Las leyendas y los mitos sobre los volcanes son de varios tipos. Algunos tratan de explicar la existencia de los volcanes individuales o las formas volcánicas y, en este caso, son claramente etiológicos. Otros pretenden una razón que justifique la actividad volcánica en general, o las erupciones particulares, y éstos poseen también el carácter de etiológicos. Ahora bien, más de una de tales descripciones puede corresponder a una erupción real en la cual la base histórica resulta irreconocible. Todos estos tipos de geomitos son factible que se den en la misma región, como ilustrarán los siguientes ejemplos.
Para los norteamericanos, la deidad volcánica más conocida es la diosa que impregna el quincuagésimo estado, las islas de Hawái, de tal modo que ningún visitante, aun casual, no oye hablar de ella. De ahí que no resulte extraño que se le dedique a Pele una atención exagerada. Incluso hoy día, es tal diosa reverenciada y temida por muchos Hawáianos. En agosto de 1881, cuando la lava de Mauna Loa amenazó la ciudad de Hilo, se llamó a la princesa Ruth Keelikoani, una de las últimas de la línea dinástica de Kamehameha. La princesa, de sesenta y tres años, llegó en seguida a Hilo y se aproximó al borde del flujo de lava que avanzaba, donde entonó un antiguo conjuro, ofreció pañuelos de seda a Pele y, finalmente, vació una botella de coñac en la reptante corriente de fuego (del mismo modo que sus antepasados habían derramado libaciones de awa. bebida alcohólica destilada de las raíces de Piper methysticum. una especie de pimienta). A la mañana siguiente, la lava se detuvo justamente antes de llegar a la ciudad. En épocas tan recientes como 1955, cuando un río de lava amenazaba al pueblo de Kapoho, sus habitantes cantaron al borde de la lengua incandescente y ofrecieron tabaco y comida a Pele. También esa vez se detuvo la lava poco antes del poblado
Fig. 23. Mapa esquemático del archipiélago de las islas de Hawái. Las leyendas que se refieren a la llegada de Pele a las islas demuestran que los Hawáianos eran conscientes de que la actividad volcánica se ha desplazado, a lo largo de la cadena de islas, hacia el sudeste. En la actualidad, sólo Mauna Loa y Kilauea son activos, aunque tanto Hualalai como Haleakala han experimentado una erupción en los tiempos históricos y. por tanto, están clasificados como activos.
Hay innumerables variantes del relato de cómo Pele llegó a las islas, y nadie sabe con precisión cuándo fue, excepto que vino desde algún lugar más al sur, de Tahití según dicen algunos. Aparentemente, y debido a una áspera discusión con su hermana mayor. Namakaokahai, debió de buscar una nueva morada. Pele llevaba consigo un utensilio mágico, llamado Paoa, para cavar, y cuando ella hendía la tierra, se abría un nuevo cráter volcánico. Trató de asentarse primero en la isla de Kauai (fig. 23), y allí cavó una profunda zanja. La tierra que extrajo formó la colina conocida como Puu-ka-Pele («colina de Pele»). (Puu-ka-Pele es el núcleo erosionado de un cono volcánico del que brotó parte de la lava de la serie de Waimea Canyon, las rocas que han formado las principales montañas volcánicas de Kauai.) Namakaokahai persiguió y atacó a Pele y la dejó creyéndola muerta, pero Pele se repuso y se trasladó a Oahu.
En Oahu cavó un foso de fuego en Moanalua, cerca de Honolulú, pero ese cráter se llenó de agua salada y se transformó en Keealipaakai, el Salt Lake (lago Salado); el material excavado formó la colina llamada el White Bird (Pájaro Blanco). (Keealipaaki y Keealiamanu son dos cráteres que se superponen con un tercero llamado Makalapa, constituyendo los Salt Lake Craters [cráteres del lago Salado], el centro más occidental de la actividad piroclástica{29} reciente en Oahu. El White Bird es el punto más alto del contorno superior del Keealiamanu.) No importa cuán profundamente Pele cavara en las montañas, ya que no encontró fuego, pero a lo largo de la costa tuvo más suerte. En Leahi, hoy conocido como Diamond Head (punta de Diamante), grandes cantidades de materiales brotaron de una erupción producida en !a fosa que ella había cavado, hasta que, finalmente, encontró el agua que apagó el fuego.
Diamond Head es un cráter extinguido que se formó hace unos ciento cincuenta mil años en lo que se conoce como una erupción freatomagnética, es decir, una en la que el agua se mezcla con el ardiente magma{30} que asciende. El agua del mar y la subterránea se vierten en la grieta por la que sube el magma, produciendo así violentas explosiones de vapor. El cono, constituido por capas blandas de cenizas volcánicas no consolidadas, lapilli{31}, y finos fragmentos desmenuzados del arrecife de piedra caliza, penetra en el magma que se erosiona con suma rapidez por la corriente de agua y las olas marinas. En la actualidad, todo lo que queda de él es el mismo cráter y su contorno inmediato. El nombre de Diamond Head le fue dado por un marino inglés, porque debido a los cristales de calcita de la piedra caliza, ésta brilla sobre sus paredes como si fueran diamantes.
O sea que Pele pasó a la isla siguiente. Molokai. Allí cavó el cráter Kauhako (cuyas erupciones han formado la península de Kalaupapa. en la que se halla la famosa leprosería), pero, nuevamente, encontró agua y se desilusionó. Lo intentó en Maui, en cuya cima trató de crear el gran volcán Haleakala. Cuando Namakaokahai vio el humo que se elevaba de allí, supo que su hermana seguía viva. Lucharon de nuevo, y Pele fue otra vez derrotada. Sus huesos fueron esparcidos a lo largo de la costa, formando los islotes de lava conocidos como Kaiwi o Pele («Los huesos de Pele»), Namakaokahai se retiró alborozada por su victoria, pero, cuando miró hacia atrás sobre el mar, vio el invencible espíritu de Pele flotando entre nubes de humo y llamas sobre Mauna Loa, en la isla de Hawái (Ilustración 20). Comprendió entonces que nunca vencería a la diosa del fuego, de modo que, en lo sucesivo, la dejó en paz. Pele cavó su última zanja de fuego. Halemaumau, en el suelo de la caldera de Kilauea, y condujo a vivir con ella al resto de su numerosa familia. Allí moran aún.
Esta leyenda demuestra claramente que los Hawaianos son conscientes de que la actividad volcánica de las islas es, de una forma progresiva, más reciente desde el norte hacia el sur (véase figura 23). Un «sofisticado salvaje» inteligente no necesita una formal preparación geológica para deducirlo, lo logra observando el grado relativo de erosión de los distintos volcanes, la extensión en que ellos y sus erupciones se hallan cubiertos de vegetación, y la frescura relativa de sus lavas. Sólo hay cuatro volcanes activos, tres en la Gran Isla (Kilauea, Mauna Loa y Hualalai) y Haleakala en Maui. En la actualidad, sólo Mauna Loa y Kilauea se mantienen en plena actividad. Hualalai y Haleakala entraron en erupción en lejanísimos tiempos, Hualalai alrededor de 1800 y Haleakala en algún momento entre 1786 y 1793.
Kilauea ha sido mucho más espectacularmente activo que Mauna Loa, y su folklore refleja su historia geológica con bastante fidelidad. En el cuarto volumen de su Polynesian Researches (Investigaciones polinésicas), publicado en 1833, William Ellis, un misionero británico que entendía el lenguaje Hawáiano y que recopiló por primera vez muchas de las leyendas y tradiciones de esas regiones, describe con vivacidad el ardiente espectáculo de Halemaumau y. luego, prosigue:
«Los nativos se sientan y comentan durante la mayor parte de la noche las proezas de Pele, y observan con un supersticioso temor, que no nos sorprende, el deslumbrante fenómeno. Lo consideran la primera morada de sus deidades volcánicas. Los cráteres cónicos (no son en realidad cráteres, sino montículos formados por puentes de lava), dicen, eran sus casas (Ilustración 21), donde a menudo se entretenían jugando al konane (un juego parecido a las damas). El estrépito de los hornos y el chisporrotear de las llamas eran la música de sus bailes, y las ondas de rojas llamas, el oleaje en el cual se recreaban, retozando deportivamente en las olas de la marejada (Ilustración 22).
»Aprendimos que él (el volcán) ha ardido desde tiempos inmemoriales y que ha anegado alguna parte del territorio durante el reinado de cada rey que ha gobernado Hawái: que en la antigüedad acostumbraba bullir, desbordando sus orillas e inundando el suelo adyacente, y que, durante el reinado de los últimos reyes, se ha mantenido por debajo del nivel que pudiera inundar los alrededores, extendiendo constantemente su superficie y aumentando su profundidad, de vez en cuando, arrojando, con violentas explosiones, inmensas rocas o piedras al rojo vivo.
»No se ha producido, agregan, ninguna gran explosión desde los días de Keoua (véase capítulo 2), pero muchos lugares que estaban junto al mar han sido inunda dos, por lo cual suponen que, en estas ocasiones. Pele ha ido por un camino subterráneo desde su casa en el cráter hasta la playa.»
