción del Santorín de la Edad del Bronce, y que ese temblor se percibiese en toda la región oriental del Mediterráneo, incluida la zona libre de terremotos de Egipto. Y. desde nuestro punto de vista, los resultados de un acontecimiento que ocurrió poco antes o después de la erupción pudieron fácilmente aparecer como simultáneos con ella.
Además de la posible relación (si bien remota) entre los terremotos y la erupción, es posible que se produjeran tsunamis y que Creta se cubriera con una capa de cenizas de un espesor no determinado. Pero también hubo otras consecuencias de la erupción, que seguramente se percibió a distancia del volcán, y que pudo haber sido del tipo de un oscurecimiento de intensidad variable, después de cada explosión fuerte, cuyos efectos psicológicos debieron de ser generales, y cuyos efectos físicos son evidentes en áreas donde hubo una intensa lluvia de cenizas, como la que cayó en la parte oriental de Creta: tremendas olas de temblores o fuertes estampidos después de cada potente explosión que debieron de percibirse en toda el área del Mediterráneo, llegando algunas de ellas a dañar los edificios dentro de un radio considerable; espectaculares descargas eléctricas en las nubes de cenizas, sobre el volcán, que, por supuesto, no fueron visibles desde muy lejos durante el oscurecimiento más intenso; lluvias muy copiosas y tormentas eléctricas provocadas por las partículas de cenizas que había en la atmósfera y que actuaban como núcleos de condensación («siembra de nubes») para condensar el vapor del agua: un notable descenso de las temperaturas en todos los lugares en los que el Sol quedó oculto por la nube de cenizas; y, con seguridad, llameantes y espectaculares atardeceres en todo el mundo, durante muchos meses después de la erupción. Todo esto imprimió su huella en la historia o en la leyenda. o en ambas. Nos ocuparemos primero de las gentes que se hallaban más próximas a la escena: los habitantes de Stronghyli y de Creta.
La civilización de la Creta de la Edad del Bronce se vanagloriaba de ser una cultura altamente refinada. Sir Arthur Evans, que sacó a la luz la cultura de Cnosos en sus excavaciones, la llamó minoica, por el rey Minos, el rey del mar del mito de Teseo. Tucídides, en el primer capítulo de su Peloponnesian Wars («Guerras del Peloponeso») afirma: «... Para nosotros, la primera persona conocida por la tradición que contó con una flota fue el rey Minos. Se adueñó de lo que hoy es el mar Helénico y gobernó sobre las Cicladas, a muchas de las cuales envió las primeras colonias, expulsando a los carios y nombrando gobernadores a sus hijos. Así se empeñó en acabar con la piratería en esas aguas, un paso necesario, imprescindible para asegurar la fuente de ingresos en su propio beneficio.» Sin embargo, antes del descubrimiento de Evans, y de acuerdo con las referencias que de Minos hacía Tucídides, se creía que éste más bien fue un personaje mítico y no histórico.
Evans dividió la época Minoica en tres períodos principales: primitiva, media y tardía. Cada una de éstas se subdividía en tres etapas: I. II. III. La mayoría de dichas etapas han sido después subdivididas de nuevo en subetapas tempranas y tardías, A y B, y, a veces, también C. Por tanto, la primera parte del minoico tardío se designa «Minoico tardío I A» o, simplemente. «MT I A». La cronología se da en la tabla 2. (Se debe recordar que los arqueólogos no coinciden totalmente en cuanto a las fechas precisas de las varias etapas y subetapas y su correlación con la cronología egipcia.)
Los minoicos fueron los primeros en contar con gentes marineras. En la culminación de su poder controlaron políticamente toda la región del Egeo, mientras que su influencia económica se extendió por todo el Mediterráneo oriental y llegó, hacia el oeste, hasta Sicilia. Eran pacíficos, dependiendo completamente del mar y de su marina para la defensa: sus palacios y sus ciudades no estaban fortificadas. No poseían barcos de guerra, al menos no como tales en un riguroso sentido, pero sus navíos mercantes llevaban guerreros cuando era necesario. Las comunidades minoicas más importantes se constituyeron alrededor de numerosos y espléndidos palacios, cada uno de los cuales era la sede de un rey-sacerdote. Estos gobernantes locales se unían en una especie de confederación y. de entre ellos, el de Cnosos era el supremo rey-sacerdote.El nivel de vida de que se gozaba en la civilización minoica era, probablemente, más alto del que se tiene hoy en algunos países europeos. Incluso las casas más pequeñas constaban de dos o tres plantas, con amplias ventanas, patios y. a menudo, varias cocinas. En algunos palacios había refinamientos tales como retretes, salidas de agua, drenaje y un sistema de desagües. Los artesanos, altamente cualificados, fabricaban en los palacios las mercancías de lujo que después se comercializaban en lugares tan lejanos como Egipto y Siria. El arte de la cerámica estaba muy desarrollado y la alfarería reflejaba una vida amable. Los frescos y la pintura de los vasos, lo mismo que la talla de las piedras (especialmente recogidas del mar) alcanzaron una perfección que no se alcanzaría de nuevo al menos en casi mil años. Otros artesanos esculpieron en piedra y marfil, o trabajaron exquisitamente el oro, la plata y el bronce. La moda minoica en el vestir, como la de la alfarería y otros diseños, cambió a lo largo del tiempo, como sucede, en general, con todas las modas, pero lo que se presenta como el vestido «típico» de una dama minoica es la falda, con pliegues, que cae desde una cintura ajustada, complementada con una chaqueta que cubre los brazos hasta el codo, pero que deja completamente desnudo el pecho. Los peinados eran muy elaborados. Los hombres de las clases altas se vestían principalmente con una falda corta, con una pieza para cubrir los genitales, sus pechos desnudos se adornaban con valiosos collares, y sus cabezas lucían extravagantes peinados.
La religión parece haberse centrado alrededor de una diosa- madre y otras personificaciones de las fuerzas naturales, que se veneraban en santuarios naturales, tales como cuevas y grutas. Sus templos no eran sofisticados, y no erigían esculturas ni de los dioses ni de los héroes. Se adoraban árboles, postes o columnas como las moradas visibles de los dioses. En los palacios y. probablemente, también en las casas, se usaban pequeñas habitaciones para el culto real o privado. En sus ceremonias religiosas, la música y la danza jugaban un papel importante, y quizás en la vida cotidiana también. Un deporte popular era el salto del toro (Ilustración 38), en el que se enviaba a jóvenes de ambos sexos a la arena para realizar peligrosas proezas acrobáticas con un toro, tales como cogerlo de las astas y lanzarse sobre el lomo del animal, saltar apoyándose en la mano o dar brincos mortales sobre él, etc. El boxeo era también muy habitual, lo mismo que el lanzamiento de la jabalina y. desde los tiempos clásicos, los cretenses fueron reconocidos por su habilidad con el arco.
