jueves, 28 de marzo de 2019

Mitologia griega :EL COMIENZO DE LAS COSAS

Los orígenes
Aunque lógicamente hay versiones diversas sobre el origen de los dioses y del universo físico, los griegos tomaron la Teogonía de Hesíodo, una historia épica sobre el orden divino compuesta en torno al año 700 a.C. (cf. p. 38), como la narración mítica estándar sobre la historia más antigua del mundo. Por ello también será ahora la guía principal en la primera parte de este libro, a lo largo de la narración sobre el surgimiento del mundo, de las divinidades mayores y menores, y de cómo Zeus y los dioses olímpicos consiguieron la autoridad suprema.
Antes de entrar en consideraciones sobre la cosmogonía hesiódica, puede ser útil plantear un cuadro acerca de cómo los griegos arcaicos se imaginaban el mundo. Empezaron con la noción que suelen tener los pueblos arcaicos, es decir, la forma real se corresponde con aquella que se presenta ante aquel que observa desde un punto de vista concreto y específico. En suma, a no ser que se esté encerrado entre largas hileras de colinas como un egipcio, o confinado en una isla o archipiélago como los habitantes de las islas del sur del Pacífico, podría parecer que el mundo tiene la forma de un disco circular, más o menos nivelado, a excepción de las montañas o colinas que aparezcan en él y cubierto por ese techo, o cúpula, inmenso que es el cielo. Se puede ver cómo el sol y las estrellas se alzan sobre el horizonte por un lado, mientras que se ponen y desaparecen por el otro. Como siempre se alzan por el mismo lado, por el este, se puede suponer que siempre hacen el mismo camino, ya sea por debajo de la tierra o por una ruta oculta. Ésta es justo la más antigua representación que los griegos se hicieron del mundo, la que presuponen las leyendas más arcaicas y que sobrevive de manera un tanto inconsistente en las versiones posteriores. Para decirlo de un modo más concreto, los griegos suponían que los límites de ese disco de tierra eran los que demarcaba la corriente de Océano (Okeanos), que no era un océano en el sentido moderno de la palabra, sino un río enorme que fluía en círculos alrededor de la tierra. El cielo era para ellos un techo o una cúpula, y en algunas ocasiones pensaron que era de bronce o de hierro.[1] Se levantaba sobre la tierra a una altura considerable, pero no era una distancia inconmensurable. La morada de los dioses era a veces el propio cielo, a veces el monte Olimpo, en la frontera nororiental de Grecia. Bastaba con sumar tres montañas, una encima de la otra, como hicieron los gigantes Alóadas cuando se rebelaron contra los dioses (cf. p. 139), para construir una escalera que llegara hasta el cielo.[2] La historia de la ascensión de Faetón en el carro del Sol (cf. p. 83), sólo a modo de ejemplo, implica que si uno lograba viajar hasta el confín de oriente, podría llegar al lugar en el que el cielo y la tierra se tocan y desde donde el dios del sol comienza su ascenso. El confín occidental, en cambio, donde el sol se pone, era un lugar de oscuridad, en cuyas proximidades se encontraba una entrada al Hades —como veremos en relación con la narración de Homero de la visita de Odiseo al mundo de los muertos (cf. p. 161)—. Generalmente el Hades era representado como un dominio lóbrego en algún lugar lejano debajo de la tierra, y se podía llegar hasta él a través de alguna de las profundas grietas que hay entre los estratos de las rocas de Grecia, katabothra como las llamaban en griego: había una muy célebre en Ténaro, en el sur del Peloponeso. Todo esto aparece con frecuencia en los mitos de Orfeo, Heracles y de otros héroes de los que se contaba que, pese a estar vivos, habían realizado incursiones a las profundidades del Hades por esas rutas.
Cabe señalar que tanto Homero como Hesíodo pueden decir que un lugar está debajo de la tierra y en los confines de ella sin que eso suponga una contradicción. Cuando afirman, por ejemplo, que algunos monstruos fueron confinados debajo de la tierra por su padre Urano, Hesíodo dice que «y los estableció bajo la tierra de anchos caminos. Allí ellos, habitando bajo la tierra, entre dolores, estuvieron en los últimos confines de la tierra, muy irritados, con gran pesar de su corazón»; asimismo en un pasaje de la Ilíada, Homero habla en términos similares del destierro de los Titanes.[3]
Como cabe esperar, la idea sobre la geografía del mundo fue cambiando a lo largo de diferentes épocas. En la épica homérica, Grecia propiamente dicha y una parte de la costa de Asia Menor son tierras conocidas para la gran mayoría, pero además de éstas se sabe muy poco. Las aventuras de Odiseo por lugares lejanos están localizadas en un territorio que pertenece al cuento, incluso aunque en tradiciones posteriores se llegue a identificar los fabulosos lugares de su periplo con lugares reales de los mares que rodean Italia. Para Esquilo, más o menos dos siglos más tarde, el sur de Italia es un territorio ya muy familiar, pero el interior de Asia Menor entra ya en el terreno de lo desconocido y lo fabuloso.[4] Después de las conquistas de Alejandro, aquellos que buscaban una tierra de maravillas tenían que ir aún más lejos, hacia la India o Europa del norte. Se sabía muy poco sobre las regiones interiores de África, al sur de las costas mediterráneas.
Siendo ésta la idea del mundo en el que vivían, cabe decir que los griegos, desde sus mismos comienzos, siempre estuvieron interesados en la cuestión del origen del mundo. Resulta natural que la teogonía que presenta Hesíodo, o la sucesión de distintas generaciones de dioses, comience con una cosmogonía que explica cómo había llegado a surgir ese universo compuesto de diversas capas que era el ámbito de su dominio.