¿Qué descripción más apropiada de una erupción por el flanco{32} podría haberse encontrado para expresar en sentido figurativo que «Pele fue por un camino subterráneo desde su casa en el cráter hasta la playa»?
La fosa de fuego de Pele, de Halemaumau, ha permanecido activa de modo constante desde la primera vez que los europeos visitaron Kilauea, en 1823, hasta 1924. Repetidamente brotó la lava y llenó la fosa, anegando e inundando a veces todo el suelo de la caldera. Una y otra vez la fosa recuperó su forma anterior, descendiendo su suelo hasta el espacio más bajo. Sin embargo, desde 1924, la superficie de lava del lago se ha revestido con una espesa capa de lava solidificada, de un color gris oscuro. Espectáculos como el presenciado por Ellis sólo cabe contemplarlos en erupciones específicas, cuando la superficie gris y dura se raja por fisuras que se producen a lo largo, y de las que brota lava incandescente, o se alzan fulgurantes chorros de fuego que llegan a alcanzar alturas de cientos de metros. Al entrar en contacto con el aire, se enfría, y la superficie brillante del lago de lava pronto se cubre de una película gris, si bien esta corteza recién formada se resquebraja cuando la masa derretida que hay debajo bulle y se agita. Durante un tiempo flotan planchas de corteza sobre el líquido resplandeciente, se ladean y, lentamente, se deslizan bajo la superficie. Es un espectáculo imposible de olvidar, aun cuando sólo se vea en películas, sin el acompañamiento del sonido estruendoso y los humos asfixiantes.
Pele es una diosa temperamental que se encoleriza fácilmente, hasta el punto de enviar flujos de lava para destruir el objeto de su desagrado, destruyendo a menudo a gran cantidad de inocentes que sólo eran espectadores. Cuando ella sacude el suelo con ira, como lo hace con frecuencia para provocar una erupción, la tierra tiembla. (Las erupciones volcánicas, como regla general, van precedidas y acompañadas por leves movimientos de tierra.) Según una leyenda, la región de Kahuku, en la costa sudoeste de Hawái, hoy desolada, era verde y floreciente, con muchos árboles y flores, así como cultivos de caña de azúcar y taro que mantenían a varias poblaciones. Pele lo destruyó todo en un acceso de rencor. Se había enamorado de dos jóvenes jefes de esa región que sobresalían en los deportes, incluidas las carreras de holua{33}. Apareció en la forma de una hermosa princesa y se unió a los jefes y sus compañeros, compitiendo en este deporte en el que ella aventajaba con facilidad a todas las demás mujeres.
Transcurrieron días placenteros, pero los jóvenes comenzaron a sospechar cuál era la identidad de la extranjera, cuyos estados de ánimo cambiaban tan caprichosamente, y entonces trataron de evitarla. A medida que su renuencia a competir con ella aumentaba, también se incrementaba el fastidio de Pele, hasta que el suelo comenzó a calentarse y la hierba murió. Entonces, los jefes se asustaron y trataron de huir, pero Pele golpeó la tierra hasta que ésta tembló y brotaron ríos de lava que inundaron todo Kahuku. Cuando los jefes trataban de huir por el mar, Pele los encerró en un terrible abrazo y. después, les echó a un lado, uno después del otro, y la lava se extendió alrededor de sus cuerpos. Y allí se quedaron, como Na Puu a Pele («Las colinas de Pele»), dos montículos simétricos en la playa, rodeados por un mar de yerma lava aa.
Como hecho geológico. Na Puu a Pele son las formaciones más grandes de conos litorales a lo largo de la costa de Kahuku. Cuando la lava caliente entra en el mar, especialmente una corriente de aa, cuya superficie fragmentada permite que el agua penetre con facilidad hasta el centro ardiente de la corriente, se producen explosiones de vapor. Los conos litorales se forman cuando los fragmentos de lava triturados por las explosiones se acumulan sobre la superficie de la corriente. En verdad, el área de Kahuku es una de las partes más desoladas de Hawái: está cubierta por un desierto flujo de lava, el último de los cuales se produjo en 1907. Incluso los flujos prehistóricos están relativamente yermos, sin vegetación, debido a su situación con respecto a la gran masa montañosa de Mauna Loa y a causa de los vientos dominantes, que hacen que el área de Kahuku reciba nocas lluvias y que la que cae se escurra profundamente en la lava permeable. La leyenda de Na Puu a Pele no corresponde a los hechos geológicos por dos causas: la región de Kahuku nunca pudo ser verde y floreciente en el recuerdo de los Hawáianos, y las colinas mismas no están constituidas por lava, sino por montones de material fragmentado.
El cabo de Kumukahi debe su nombre a otro hermoso jefe que despertó el afecto de Pele y que sufrió un destino similar. La conoció primero disfrazada de bella y joven princesa, pero cometió el fatal error de ridiculizarla cuando se le apareció en forma de una anciana que solicitaba se le permitiera participar en los deportes con él y sus amigos. Inmediatamente, una fuente de fuego estalló. Kumukahi se dirigió hacia el mar, pero Pele lo alcanzó en la playa y amontonó lava sobre él mientras un flujo de lava se esparcía a su alrededor y formaba el cabo (En realidad, el cabo se ha constituido por repetidos flujos del East Rift [Grieta del Este] de Kilauea. En épocas tan recientes como 1960, se agregaron alrededor de doscientas hectáreas de tierra por el lado norte.)
Otro jefe, llamado Papalauahi, también provocó el desagrado de Pele cuando brilló más que ella en una carrera de holua. Esta vez, la lava apresó a algunos de los otros jefes que corrían con Papalauahi y transformó en pilares de piedra a un grupo de asustados espectadores. Los pilares de lava que figuran en esta leyenda son moldes con forma de árboles (Ilustración 24). Dichos moldes son cilindros huecos que llegan a tener hasta sesenta centímetros de diámetro, con paredes de dos a quince centímetros de espesor, que se alzan de tres a cuatro metros y medio sobre el suelo de lava. Cuando la lava fluye a través de un bosque, se enfría al entrar en contacto con un tronco de árbol y se solidifica formando una corteza alrededor del tronco. Cuando la lava se escurre, la corteza se mantiene erguida. Si el drenaje es rápido, como suele ocurrir en una pendiente pronunciada, los árboles carbonizados se preservan dentro del molde, pero si la lava forma un lago, y se detiene allí cierto tiempo, los árboles se queman totalmente, dejando sólo la huella de la madera carbonizada en la parte interior del molde.
Ya que Pele demostraba tal inclinación por los jóvenes y bellos príncipes, cabe pensar que cualquiera que reuniese tales características podría haber aprendido a ser amable con las extranjeras, jóvenes o ancianas. Pero, aparentemente, no fue así. Otro que se enredó en las iras de Pele, fue Kahawali, un jefe del distrito Puna que era un experto corredor de holua. Dedicaba, con su mejor amigo Ahua, muchas horas a deslizarse por la pendiente de una colina cerca de Kapoho. Un día, una mujer de vulgar aspecto les preguntó si podía probar su trineo. Él se negó con desprecio: ¡Algo que pertenecía a un jefe no podía ser utilizado por las gentes vulgares! Kahawali, echándose sobre su holua, descendió a toda velocidad por el flanco. En ese momento, los ojos de la mujer despidieron chispas mientras ella golpeaba el suelo con fuerza. La ladera se rasgó por un movimiento sísmico, la lava brotó a chorros y se desparramó en dirección de la holua y Pele, en su terrible forma supernatural, deslizó su trineo sobre una ola de fuego. Llamando a su amigo Ahua. Kahawali corrió hacia el mar. En la pequeña colina conocida como Puukea, arrojó su manto: en Kukii se topó con su madre, y, después, llegó hasta su casa. Su mujer le imploró: «Quédate y muramos juntos», pero él continuó corriendo, pasando junto a su hermana. Se encontró posteriormente con su cerdo, Aloipuaa, al que atropelló. Unos minutos más tarde, el cerdo quedó sumergido y se transformó en una gran piedra negra. Al llegar a la playa, Kahawali se adueñó de una canoa que su hermano menor había conseguido para tratar de salvar a su familia, y Kahawali y Ahua remaron velozmente mar adentro. Pele arrojó inmensas rocas contra sus siluetas que se alejaban, pero ninguna dio en el blanco. Se dice que estas rocas se ven aún bajo el agua...