El palacio de Cnosos, como algunos de los otros, fue dañado por los terremotos en varias ocasiones en su larga historia, y otras tantas fue reconstruido. La destrucción del final del Minoico medio III fue particularmente generalizada y marca la terminación de la era de los «Primeros palacios». A fines del Minoico tardío I se produjo un cambio mucho más drástico. De pronto, el desastre parece haber golpeado en todas partes al mismo tiempo. Con una excepción, todos los palacios y todas las casas y. en algunos casos, ciudades enteras, quedaron reducidos a ruinas. Ninguna de las grandes casas se volvió a construir, y algunas de las ciudades no se repoblaron de nuevo. Kato Zakros. Palaikastro. Modos. Pseira. Gurnia. Nirou Khani. Malia y Amniso, en la costa, quedaron destruidas, y lo mismo ocurrió con Tiliso. Sklavokambos. Hagia Triada, y otras que estaban en el interior, a alturas de hasta seiscientos o setecientos pies (ciento ochenta a doscientos diez metros) sobre el nivel del mar (fig. 34). En muchos casos, la destrucción parece haberse producido, o al menos completado, por el fuego. Los habitantes regresaron a Tiliso, a Gurnia, a Palaikastro y a algunos de los otros asentamientos, y construyeron nuevamente sus hogares junto a las ruinas de las grandes casas. Otros lugares, como, por ejemplo. Pseira y Modos, quedaron abandonados para siempre. En la misma época. Cidonia, una ciudad relativamente sin importancia, en la parte occidental de Creta (aproximadamente en el lugar que hoy ocupa la moderna Khania), comenzó a asumir mayor importancia, y en la parte occidental de la isla comenzaron a formarse nuevos núcleos urbanos. De todos los palacios, sólo Cnosos permaneció erguido y continuó siendo habitado, pero, aun allí, el estilo de vida cambió notablemente: las grandes habitaciones se dividieron en pequeños apartamentos: los diseños de la alfarería se hicieron menos elegantes, más ostentosos: y, lo que es más importante, el idioma que se hablaba entonces en Cnosos ya no era el minoico.
Fig. 34. Creta, indicando los lugares destruidos al final del Minoico tardío I B. (Tomado de Hood. 1970. y Luce. 1969.)
Uno de los avances más significativos de los años cincuenta fue el de descifrar la escritura llamada Linear B. Se han hallado dos sistemas de escritura en Creta. La antigua. Linear A, representaba, aparentemente, el lenguaje que se hablaba en toda la isla. Parece haber sido utilizado principalmente para propósitos prácticos de la vida cotidiana, como, por ejemplo, inventarios, más bien que como instrumento literario, y su desarrollo se rastrea ya desde las primeras pictografías del comienzo hasta la forma silábica. La escritura Linear B aparece en Cnosos después del Minoico tardío I. Se conoce en Creta sólo desde Cnosos, pero, posteriormente, aparece también tierra adentro. Aun antes de que ninguna de las dos fuera descifrada, se reconoció que la forma Linear B tenía la misma escritura silábica que la Linear A, pero se usaba para un lenguaje diferente —del mismo modo en que el alfabeto latino puede usarse para el francés, el alemán, el inglés y otras lenguas. El descifre del Linear B. en 1953, resultó desagradable para algunos, placentero para otros y, para la mayoría, sorprendente, incluido el que lo descifró, Michael Ventris, cuando resultó ser una forma arcaica del griego. Esto prueba que Creta había sido tomada por gente de Micenas que estaba en el continente. Aquellos que habían mantenido que los micénicos eran apenas algo más que bárbaros, y no muy poderosos en aquellos tiempos, estaban desconcertados: ¿cómo pudo semejante nación conquistar a los infinitamente superiores minoicos? Los que habían insistido en que los micénicos estaban bastante desarrollados y eran poderosos, estaban encantados: al haber dominado a Creta, los micénicos demostraban su superioridad. Lo mismo que la Linear A. la Linear B se usó sólo para inventarios y transacciones comerciales. Se ha indicado que cuando los micénicos se apoderaron del territorio, instruyeron a los escribas del palacio para adaptar su escritura al griego, pero que «los resultados no fueron los apetecidos y que, por tanto, la forma silábica de la Linear B continuó siendo un medio inadecuado para la lengua egea. Entonces, la nueva escritura se difundió desde Cnosos hacia el continente, sin duda todavía en manos de los minoicos, los escribientes de Cnosos, y sólo para ser utilizada en los palacios».
La escritura Linear A no ha sido descifrada aún, al menos no hasta el grado satisfactorio de la Linear B. Decididamente, no es griega. ¿Es una lengua indoeuropea, y. si es así, cuál?, se preguntan Luvian y Hittite. ¿O es semítica, como también se ha sugerido? Cuando la Linear A revele su secreto ayudará a arrojar alguna luz sobre el origen minoico, pero, sin embargo, lo que aquí nos concierne es su fin, no su origen. Porque desde el principio de nuestra frecuentación con los minoicos, su colapso repentino y total, la caída súbita y vertical desde el pináculo del poder hasta ser sólo una dependencia menor de Micenas, ha desconcertado a todos aquellos estudiosos de la historia antigua. Ninguna de las explicaciones habituales para el declive y caída de grandes naciones parece aplicable en este caso. El declive fue demasiado brusco como para ser achacada a una decadencia cada vez mayor. El desplazamiento por una horda invasora puede ser excluido porque ninguna otra cultura extranjera suplantó a la minoica, ya que ésta, simplemente, se deterioró. El cambio es tan inexplicable que se ha llegado a sugerir que quizá los minoicos se cansaron de su papel de líderes del mundo egeo y entregaron la hegemonía a los micénicos en una «pasiva renuncia al poder».
Después de experimentar en carne propia el terremoto de 1926. Evans llegó a la conclusión de que las grandes rupturas de la continuidad de la civilización minoica de Cnosos debieron de deberse a «estas fuerzas catastróficas de la naturaleza que aquí están siempre latentes». El evidente cambio de estilo de vida en Cnosos después del Minoico tardío 1 B lo atribuyó al hecho de que fue ocupado por la gente común como resultado de sublevaciones de elementos oprimidos de la población que aprovecharon el caos que siguió al terremoto. También cree que el sentimiento de inseguridad, a causa de la repetición de los destructivos terremotos, que se reproducían a intervalos de una o dos generaciones a lo largo de toda Creta, pudo inducir a que la gente emigrara, alentó las conquistas allende los mares e impulsó a la colonización de tierras continentales, porque, al mismo tiempo en que los micénicos se establecían en Creta (o lo que de ella había quedado) como gobernantes, parece haberse producido una emigración masiva hacia el continente, lo que, por tanto, produjo el despoblamiento de la isla. La agresión desde Cnosos (que. hasta donde Evans sabía en esos días previos al descifre de la escritura, estaba aún ocupado por minoicos) podría explicar la destrucción de cualquier palacio que hubiera sido respetado por los terremotos.
El arqueólogo griego Spyridon Marinatos no quedó satisfecho con esta explicación. Sólo un desastre de una magnitud más grande que ningún terremoto podría explicar esa destrucción total, y. sobre todo, el no intentar reconstruir. En base a sus excavaciones en Amniso, donde encontró suave piedra pómez, procedente del mar, en las ruinas del palacio, volvió sus ojos hacia Santorín en busca de una explicación. En un trabajo titulado «The Volcanic Destruction of Minoan Crete» («La destrucción volcánica de la Creta minoica»), publicado en 1939, planteó que los efectos del tsunami de Santorín, junto con un terremoto (que aún necesita explicar la destrucción de los sitios interiores), son los que dieron el golpe mortal a la supremacía minoica. Los destrozos producidos sobre la costa por el tsunami debieron de haber sido suficientes como para arruinar la economía de un pueblo que dependía del mar; su flota mercante y sus instalaciones portuarias habrían quedado destruidas junto con los edificios de todos los tamaños y de distintos grados de esplendor, y miles de personas debieron de morir ahogadas.