En primer lugar, según Hesíodo, fue Caos.[5] Esta palabra, que significa literalmente «el vacío que se produce en una abertura», supone mucho más que un mero vacío; ya que Caos es un elemento original del universo, una realidad lóbrega que será representada en las sucesivas genealogías como la fuente de buena parte de todo lo que es oscuro y negativo en el mundo. Hay que señalar que Hesíodo lo imagina sólido, lo suficiente como para ser afectado por el calor del rayo de Zeus.[6] Cuando la imagen del universo quede ya completamente estructurada, su emplazamiento estará entre la Tierra y la más profunda de las regiones, el Tártaro.[7] Aunque chaos es un sustantivo de género neutro en griego, Caos recibe tratamiento femenino en la medida en que queda personificado como divinidad. Cabe señalar también que la palabra Caos en origen no tenía connotación alguna de desorden o confusión.
Si lo primero fue Caos, a continuación entran tres seres: primero Gea (la Tierra) de amplio seno, el siempre seguro asiento de los dioses; después el tenebroso Tártaro en lo más profundo de la tierra de anchos senderos, y finalmente Eros, la personificación del amor o, quizá sea más preciso decir, la personificación del deseo.[8] Aunque muy a menudo se asume que los tres son descendientes de Caos, no es algo que afirme abiertamente Hesíodo, ya que el surgimiento de Caos y de sus tres descendientes se señala en una misma frase con un mismo verbo, geneto («llegó a ser»). Cabe decir de un modo más apropiado que Gea, Tártaro y Eros son realidades primordiales, como Caos, que llegaron a la existencia de manera independiente a éste. Caos formará una familia propia, como veremos, a partir de sus dos hijos.[9]
De esos cuatro seres primordiales, sólo dos tendrán importancia genealógica, Caos y, sobre todo, Gea. Eros aparece en este momento tan temprano porque es el motor que conducirá los procesos de emparejamiento y procreación que harán que todo lo demás llegue a ser. Como un agente mítico, se puede representar en variedad de formas, bien como una fuerza antigua y todopoderosa como en el contexto presente,[10] o bien como un dios joven (incluso niño) y travieso que inspira el deseo de procreación en todos los seres vivos que azuza a dioses y a mortales con sus flechas para inflamarlos de deseo. Hablando de una manera amplia, se hace más joven y más frívolo con el paso del tiempo; hablaremos más adelante de su naturaleza como dios del amor cuando nos ocupemos de Afrodita (cf. p. 264). Resulta difícil explicar por qué Hesíodo ha incluido a Tártaro entre estos primeros seres. Quizá se debe a que Tártaro está muy alejado de todo lo demás en el mundo, ya que se trataba de la última región inferior del universo entero, muy distante de la tierra (o en sus más profundas simas), incluso a un nivel más bajo que el Hades. Se afirma en un pasaje de la Teogonía que el Tártaro está tan alejado de la tierra como el cielo, y que un yunque de bronce arrojado desde la tierra caería durante nueve días y nueve noches y llegaría al Tártaro en el décimo.[11] De acuerdo con la Ilíada, en una medición comparable pero distinta, las puertas y el umbral del Tártaro «tan dentro de Hades están como el cielo dista de la tierra».[12] Según la concepción original, el Tártaro servía como una prisión remota y segura para dioses desterrados, y estaba completamente separado del Hades, que era la morada de los muertos. En el transcurso del tiempo, sin embargo, se borró la distinción entre Tártaro y Hades, y desde Platón en adelante se utiliza Tártaro para nombrar a una región del Hades en la que los muertos indignos sufren castigos póstumos (cf. p. 175).[13] A menudo se mencionaba al Tártaro personificado como padre de hijos siniestros, por ejemplo, de Tifón en la Teogonía, o Equidna y Tánato (la Muerte) en fuentes posteriores.[14]
El siguiente estadio del desarrollo del universo empieza cuando el Caos y Gea comienzan a tener hijos de sí mismos sin contacto con ningún ser masculino.
Caos engendra un hijo y una hija por sus propios medios: Érebo y la negra Noche (Nyx en griego).[15] La Noche es más importante que su hermano, ya que ella será la que engendre la rama principal de la familia de Caos al dar a luz sola una lúgubre progenie (cf. pp. 58 y ss.). En la mayoría de las fuentes, los hijos y nietos de la Noche no tenían mucha importancia, sino que se trataba sólo de personificaciones de fuerzas oscuras, destructivas y negativas. Érebo es un hermano acorde con la Noche, como personificación de la oscuridad, especialmente de la oscuridad del mundo subterráneo, y se usó su nombre en muchas ocasiones, a partir de la época de Homero en adelante, para designar poéticamente los Infiernos en su naturaleza de reino de lo tenebroso. Engendró a dos hijos con la Noche: una hija, Día (Hemera en griego) y su hermano Éter (Aither) que personifica la luminosidad tal y como se manifiesta en las claras auras superiores.[16] Aunque pueda parecer extraño que en una familia dominada por la oscuridad nazcan estos dos hijos tan radiantes, resulta perfectamente lógico ya que la Noche y el Día, y la oscuridad y la luz, son tan opuestos que están interrelacionados y que se suceden mutuamente. La luz entra en el mundo después que la oscuridad, porque su nacimiento marca un avance positivo en el desarrollo del universo. Desde el período clásico en adelante, Hemera fue muy a menudo identificada con Eos (Aurora), la diosa que trae la luz del día.