Ellis, que fue el primero en registrar esta leyenda, describió el cráter que le indicaron como el lugar en que se produjeron las carreras de holua, como «un cráter negro y ceñudo, de unos treinta metros de altura, con un profundo boquete en su lado este, desde el cual podía trazarse con claridad el curso de la corriente de lava.» En otras palabras, un ejemplo típico de una brecha abierta en un cono por un flujo de lava. La colina que se conoce como Kaholua o Kahawali («Sitio de deslizamiento de Kahawali») en los mapas modernos topográficos, no corresponde a esta descripción, aunque esté en la posición correcta con respecto a los otros lugares mencionados. El Kaholua o Kahawali de hoy es sólo lo que resta de un antiguo cono de cenizas, la mayor parte del cual se ha extraído para construir caminos que atraviesen los campos de caña de azúcar que lo rodean. Una vegetación tropical corona lo que debió de ser su cima original, mientras que sus flancos, desnudos y acanalados, se destiñeron y adquirieron un color marrón rojizo. Cualquier evidencia de un flujo de lava que haya brotado de él, hace mucho tiempo que ha desaparecido bajo los campos de caña (porque los suelos productivos se desarrollan rápidamente en este lado de la isla, bien provisto de agua), o bajo las corrientes de lava de los años 1955 y 1960, que ahora cubren la mayor parte de la escena de las actividades de Kahawali. La roca de Aloipuaa, en el centro del canal de lava, y otras rocas esparcidas a lo largo de los bancos del canal, que se indicaban antes como personas y casas destruidas por Pele, también se hallan enterradas bajo dichos flujos. Sin embargo. Puukea aún está allí como el «Sitio de deslizamiento de Kahawali». Este cono tiene un pesado manto de vegetación excepto en un lado en el que las cenizas fueron excavadas para construir un camino. Puukea es un cono joven (pero prehistórico) que está en el flanco del cráter más antiguo y mayor, Kapoho, y que debe de ser de la misma época de la erupción que engendró la leyenda de Kahawali, en cuyo caso quizá fue el origen de las rocas (probablemente bombas volcánicas) que se supone que Pele arrojó a los ofensores que huían. Kukii es el sitio de un heiau o lugar sagrado de otro pequeño cono cubierto de hierbas. Puu Kukau, hoy rodeado por la lava del flujo de 1960, que extendió el cabo Kumakahi hacia el mar.
Seguramente, Ellis estaba en lo cierto cuando dedujo que esta leyenda se basaba, probablemente, en algunas «súbitas e inesperadas erupciones de un volcán mientras un jefe y su pueblo jugaban al holua», porque han brotado varias erupciones en los flancos de esta región. Como se dijo al comienzo del presente capítulo, la lava de la erupción de 1955 amenazó, pero no llegó, a la villa de Kapoho, pero la erupción de 1960 la destruyó por completo. En 1960. la destrucción de este pueblo fue ampliamente recogida por los medios de comunicación. Acontecimientos similares, en los tiempos prehistóricos, nos legan las leyendas de Kahawali. Papalauahi y Kumukahi, pertenecientes, todas ellas, a una región situada a lo largo del Kilauea East Rift. Como misionero, Ellis se sintió desalentado por el carácter de los Hawáianos y por lo que de él se revelaba en estos relatos. «La ausencia de afecto hacia sus familiares demostrada por Kahavari (Kahawali), quien, a pesar de que su mujer se lo suplica, la abandona, y así también a sus hijos, madre y hermana, a una destrucción segura, no despierta la reprobación, ni tampoco se censura que se apropie de la canoa de su hermano, que deseaba salvar a su familia, mientras se aplaude, en términos tan poco delicados que es preferible no recordarlos, su destreza para evitar la terrible calamidad de la que él es el único causante.» Esta misma ética, tan distinta a la judeo-cristiana, se evidencia en las tradiciones polinesias sobre inundaciones, como veremos en el séptimo capítulo.
Durante un tiempo. Pele estuvo casada con el semidiós Kamapuaa, que era un kupua, es decir, un ser que podía mostrarse en forma humana o animal. Generalmente, era un atractivo ser humano, pero, en su apariencia brutal, tomaba la forma de un cerdo. En aquel tiempo. Hawái estuvo dividida entre Pele y Kamapuaa, perteneciendo a ella los distritos de Puna. Kau y Kona (véase fig. 24), donde existe más cantidad de rocas de lava (los citados son los distritos donde se han producido las actividades volcánicas más recientes), y a él los distritos de Kohala. Hamakua e Hilo, donde no hay lava fresca. El matrimonio entre estos dos decididos individuos fue tormentoso y de corta duración. Reñían a menudo. En poderosas batallas de los elementos, los movimientos sísmicos y el fuego se enfrentaban con las inundaciones provenientes del mar y de los cielos (sobre los cuales Kamapuaa tenía alguna influencia). Finalmente, Kamapuaa tuvo que marcharse del Pit de Pele perseguido por una corriente de lava. La lava se extendió hasta el mar, rodeó a Kamapuaa y cortó la retirada por tierra. Al mismo tiempo calentó el agua a punto de ebullición para así evitar también su huida por el mar. Pero Kamapuaa se transformó en un pez cubierto de una piel muy dura, por lo que pudo nadar bajo el agua, excesivamente caliente. y salvarse. De ahí que los Hawáianos cuenten con un pez, que se llama humuhumu-nukunuku-a-puaa, de forma angular, piel muy dura y que emite un gruñido (del que deriva su nombre, que significa «cerdo angular que gruñe»). Desde entonces hasta ahora, se ha considerado que la ofrenda más agradable para Pele es un cerdo.
Cada nueva erupción Hawáiana origina nuevos relatos sobre Pele. El doctor Gordon Macdonald. vulcanòlogo de la Universidad de Hawái, transcribe una divertida historia. Estas son sus palabras:
«Se cuenta que un hombre de Kohala, lugar que se encuentra en el extremo norte de la isla de Hawái, se hallaba sentado, cerca del borde de un flujo de lava de 1926, observando el movimiento y bebiendo de una botella de (entonces ilegal) ginebra Uno de sus amigos le dijo: “¿No sabes que trae mala suerte beber eso sin darle algo a Pele?" Le preocupó la pregunta, de modo que. después de beber otro trago, le puso el corcho a la botella, la levantó y advirtió con pena que aún quedaba la mitad Después, la tiró al río de lava y exclamó: "¡Esto es para ti, Pele!" La botella desapareció, pero después de unos 30 segundos volvió a la superficie y se posó sobre la hierba, a sus pies. Cogió la botella y observó que todavía quedaba un cuarto de su contenido. Desgraciadamente, ¡no se sabe qué ocurrió con el resto de la ginebra!»
Pele ha dado su nombre a dos características vulcanológicas relacionadas con las lavas basálticas. Las burbujas de gas que estallan en un orificio activo, las pequeñas burbujas que se forman sobre la superficie hirviente de un lago o río de lava, y que cuando se alzan sobre una poderosa corriente térmica ascendente (como en un cañón de chimenea) se enfrían y se convierten en glóbulos vidriosos negro-verdosos o marrón-negruzco, se conocen como Peles tears (Lágrimas de Pele). En la mayoría de los casos, una «lágrima» arrastra un hilo de cristal. Estos hilos se rompen con mucha facilidad y se arrastran entre sí formando masas de Peles hair (Cabello de Pele). Dichos cabellos también surgen de las fuentes de lava, de un modo similar a como se fabrica el material aislante que se conoce como lana de roca o lana mineral, que se forma inyectando un chorro de vapor en roca fundida, que es exactamente lo que la naturaleza hace en una fuente de fuego. Una hebra del cabello de Pele es la más pequeña de las bombas volcánicas. Los términos Cabellos de Pele y Lágrimas de Pele se han adoptado en el vocabulario técnico de vulcanología. La ilustración 25 muestra estos dos tipos de elementos del Kilauea.
Nueva Zelanda se vanagloria de tener varios volcanes activos y de ser una de las grandes áreas termales del mundo, el rival más próximo al Yellowstone National Park en características como manantiales cálidos, géiseres, lagos y piscinas de agua hirviente, fumarolas y otras manifestaciones del calor subterráneo relacionado con las fases muertas del vulcanismo. Los maoríes, que vivían allí cuando los ingleses llegaron a explorar y colonizar, son pueblos polinesios como los Hawáianos. Fatalmente, el folklore de los maoríes es rico en leyendas sobre volcanes. Uno de los relatos más conocidos es una variación del tema del eterno triángulo. Los volcanes Taranaki, Ruapehu y Tongariro (luego conocido como Ngauruhoe. véase fig. 2) eran gigantes que antes vivían en la misma región. Taranaki y Ruapehu se enamoraron de Tongariro, pero ella no pudo decidir a cuál de los dos prefería. Finalmente, acordaron luchar por su amor. Taranaki se separó de la tierra y se lanzó sobre Ruapehu, tratando de destruirlo, pero Ruapehu reaccionó calentando, hasta que hirvieron, las aguas del lago de su cráter y pulverizándolas sobre Taranaki y el campo que lo rodeaba. Taranaki, encolerizado y dolorido, arrojó una lluvia de piedras que destrozaron la parte superior del cono de Ruapehu, destruyendo así su atractivo aspecto. Ruapehu se tragó el cono quebrado, lo fundió y lo escupió sobre
Taranaki, que se vio forzado a dirigirse al mar para aliviar sus quemaduras. El recorrido que realizó hasta llegar al mar constituye el valle de Wanganui River. Se replegó sobre la costa hasta su situación actual en la provincia que lleva su nombre, donde se yergue preparando su venganza. Los supersticiosos maoríes no quieren vivir ni ser enterrados en ningún lugar que esté sobre la línea que va de Taranaki a los otros dos picos, porque creen que algún día él volverá.