Al principio, la idea fue recibida con gran escepticismo. No cabía duda que la ruina total de las ciudades costeras, con grandes pérdidas humanas, debió de debilitar a una nación que dependía del comercio marítimo para su prosperidad y de los barcos para su defensa. Pero, como ya hemos visto, los daños causados por un tsunami y un terremoto no pudieron ser tan severos como supone Marinatos. Aun un tsunami del tipo de Krakatoa, o incluso uno mayor, no podría haber ocasionado una devastación igual en todos los puntos de la costa de Creta, ni tampoco afectar a los barcos que en ese momento estuvieran en el mar o en puertos extranjeros, en los que no habrían sufrido serias consecuencias. Ningún terremoto volcánico pudo ser tan fuerte como para destruir ciudades enteras o edificios individuales en Creta (aunque las ondas de temblores de las explosiones más violentas puedan causar, por ejemplo, el mismo tipo de daños que un terremoto menor aquí o allí). No se puede descartar la posibilidad de que se produjera un serio terremoto tectónico, después de meses o algunos años del clímax de las erupciones. Sin embargo, un terremoto tectónico tan severo que derribó palacios y mansiones, y hasta las viviendas más humildes a lo largo de toda la Creta oriental, no hubiera exceptuado a Cnosos y. aunque a los terremotos suele seguirles el fuego, un incendio de tales proporciones no es habitual. Y. además, ¿por qué los minoicos no reconstruyeron después del terremoto (si es que lo fue), antes de dejar masivamente la mayor parte habitable de Creta?
Dos oceanógrafos norteamericanos, Dragoslav Ninkovich y Bruce Heezen, dieron, aparentemente, a la última pregunta una respuesta en forma específica, y una razón adicional para explicar la rapidez de la decadencia de la civilización minoica, cuando demostraron, en el estudio de los centros de alta mar que se mencionaran antes, que una parte sustancial de Creta había sido cubierta por las cenizas de la erupción del Santorín. La isla de Creta es una tierra seca, y la mayoría de las lluvias que caen se concentran en los meses de otoño e invierno. El esquema de distribución de las cenizas minoicas en los núcleos profundos de alta mar (véase fig. 33) indica que éstas cayeron durante el verano, cuando los vientos domínanos proceden, en su mayor parte, del noroeste. En 1947, los islandeses pudieron salvar, de las cenizas del Hekla, la mayor parte de sus granjas con el auxilio de tractores y bulldozers, y con la considerable ayuda del viento y de la lluvia, ya que ese año las lluvias duplicaron la cantidad habitual. Las lluvias lavan rápidamente las hierbas contaminadas por las cenizas que contienen flúor. Pero, en el caso de Creta, incluso el doble de la escasa cantidad de lluvias normales del verano no hubiera sido de gran ayuda para las cosechas sofocadas bajo una capa de cenizas. Tampoco, naturalmente, los minoicos habrían contado con las ventajas de las maquinarias modernas de los islandeses para limpiar sus tierras, ya que sólo contaban con la labor manual de una población desalentada. Aun en el caso de que las cenizas no hubieran contenido ninguna sustancia perniciosa, como el flúor o el dióxido de azufre, sus efectos habrían sido graves en cualquier parte en que se acumularan en espesores sustanciales, y esta acumulación habría sido mayor en los puntos que estaban a un nivel más bajo, o sea, los que más factiblemente se hallaban cultivados.
Cuando se consideraron las consecuencias de los daños causados por una lluvia de cenizas, la teoría de Marinatos se asentó en una base más sólida y obtuvo una más amplia aceptación. Sin embargo, los problemas continuaron. ¿Era lo suficientemente gruesa la capa formada por la lluvia de cenizas como para ser necesario el abandono de la tierra durante años, o sólo temporalmente? La estimación provisional de diez centímetros (cuatro pulgadas) habría dañado los campos de cultivo y las hierbas en las áreas bajas, pero no habría sido suficiente como para acabar con los olivos y las viñas, y seguramente se habrían limpiado después de una o dos estaciones de torrenciales lluvias invernales. Más importante todavía: ¿cuándo ocurrió la erupción, exactamente? Para ser la causa inmediata de la decadencia de la Creta minoica. la erupción —o al menos, sus manifestaciones más violentas, cuyas cenizas cayeron sobre Creta, y el tsunami originado por la caída de la caldera— debió de ocurrir en el tiempo de la devastación de la isla, al final del Minoico tardío 1 B. ¿Cómo se puede determinar exactamente cuándo sucedió, en relación con las etapas de la cultura minoica?
En este caso, la datación por radiocarbono no es suficientemente precisa como para responder a esta pregunta. Las mejores dataciones disponibles con el método del carbono 14, que se obtuvieron de un árbol enterrado bajo piedra pómez, en Thera, y que estaba en proceso de crecimiento en el momento de la catástrofe, dan la fecha de 1456 a.C. (± 43 años). Perfecto: significa una excelente concordancia con la fecha arqueológica de 1450 a.C. para el final del Minoico tardío I B (véase tabla 2). Los «± 43 años» significan que pudo ser antes, o sea, en 1493 a.C., que también coincide con las fechas arqueológicas con el final del Minoico tardío I A, o más tarde, en 1407 a.C., época en la cual los micénicos se habían establecido ya en Cnosos. Más aún: si la fecha se calcula en base a la «preferencia» de la mitad de vida del carbono 14 (véase Apéndice B), resulta ser 1559 a.C. (± 44 años), y si corregimos los efectos de las fluctuaciones del carbono 14 en la atmósfera (véase Apéndice B), ambas fechas aún aparecen anteriores —1673 y 1771 a.C. respectivamente. No obstante, las fechas dadas por el carbono 14 de los objetos arqueológicos también aparecen anteriores cuando se aplica la corrección, o sea, que los valores relativos no serán afectados. Aunque para los arqueólogos resulte un duro golpe saber que las etapas minoicas pueden ser un par de cientos de años más antiguas de lo que pensaban en base a su correlación con la cronología egipcia, la validez última de la teoría de Marinatos depende, desde un punto de vista geológico, de si hay una conexión causal entre la erupción y la desaparición de la Creta minoica o no, cualesquiera que resulten ser las fechas. Por tanto, para evitar una confusión adicional se utilizarán las fechas arqueológicas.
Para tratar de fijar con precisión el tiempo de la erupción, con más exactitud de la que permite el método del carbono 14, es necesario retornar a la evidencia arqueológica, y, entonces, surge un conflicto. Bajo una ancha capa de cenizas, en el mismo Santorín, están enterradas las ruinas de una floreciente colonia minoica. Las excavaciones sistemáticas en Therasia, en 1866-67, en Balos, en Thera, en 1870, y en dos ciudades cercanas a Akrotiri, en Thera, en 1870 y 1899 respectivamente, descubren una comunidad próspera, con viviendas sólidas y de buen gusto en las que el lujo no era en modo alguno desconocido. Sólo se encontró un esqueleto de un hombre anciano. Aparentemente, el anciano murió a causa de las deyecciones que cayeron en un terremoto. No se realizaron nuevas excavaciones hasta 1967, cuando Marinatos comenzó a abrir una nueva zanja en Akrotiri. Hasta ahora, este lugar ha permitido el hallazgo de un grupo de impresionantes mansiones, con escaleras interiores de piedra, frescos soberbios y una espléndida cerámica, la mayor parte de manufactura local. Las paredes de varios de los edificios parecen haberse derrumbado antes de que la piedra pómez las enterrara, presumiblemente, durante un terremoto. No se han encontrado más cuerpos, y esto, junto con la ausencia de joyas u otros objetos de valor, indica que el poblado fue abandonado antes de que cayera la piedra pómez.
