lunes, 25 de marzo de 2019

INKA, HUAMANGA

Inca, dicen vino del Cuzco. Los pájaros pichinchurro lo saludaban alegrándolo
a su paso. Tenía sus piecesitos ensangrentados de tanto caminar. Los pueblos,
los hombres, mezclando su sangre con la tierra, aprendimos a cultivar, tal
como lo hacemos hasta hoy. Su mujer también lo seguía.
Ella estaba vestida con una lliqlla con los colores del arco iris, también
llevaba corpino y sombrero. Tenía veinte polleras. La primera de algodón blanco,
la segunda de algodón teñido de rojo, después venía una pollera de algodón
regiamente bordada con plata, luego, una delgada pollera de llama, otras de alpaca,
la última era de lana de vicuña bordada con oro y plata y teñida con la sangre
de su esposo, Inka. En los pueblos donde llegaban, ella cocinaba, hilaba, hacía
chicha. Nadie sabía nada, fue la esposa del gran Inka la que nos enseñó primero.
El padre del Inka fue el Sol, lo tuvo en una mujer ignorante, abandonada
hambrienta. Tal vez para que no sufriera le dio ese hijo que en pocos años llegó
a ser muy fuerte, más fuerte y más joven que los hombres actuales, que tienen temor
en su pecho y andan olvidados como el escarabajo de los caminos.
Su mujer, dicen, era Colla, por eso le decían Collarrí. Venían del Cuzco,
íbamos surgiendo, despertando de pueblo en pueblo, por comunidades.
Cuando llegó a Wataqa, las sandalias de Inkarrí estaban gastadas; entonces
se puso a reparlas por eso en Wataqa los hombres son buenos zapateros. Inka hizo
descansar sus llamas en las pampas de Quilcata, ahora los de ese pueblo poseen
abundantes llamas. Como Inkarrí y Collarí tuvieron ganas de comer, se vieron
precisados, en Inkawasi, a cambiar algunas de las cosas que traían por comida.
Desde esa época dicen que ahí, y en todas partes, se realizan las ferias.
El padre Sol tuvo otro hijo llamado Españarrí.
"¿Por qué mi hermano es tan inmensamente poderoso y puede hacer de
todo? A mí deben respetarme, no a él que tiene sus pies ensangrentados. Soy
más hermoso y mi sexo es más grande". Así dicen que hablo, con odio, y las
:nontañas temblaron.
Españarrí fue a buscarlo y le dejó una carta. Cuando llegó Inkarrí encon-
.ró el mensaje, enojado grito:
"¿Qué ave, qué animal ha manchado con sus patas este papel tan blanco?".
Pero Inkarrí sabía de su hermano, por eso le dejó unos quipus que dicen
que eran de hilo.
"Esos harapos, esas hilachas ¿de qué mísero hombre serán?".
Pero la Luna y el Sol se juntaron, el toro y el Amaru. El mundo avanzó.
La Tierra tembló y la cabeza de Inkarrí la escondió su hermano. Desde entonces
surgieron los degolladores.
La sangre de Inkarrí está viva en el fondo de nuestra Madre Tierra. Se
afirma que llegará el día en que su cabeza, su sangre, su cuerpo habrán de juntarse.
Ese día amanecerá en el anochecer, los reptiles volarán. Se secará la laguna
de Parinacochas, entonces el hermoso y gran pueblo que nuestro Inkarrí
no pudo concluir será de nuevo visible.

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