Si Caos será el progenitor de todas las fuerzas negativas y dañinas a través de su hija Noche, Gea lo será de todo lo que es positivo y sustancial en el mundo, incluidas las características del universo físico que surgirán después, y de las divinidades que presiden todos los elementos de la naturaleza, así como de todos los dioses y diosas. La familia de Gea se constituye de un modo distinto a la de Caos, ya que Gea engendrará a dos seres masculinos y luego, a partir de ellos, dos descendencias distintas con unas características muy diferentes. El primero y más importante de sus hijos nacidos sin intervención masculina es «el estrellado Urano (Cielo) igual a ella, para que la cubra por todos sus lados»; y a continuación genera dos características prominentes de su propia topografía que, en cierto modo, podrían ser entendidas como diferentes a ella: las Montañas (Ourea) y el «profundo mar con sus agitadas olas», personificado en Ponto o Mar.[17] Gea tomará a Urano como consorte para fundar la principal familia divina de la que surgirán los dioses y diosas olímpicos; por otra parte fundará una familia menor y de naturaleza específicamente marítima a través de su relación con Ponto, compuesta principalmente por dioses marinos, ninfas y seres de una naturaleza grotesca y monstruosa que necesariamente quedarán al margen de las divinidades olímpicas.
En resumen, hay cuatro seres primordiales: Caos, Gea, Tártaro y Eros, que en apariencia llegaron a la existencia de modo independiente unos de otros. Los dos que tuvieron una importancia genealógica, Caos y Gea, llevaron a cabo la fundación de las tres grandes familias del sistema de Hesíodo mediante la generación de hijos por sí mismos: Caos engendrará a una hija (Noche) que originará una familia a través de partenogénesis; Gea, dos hijos con los que se emparejará para dar lugar a dos familias por el proceso habitual de generación. Dado que la familia de Noche, la hija de Caos, ocupa un lugar propio en el esquema hesiódico, comenzaremos con ella antes de pasar a hablar de las dos líneas genealógicas que parten de Gea: la más importante, a partir de su unión con Urano; la menos importante, de sus relaciones con Ponto.
Como se señaló antes, había otras cosmogonías míticas que tenían un esquema diferente al de Hesíodo. Noche (Nyx) ocupaba una posición más elevada en alguna de ellas, e incluso figura por encima de todas en una cosmogonía órfica. En otros casos, era la que había formado la primera pareja junto a Tártaro o Aer en esquemas atribuidos respectivamente a Museo y a Epiménides.[18] La Ilíada se hace eco, por contraste, de una tradición en la que la primera pareja fue la formada por Océano y Tetys, dos divinidades de las aguas (cf. infra pp. 72 y 73). Algunos de los esquemas más interesantes y elaborados son los que aparecen en la literatura órfica (escritos apócrifos atribuidos al legendario cantor Orfeo compuestos a partir de la última parte del período arcaico en adelante). Un rasgo característico de estas tradiciones era la idea de que el mundo era como un huevo del que se supone que había surgido un demiurgo o dios creador, al que se le dan diversos nombres como Fanes, Protógonos o Eros. En Aves, una de sus comedias, Aristófanes se refiere al mundo-huevo en una graciosa parodia de una cosmogonía órfica: Caos, Noche, Érebo y Tártaro fueron los primeros en llegar a la existencia cuando no había tierra ni aire ni cielo; la Noche de negras alas extrajo del seno de Érebo un huevo del que surgió Eros de alas doradas (el demiurgo).[19] De acuerdo con un esquema de la literatura órfica, Crono, el Tiempo eterno, había sido el primero en existir y había engendrado a Éter, Caos y Érebo. Después Caos creó un huevo a partir de Éter, del que surgió Fanes o Protógonos, un ser bisexual que concibió consigo mismo para poner en marcha la creación.[20] A partir de este punto, la narración sobre las sucesivas generaciones de dioses y de sus conflictos continúa la versión tradicional de Hesíodo.
Las cosmogonías elaboradas por los filósofos racionalistas a partir del siglo VI a.C. en adelante marcan una nueva dirección, aunque no una completa ruptura, dado que no habrían tomado la forma que tomaron si no hubiera sido por la influencia del mito y de los esquemas del pensamiento mítico. Con un arché indiferenciado como punto de partida o principio primero, por ejemplo, el agua o el aire, esos esquemas comienzan a explicar en términos eminentemente racionalistas cómo los diversos elementos (éter, aire, fuego, agua, tierra) se separaron y a continuación cómo se formó a partir de ellos todo un universo diferenciado.[21] Ciertos datos de la cosmogonía tradicional de Hesíodo fueron en algunas ocasiones reinterpretados a la luz de esas especulaciones a lo largo de la tradición posterior. Un buen ejemplo de esto es la cosmogonía que aparece al comienzo de las Metamorfosis de Ovidio, en la que Caos viene a ser una informe mezcla de elementos o principios de la materia: frío y caliente, blando y duro, pesado y ligero. Después de este desorden inicial, por la intervención de un dios o por un proceso de la naturaleza, los diferentes elementos se separan y cada uno predomina en distintos estratos del universo: el éter ígneo en la bóveda del cielo, el aire por debajo de esta, y la tierra en el nivel más bajo de todos, rodeada por las aguas del mar.[22] De acuerdo con otras interpretaciones, Caos estaba identificado con el agua o el fuego primordiales —una idea apoyada por las falsas etimologías que derivaban su nombre de cheisthai, fluir, o de kaio, quemar— o se decía que significaba el espacio vacío que ha de haber para que las cosas puedan existir en un lugar.[23] Mucho después, tenemos todavía restos de la cosmogonía clásica entremezclados con versiones derivadas del mito de la creación hebreo; por ejemplo, en una paráfrasis del Génesis atribuida falsamente a san Cipriano y escrita en latín en versos hexámetros, el caos tradicional sustituye las «profundidades» del original.[24]
La familia de la Noche