Taranaki, hoy conocido como monte Egmont, que se eleva majestuosamente desde el nivel del mar hasta una altura de más de dos mil cuatrocientos metros, es un cono simétrico cubierto de nieve que. a menudo, es comparado con el Fujiyama de Japón. Los vientos que circulan frente al Tasman Sea se ven forzados a elevarse sobre el pico y. al enfriarse en las alturas, precipitan su humedad, por lo que la provincia de Taranaki es rica en verdes pastos que alimentan la cabaña de la mayor parte de la industria lechera de Nueva Zelanda. Tan bien cumple la montaña su función de «fabricante» de lluvias, que su hermosa cabeza se oculta, habitualmente, tras las nubes. No existe ningún registro histórico de una erupción del Egmont, pero una de sus capas más frescas de lava ha sido sometida a la prueba de radiocarbono, comprobándose que es de hace unos trescientos años. Por tanto. Taranaki puede estar realmente «meditando». (Hace unos quince años, se escucharon ruidos de explosiones en las vecindades del pico, que no se han explicado, lo que produjo una gran inquietud entre los residentes locales que temían que el volcán pudiera estar despertando. No obstante, una investigación oficial llegó a la conclusión que se trataba sólo del sonido provocado por las explosiones en canteras situadas a cierta distancia y que se reflejaban en el suelo bajo ciertas condiciones atmosféricas.)
El detalle sobre la rotura del cono de Ruapehu sugiere que la leyenda puede tener su fundamento en alguna erupción real de ese volcán —es posible que, aproximadamente, al mismo tiempo que una de Taranaki— que fue presenciada por los maoríes antes de la llegada de los pakeha (hombre blanco). Los cambios de forma en las cumbres de los volcanes son un resultado de las erupciones: la parte superior, o se expulsa o cae dentro del cráter, o en algunos casos, se eleva aún más. La leyenda insinúa que en este caso se debe de haber producido una caída. Ruapehu y Ngauruhoe aún permanecen activos. La región en que se hallan, no lejos del lago Taupo, ha sido separada, como el Tongariro National Park (Parque Nacional de Tongariro). Durante mucho tiempo, una erupción del Ngauruhoe se consideraba una orden para las belicosas tribus del área de Taupo a fin de que luchasen contra otras.
Los maoríes poseen un mito que explica cómo llegó el fuego a los volcanes y a las áreas termales de Nueva Zelanda. Ngatoro era un poderoso tohunga, un hombre de las medicinas, un líder del primer grupo de personas que llegó en canoa desde «Hawáiki». Un día, Ngatoro subió al Tongariro llevando consigo a su esclava favorita. Auruhoe. Advirtió a su pueblo que ayunara hasta su regreso para proporcionarles fuerza contra el frío reinante en aquellas grandes alturas. Al no regresar en la fecha prevista, lo dieron por muerto y rompieron su ayuno. Inmediatamente. Ngatoro y Auruhoe, que estaban en la cima de la montaña, sintieron un intenso frío y ambos hubieran muerto si no fuese porque el tohunga imploró a sus hermanas, que estaban en Hawái, que le enviaran fuego para calentarlo. Las hermanas, poderosas hechiceras, llamaron a los demonios del fuego, los cuales comenzaron inmediatamente a nadar bajo el agua hacia Nueva Zelanda. En la isla White (isla Blanca) (Ilustración 26) emergieron para respirar, y la tierra estalló allí en llamas que aún perduran. (La isla White es un volcán en la bahía de Plenty. La mayor parte de su actividad conocida ha sido del tipo llamado solfatárico, expulsando vapor y exhalaciones sulfurosas por varios orificios. De vez en cuando, se han producido suaves erupciones de carácter explosivo intermitente. La más reciente se prolongó desde noviembre de 1966 a abril de 1969.) Al llegar a tierra firme, los demonios continuaron viajando bajo el suelo hacia Ngatoro. y cada vez que salían a la superficie dejaban un área termal. En la cúspide de Tongariro, irrumpieron. El calor reavivó a Ngatoro, pero Auruhoe había muerto. Ngatoro lanzó su cuerpo al cráter. Desde entonces, la montaña se conoce con el nombre de Ngauruhoe. (El nombre de Tongariro se le da hoy a un volcán más pequeño, aparentemente extinguido, adyacente a Ngauruhoe.)
El tema del triángulo amoroso aparece también relacionado con tres volcanes antiguos de Nueva Zelanda. Kakepuku y Kawa son dos colinas basálticas en el llano de Waipa, a unos treinta kilómetros al sur de Hamilton (véase fig. 2). La leyenda dice que Kakepuku se enamoró de Kawa, pero debía vencer a varios rivales para obtenerla. Uno de los más perseverantes era otra colina volcánica llamada Karewa. Este luchó muy bien, pero, finalmente, fue obligado a retroceder hasta el mar, donde se transformó en lo que hoy es la isla Gannet. A veces, una corriente de bruma es arrastrada flotando a tierra firme desde Karewa hasta Kawa.
Kakepuku y Kawa son conos volcánicos desgastados que se encuentran sobre una fisura sobre la cual también están dos grandes masas volcánicas. Pirongia y Kariori. La isla Gannet es pequeña y se halla a unos veinte kilómetros al oeste de la costa y aproximadamente en la misma latitud que Kakepuku y Kawa. No se encuentra en la misma fisura, pero ha sido registrada en los mapas como perteneciente a la misma formación volcánica. Todos están extinguidos desde hace tiempo. (En una leyenda alternativa de la misma región, Kakepuku es femenina y es la mujer de Pirongia.)
En 1886, los picos del norte y el centro del Mount Tarawera, en el centro de la región termal de Nueva Zelanda, entraron en inesperada y violenta erupción que enterró a tres pueblos maoríes en una lluvia de cieno, piedras y cenizas ardientes. Murieron más de cien personas. Este desastre se interpretó como un castigo a causa de alguna transgresión y dio origen, al menos, a dos leyendas. Una de ellas culpa de la erupción a la gente del pueblo de Te Ariki, que, por haber comido miel salvaje, lo que estaba prohibido, había quebrantado un tabú de la montaña sagrada. Los que comieron de esa miel, murieron, mientras que otra tribu que habitaba una población cercana y que no había participado en el hecho, fue perdonada. El otro relato es algo más complejo. Tamaohoi era un demonio que se comía a los hombres y que vivía en las laderas de Mount Tarawera. Ngatoro le aprisionó en la montaña, y allí durmió durante siglos. Uno de sus descendientes, un tohunga llamado Tuhoto, lamentando la degradación moral de su pueblo bajo la influencia del hombre blanco, invocó al demonio para que lo castigara. Tamaohoi salió de su prisión y aniquiló a los pecadores. Este es un excelente ejemplo moderno de evemerismo: un tohunga llamado Tuhoto, de cien años de edad, tenía un antepasado llamado Tamaohoi, y fue desenterrado vivo bajo los escombros de su choza cuatro días después de la erupción del Tarawera y. a continuación, vivió otros cuatro días más.
De México nos llega una historia más amable de amantes volcanes, y en la que ningún rival complica el suave curso del verdadero amor, como sucedía con Ruapehu y Tongariro. o con Kawa y Kakepuku. Los aztecas creían que los dos magníficos picos volcánicos que forman el marco sudeste del valle de México. Popocatepetl (la Montaña que fuma) e Ixtaccihuatl (la Dama blanca), eran amantes que no soportaban la posibilidad de no verse. La silueta de Ixtaccihuatl parece, sin duda, el contorno de una mujer reclinada.
Los indios Klamath, del noroeste de Estados Unidos, tienen una leyenda sobre volcanes en conflicto. Llao, jefe del Mundo Subterráneo, y Skell, jefe del Mundo en lo Alto, lucharon por sus respectivas posiciones en el monte Mazama, en Oregón, y monte Shasta, en California, dos picos que estaban a unos ciento sesenta kilómetros de distancia. Se arrojaron rocas y llamas uno a otro mientras las tinieblas cubrían la tierra que los rodeaba. La contienda acabó cuando el monte Mazama cayó sobre Llao, precipitándolo a su mundo subterráneo, donde permanece desde entonces. En el lugar en que se produjo el hecho quedó un gran boquete que llenó de agua para formar un lago, el llamado lago del Cráter. Lo interesante de esta leyenda estriba en que, despojada de sus elementos supernaturales, describe con bastante precisión cómo se formó el citado lago. El monte Mazama produjo una erupción de gran violencia y se derrumbó hace más de 6.500 años, dejando una depresión que hoy ocupa el lago (Ilustración 27).