El problema estriba en que, hasta ahora, no se ha encontrado en parte alguna de Santorín ninguna cerámica posterior a la del primer Minoico tardío I B. que está representado por un solo hallazgo en 1972. Esto sugiere que Thera fue abandonada no mucho después del Minoico tardío 1 A. mientras que la destrucción generalizada de Creta ocurrió al final del Minoico tardío I B. El período comprendido en el Minoico tardío I B es el de las realizaciones artísticas más importantes en la cerámica cretense, y culmina con el «estilo marino», denominado así porque en sus diseños se utilizaron elementos marinos, tales como el pulpo, el nautilo, el delfín y la estrella de mar. Estos vasos, excepcionalmente finos, no son numerosos y. obviamente, fueron hechos por un pequeño grupo de artistas en un período relativamente corto, mientras que otros talleres continuaron fabricando el típico estilo del Minoico tardío 1 A. Hasta ahora, la fecha más temprana que los arqueólogos están dispuestos (con bastantes reticencias) a aceptar como el final del Minoico tardío I B. es 1470 a.C. (en realidad, prefieren la de 1450 a.C.). y lo más tarde que aceptan para el período del Minoico tardío I A. es 1500 a.C., porque se necesita por lo menos una generación para poder explicar la cantidad de cerámica de estilo marino que se conoce.
Las primeras interpretaciones de las capas de cenizas en Santorín (dos fases violentas separadas por un largo intervalo de actividad apacible intermitente) se adecuaban perfectamente a esta teoría: la primera fase causó el abandono y la sepultura de la colonia minoica de Santorín, mientras que la segunda y más violenta fase ocasionó la destrucción general de Creta una generación, o más, después. Pero si, como a la luz de los conocimientos geológicos actualizados es más probable, sólo hubo una fase, violenta y breve, es fundamental saber si se produjo al comienzo del Minoico tardío I B. como la falta de cerámicas perfectas del estilo marino en las ruinas de Santorín parece sugerir, o si fue más o menos simultánea con la destrucción general de Creta al final del Minoico tardío I B. En el primer caso, la erupción pudo no haber sido la causa inmediata de la caída de la Creta minoica; en el segundo, es difícil explicar la casi total ausencia del estilo marino en Santorín.
La idea de que el estilo marino estaba bien desarrollado en el momento de la erupción, pero que pasó por alto a Thera casi completamente, cabe descartarla como poco probable porque se han encontrado piezas en poblados más pequeños y menos sofisticados, como Keos, por ejemplo, y tan lejos de Creta como Rodas. También se ha sugerido que los habitantes de Thera se atemorizaron y huyeron ante la posibilidad de un terremoto y estuvieron fuera durante treinta años, pero esto es igualmente irreal. Por una parte, esto sería totalmente inusitado. Aun en los casos en que comunidades enteras han estado amenazadas, la gente del Mediterráneo siempre ha regresado y ha reconstruido sus casas en pocos años, si es que no lo han hecho inmediatamente, y. a juzgar por la historia de Cnosos y de otros palacios hasta el momento de su destrucción, los minoicos no eran distintos, en este sentido, del resto de los pueblos que viven hoy en el área. Más aún, el terremoto, según la extensión de los daños que produjo en Akrotiri, pudo no haber sido demasiado severo. Y aunque parece existir alguna prueba arqueológica de una reocupación temporal después del terremoto, presuntamente por los que buscaban objetos de valor que habían abandonado al huir, también existe la prueba geológica de que el temblor se produjo inmediatamente antes del primer paroxismo, o junto con él, porque se han registrado grietas del terremoto llenas con piedra pómez fresca. Si tales grietas hubieran estado abiertas desde mucho tiempo antes de que cayera en ellas la piedra pómez, contendrían también otros desechos lavados u oscurecidos antes de la erupción. Y a pesar de que los terremotos volcánicos lo bastante fuertes como para causar daños son decididamente raros, si se produjo uno en esta erupción inusualmente violenta, es más probable que fuese la sacudida que acompañó a la primera erupción paroxismal.
Aun después del descubrimiento de que las cenizas del Santorín estaban en las profundidades de los centros marinos, alrededor de la Creta oriental (lo que para los geólogos es prueba suficiente de que esa parte de la isla debió estar cubierta también), algunos arqueólogos continúan siendo escépticos. ¿Por qué ellos no encuentran restos de cenizas en sus excavaciones? Por la simple razón de que están buscando una capa visible de material volcánico, olvidando que las habitaciones son el lugar en que es más probable que las cenizas hayan sido limpiadas rápidamente sacándolas fuera para ser arrastradas por los agentes de la erosión. Si es que algunas partículas han sobrevivido hasta hoy, deben de ser muy pocas y hallarse alojadas en las resquebrajaduras de las paredes o de los suelos, de tamaño microscópico, mezcladas con el polvo y la tierra locales, y. por tanto, sería imposible distinguirlas sin una buena preparación. Al aire libre, el terreno rocoso y escarpado de Creta no es favorable para la preservación de remanentes inalterados de la capa original de cenizas, y el único lago de Creta en cuyos sedimentos podría haberse preservado una capa reconocible, el lago Kournas, está fuera del área de la probable distribución de las cenizas minoicas. Sólo la colección sistemática de muestras para ser examinadas después bajo el microscopio petrográfico puede revelar la presencia de fragmentos muy pequeños de cristales volcánicos que es todo lo que razonablemente cabe esperar que se encuentre hoy de las cenizas minoicas.
En 1971, mi marido y yo realizamos este tipo de investigación y descubrimos partículas de las cenizas minoicas en los suelos cretenses. desde la extremidad oriental de la isla hasta Heraklion, en el oeste (que fue el punto más occidental al que llegamos), y también en muestras recogidas de las grietas de los edificios ocupados en el Minoico tardío I. La presencia de este tipo de partículas en los suelos confirma la evidencia de los núcleos de las aguas profundas, pero, por supuesto, no nos dice nada específico, respecto del momento en que cayeron las cenizas sobre Creta, con relación a las etapas del Minoico tardío. Del mismo modo, su presencia en los edificios destruidos en el Minoico tardío I B —como en Arkhanes, Malia, Gurnia, Zakros y Pyrgos— sólo nos dice que se derrumbaron antes de la destrucción. Pero si esos edificios estaban ocupados durante el tiempo del Minoico tardío 1, pudieron haberse destruido en una fecha tan temprana como el Minoico tardío 1 A. del mismo modo en que cabe sucediese inmediatamente antes de (o simultáneamente con) la destrucción. Sólo la presencia o ausencia de partículas de cenizas en los niveles del Minoico tardío I A. que fueron destruidos y sepultados bajo escombros antes del Minoico tardío I B y que, por esto, quedaron efectivamente aislados de la «contaminación» posterior, puede arrojar una luz definitiva sobre el momento de la erupción. Y nuestras muestras de los niveles del Minoico tardío I A. todas recogidas en Kato Zakros y. al menos una de ellas (recién extraída), aislada completamente, antes del Minoico tardío I B. no sólo contienen partículas de las cenizas minoicas, sino que también éstas se hallan en mayor cantidad que en todas las otras muestras de los otros niveles, incluido el Minoico tardío I B. del mismo sitio.{45}
Si la identificación arqueológica de los niveles de los cuales recogimos estas muestras es correcto, y si las partículas de cenizas minoicas que aparecen en otras muestras recién extraídas aíslan el Minoico tardío I A de otros lugares, se llega, sin lugar a dudas, a la conclusión de que la erupción comenzó y terminó alrededor de 1500 a.C., destruyendo totalmente la colonia minoica de Santorín, pero no acabando con la civilización minoica en Creta ni en las otras islas. ¿Significa esto que debemos rechazar totalmente la teoría de la destrucción volcánica de la Creta minoica y empezar todo de nuevo para averiguar la razón de su desconcertante y rápida decadencia? Como causa inmediata, sí. Pero, ¿qué sucede con los efectos a largo alcance de un hecho de tal magnitud, con las causas fundamentales o. al menos, contribuyentes a la decadencia?