La Noche (Nyx) era una figura muy respetada pero bastante vaga en la mitología griega. De acuerdo con la Ilíada, incluso Zeus sentía temor ante ella, ya que cuando Hipno (Sueño) corrió una vez a buscar refugio en ella para escapar de la furia de Zeus (cf. p. 65), él le dejó escapar, pese a que estaba furioso, ya que «se contuvo por respeto, para no hacer nada que desagradara a la veloz Noche».[25] Si bien Hesíodo la llama «funesta» (oloe),[26] teniendo en mente su dañina progenie, también se la puede mirar de una manera más amable, ya que es quien trae descanso tras las fatigas del día,[27] al igual que su hijo Hipno. Se la podría representar como a una diosa sombría que con sus oscuras alas revolotea por el aire o quizá conduciendo un carro a través de la oscuridad. En la mitología está por encima de todas las divinidades cosmogónicas y no aparece en narraciones mitológicas excepto en la historia de la Ilíada que se ha mencionado antes —y también en una inusual versión del mito del cortejo de Zeus a Tetis en la que es la Noche y no Themis (cf. p. 93) la que le aconseja que no despose a Tetis—.[28] Se creía que tenía poderes proféticos, como indica esta última narración, y que estaba vinculada con los oráculos. Pausanias menciona que había un oráculo de la Noche en Mégara.[29]
Después de engendrar a dos hijos con su hermano Érebo, Éter y Día (cf. supra), la Noche tuvo una nutrida descendencia por sí sola, sin intervención masculina.[30] La mayoría de ellos no tienen ninguna relación con el mito, el culto, ni el mundo visible, y no cabe considerarlos, en términos modernos, como abstracciones. No obstante Hesíodo y sus contemporáneos los entendieron desde una perspectiva diferente, como fuerzas —fuerzas oscuras y negativas— que ejercían un poder real en el mundo. De acuerdo con esto, podrían ser entendidos como divinidades, incluso a pesar de que la mayoría de ellas sean simplemente personificaciones.
Ya que la peor de todas las fuerzas negativas es la muerte, puesto que anula nuestra propia existencia, no sorprende que Hesíodo encabece la lista de los hijos de la Noche con la odiosa Moro (Destino, con el significado especial de muerte señalada de un ser humano), la negra Ker (Perdición) y Tánato (la personificación de la Muerte). A lo largo de la lista encontramos dos grupos de dioses y diosas, las Moiras (Hados) y Keres (Espíritus de destrucción y muerte), que se corresponden con Moro y Ker respectivamente pero que son en apariencia distintos. Hipno (Sueño), que aparece nombrado a continuación de Tánato y que tradicionalmente era considerado el hermano de la Muerte, es una fuerza privativa distinta, pero relacionada, que nos roba toda consciencia y animación durante la noche, al menos mientras no estemos agitados por los Sueños (Oneiroi), las visiones ilusorias nocturnas que turban nuestro sueño. Vejez (Geras) es quien nos conduce a la muerte y en ocasiones aparece junto a Heracles en las pinturas cerámicas como un anciano encorvado y demacrado. Heracles, que finalmente venció a la edad y la muerte para alcanzar la inmortalidad, lo mantiene a raya amenazándole con su maza. Diversas características negativas de la existencia humana están representadas en Dolor (Oizys), Engaño (Apate), Némesis (Castigo merecido) y Eris (Discordia). Eris tendrá una serie de hijos por sí sola que personifican todo lo que surge de la discordia (cf. pp. 64 y 65). Némesis, la personificación del castigo merecido y de la indignación justa, era una divinidad más importante que la mayor parte de sus compañeros, ya que recibía culto en Ramnunte (Ática) y en Esmirna y otras ciudades de Jonia, y aparece en los mitos antiguos como víctima de la pasión de Zeus y como la madre de Helena de Troya (cf. p. 568). Filotes, cuyo nombre significa amistad o amor, aparece junto a Engaño (Apate) y evidentemente representa el placer del amor y del sexo en este contexto. Su inclusión entre los hijos de la Noche se debe a su asociación con lo oscuro y muchas veces con la astucia y el engaño. Las Hespérides (Hijas de la Tarde) están también incluidas aquí, incluso a pesar de que sean amables e inocentes ninfas, pero viven en el lejano oeste cerca de la puesta del sol y de la oscuridad (cf. infra). Finalmente está Momo (Burla), que aparece en las fábulas como una especie de bufona licenciosa que se queja de las actuaciones y obras de los dioses.
Momo aparece una sola vez en un mito serio, en conexión con el origen de la guerra de Troya. Cuando la Tierra se quejó una vez de que estaba sobrecargada a causa de la gran cantidad de seres humanos que se apiñaban sobre su superficie, Zeus le propuso destruir a buena parte de la raza humana mediante inundaciones y rayos, pero Momo entendió que este plan era erróneo y sugirió que sería mejor hacer maquinaciones que condujeran a una guerra destructiva (cf. infra p. 566).[31] La otra historia principal en la que aparece es una fábula en la que Zeus, Prometeo y Atenea la invitaron a emitir un juicio sobre las obras que habían producido: un toro, un hombre y una casa, respectivamente. Criticó el toro, diciendo que sus ojos deberían haber sido puestos en el lugar de sus cuernos para permitirle ver lo que estaba atacando; criticó al hombre y señaló que su mente debería haber sido puesta fuera de su cuerpo para que sus malas cualidades se le hicieran visibles; y finalmente criticó la casa, ya que debería haber sido elevada sobre unas ruedas para permitir a la gente cambiarse de sitio si se topaban con malos vecinos. Esto acabó con la paciencia de Zeus que se enfureció tanto por sus quejas que la expulsó para siempre del Olimpo.[32] La crítica que realiza Momo sobre el toro aparece mencionada por Aristóteles, aunque en una forma algo distinta.[33] De acuerdo con otra narración, Momo se quedó tan turbada por la belleza de Afrodita que no halló nada en ella que criticar y salvó como pudo su honor haciendo un chiste sobre sus sandalias.[34]
Algunos de estos hijos de la Noche son figuras míticas de cierta importancia que merecen una consideración más amplia, especialmente las Moiras, pero también las Hespérides, Hipno y Tánato.