El lago del Cráter (Cráter Lake) constituye un clásico ejemplo de lo que los vulcanólogos denominan una caldera{34}, es decir, una gran depresión, más o menos circular, que se forma cuando un volcán se derrumba en el vacío que se crea debajo, después de una erupción (o una separación) de grandes cantidades de material. En la erupción del monte Mazama, la campiña quedó cubierta por varias toneladas de cenizas volcánicas. En el punto álgido de la actividad, el día, a causa de la densa nube constituida por la erupción, debió de parecer la noche. En ese momento, los Klamaths debían de estar viviendo en la región, ya que se encontraron sandalias y otros objetos enterrados en las cenizas. Inmediatamente, surge una pregunta: si la destrucción del monte Mazama se recuerda en una leyenda, ¿no se habrá producido una erupción del monte Shasta aproximadamente en la misma época (en la misma generación, digamos) que haya motivado que los dos volcanes se asociaran en tal leyenda?
El monte Shasta estaba formado principalmente por lavas, pero la última erupción del cono de su cima produjo sólo deyecciones piroclásticas, sobre todo piedra pómez, que sólo aparece en actividades altamente explosivas. Las erupciones siguientes (de cráteres satélites o de fisuras en sus flancos) han sido fundamentalmente flujos de lava, el último de los cuales puede ser de sólo hace unos doscientos años. O sea que, por lo que sabemos, pudo haberse producido una erupción bastante violenta del Shasta alrededor de la época en que se produjo la del lago del Cráter. Sin embargo, desgraciadamente, no se han datado los últimos productos del Shasta.
Los indios Modoc, de la parte sur de Oregón y norte de California, parecen recordar los días de actividad del Shasta. Ellos lo cuentan de este modo: el jefe de los Espíritus del Cielo encontró que hacía mucho frío en el Mundo en lo Alto, por lo que efectuó un agujero en el cielo con una piedra que hizo girar, y por ese orificio arrojó hielo y nieve a fin de formar un montón que casi tocaba al cielo. Bajó a la Tierra después y. tras crear los árboles, los ríos, los animales, los peces y los pájaros, condujo a su familia con él, para vivir en las montañas. Desde el orificio de la parte alta de su vivienda brotaban chispas y humo que el fuego de su hogar despedía. Cuando agregó un gran leño al fuego, las chispas ascendieron a mayor altura, y la tierra tembló. Finalmente, dejó el fuego y volvió a vivir en el cielo.
Aunque no existen registros históricos de la actividad del monte Hood (véase fig. 11), la evidencia geológica indica que debe de haberse producido una erupción hace apenas un siglo. Un relato indio de esta región se refiere a una actividad, y resalta la conciencia de que su fuego pueda no estar extinguido totalmente. Se dice que la montaña era la morada de espíritus malignos que, cuando se enfadaban, arrojaban fuego, humo y corrientes de roca líquida. En aquellos tiempos, los indios eran todos altos como los pinos, y su jefe era el más valiente, el más fuerte y el más alto de todos. Una noche, se le advirtió en un sueño que, si no dominaba a los espíritus malignos, éstos inundarían la tierra con fuego. De modo que subió a la cima de la montaña, en donde encontró un orificio que conducía al hogar de los espíritus. Arrojó rocas por ese agujero, pero los espíritus las calentaron al rojo vivo y, entonces, devolvieron. Durante varios días la batalla se tornó cada vez más violenta, hasta que el jefe hizo una pausa para tomar aliento y observó que, a pesar de sus desesperados esfuerzos, el valle que antes fuera verde y hermoso había quedado ennegrecido y arruinado. El jefe, entristecido, se hundió en la tierra y fue enterrado por una corriente de roca hirviendo. Cuando el suelo se enfrió y la hierba volvió a crecer, regresaron los que se habían refugiado en las cumbres montañosas distantes, pero sus hijos, tras el hambre pasada durante tanto tiempo, ya no eran altos y fuertes como lo fueron sus antepasados. Así, hasta que no aparezca otro jefe capaz de conquistar los demonios del fuego, la gente permanecerá empequeñecida y débil. Se dice que, a veces, el rostro del jefe puede verse, como un contorno impreciso, en la mitad de la montaña, en el lado norte.
En una leyenda Nisqually, el monte Rainier se trasladó al lado este de Puget Sound para escapar de! apiñamiento cuando todas las montañas de la península Olympic (véase fig. 11) crecieron demasiado aprisa. En su nueva localización se transformó en un monstruo que succionaba a cualquier criatura que se le aproximaba demasiado. Finalmente, llegó el Changer en forma de zorro, y lo desafió a que se lo tragara. Como se había atado a las montañas cercanas con cuerdas muy fuertes, el monstruo succionó y succionó en vano, hasta que se le reventó una arteria y murió. El monte Rainier no ha producido recientemente flujos de lava como para que evoquen ríos de sangre descendiendo de las montañas, pero, una vez, un flujo de cieno volcánico recorrió unos setenta kilómetros por el valle del río White hasta las tierras bajas que están al oeste de Tacoma, y allí se esparció formando un lóbulo de unos treinta kilómetros de longitud y de cinco a quince de anchura. Los troncos hallados en este fango se han datado como pertenecientes a menos de cinco mil años. De modo que es posible que los «ríos de sangre» sean el recuerdo de este acontecimiento.
Ninguna tierra tiene un origen más volcánico que Islandia, y pocos países han presenciado más actividad volcánica en los tiempos históricos. De ahí que resulte sorprendente que los islandeses otorguen tan poco significado supernatural a las frecuentes erupciones. Por supuesto, la Islandia pre-cristiana creía en el panteón nórdico. Los Eddas hablan de un gigante llamado Surtur, guardián de Muspell, un mundo de llamas que está ubicado en algún lugar del sur. Un día, Surtur destruirá el mundo con el fuego, construyendo otro, más feliz, que saldrá del mar. Pero, en general, los islandeses han aceptado sus volcanes como una parte natural de su existencia y temen las noticias de una erupción sólo por la destrucción que podría ocasionar a las granjas y al ganado.
¡Pero no pensaba igual el resto del mundo! En la Edad Media, se creía que Hekla era la entrada principal al infierno. Hekla es el volcán más temible de Islandia, porque, debido a su situación, amenaza a más distritos habitados que ningún otro. Dormido durante siglos, produjo, en 1104, una erupción que es la primera que recuerdan los hombres, y. desde entonces, se han producido otras trece más. La mención más antigua de Hekla, de alrededor de 1180, es del capellán Herbert., del monasterio cisterciense de Clairvaux:
«El renombrado calderón de Sicilia (Etna), que los hombres llaman la Chimenea del Infierno... se dice que es como un pequeño horno comparado con este enorme infierno... ¿Quién puede ser tan recalcitrante y descreído como para no creer en la existencia de un fuego eterno donde las almas sufren, cuando con sus propios ojos puede ver el fuego del que he hablado...?»
Casi cuatrocientos años después. Caspar Peucer escribió:
«Desde el fondo del abismo de Heklafell, o mejor desde el infierno mismo, se elevan los gritos melancólicos y los fuertes lamentos, que pueden oírse desde varios kilómetros a la redonda. Los cuervos y los buitres, negros como el carbón, revolotean por allí... Es la Puerta del Infierno (y), en cualquier parte que se libre una batalla, o haya una matanza sangrienta en el globo, se escucharán en la montaña aullidos, terribles llantos y crujir de dientes.»
S. Thorarinsson, que cita estas palabras en su libro Hekla on Fire (Hekla incendiado), agrega que rastros de esta superstición persistían todavía en el siglo XIX y que, incluso en nuestros días, un sueco que desea mandaros al diablo, os dirá «go to Mount Hekla» (vete al monte Hekla). En los anales medievales de Islandia, sólo hay dos referencias a lo supernatural en relación con Hekla. En el informe de la erupción de 1341, en el Flatey Book, se relata que la gente vio algo que parecían pájaros, y que creyeron que eran almas que volaban en el fuego y proferían fuertes gritos. En los Annals of the Bishops (Anales de los obispos) se dice que, durante la erupción de 1510, el pueblo percibió ciertos indicios de que el rey Hans de Dinamarca había llegado a Hekla después de su muerte. Sobre esto. Thorarinsson hace la siguiente observación:
«Debo señalar que a los que durante la reciente erupción de Hekla tuvieron la oportunidad de estar de pie durante horas cerca del cráter, y vieron fragmentos de formas fantásticas de lava negra que eran arrojados desde las columnas de humo con sonidos espantosos y sibilantes, no les parecerá extraño que nuestros antepasados los consideraran pájaros monstruosos o las almas de los condenados... (Ilustración 28). En cuanto a la segunda parte, el rey Hans no murió, en realidad, hasta dos años después de la erupción de 1510, por lo que el informe debe de significar más bien la transcripción de un deseo que una simple superstición.»