Lo que sigue es una secuencia hipotética de los hechos del modo en que pueden haberse producido. Puesto que no cabe probarse ni descartarse, es posible que pueda ser clasificado como ciencia ficción, pero, como toda la ciencia ficción, se basa en posibilidades científicas verosímiles, y, en vista de que la mayor parte de los que se han ocupado de esta cuestión han sobrevalorado el efecto probable de la erupción, posiblemente esté más cerca de la verdad que muchas otras explicaciones que se han ofrecido hasta ahora.
Los pobladores del viejo Stronghvli comenzaron a percibir una serie de terremotos suaves. Al principio no se alarmaron demasiado, ya que los terremotos habían sido parte de la existencia normal allí desde los tiempos más remotos. No obstante, las sacudidas aumentaron en frecuencia e intensidad, sobrepasando el nivel normal usual de los movimientos, y todos se preguntaron qué podían significar. Ninguna otra isla, ni la principal, había notado ninguna actividad sísmica anormal. Una o dos familias, que eran relativamente recién llegadas a la colonia, tomaron sus pertenencias y regresaron a sus antiguos hogares. La gran mayoría ofreció plegarias y sacrificios a sus dioses y. como siempre, se dedicaron a sus tareas habituales. ¿Por qué irse? ¿Qué parte del reino minoico estaba exenta de terremotos? Ciertamente. Stronghyli se mostraba un poco más inestable que otros lugares, pero ahí estaban los recientes temblores que habían sacudido parte de Creta y produjeron algunos daños en Cnosos y en Amniso.
Antes de que pasara demasiado tiempo, se hizo evidente que su isla era, en verdad, distinta a sus vecinas. En la parte alta de los flancos del majestuoso pico que coronaba Stronghyli, los pastores de cabras dijeron que había puntos en los que el suelo se había recalentado y que aparecían vapores y gases de olor desagradable. ¿Era posible que el volcán no estuviera extinguido, como siempre habían creído{46}? A medida que aumentaba la emisión de vapor y la frecuencia e intensidad de los temblores, lo mismo ocurría con las aprensiones de las gentes. Una familia detrás de otra cogieron sus objetos de valor y se fueron en el primer barco disponible. Entre estos objetos de valor estaban sus mejores piezas de cerámica, decoradas en el nuevo estilo que acababa de ser importado desde Creta.
Una noche, de pronto, comenzaron a arder llamas misteriosas sobre uno de los lugares de los que brotaban vapores calientes desde el suelo, de una grieta incrustada sobre un antiguo sedimento amarillo{47}. Esto se consideró como un signo de los dioses, y, al día siguiente, comenzó un éxodo general. Y no demasiado rápido. Antes de que todos los que deseaban abandonar la isla tuvieran tiempo de hacerlo, la cumbre de la montaña estalló en un amortiguado gruñido. Rápidamente, un penacho de vapores y de cenizas se elevó en el aire. y. mientras ascendía tomó la forma que algunos compararon con un gigantesco pino de piedra, y otros con un aún más gigantesco hongo. Siguieron más explosiones a intervalos de unos pocos minutos. Contra las nubes cargadas de cenizas eruptivas podían verse trozos de rocas (que parecían manchas negras vistas desde los pueblos anidados en la parte baja de las laderas) que eran lanzados hacia arriba en el aire para caer luego en el cráter, o rodar cuesta abajo. Cuando oscureció, la escena fue aún más estremecedora: la nube eruptiva quedó tenuemente iluminada en su base, reflejando los fuegos que había dentro de la montaña, y las materias expelidas, que parecían oscuras durante el día, describían ardientes parábolas contra el tenebroso cielo y la montaña. Los fragmentos más pequeños se ennegrecían antes de llegar al suelo, pero los más grandes aterrizaban todavía ardiendo y trazaban un camino ígneo al rodar por la ladera. Cerca de la cumbre, la vegetación quedó sin sus hojas, y las bombas, de un rojo intenso, a menudo provocaban fuegos en los matorrales.
Entonces cundió el pánico. ¡No quedaba tiempo más que para coger los bienes más valiosos y fáciles de llevar! Las joyas, por supuesto. y las calderas de metal, y sólo las cerámicas más apreciadas. Se utilizó todo barco, pequeño o grande, y, mientras los refugiados alcanzaban otros puertos, se pedían más embarcaciones para completar la evacuación. El pánico llevó al borde del histerismo a las últimas personas en dejar la isla, porque, en aquel momento, las explosiones eran más fuertes y más frecuentes, y bombas de piedra pómez, de considerable tamaño, caían sobre los fugitivos, que tenían que protegerse las cabezas cuando abandonaban el refugio de sus casas y la lluvia de cenizas era tan intensa que oscureció el Sol{48}. Akrotiri y las otras comunidades de Stronghyli se transformaron en ciudades fantasmas, pero, como en las ciudades fantasmas del oeste norteamericano, hubo un puñado de antiguos residentes que, obstinadamente, rehusaron irse. Lo peor ya ha pasado, o casi, exclamaban, y. durante cierto tiempo, pareció que tenían razón: la violencia de las explosiones comenzó a disminuir sensiblemente y los intervalos entre ellas se hicieron más y más prolongados. Tras un par de semanas de una relativa calma, según informaban los barcos que pasaban por allí, algunas personas regresaron para constatar la situación. Descubrieron que, si bien la actividad estaba entonces limitada al cráter y parecía no plantear amenaza alguna, ni siquiera la menor molestia, a quienes se mantuvieran a una prudente distancia, «algo» seguía sucediendo dentro de la montaña. Cargando con todo lo que podían acarrear de sus posesiones abandonadas, embarcaron hacia sus nuevos refugios e informaron que aún era prematuro regresar. Aun durante esta calma pasajera, aparecieron en escena bandas de saqueadores atraídos a la isla como buitres, puesto que había muchas cosas que podían cogerse en las ciudades y pueblos desiertos. Muy pronto, todo lo que tenía algún valor, excepto los frescos de las paredes, había desaparecido: sólo quedaron los cacharros de todos los días, especialmente aquellos que eran demasiado grandes para ser fácilmente transportados. Los pocos que habían quedado en la isla no pudieron impedir el pillaje y creyeron que lo más conveniente era esconderse cuando los merodeadores se acercaban.