Las Moiras, más conocidas por su nombre latino de Fata (Hados), son un grupo de diosas que asignan los destinos individuales a los mortales cuando nacen, particularmente con vistas a la hora de su muerte. Están en principio clasificadas como hijas de la Noche en la Teogonía debido a que son ellas las encargadas de fijar las muertes, pero después el poema las incluye entre las hijas de Zeus y Themis (Ley), ya que contribuyen al ordenamiento correcto del mundo bajo la autoridad de Zeus (p. 124).[35] Podría parecer que ellas surgieron no como poderes abstractos del destino, sino como espíritus vinculados con el nacimiento, como muchos de los que en el folclore actual visitan a los niños recién nacidos y determinan cuál será la porción de vida de la que dispondrán. El mito familiar en el que las Moiras aparecen después del nacimiento de Meleagro para anunciar cuál es la parte que le corresponde, e incluso para especificar qué clase de muerte tendrá (cf. p. 539), estaba seguramente enraizado en el folclore más antiguo. En su acepción de diosas que marcan el destino de los mortales, recibían culto en muchas partes del mundo griego, lo que está atestiguado por abundantes monumentos e inscripciones. De todos modos, sus apariciones en la mitología son escasas. Aunque una de ellas, o todas, aparecen representadas atendiendo a los nacimientos de dioses y mortales, apenas realizan intervenciones específicas en las narraciones míticas, a no ser que quieran revelar alguna característica concreta del destino de uno, como en el caso de Meleagro que citábamos antes, o se las requiera para entrar en acción cuando se necesite cambiar de algún modo el destino de un personaje. Píndaro presenta a una de las Moiras, Cloto, como la que supervisa la resurrección de Pélope, cuando es devuelto a la vida después de haber sido asesinado por su padre (cf. p. 647 para las circunstancias de esta historia).[36] Esquilo cuenta que Apolo había emborrachado a las tres hermanas para convencerlas de que buscaran un sustituto que muriera en lugar de Admeto (cf. pp. 211-212).[37] Según Apolodoro ayudaron a Zeus a sofocar dos revueltas importantes: una vez, engañando a Tifón y haciéndole comer unas frutas que le debilitaron (cf. p. 133), la otra, golpeando hasta la muerte a dos de los Gigantes con garrotes de bronce.[38]
Generalmente, desde los tiempos más antiguos, se representa a las Moiras como tejedoras. Aunque Homero sólo hace una referencia a las Moiras en plural —en donde afirma que han dotado al hombre de un corazón capaz de arrostrar penalidades—, habla del hilo que la Moira urdió para Héctor cuando nació; y seguramente hemos de identificar a las Moiras con las klothes (tejedoras), que aparecen mencionadas en la Odisea como tejedoras de los destinos de los hombres a la hora de su nacimiento.[39] Hesíodo y autores posteriores nos dicen que eran tres y se llamaban Cloto (La Tejedora), Láquesis (La Repartidora) y Átropo (La Inflexible).[40] Son escasas sus apariciones en el arte, pero siempre se las representa como unas mujeres hermosas, aunque la literatura se las imagine como unas ancianas. El hilo que tejen es (o lleva) el destino de cada individuo; cuando se rompe, la vida llega a su fin.
Con el paso del tiempo, la imaginación poética elaboró estas imágenes de diversas maneras, haciendo que las Moiras urdieran un hilo dorado, por ejemplo, cuando hilaban el destino de un individuo particularmente afortunado, o que retomaran un trabajo abandonado cuando alguien era llamado de vuelta a la vida.[41] Los nombres que da Hesíodo pueden llegar a sugerir una división del trabajo, con Cloto hilando, Láquesis determinando la longitud que se le da al hilo y Átropo cortándolo implacablemente cuando llega la muerte del individuo. También Cloto puede aparecer sujetando la rueca mientras que Láquesis hila y Átropo corta.[42] Asimismo, Átropo puede estar representada como la que domina sobre el pasado (dado que es inalterable), Láquesis como la que ejerce su dominio sobre el futuro y Cloto la que controla el presente, hilando el destino particular de cada uno.[43] Platón hace aparecer a las Moiras en su gran mito escatológico de la República y divide sus funciones de un modo muy complejo como para que lo resumamos aquí.[44] Una, o todas ellas, pueden aparecer representadas en el arte escribiendo o leyendo el libro del destino, esto puede explicar la pintoresca afirmación de Higino de que ellas inventaron algunas letras del alfabeto griego.[45] Como puede esperarse, están a menudo asociadas por una parte con Ilitía, la diosa de los nacimientos, y por otra con Ananké (Necesidad), Tyche (Fortuna) y con otras personificaciones que tienen alguna relación con el hado o el destino.