Un antiguo relato de uno de los monjes irlandeses que vagabundeaban por el norte del Atlántico en sus botes de piel, describe lo que, indudablemente, era una erupción islandesa, en los términos siguientes:
«...Llegaron cerca de una isla, que era áspera y rocosa, cubierta de escoria, sin hierbas ni árboles, pero llena de forjas de herrero... Escucharon el ruido de truenos debajo de la tierra... Un poco después llegó uno de los habitantes, hirsuto y espantoso, tiznado de fuego y humo. Cuando vio a los servidores de Cristo cerca de la isla, retrocedió hasta la fragua, gritando con fuerza: "¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí!" San Brendan se armó de nuevo con el signo de la cruz y les dijo a sus hermanos: "Izad más vela y moved los remos con más energía para que podamos alejamos de esta isla." Al oír esto, el salvaje corrió otra vez a la playa, sosteniendo en sus manos un par de tenazas en las que llevaba una masa de escoria ardiendo, de gran tamaño e intenso calor, que, en seguida, arrojó a los servidores de Cristo... Esto pasó a unos doscientos metros de distancia y. cuando cayó en el mar, exhaló vaho como si se tratara de un montón de carbón ardiendo y arrojó tanto humo como si fuese un horno ígneo... Todos ios habitantes de la isla se apiñaron en la playa, llevando cada uno de ellos una gran cantidad de escoria encendida que arrojaban, uno después de otro, a los siervos de Dios: luego, volvían a sus fraguas, en las que soplaban para avivar las llamas, de modo que toda la isla parecía un globo de fuego, y el mar, alrededor, hervía y producía una espuma como si se hubiera puesto un caldero a un fuego bien alimentado. Durante todo el día, los hermanos escucharon los fuertes lamentos de los habitantes, aun cuando ya hacía mucho que no los veían, pero el hedor perduró durante mucho tiempo.»
En esta descripción se capta vivamente el aspecto, los sonidos y el hedor de una erupción, hasta el silbido de las bombas volcánicas al rojo vivo cuando caen en el mar. Pero, por lo visto, una erupción no entraba entre las experiencias de San Brendan y su tripulación, y de ahí que imaginasen unos habitantes salvajes y sus fraguas para explicar el fenómeno que habían presenciado.
Islandia no puede ser superada como región de contrastes. Los folletos turísticos no exageran cuando la describen como la «tierra de fuego y hielo». Con esta expresión no quieren significar que se trate simplemente de volcanes con cimas heladas: cualquier pico que sea lo suficientemente alto puede estar cubierto de nieve durante todo el año, aunque se encuentre en el ecuador. Tampoco se trata de que aquí haya volcanes, allí glaciares. Existen los volcanes activos y sus erupciones se producen bajo las capas de nieve. La blancura de nieve del glaciar conocido como Höfdabrekkujókull, un orificio de salida de la cumbre de hielo del Myrdalsjökull (véase fig. 3), oculta uno de los volcanes activos más destructivos de Islandia, el Katla. Hay una terrible leyenda que cuenta de dónde toma su nombre este volcán, pero, para apreciarla, debe explicarse primero cómo es su medio geológico.
En el caso de los volcanes subglaciales, como Katla, existe, además del peligro habitual de que una buena granja sea enterrada bajo lava o cenizas, la posibilidad potencial, aún más desastrosa, de un jökulhlaup, o explosión de un glaciar. Continuamente se funden grandes cantidades de hielo, debido al calor que producen las solfa- taras y las fumarolas de los campos subglaciales volcánicos y las ocasionales erupciones; esta agua se acumula bajo el hielo hasta que la presión es tan grande que estalla en un repentina torrente de increíbles proporciones. Las explosiones glaciares del Katla (Kötluhloups) duran, generalmente, menos de un día, pero pueden transportar enormes cantidades de deyecciones y hielo que, a lo largo de las centurias, han hecho avanzar la línea de la costa internándose en el mar a gran velocidad. Por ejemplo, antes de 1170, Hjorleifshöfdi (véase fig. 3) era un promontorio que se proyectaba sobre el mar, con una bahía baja que estaba al oeste; en la actualidad está a tres kilómetros de la costa. Los depósitos fluvio-glaciares que forman llanuras de sedimentación producidas por éste y otros casos de explosiones glaciares, y que se extienden con tanta rapidez hacia el mar, se denominan sanders o sandur.
Una de estas explosiones del Katla figura en el relato de cómo este volcán adquirió su nombre: En Thykkvabaejarklaustur había un monasterio benedictino, fundado en 1186. El abad tenía un ama de llaves que se llamaba Katla, a quien todos temían, incluido el mismo abad, porque no sólo mostraba muy mal genio sino que también practicaba la hechicería. Nadie la temía más que Bardi, el joven pastor encargado del rebaño del monasterio. Si se perdía una oveja. Katla maltrataba sin piedad al muchacho. Un otoño, el abad y Katla se marcharon porque debían asistir a una ceremonia en otro distrito. Ella le dijo a Bardi que reuniese todas las ovejas antes de que ellos regresaran, «de lo contrario...». Cuando el momento de su retomo se acercaba, algunas ovejas no estaban todavía allí y Bardi, desesperado, se apropió de los pantalones mágicos de Katla, que poseían la virtud de que quien los usaba podía correr todo el día sin cansarse. Con esta ayuda. Bardi logró pronto reunir el resto del rebaño. Katla no le permitía a nadie usar sus pantalones, por lo que él trató de dejarlos exactamente como los había encontrado. Pero ella notó en seguida que habían sido utilizados y. furiosa, ahogó al muchacho en un tonel de skyr (un producto lácteo, exclusivo de Islandia. que es muy semejante al yogur). Nadie podía imaginarse qué le había pasado al chico, aun cuando, a medida que avanzaba el invierno y descendía el nivel del skyr en la cuba, se oía a Katla murmurar: «Pronto aparecerá Bardi.» Cuando se hizo evidente que su crimen no podría permanecer oculto, Katla se puso sus pantalones mágicos y se dirigió hacia el glaciar, y nunca más se la volvió a ver. Se murmuró que había saltado dentro de una profunda fisura, y todos estuvieron seguros de esto cuando, un poco después, el glaciar explotó con estrépito hacia el distrito en que estaba el monasterio. El hecho se atribuyó a la brujería de Katla. La fisura en que se suponía que había saltado se llamó «Katla's cleft» (grieta de Katla): el área cubierta por las deyecciones de la explosión del glaciar, se llamó «Katla's sandur» (Sandur de Katla); y al volcán que ahora sabemos fue responsable de la inundación —y también para el folklore— se le dio el nombre de la presencia demoníaca que se creía oculta bajo el hielo (Ilustración 29).
El volcán Huzi, de Japón, mejor conocido por nosotros como monte Fuji o Fujiyama, es considerado el pico más hermoso del mundo (Ilustración 30). Acaso su nombre se derive de Fuchi (o Huchi), la diosa de fuego de Ainu. Esta montaña sagrada es un cono perfectamente simétrico, de un poco menos de 3.700 metros de altitud, y es la más alta de Japón. Su última erupción fue en 1707. Según una leyenda que me contara el principal vulcanòlogo de Japón, Hisashi Kuno, ya fallecido, la montaña se formó del modo siguiente: «Un gigante decidió un día llenar el océano Pacífico. Trabajó toda una noche, levantando progresivamente grandes cantidades de tierra (¿de algún lugar como Siberia?) y descargándolas en el mar. Cuando amaneció, se disgustó al ver lo insignificantemente que había progresado y abandonó su proyecto: vació el último montón... y esto es Fuji-san.»
Otra versión de su origen es completamente distinta, pero en ésta también se dice que la montaña se formó durante una noche. Hace muchos años, vivía en el llano de Suruga un pobre guardabosques, llamado Visu. Una noche, cuando estaba a punto de dormirse, oyó un terrible retumbar en la tierra y. temiendo un terremoto, cogió a sus hijos más pequeños y salió corriendo de su choza. ¡Qué panorama se ofrecía ante sus ojos! En lo que hasta entonces había sido un llano vacío, se elevaba ahora una soberbia montaña de cuya cumbre brotaban llamas y nubes de humo. La mañana siguiente, bañada por el sol, el pico brillaba como un ópalo. Muy impresionado, Visu lo llamó Fujiyama, la montaña Eterna. Un día en que Visu estaba sentado, disfrutando de la belleza de Fuji (que era todo lo que hacía esos días, provocando la angustia de su mujer y de su familia), pensó que sería agradable que el pico pudiera verse a sí mismo en todo su esplendor. Acababa de imaginar esto cuando un gran lago, con la forma de un laúd japonés, biwa, apareció de pronto al pie de la montaña. Y así es como se produjo el lago Biwa. En realidad, el lago Biwa está a unos doscientos veinte kilómetros del Fuji, y otra leyenda afirma que dicho lago se formó al mismo tiempo que el Fuji surgía de la tierra. Se ha insinuado que esta parte de la leyenda de Visu es una reminiscencia de alguna erupción anterior que fue el origen de numerosos pequeños lagos al pie de la montaña, y no de un solo lago como el Biwa. Los lagos se producen durante las erupciones volcánicas cuando la lava obstruye los cursos de agua.