Muy pronto, el volcán se «aclaró la garganta» nuevamente y las explosiones se reanudaron. Esta vez, la actividad se aceleró rápidamente hasta llegar al clímax. En una rápida serie de explosiones de una fuerza sin par, cuyos rugidos se escucharon desde Creta y el continente, el Santorín vomitó incontables toneladas de cenizas y pumita, la mayor parte de las cuales cayeron dentro del volcán y en el cercano mar. La primera de estas fuertes explosiones fue acompañada por un temblor lo bastante intenso como para derribar las paredes de varios edificios (matando a un anciano mientras trataba de escapar) y abrió resquebrajaduras en el suelo que, en seguida, se llenaron de pumita. Todos los pueblos de Stronghyli quedaron sepultados, algunos totalmente, otros parcialmente. Por las ventanas y las puertas abiertas de los edificios se introdujeron fragmentos de piedra pómez y polvo de cenizas. Los tejados, debilitados por los temblores sísmicos, cedieron ante la carga creciente y. a menudo, arrastraron con ellos al caer las paredes y los pisos superiores. Los pocos habitantes que aún permanecían en la isla corrieron hacia las playas, pero pocos llegaron hasta ellas: la mayor parte quedaron allí, asfixiados, en la oscuridad: los otros se dieron cuenta de que el mar no ofrecía ninguna seguridad porque estaba tan repleto de pumita que no podían botar sus lanchas. Así perecieron los últimos habitantes de Stronghyli.
En Creta, los efectos de la primera explosión fuerte resultaron desconcertantes y fastidiosos, pero no particularmente perjudiciales. El tronante rugido de las explosiones distantes era sobrecogedor y, más aún, las ondas de temblores agrietaron los muros e hicieron caer algunos edificios de ladrillos que no estaban en buenas condiciones. Lo más sorprendente fue observar una inmensa nube sombría que se elevaba rápidamente en el horizonte y oscurecía el Sol, llegando, en determinado momento, a ocultarlo totalmente durante algunas horas. Desde esta nube comenzaron a llover finas partículas de cenizas que penetraban en los ojos, el cabello, la comida y las ropas, acumulándose en todos los rincones de las viviendas y cubriendo de polvo las cosechas en los campos y los olivos y las viñas. Para aplacar a los dioses, que evidentemente estaban muy molestos por algo, los cretenses se congregaron en los santuarios e hicieron sacrificios y ofrendas apropiadas a la ocasión. Una de las ofrendas consistía en enterrar pequeños cuencos conteniendo trozos de pumita debajo de los umbrales de la habitación que se destinaba a fines religiosos{49}. Unos pocos días antes, desde el comienzo de la fase más violenta de las erupciones, aparecieron, esparcidos sobre la costa, trozos de pumita cuyo origen era bien conocido.
El gran clímax de la erupción, en comparación, hizo parecer insignificante lo que había ocurrido antes. El despliegue fue aterrador en sitios tan alejados que no podían saber dónde estaba el origen del fenómeno que presenciaban. En Creta y en las islas cercanas a Stronghyli, donde eran conscientes que la erupción iba en aumento, el impacto no era menos estremecedor, físicamente incontrolable y, además, peligroso. Primero hubo una serie de rugidos que destrozaban los oídos, más fuertes que las ensordecedoras explosiones que habían estado escuchando hasta entonces (la más fuerte se oyó en un punto tan lejano como Escandinavia. y muy bien en Asia y África). Las ondas de temblores dañaron las viviendas de construcción deficiente —incluso edificios hechos de piedra— que estaban a varios cientos de kilómetros, y derrumbó las plantas altas de los edificios sólidos en toda Creta y en otras islas del Egeo. Inmediatamente después de las ondas de temblores, descendió una oscuridad que, en Creta, pronto se hizo tan densa que era casi palpable. Una extensa región quedó blanqueada por las cenizas. La Creta oriental se cubrió de una fina ceniza que formó una capa lo bastante espesa como para ahogar las cosechas que no habían crecido suficientemente y también los pastos, y derribar las ramas de los árboles y viñedos. Las ramas se rompieron bajo el peso al no poder desprenderse de él antes de que se acumulara, y asimismo las viñas, por las mismas razones. El polvo volcánico roció, leve pero perceptiblemente, hasta el Bajo Egipto.
Cuando el aire se aclaró, se pudo ver que la forma del Stronghyli había cambiado. La parte superior del alto cono parecía decapitada a corte de espada. Desde las fisuras de los flancos brotaban vapores, pero sin mucha fuerza. Toda la isla estaba amortajada bajo un manto de cenizas blanco-grisáceo: era un desierto y lo seguiría siendo durante generaciones. El mar, alrededor, estaba saturado de pumita que flotaba formando una capa tan gruesa que se hubiera podido caminar sobre ella, si es que hubiese habido alguien para intentarlo. Durante cierto tiempo, la navegación fue imposible en el vecindario, hasta que, finalmente, los bancos de piedra pómez comenzaron a romperse, desapareciendo en parte de la escena y formando flotantes islas fantasmagóricas de múltiples tamaños.
De vez en cuando, al imponerse la curiosidad al azoramiento, algunos marinos micénicos se detenían para explorar el siniestro paisaje. Algunos de ellos, que subieron hasta el cono truncado, observaron que la cumbre, aparentemente plana, era, en realidad, el borde de una inmensa depresión en forma de olla. De su parte inferior, de varios orificios alineados a lo largo de las fisuras, se elevaba vapor. Excepto algunas pequeñas avalanchas de roca y cenizas que se deslizaban por los lados de la olla, nada interrumpía la quietud total, con exclusión de sus propias voces, que ellos apagaban instintivamente. De pronto, asustados, se apresuraron a volver con sus compañeros, que, como ellos, estaban subyugados. Aquellos hombres no encontraron el menor rastro de la bulliciosa ciudad portuaria que habían conocido en sus anteriores viajes. Atemorizados, regresaron al mar. y. en el camino de retorno, balbucearon algo sobre los designios de los dioses —porque ¿qué otra cosa podía explicar la completa aniquilación, sino el desagrado de los dioses?— y recordaban cómo los habitantes de Stronghyli habían sido los más orgullosos y altaneros de los minoicos, lo cual quería decir mucho. Y mientras se alejaban más y más de la maldita isla, sus espíritus se fueron elevando e incluso comenzaron a regocijarse del destino de una parte de la nación rival.
Mientras tanto. Creta se mostraba consternada: las tierras más productivas, los mejores valles y llanos estaban asfixiados bajo varios centímetros de polvo volcánico, y los intentos para salvar, al menos, parte de la cosecha del año, se frustraban por las fuertes lluvias que no correspondían a la estación, y que, mientras se escurrían por las laderas de las montañas, acumulaban más sedimentos en los llanos. Algunas veces, en las laderas escarpadas, las saturadas cenizas se desplomaban en corrientes de lodo legamoso que sepultaba profundamente todo lo que crecía bajo ellas. Los bosquecillos de olivos, las huertas y los viñedos de los flancos de los montes no sufrieron mucho, especialmente si sus ramas se habían desprendido del peso de las cenizas antes de que éstas se acumularan. Ese otoño y ese invierno debieron los cretenses ajustarse considerablemente los cinturones, porque no sólo eran escasas las reservas de grano y vegetales, sino que también el ganado creció magro al no contar con el forraje necesario. Pero, en realidad, nadie murió de hambre, aun cuando los pobres se vieron obligados a utilizar en su dieta importantes cantidades de algarrobas{50}.
Con la llegada de la primavera renació el optimismo. Las nuevas cosechas, plantadas donde la capa de cenizas había sido arrastrada por las lluvias, o donde el terreno fue limpiado laboriosamente durante el invierno, prometía ser tan buena, o mejor, que la del año precedente. Entre las cenizas cada vez más escasas, especialmente en las laderas de las colinas, comenzaron a aparecer nuevos pastos, y el ganado, las ovejas y las cabras, empezaron a perder su huesudo aspecto. Los días de viento eran molestos porque, entonces, las finas partículas de polvo volcánico se introducían en los ojos, pero, más pronto o más tarde, el polvo encontró su camino hacia el mar y, en tal caso, el viento se consideró un aliado.
