" ( . . .) y en Pomacocha, antes de llegar a Vilcasguaman, que es lugar muy
caliente, que mira hazia el Cuzco, allí nació un hijo /de Pachacuti Inka7, barón
legítimo y mayor, llamado Amaroyupangui, en donde estubo /su padre, Pachac
u t i / algunos días.
En este tiempo dizen que llegó la nueva como en el Cuzco obo un milagro,
que cómo un yauirca ó amaro abia salido del serró de Pachatusam, muy fiera
bestia, media legua de largo y gruesso, de dos bracas y medio de ancho, y con
orejas y colmillos y barbas; y viene por Yuncaypampa y Sinca, y de allí entra á
la laguna de Quibipay; entonces salen de Asoncata /"¿Ausangate?/ dos sacacas
de fuego, y pasa a Potina /Putina/ de Arequipa, y otro viene para mas abaxo de
Guamanca, que esta y tres ó quatro serros muy altos cubiertos de niebes, los quales
dizen que eran animales con alas y orejas y colas y quatro pies, y encima de
las espaldas muchas espinas como de pescado; y desde lejos dizen que les parecía
todo fuego".
LOS DOS AMARU Y LA APARICIÓN DE LOS HOMBRES
Antes todos estos valles estaban cubiertos por las aguas, el Mantaro era un
inmenso lago. Nuestra Tierra era pura agua. Allí estaba Wanka, una hermosa
piedra. En esa antigua época vivía en Wanka el espantoso Amaru cuerpo de
sapo, cabeza de huanaco, unas alitas, una cola como una serpiente. Había emblanquecido
por los años.
Cierta vez, el gran Arco Iris decidió crear otro Amaru para que acompañara
al viejo. Era más pequeño, de piel dura y oscura.
Ambos querían ser el único señor y dueño del inmenso lago. Aunque la
Wanka era generosa, no podía albergar a los dos Amaru. Por eso se disputaron
largamente, con fuerza y odio, agitaban las aguas, que se levantaban en remolinos
hasta el cielo.
Tiksi, que dicen que todo lo mira, se perturbó con ese problema. Desató
una granizada y un enorme rayo mató a los dos enemigos. Cayeron heridos de
muerte sobre el lago; las aguas se desbordaron hacia la tierra de los ayacuchanos
y así se formó este riquísimo valle. De los restos de esas aguas queda el lago de
Ñawipukio y se descubrieron los restos de Aywaturu en Marcatuna.
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