Dos leyendas que se refieren a dos volcanes javaneses tienen el mismo tema, es decir, exigir una tarea imposible para evitar una boda imposible. Tangkuban Prahu (el «Prao volcado») es un volcán activo que domina la llanura de Bandung desde el norte. He aquí su historia: Sangkuriang, el hijo de un rey, era un niño revoltoso. Un día exasperó tanto a su madre que ésta perdió la paciencia y le golpeó en la cabeza, produciéndole una seria herida. El rey, que idolatraba a su hijo, se enfureció tanto que repudió a la reina y la desterró a un lugar alejado del país. El tiempo pasó, y Sangkuriang creció hasta convertirse en un hermoso joven. Cuando llegó a ser mayor de edad, su padre le permitió viajar a todo lo largo y ancho de Java. En la llanura de Bandung encontró a una hermosa mujer de la que inmediatamente se enamoró. Ella correspondió a su amor y aceptó su propuesta de matrimonio. Un día, mientras acariciaba la cabeza de su amado, percibió la herida y. con horror, se dio cuenta de que era su propio hijo. Debía evitarse la boda a cualquier precio, pero no se atrevía a confesarle la verdad. El día de la boda se acercaba, pero ella no conseguía resolver el dilema. Por fin, un día antes de la boda, pidió a Sangkuriang que le probara su cariño construyendo un hermoso prao, en el que se celebraría la boda con una gran fiesta, y así también un lago en el cual la nave pudiera navegar. Sangkuriang oró a los espíritus benéficos, los dewatas, y ellos produjeron un desprendimiento de tierras que bloqueó el río Tarum que desaguaba el valle. Mientras tanto, otros dewatas cortaron un gran árbol y construyeron un inmenso prao, al mismo tiempo que algunos otros preparaban una gran fiesta digna de los dioses. A la mañana siguiente, la reina quedó atónita al comprobar que lo imposible se había cumplido. Desesperada, rogó a Brahma que la ayudara a detener el matrimonio incestuoso. Brahma destruyó el dique que contenía las aguas del nuevo lago, y éstas brotaron con tanta violencia que el prao zozobró y Sangkuriang se ahogó. Atormentada, la reina se lanzó con tal fuerza contra el casco del barco volcado, que lo atravesó y también se ahogó.
Así, el prao que naufragó se eleva hoy en la llanura: el orificio por el cual se sumergió la reina al atravesar el casco, es el Kawah Ratu, el «cráter de la Reina»; las fumarolas de vapor en el cráter y los frecuentes temblores que se perciben en la montaña demuestran que la acongojada madre solloza aún por su hijo. Bukit Tugul, la «montaña del Tronco», al este de Tangkuban Prahu, es el trozo de árbol que se cortó para construir el prao, y el monte Burangrang, al oeste del volcán, es la «Corona de Hojas» que se supone debía de usarse en las fiestas de bodas. Esta leyenda combina elementos exclusivamente etiológicos, inspirados por la semejanza de rasgos topográficos prominentes con los objetos de los cuales toman el nombre, con lo que podría ser una memoria popular de un lago real que alguna vez ocupó la cuenca. Los estudios geológicos han demostrado que el río Tarum fue obstruido, en los tiempos neolíticos, por avalanchas del Tangkuban Prahu, formándose así un lago cuyo nivel original estaba a unos 715 metros sobre el nivel del mar. En las playas del lago desaparecido, que debe de haber tenido unos cincuenta metros de profundidad se han encontrado utensilios de obsidiana de los primitivos habitantes de la región. A medida que el río se erosionó por la pérdida de material que lo bloqueaba, el nivel del lago descendió hasta quedar un llano pantanoso. Su existencia anterior ha sido recordada a lo largo de los siglos por unas gentes para las cuales los tabúes, los fantasmas, los dioses y los espíritus eran más reales que los hechos geológicos.
La otra leyenda javanesa se refiere al monte Bromo, al este de Java. Según me la relató otro vulcanòlogo, el profesor Robert Decker, un poderoso gigante pidió, en cierta ocasión, la mano de la hija de un rey. La princesa encontró repulsivo al gigante, y su padre no deseaba forzarla a esta unión, pero, al mismo tiempo, temía la ira del gigante. En lugar de rechazarlo directamente, el rey le prometió la mano de la muchacha, pero con la condición de que derribara en una noche la montaña Tengger, hazaña que él y su hija consideraron imposible. Pero el indeseado pretendiente encontró una gigantesca corteza de coco y atacó la montaña con tal vigor que parecía que tendría éxito en la empresa. Pero la princesa era capaz de enfrentarse a esto: despertó al gallo, que, fastidiado, cantó vigorosamente. Engañado, pensando que el amanecer estaba próximo, el gigante abandonó, arrojó la corteza de coco y se fue para no regresar jamás. La montaña, parcialmente vaciada, es la caldera del Tengger (Ilustración 31), y la corteza del revés es Batok, un cono de cenizas extinguido, empinado y elevado, cerca de Bromo, el cono central activo de la caldera (Ilustración 32). Esta leyenda, por cierto, es puramente etiológica.
En Zaire (antiguamente la República Democrática de Congo), al norte del lago Kivu, hay un grupo de volcanes que se conocen como los Virunga. Un héroe o semidiós llamado Ryang'ombe, el Comedor-de-bueyes, se dice que se quedó en el volcán que está más al este, después de su muerte en Muhavura (fig. 25). Solía luchar con su enemigo Nyiragongo, que vivía en Mikeno. En una pelea. Ryang'ombe partió en dos a Mikeno y, desde entonces. Nyiragongo huyó hacia el oeste del volcán que hoy lleva su nombre. Ryang’ombe cortó la cúspide de ese pico y empujó a Nyiragongo. Después, apiló piedras calientes de la cima para mantenerlo dentro.
¿Cómo encaja esta leyenda en la historia geológica? Los volcanes Virunga son todos jóvenes, tanto que cuando se formó la cadena de volcanes, las aguas del lago Kivu, que antiguamente desembocaban sus aguas al norte, a través del lago Edward, en el Nilo, debieron de buscar una nueva salida al sur, por el río Ruzizi y el lago Tanganyika, hacia el Congo. Nyiragongo y Nyamuragira (o Nyamlagira) aún permanecen activos: el último de ellos tuvo una erupción recientemente, en los años 1957-58. Las luchas legendarias entre Ryang'ombe y Nyiragongo recuerdan, sin duda, erupciones reales. Mikeno es un antiguo cono y su doble pico puede ser el resultado o de la erosión o de una explosión: en el último caso, sería difícil saber si Mikeno «hizo volar su cima» en una época en que presenciaron el suceso los antepasados de las tribus actuales. La cúspide truncada de Nyiragongo, que es una caldera, como la de Kilauea, no se debe a un hecho tan violento como el que relata la leyenda. Su semejanza con el volcán Hawaiano se acentúa porque hay un foso encendido, en el suelo de la caldera, en el cual la lava hierve constantemente, como era Halemaumau hasta 1924. ¡No resulta sorprendente que las tribus locales piensen en demonios prisioneros!
Fig. 25. El campo volcánico de Virunga, al este de África. Lo mismo que en Hawái, el folklore de las tribus que habitan en el área refleja que el centro de la actividad volcánica ha emigrado, en este caso, desde el este al oeste; actualmente sólo Nyamuragira y Nyiragongo son activos. En la parte inferior, un perfil, tomado de un dibujo de M. Denaeyer, Bruselas.
Otro pico volcánico en el cual también se supone hay un demonio prisionero es el monte Demavend, al sur del mar Caspio, en Irán (véase fig. 27. capítulo 7). El Demavend es el cono más grande de las montañas Elburz y se encuentra en actividad en estado fumarólico, aunque no se han producido erupciones en los tiempos históricos. Los vapores y efluvios sulfurosos que surgen de sus orificios se han atribuido al aliento de un demonio llamado Biourasf, y los ocasionales ruidos sordos son sus gruñidos. Otros aseguran que la montaña es la prisión de los ángeles caídos encerrados por el rey Salomón.
La misma idea de gigantes o demonios encadenados que producen las manifestaciones volcánicas se remonta a los tiempos clásicos. Según los antiguos griegos, los primeros hijos del Cielo (Urano) y la Tierra (Gea. de cuyo nombre deriva el prefijo «geo-» de las ciencias de la tierra) fueron tres monstruos con cincuenta cabezas y cien manos, características que representaban las violentas fuerzas de la naturaleza: los terremotos, las erupciones, los huracanes, el trueno y el rayo. Su padre los odiaba y los encerró en la Tierra. Los siguientes hijos fueron los Cíclopes, de un solo ojo, comedores de hombres, más semejantes a los hombres en su aspecto. Después de los Cíclopes llegaron los Titanes, uno de los cuales fue Cronos (Saturno). Cuando la Tierra llamó a los Cíclopes y a los Titanes para que la ayudaran a liberar a sus hermanos mayores, aunque éstos fuesen monstruos. Cronos acudió, dispuso una emboscada e hirió a Urano: de la sangre que se derramó surgió la cuarta raza de monstruos, los Gigantes. Cronos gobernó el Universo durante mucho tiempo, hasta que, en una guerra terrible que casi destruye todo el Universo, fue destronado por su hijo Zeus. Zeus liberó a los primeros monstruos, que lucharon a su lado con sus armas: el rayo, el trueno y los terremotos. Zeus aprendió a controlar el trueno y el rayo, y con ellos pudo vencer a los gigantes Encelado. Briareo y Tifón, y los enterró bajo el monte Etna. (Algunas versiones de este mito dicen que sólo enterró a Tifón, otras afirman que sólo a Encelado. y otras, a su vez. citan a otros volcanes.) Sus esfuerzos por liberarse originan los terremotos volcánicos, y su ardiente aliento provoca las erupciones. Los Cíclopes, que habían ayudado a Zeus, pudieron vagar libremente por Sicilia; ayudaron a Hefesto, el dios del fuego y el metal, a forjar el rayo de Zeus en una herrería situada en el monte Etna o en alguno de los otros volcanes.