Pero mientras en Creta la vida reemprendía su ritmo normal, bajo la superficie acechaba un fuerte sentimiento de desasosiego. Las gentes de Stronghyli habían sido típicos y prósperos minoicos. Si los dioses estaban tan quejosos de ellos como para empujarles al exilio y arrasar sus ciudades y sus pueblos, ¿no reservarían algo semejante para Creta? La inquietud aumentó cuando los que, durante los meses siguientes, visitaron Stronghyli dijeron que las cosas aún no estaban del todo resueltas: la depresión en la cumbre del pico se hundía, lenta, pero perceptiblemente. Las gentes observaron los ritos de su religión con mayor rigor que nunca, y los sacerdotes llegaron a inventar nuevos rituales relacionados con la pumita, que continuaba llegando hasta las playas mucho después de que terminara la erupción. Nunca los minoicos habían obedecido antes tan concienzudamente la censura de sus reyes-sacerdotes y de sus sacerdotisas: la delincuencia descendió al más bajo nivel; los orgullosos caminaban con más humildad, y los artesanos de los talleres de los palacios se esforzaron en crear objetos más bellos, especialmente los vasos que se utilizaban en las ceremonias religiosas. Aunque había sido permanentemente desastrosa para aquellos que habían vivido en Stronghyli, y temporalmente penosa para los que habían recibido la lluvia de cenizas volcánicas, se podía llegar a decir que la erupción se había aposentado en la edad de oro de los minoicos. Si alguno se sentía dispuesto a descarriarse, siempre estaba allí la isla de Stronghyli, desintegrándose lentamente en su depresión de la cima, que constituía una constante advertencia. Con el tiempo, la depresión central se hizo más baja que el mar que la rodeaba y. un día, después de que un trozo particularmente grande se fue al fondo, en el borde de la caldera se abrió una brecha y el mar penetró, formando una bahía en el lugar en que había estado el pico más alto. En una hora, una ola —del mismo tipo de las que a menudo siguen después de un terremoto— produjo importantes daños, aunque no irreparables, en varios puntos a lo largo de la costa norte de Creta. Estas olas se hicieron anormalmente frecuentes durante los años siguientes, y los minoicos se percataron de que cada una seguía a la caída de otro trozo del antiguo Stronghyli.
Y si los signos perturbadores visibles no eran bastante para mantener viva la inquietud que subyacía bajo la creciente prosperidad de los minoicos, allí estaban los micénicos, celosos desde siempre de la dominación que los minoicos ejercían sobre el Egeo (lo que. entre otras cosas, incluía el pago de un tributo anual a Cnosos), que no perdían oportunidad de burlarse de los mercaderes minoicos por el destino que habían tenido los orgullosos habitantes de Stronghyli, y sugiriendo que alguna suerte innombrable le esperaba también a Creta. Así pasaron los años. Muchos de los que recordaban los días de ruido, oscuridad y terror, y el invierno de privaciones que le había seguido, ya no existían. Los que entonces sólo eran niños, ahora ya tenían sus propios hijos. Y. entonces, los dioses golpearon otra vez: en el fondo del Egeo, profunda y convulsivamente, la tierra se estremeció. Este temblor se percibió, con intensidad variable, en toda Creta, pero, como sucede siempre, aun en los temblores más fuertes, los daños se concentraron en un área que, en este caso, fue la parte más oriental de Creta. Zakros fue la que más sufrió. En medio de un banquete celebrado en palacio, un fuerte temblor arrojó, con el tiempo justo, a nobles y esclavos al aire libre. Presos de pánico contemplaron cómo las paredes se derrumbaban y cómo las lámparas que se habían volcado transformaban, al arrastrarse entre las ruinas, en voraz incendio todo el escenario. El fuego era tan cálido que los bloques de piedra caliza quedaron calcinados, convirtiéndose en cal blanca, y fragmentos de ladrillos de barro se fundieron parcialmente.
¡Era demasiado! Desalentados por completo a causa de esta nueva prueba de que los dioses habían elegido sus dominios como objeto de su ira, los minoicos comenzaron a emigrar hacia otras tierras. Algunos utilizaron las conexiones que habían establecido en el curso de sus negocios y se fueron a tierras distantes, como Egipto y Asia Menor, pero la mayoría de ellos se dirigieron a Micenas, donde siempre, particularmente, se requerían hábiles artesanos. Estos refugiados cretenses infundieron nueva sangre y nuevas ideas que proporcionaron ímpetu al recién iniciado surgimiento de Micenas, la antecesora de nuestra propia civilización occidental, como un gran poder del Egeo.
Los que permanecieron en Creta se vieron hostilizados por un creciente número de atrevidas bandas de malhechores que se aprovecharon de la confusión reinante y del despoblamiento para atacar los puntos de la costa en que se hallaban las mejores casas. A menudo, los saqueadores terminaban incendiando las ruinas. En el exterior se supo que la situación se deterioraba rápidamente y. por último, unas tropas enviadas desde Micenas desembarcaron en Amniso y marcharon hacia Cnosos, donde sólo encontraron una débil resistencia por parte de los restos de la guardia del rey-sacerdote. Casi con alivio, los monarcas minoicos se rindieron y fueron conducidos a Micenas, donde vivieron el resto de sus días en una lujosa semicautividad. Los gobernantes locales, que aún ocupaban palacios que habían sobrevivido al terremoto y a los salteadores, eran jóvenes y estaban preocupados por luchar para restablecer el orden. Pelearon contra los invasores, valiente pero infructuosamente, y fueron muertos o esclavizados, y sus palacios quemados hasta convertirlos en cenizas. La gente común se acomodó a los nuevos gobernantes, ya que en su existencia cotidiana no se produjeron cambios notables. Los ceramistas minoicos que no se fueron trataron de complacer el gusto de sus señores (o. posiblemente, así se lo ordenaron), y desarrollaron el florido «estilo de Palacio», que se reservó sólo a Cnosos; en el resto de los lugares, los ceramistas continuaron produciendo los estilos que habían sido populares desde el Minoico tardío I A. Cuando, unos años más tarde, Cnosos fue, al fin, destruida. Creta no era nada más que otra dependencia de Micenas, y ni siquiera una de las importantes. Los minoicos, un día dirigentes de su mundo, habían desaparecido de las primeras páginas de la Historia, y nunca más resurgió Creta de la oscuridad de las últimas páginas.
{37} Constituida por piedra pómez.
{38} Según algunos. Kalliste fue uno de los nombres de Santorín antes de las erupciones y seguramente habría sido más apropiado entonces que después No se sabe si el nombre es posterior a la erupción, o se refiere a la belleza impresionante de los riscos escarpados y coloridos que bordean la bahía, o se aplicó irónicamente al paisaje desolado, del mismo modo en que el inmenso lugarteniente de Robin Hood era conocido como «Pequeño John», por ejemplo.
{39} El talud o ladera cubierta de guijarros y piedras es un montón de material desintegrado caído y que forma una ladera al pie de un empinado declive.