La palabra moira significa «porción» o «asignación», y podía ser usada para referirse a una porción de tierra, a la parte de comida que se le asigna a una persona, o a la parte que se asigna de un botín cuando se lleva a cabo el reparto. Por una extensión natural, la palabra podía ser usada para describir el lote o el destino que se le determina a una persona en vida; y el imponente poder que hace los repartos del destino podría ser personificado como Moira, Hado o Necesidad, o como el trío de Moiras o «Repartidoras». En latín, el plural Fata parece ser tan sólo una adaptación a partir del singular fatum, «lo que es dicho», «el decreto de los dioses», para equipararlo con el número plural de las diosas griegas, aunque aparece en un par de contextos sin implicación mitológica, con el sentido de «los decretos», como podemos decir «los mandamientos» o «los mandamientos de Dios». Más adelante, el neutro plural Fata dio origen a un sustantivo femenino singular, bastante inusual en latín clásico, que aún existe en italiano, francés y español: fata, fée y hada, respectivamente. Un evidente instinto llevó a los romanos a identificar sus propios espíritus relacionados con el nacimiento, las Parcas (Paricae, del verbo parere «dar a luz») con las Moiras, aunque esta identificación pudo ser alentada por una falsa etimología en la que se pensó que Parca era un derivado de pars (parte), palabra latina equivalente a las griegas meros o moira.
Las Hespérides eran un grupo de ninfas que vivían en el jardín de los dioses en los confines occidentales de la tierra, en donde guardaban un árbol maravilloso (o un bosque) que daba manzanas doradas. En esta tarea recibían la ayuda de una serpiente terrible, nacida de Forcis y Ceto, que a menudo recibe el nombre de Ladón (cf. p. 106), que se enrollaba alrededor del árbol o de los árboles.[46] O en una versión menos amable, la serpiente estaba allí para evitar que las propias Hespérides robaran las manzanas doradas. En relación con esta versión más tardía, Ferécides afirma que Gea había entregado estos árboles a Hera como regalo de bodas, quien había quedado tan impresionada por su belleza que había dado orden de plantarlos en el jardín de los dioses.[47] Parece que las Hespérides, que eran célebres por sus hermosas voces, se entretenían cantando y bailando como el resto de las ninfas. No obstante, sus deberes no eran demasiado intensos, dado que el jardín de los dioses estaba muy lejos y no hubo ladrones que pretendieran actuar allí hasta que Heracles recibió la orden de robar algunas de las manzanas doradas como uno de sus trabajos (cf. p. 389). En conexión con esa leyenda, como veremos, las Hespérides son a veces localizadas en el lejano norte. Se pensaba que eran tres, aunque el número varíe a veces de dos a siete; y los nombres con los que más aparecen son los de Hesperaretusa (o Heperie), Eritia (o Eritheis) y Egle:[48] nombres que hacen referencia a la tarde, al rojo del cielo del atardecer y a la claridad del día.
Hipno (Sueño) y su hermano Tánato (Muerte) estaban muy asociados en la mentalidad griega, ya fuera como personificaciones o simplemente como conceptos. Reaparecen en un pasaje posterior de la Teogonía, que señala que tenían casas vecinas en un lugar oscuro y lóbrego en los confines de la tierra, cerca de la morada de su madre, la Noche.[49] Incluso a pesar de que sus actividades muestren evidentes semejanzas, los dos hermanos tienen un carácter opuesto, ya que Hipno «recorre la tierra y la ancha espalda del mar tranquilo y suave para los hombres», mientras que Tánato «de hierro tiene el corazón y en su pecho alma de bronce despiadada alberga y retiene al que de los hombres toma en primer lugar».[50] En la Ilíada, que los describe como gemelos aunque no diga nada sobre su parentesco, por orden de Zeus se llevan el cadáver de Sarpedón del campo de batalla en Troya y lo transportan hasta su hogar en Licia.[51] Este episodio inspiró algunas memorables pinturas cerámicas, que muestran a los hermanos alados y vestidos con armaduras completas. En otro pasaje de la Ilíada, Hera visita a Hipno en Lemnos para pedirle que infunda el sueño en su esposo después de hacer el amor con él, para que no se dé cuenta de que va a desobedecer sus órdenes. Hipno, al principio, se muestra reticente ya que Zeus se enfureció otra vez que le hizo el mismo favor y le habría arrojado del cielo al mar si no se hubiera refugiado junto a la Noche. Hera le convence, no obstante, prometiéndole entregarle a cambio a Pasitea, una de las Gracias, como esposa.[52] Hipno no vuelve a aparecer en las tradiciones posteriores, aparte de la que le vincula con Endimión, un héroe eleo célebre por su sueño eterno (cf. p. 534). De acuerdo con esta historia, Hipno se enamoró de Endimión e hizo que éste durmiera con los ojos abiertos para así poder disfrutar de la visión de su belleza.[53] Algunos autores posteriores, en especial Ovidio y Estacio, gustaron de detenerse en escenas poéticas sobre este asunto. Ovidio le presenta durmiendo en un lecho de ébano en el interior de una cueva oscura en la tierra de los cimerios, con sus 1.000 hijos, los sueños alrededor de él; el torrente del Leteo (Olvido) se desliza suavemente sobre las piedras hasta el interior de la cueva induciendo el sueño, mientras que afuera florecen amapolas e innumerable hierbas soporíferas.[54]
Respecto a Tánato, no podía tener un papel protagonista en la mitología, ya que Hermes era el encargado de conducir a los muertos al mundo infernal y Hades era el que gobernaba sobre ellos una vez que llegaban allí. En dos mitos importantes en los que se presenta para llevar a los mortales al mundo subterráneo para encontrarse sólo con la humillación, es casi por completo una figura del folclore. Cuando llega a Corinto para buscar a Sísifo, el astuto héroe escapa a la muerte y Tánato acaba atado (cf. infra p. 559).[55] En la versión de Eurípides de la historia de Alcestis, Heracles espera a Tánato junto a la tumba de la heroína cuando éste debía presentarse para llevársela, cuando aparece lucha con él y logra devolvérsela a su esposo (cf. p. 212).[56]
Para terminar este examen de la familia de la Noche hay que pasar a Eris (Discordia), la única hija de la Noche que engendró por sí sola una progenie de hijos. Aparece en un solo mito, aunque muy importante, el que cuenta cómo azuzó la pugna entre Hera, Atenea y Afrodita a la que puso fin el juicio de Paris, por lo que colaboró en la marcha de sucesos que desencadenaron la guerra de Troya (cf. infra p. 566).[57] Como pasa con la historia de Momo contada antes, relacionada con ésta, y también con la historia de la persecución de Zeus a Némesis, que produjo el nacimiento de Helena, este mito puede ser relacionado con las Ciprias, el primero de los poemas épicos del ciclo troyano. Podría inferirse que al autor de este poema le gustaba asignar un papel más importante a las personificaciones de lo que suele ser lo habitual en la alta literatura. Homero se refiere a Eris en la Ilíada junto a otras divinidades menores y personificaciones que se agitan frenéticas en el campo de batalla. Al comienzo del libro XI, Zeus la envía para inspirar a los griegos ardor guerreo, Eris se queda de pie en medio del campo de batalla y profiere un grito absolutamente terrible y penetrante.[58]
Los hijos de Eris representan las múltiples fuerzas dañinas y destructivas que surgen de la discordia y la lucha, a saber, Trabajo (Ponos), Olvido (Lete), Hambre, Penas, Luchas, Muertes, Homicidios, Peleas, Mentiras, Disputas, Desorden, Ofuscación (Ate) y Juramento (Horco).[59] Estas figuras son sin duda alegorías en su mayor parte, aunque las dos últimas requieren comentario aparte.
