lunes, 25 de marzo de 2019

EL ECCE HOMO DE LAS BERNARDAS

Miguel Moreno Jara nos cuenta bastante más extensa, esta leyenda que relato y que sucedió en el convento de “Las Bernardas”:
A finales del siglo XVII, vivía en la calle Llana una hidalga familia, a la que pertenecía doña Beatriz de Vargas y Sáez, que era el ojito derecho de su abuelo.
A pesar de su corta edad, fue prometida en matrimonio al Barón de Torreoscura.
Un día, su abuelo enfermó repentinamente y murió acto seguido, lo que sumió a doña Beatriz en un profundo dolor, que a la postre la hizo renunciar al mundo, ingresando en el convento de las franciscanas descalzas (las Bernardas), a pesar de que la familia trató de convencerla de lo contrario.
Cuando ya llevaba enclaustrada unos meses, comenzaron las obras de construcción del retablo mayor. Doña Beatriz observaba a través de la celosía, cómo los escultores de la madera esculpían con sus gubias capiteles y hornacinas, y sintió tal vocación hacia esta forma de trabajo, que empezó a practicar con gran éxito el modelado de la madera.

Con tal ímpetu creador, se propuso modelar un Hecce Homo en su tiempo libre. Así lo hizo y, una vez policromado, resultó ser tan real, que la congregación se postraba ante Él de rodillas con verdadero fervor y emoción.
La belleza plástica y emotiva de este busto llenó el espíritu de cuantos lo vieron y no tardó en difundirse por el pueblo la piedad que suscitaba su contemplación, lo que motivó una peregrinación continua de buenas gentes y personas arrepentidas por aquel lugar.
Pero mientras tanto, el antiguo prometido de Dª Beatriz, derrochó su fortuna y quiso contar con la de ella, para lo cual usó sutiles embustes con el fin de exclaustrarla. Sus rebuscadas frases de amor hicieron mella en la novicia que, a la postre creyó las palabras del truhán y solicitó de la madre superiora tal exclaustración. Con gran pena se despidió de sus compañeras y lloró al contemplar el milagroso busto esculpido por ella misma; pero cuando salía de la Iglesia, escuchó: ¡Beatriz!, ¿te vas y me dejas por ese hombre?
Cuando volvió la cabeza, observó como aquel busto la miraba fijamente a los ojos, y se desmayó. Al despertar, decidió quedarse en el convento, profesando los votos de la Orden. Murió dos años después.

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