{40} La piedra pómez, o pumita, es un producto típico de las erupciones asociadas a muchas calderas y se forma cuando el magma fundido «hace espuma» en el orificio y explota al salir violentamente. Todos los magmas contienen cantidades de materiales volátiles —agua o gases— que continúan disueltos en la fase líquida durante el tiempo en que la presión sigue siendo alta. Cuando el magma se aproxima a la superficie, la presión aumenta y se liberan los gases y el vapor, lo mismo que sucede con las burbujas del champán cuando se extrae el corcho de la botella El contenido volátil del magma y la rapidez con que queda liberado o. en otros términos, la explosividad de la erupción— depende de varios factores que, en último término, se relacionan con la composición química del magma, su temperatura y su presión. Los magmas de composición basáltica (con poco sílice) fluyen más frecuentemente en forma líquida de lava y no son peligrosos para nadie o nada que no esté en el recorrido de su flujo. Por otra parte, los magmas de composición desde andesítica a riolítica (que contienen cantidades intermedias a altas de sílice) pueden explotar violentamente con mayor facilidad, en cuyo caso la lava en el orificio de salida es deshecha en ceniza o espuma, transformándose en piedra pómez y lanzada en forma de cenizas. La piedra pómez es tan liviana y tiene tanto aire que flota a lo largo de grandes distancias antes de llenarse de agua y hundirse, o antes de ser llevada a la costa a muchas millas de distancia desde su origen.
{41} Las pruebas nucleares subterráneas son monitorizadas por una red de sismógrafos que están a cientos o miles de millas de distancia, para ofrecer información de un valor científico y práctico. Las ondas sísmicas de la primera de estas pruebas, realizada en Nevada, una explosión equivalente a 1.700 toneladas de TNT, se registraron con instrumentos que estaban a 370 millas (592 kilómetros) de distancia, y la energía de la explosión principal de Krakatoa se estima que fue equivalente a 100 o 150 megatones, lo que, aproximadamente, es ¡de 60 000 a 90.000 veces mayor!
{42} Desgraciadamente, en muchos trabajos sobre este asunto las palabras «explosión» y «erupción» se han utilizado intercambiándolas, pero en modo alguno son sinónimas. Una erupción no es sólo un big bang; hay numerosas explosiones individuales de diversa intensidad.
{43} Los oceanógrafos utilizan un ingenioso instrumento denominado «pistón coren» («pistón para obtener pruebas») para obtener muestras de las capas de sedimentos que están en el fondo del mar. Es un largo tubo de metal, de unas tres pulgadas (siete centímetros y medio) de diámetro con un revestimiento de plástico. Dicho tubo se desliza sobre el lado del barco de investigación y se lo deja caer hasta el tondo por su propio peso. Un gatillo, que cae sobre el fondo antes que el tubo, libera un pistón que absorbe dentro del tubo una columna de los sedimentos sueltos a medida que lo penetra Algo semejante a como una aguja hipodérmica extrae una muestra de sangre. Una válvula cierra el extremo inferior mientras se transporta la muestra hacia la superficie. Posteriormente, la muestra, en el forro de plástico, se expulsa, seca y desliza cuidadosamente afuera para estudiarla Si se tiene mucha suerte, es posible obtener muestras de hasta 100 pies (30 metros) de largo, pero el promedio de lo que se recupera oscila entre quince a treinta pies (cuatro y medio a nueve metros).
{44} Se han registrado olas más altas, pero no han sido tsunamis En las discusiones acerca de la posible altura del tsunami de Santorín, se ha comparado algunas veces con la gigantesca ola de Lituya Bay (bahía Lituya). Alaska, en julio de 1948 En aquella ocasión, un terremoto provocó un derrumbe que cayó en el nacimiento de una bahía en forma de T. profunda y estrecha. Elevó una capa de agua sobre un promontorio de 1.720 pies (516 metros) directamente frente al alud, y también originó una ola que se trasladó mar adentro como una inmensa pared de agua. La altura de esta ola puede ser medida con bastante exactitud porque casi desnudó las laderas cubiertas de bosques. Su altura máxima fue de 680 pies (204 metros) junto al origen, y disminuyó hasta unos 35 pies (10.50 metros) en la desembocadura de la bahía (Una ola similar producida por un derrumbe en el lago Loen. Noruega, en 1936, fue de 230 pies [69 metros] de altura.) Pero esta ola, sólo después de dejar Lituya Bay, pudo comenzar a comportarse como un tsunami, lo mismo que cualquier ola generada en la caída de Santorín pudo empezar a comportarse como un tsunami sólo después de abandonar los confines de su recién formada bahía. La pregunta pertinente es ¿a qué altura se elevó en las costas aleladas de Santorín?, y además, la altura inicial es sólo uno de los factores que intervienen en el problema
{45} En los años transcurridos desde la primera edición de esta obra, los estudios realizados por varios investigadores independientes sobre el momento de la erupción del Santorín en la Edad del Bronce, con respecto a las fases de la cultura minoica, ha confirmado enteramente la conclusión de que la erupción tuvo lugar a finales del Minoico tardío I A. mientras que la destrucción generalizada ocurrió al final del Minoico tardío I B. una generación, o dos, más tarde. Hay algunos indicios de que toda la sucesión de acontecimientos tuvo lugar alrededor de doscientos años antes de lo que se pensaba, si bien esto aún no ha sido confirmado.
{46} El profundo suelo que hay debajo de las cenizas minoicas de Santorín es prueba de que el volcán había estado inactivo durante miles de años antes de esa erupción
{47} Alrededor de siete semanas antes de una erupción del volcán Ebeko en las islas Kuriles, que comenzó en febrero en 1967. el aumento de la temperatura de los gases emitidos produjo una combustión espontánea de azufre alrededor de las fumarolas Aunque esto no es imprescindible para el «argumento» que se desarrolla aquí, pudo ocurrir también en Santorín y lo incluyo porque le confiere un bello toque dramático
{48} A esta altura, nuestra hipotética secuencia de hechos se basa en una analogía con las reacciones de la gente de Saint Pierre, Martinique, en 1902. Allí, el primer signo de una erupción inminente del monte Pelée se notó el 2 de abril y tomó la forma de una nueva actividad de fumarolas en la ladera del pico. Hacia fines de abril, las cenizas caían continuamente, pero no eran muy intensas, ya que los testigos presenciales estaban escalando el volcán para poder echar una ojeada al cráter. No fue hasta unos días después, antes de la calamidad final del 8 de mayo, que la violencia de la actividad adquirió proporciones alarmantes y gran cantidad de personas se prepararon para abandonar la ciudad. Sin embargo, equivocadamente, el gobernador, en un esfuerzo para calmar sus temores (y. como se ha sugerido, para que se quedaran allí al menos hasta después de la elección fijada para el 10 de mayo), se instaló en la ciudad con su mujer y. al mismo tiempo, apostó guardias en todos los caminos de salida para hacer regresar a aquellos que no se hubieran sentido lo suficientemente reafirmados con su propio ejemplo. El y su mujer estuvieron entre los treinta mil, aproximadamente, que murieron Los habitantes de Stronghyli fueron más afortunados, ya que, si así lo deseaban, nadie les impidió marcharse
{49} Se ha encontrado este tipo de depósitos votivos en una casa grande en Nirou Khani, al este de Amniso Recientemente, en Cidonia. se halló un vaso que contenía trozos de pumita en una capa del siglo xiv antes de Jesucristo, que se supone que refleja una supervivencia tardía de un culto inspirado por la erupción.
{50} Durante la ocupación de Creta en la II Guerra Mundial, cuando los alemanes requisaron la mayor parte de las existencias en alimentos, la gente subsistió utilizando grandes cantidades de algarrobas, o el llamado pan de San Juan, que crece casi salvaje en Creta.
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