Ate representa la ofuscación o la confusión mental que conduce a actos de locura repentina. Hay un ejemplo impactante de su modo de reacción en el libro XIX de la Ilíada, en el que Agamenón intenta pedir perdón por haberle arrebatado a Aquiles su botín de guerra, la esclava Briseida (cf. p. 599), y afirma que lo ofuscó Ate, la que ciega a todos los hombres, un ser odioso del que se dice que «sus pies son delicados, pues sobre el suelo no se posa, sino que sobre las cabezas de los hombres camina, dañando a las gentes y a uno tras otro apresa en sus grilletes».[60] Agamenón añade que incluso el propio Zeus fue presa de Ate, cuando Hera le engañó para que hiciera un juramento mediante el que pasarían a otro los bienes que correspondían a su hijo Heracles (cf. p. 327). Zeus se enfadó tanto cuando descubrió el engaño que agarró a Ate por la cabellera y la arrojó a la tierra, en donde ella ahora lleva a cabo sus actos maliciosos contra los mortales.[61] De acuerdo con Apolodoro, cayó en la colina de Ate en la Tróade, en el lugar en el que después Ilo fundaría la ciudad de Troya (cf. p. 673).[62]
Horco (Juramento) aparece en la lista en relación con los perjurios: personifica la maldición que se activa si una persona hace un juramento falso. Hesíodo nos lo cuenta en términos alegóricos en Trabajos y días, en donde señala que las Erinias asistieron al nacimiento de Horco cuando Eris le dio a luz para causar problemas a aquellos que cometen perjurio.[63]
Gea, Urano y los Titanes
En este punto cabe pasar a las dos grandes familias que fueron fundadas por Gea (Tierra), a través de sus uniones con los dos hijos que había engendrado por sí sola: primero Urano (Cielo) y luego Ponto (Mar). Como ya se ha dicho, la familia que fundó con Urano era la más noble de ambas, y de ella surgen todos los grandes dioses y diosas; mientras que la familia que fundó con Ponto está formada principalmente por seres marinos y monstruos. De sus dos parejas, sólo Urano puede ser visto como su auténtico esposo, ya que su unión con Ponto (que no aparece en los mitos y que es una simple personificación) obedece exclusivamente a intereses genealógicos. Urano y Gea son, de hecho, la primera pareja originaria en la narración que lleva a cabo Hesíodo de la primera historia del mundo, incluso a pesar de que no sean los primeros seres de todos, ni los padres de todos los que vinieron después. El primer mito propiamente dicho de esa historia es el que cuenta cómo Urano provocó la disolución de su matrimonio y su propia caída a causa del maltrato al que había sometido a su esposa y a sus hijos. A pesar de que tuvo su importancia en los comienzos, Urano no vuelve a aparecer en los mitos después del final de su unión con Gea —a excepción de sus profecías sobre sus hijos—. No hay rastros de su culto ni evidencias de que desempeñara un papel importante en la religión griega ni en las prácticas culturales; como mucho, aparece invocado en juramentos junto a otras divinidades.
En algunas ocasiones Urano recibe el nombre de Acmónides, es decir, hijo de Acmón, lo que quizá sea un uso muy antiguo. El erudito bizantino Eustacio, quien declara que Alcmán, el poeta de finales del siglo VII a.C., ya se refería a Urano como hijo de Acmón, recuerda una antigua especulación etimológica sobre este asunto, diciendo que el padre de Urano recibía el nombre de Acmón porque el movimiento de los cielos es «infatigable» (akamatos).[64] Se ha sugerido, ya en nuestros tiempos, que el nombre pudiera estar conectado con la palabra acman, atestiguada en antiguo persa y en sánscrito, que en ambas lenguas significa «piedra», lo que evocaría la solidez de la bóveda celeste. Sea cual sea el significado auténtico de la palabra, debió originarse como un epíteto culto para referirse a Urano. De modo semejante, Hiperión es a veces el nombre que se le da al dios sol Helios, y a veces se llama así al propio padre de Helios. Pero el asunto sigue siendo un misterio.