A corta distancia de la costa de Sicilia, en Aci Trezza, justo al norte de Aci Castello (véase fig. 15), hay un grupo de rocas que se conocen como las rocas de los Cíclopes (Ilustración 33). En la «Odisea», de Homero, cuando Odiseo y su tripulación son capturados por el Cíclope Polifemo. y encerrados en una cueva, logran escapar dejándole ciego y agarrándose a la barriga de las ovejas. Mientras se alejaban en su nave, el furioso Cíclope arrojó enormes rocas en la dirección de la voz de Odiseo. Se supone que las rocas que están mar adentro, en Aci Trezza, son aquellas que él arrojara y que permanecen en donde cayeron. Se piensa que la asociación de un gigante de un solo ojo con el Etna, proviene del brillo que produce el cielo nocturno sobre el pico, visible desde mar adentro cuando el volcán se halla en actividad. Del mismo modo, la idea de lanzar rocas pudo haberse originado para explicar los bloques y bombas volcánicas de todas dimensiones que el Etna arroja durante una erupción. No obstante, las rocas de los Cíclopes en Aci Trezza no son realmente deyecciones volcánicas, sino residuos de pequeños tarugos de roca basáltica, que son más duros que las rocas que los rodean y que han sido erosionados por las olas; uno de ellos aún conserva un casquete de sedimentos marinos que éstas han insertado. Para el ojo no entrenado parecen extraños al medio.
Se ha sugerido que Talos, el formidable gigante que patrullaba las costas de Creta, podría ser la personificación del volcán Santorín, la isla de las Cíclades que está más al sur, y que «vigilaba» para que no se produjeran incursiones a Creta desde tierra firme. Hefesto forjó a Talos en bronce para que fuera invulnerable, excepto un punto de su tobillo, en el que la vena que llevaba su sangre vivificante estaba cubierta por una delgada membrana. Podía calentarse a sí mismo en el fuego y matar a los extraños envolviéndolos en un abrazo a) rojo vivo. Cuando Jasón y los Argonautas trataron de desembarcar en Creta, de regreso a Colchis con el vellocino de oro. Talos les arrojó rocas y hubiera logrado hundir el Argos si los remeros no hubieran alejado el barco velozmente. Medea hechizó al gigante nublando su vista y. cuando trataba de levantar un trozo particularmente grande de roca, se raspó el tobillo contra un afilado peñasco. Mientras fluía su sangre «como plomo derretido», su fuerza se consumía y cayó al suelo y expiró. En la interpretación volcánica, las rocas arrojadas son bombas volcánicas, el tobillo podría ser un cráter secundario, la sangre que mana de la herida, lava derretida (que en realidad parece metálica, más que roja, a la luz directa del sol), la caída y muerte del gigante podría ser la calma del volcán después de la erupción, y el ardiente abrazo es, evidentemente, el destino de cualquiera que se acerque demasiado a la erupción de un volcán.
Una leyenda mediterránea, que ya pertenece a la era cristiana, es un ejemplo de geomito que, en verdad, contribuyó a resolver un problema geográfico. En su Voyage aux lies de Lipari, publicado en 1783. Déodat de Dolomieu registra una tradición local referente a san Calogero, un ermitaño que vivió en Lípari (la mayor de un grupo de islas llamadas las Lípari o islas Eólicas; véase fig. 15), en el siglo VI. A este santo se le atribuye el haber expulsado a los demonios que, en aquel entonces, se creía que eran los responsables de los fuegos subterráneos de Lípari. Los persiguió, primero a Vulcanello y luego a Vulcano porque los habitantes de Lípari pensaban que el primer lugar estaba demasiado próximo. Desde ese momento, los fuegos de Lípari desaparecieron. Esta leyenda le permitió al vulcanòlogo alemán Jòrg Keller precisar la fecha de la última erupción de Lípari, dentro de un margen de unos quince años, lo que es razonablemente exacto desde el punto de vista geológico, basándose para ello en algo que sucedió hace casi mil quinientos años. Una toba de pómez que provenía de esa erupción, y que había sido datada como de los siglos IV y V, cubría las ruinas de Roma. Keller pudo así determinar que la erupción debió de ocurrir después del siglo V, pero, si alguna vez existió una crónica de esa erupción, ésta no sobrevivió a los tiempos oscurantistas. Puesto que sabe con certeza que san Calogero vivió en los años 524-562. Keller deduce, tomando esta leyenda como base, que, probablemente, la erupción se produjo en algún momento entre los años 500 y 550. La misma leyenda, dicho sea de paso, refleja fielmente el hecho de que la actividad volcánica es cada vez más reciente desde Lípari a Vulcanello y, luego, Vulcano.
Antes de terminar con el tema del folklore de los volcanes, se ha de mencionar que debemos a Vulcano (nombre romano para Hefesto) la denominación de la palabra volcán y al volcán particular que lleva este nombre, por el término más oscuro de volcánico, que describe un estilo particular de actividad típica de las erupciones de Vulcano. Una vez más, la mitología ha contribuido, si bien levemente, a los conocimientos cientifico.
{29} Erupciones piroclásticas son aquellas en que el material eruptivo sólo lo forma materia sólida. Son mucho más explosivas que las erupciones de lava La palabra piroclástico también se aplica a los productos de cualquier erupción.
{30} El magma es material rocoso fundido, que se origina en lo más profundo de la Tierra cuando las condiciones de presión y temperatura resultan favorables a la fusión El magma puede solidificarse transformándose en roca debajo de la superficie del terreno, en cuyo caso forma rocas de grano grueso, alcanzando una posición a medio camino o hasta la superficie. La lava es magma que llega a la superficie en forma fluida.
{31} Los fragmentos de materiales arrojados por los volcanes —esto es, todo lo que no sea lava fluida y gases— son de todos los tamaños. Los bloques son masas de rocas preexistentes arrancadas del substrato o de las paredes del orificio. Incluso llegan a tener las dimensiones de una casa. Las bombas volcánicas son masas de lava fundida expulsada por el orificio y que se solidifican durante su recorrido en el aire o cuando llegan a tierra. Los lapilli son bombas cuyo tamaño varía entre e! de un guísame hasta el de una nuez Todo lo que no alcance este tamaño se denomina cenizas (a veces, las panículas más gruesas se llaman escoria volcánica). Las partículas de cenizas más pequeñas llegan 3 permanecer en suspensión en la atmósfera durante mucho tiempo y son transportadas por el viento a cientos de kilómetros. Todos los fragmentos lanzados se denominan, en conjunto, tetra (nombre griego que significa ceniza) El término piroclástico (que ya se definió) incluye no sólo la tetra recién caída, sino también el material arrojado, después de que éste adquiere una estructura compacta y forma rocas, ya sea donde ha caído o tras erosionarse o refundirse». La toba es la roca blanda constituida esencialmente por cenizas volcánicas.
{32} Es una erupción en la que la lava fluye por un orificio o fisura en el lado del edificio volcánico. Las erupciones por el flanco han sido muy frecuentes en los últimos años a lo largo del East Rift que se extiende desde Kilauea hasta el cabo Kumukahi (fig. 24). La erupción más prolongada que se conoce de Kilauea es la del Mauna Ulu, que comenzó en mayo de 1969 y aún continúa mientras se escriben estas líneas.
{33} Una holua es un trineo de madera, largo y angosto que se utiliza para deslizarse por las laderas cubiertas de hierba, o por caminos en los flancos especialmente pavimentados (Ilustración 23). El corredor lo impulsa y se acuesta boca abajo, aplastándose contra el trineo, como hacen los niños en los trineos para la nieve. Como los que se utilizan para holua sólo tienen de cinco a diez centímetros de anchura en el frente, y alrededor de quince en la parte posterior, y tienen una longitud de entre dos y cuatro metros, es necesaria una gran habilidad para mantenerse en equilibrio. Un corredor experto de holua llega a recorrer hasta doscientos metros.
{34} El término viene del español (en portugués, caldeira) y se utilizó originalmente en las islas Cananas, donde los nativos lo emplearon para describir cualquier depresión natural de esta forma, y. luego, se introdujo en la nomenclatura geológica para describir, en particular, la depresión de la cumbre del volcán de La Palma.
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