En contraste con sus parejas masculinas, la diosa de la tierra Gea o Ge recibió culto en época clásica, aunque no fuera una diosa de gran importancia. Se conservan santuarios en diversos lugares de Grecia, incluso hay uno en la falda sur de la Acrópolis de Atenas, en donde se la adoraba bajo la invocación de Ge Kourotrophos (engendradora de hijos), y un templo anexo al de Zeus Agoraios en Esparta.[65] Sin embargo, no se celebraban festividades en su honor, y parece que su culto iba siempre parejo al de otras divinidades. A los griegos les gustaba invocarla en juramentos por la misma razón por la que invocaban al dios sol Helios (cf. p. 81), ya que en ninguna parte del mundo era posible romper un juramento sin que ella se diera cuenta. En un episodio de la Ilíada, dos corderos son llevados al sacrificio para cumplir con un juramento solemne: una cordera negra para Gea y un cordero macho blanco para Helios.[66] Al menos en lo que respecta a nuestro conocimiento, Gea siempre representa la tierra como conjunto, a pesar de que en su concepción no fuera en principio tan extensa, como Tellus en Roma, como el poder que reside en el terreno con el que sus adoradores se relacionaban por sí mismos. No hace falta repetir que en los tiempos más antiguos no se representaba la tierra como un globo, sino como una superficie plana o un disco cuya expansión era indeterminada. No obstante, la auténtica forma de la tierra fue descubierta bastante pronto, a finales del siglo V a.C. Aunque Gea actúa como un ser independiente en sus mitos, y a menudo aparece saliendo de la tierra con forma humana en obras de arte (como cuando entrega a Erictonio, nacido de la tierra, a Atenea, cf. p. 249), no puede afirmarse que se la imaginara como una divinidad completamente antropomórfica, ya que estaba muy estrechamente relacionada con la tierra como cuerpo físico. En el Himno homérico a Gea, se la alaba como la madre de todos (panmeter), como el más antiguo ser de los que alimentan a las criaturas vivientes y como la que lleva la prosperidad a la raza humana a través de sus cosechas.[67]
Gea dio a luz tres grupos de hijos de Urano. El primero consta de dioses primordiales conocidos como los Titanes y luego dos grupos de monstruos: los Cíclopes de un ojo y los Gigantes de 100 manos a los que se conocía como los Hecatonquiros o Centimanos. Urano los odiaba a todos y se cuidó mucho de que Gea no les diera a luz, lo que provocó tal malestar en ella que finalmente les indujo a que actuaran en contra de él. El más joven de los Titanes, Crono, el único que tenía el valor suficiente para atacarlo, preparó una emboscada contra su padre armado con una hoz que su madre le había fabricado para la ocasión. Cuando Urano se acercó a su madre para hacer el amor con ella, Crono le cortó los genitales: por lo que su unión terminó de modo violento y finalmente le fue posible a Gea dar a luz a sus hijos. Crono arrojó los genitales de su padre al mar y de la espuma que se arremolinó en torno a ellos surgió la diosa Afrodita (cf. p. 261); de la sangre que cayó sobre Gea nacieron tres grupos de hijos: las Erinias, los Gigantes y las Melias (cf. p. 74).[68]
La historia de la mutilación de Urano y su separación de Gea tiene claras connotaciones cosmológicas. Dado que el cielo se alza sobre la tierra, en muchos mitos de diferentes culturas se sugiere que la Tierra y el Cielo, como la primera pareja o al menos la primera pareja primordial, han debido ser separados en algún momento muy temprano de la historia del mundo, lo que en algunas ocasiones se presenta de una manera más apacible que en la historia que cuenta Hesíodo. Por ejemplo, en la mitología egipcia se cuenta que Shu, la personificación del aire, se interpuso entre el dios de la tierra Geb y la diosa del cielo Nut para levantar el cuerpo de ésta por encima del de su pareja. En un mito maorí de Nueva Zelanda, la unión entre la primera pareja Rangi y Papa, la tierra femenina y el cielo masculino, fue la primera fuente de vida, pero todo lo que engendraron quedó aprisionado entre ellos ya que nunca se separaban el uno del otro. Por ello los primeros dioses, los que ellos habían engendrado, celebraron un consejo y decidieron que Tane, el dios de los bosques y de los pájaros, separara a Rangi y a Papa poniendo su propio cuerpo entre medias de ellos; en el momento en que logró interponerse, surgió la luz en el mundo por primera vez.[69] Más cerca de nosotros, en el Oriente Próximo, el mito hurrita e hitita de Ullikummi cuenta también la separación de la tierra y el cielo; asimismo el vuelo hacia lo alto de Anu en el mito hurrita e hitita —resumido infra (cf. p. 69)— tiene las mismas implicaciones. Hesíodo no menciona, sin embargo, el levantamiento del cielo y quizá no se preocupó por este punto de la historia; ya que principalmente le interesan las implicaciones dinásticas de este conflicto en el seno de la familia.
Con la mutilación de Urano y con el fin de su unión con Gea, Crono le desplaza como dios principal y se erige como nuevo señor del universo con los Titanes como subordinados. Pero éste no es el orden que regirá por siempre las cosas, ya que Crono maltrata a sus hijos al igual que su padre, y estaba destinado a ser derrocado por ellos de la misma manera. Dado que Urano y Gea le habían advertido de que sería su propio hijo quien le arrebataría el poder, Crono intentó acabar con el peligro devorando uno a uno a sus hijos en el momento de nacer. Sin embargo, su plan quedó abortado cuando Rea, su esposa, escondió a su hijo más pequeño, Zeus, y le dio a cambio una piedra para que la engullera. Con el tiempo, cuando se hizo mayor, Zeus provocó la caída de su padre y le obligó a vomitar a sus demás hijos. A continuación, se unió a ellos y expulsaron a Crono y a los Titanes recluyéndolos en el Tártaro.[70] La historia inicial de la mutilación y derrocamiento de Urano forma parte de un «mito sucesorio» extenso que narra cómo en la tercera generación llegó a establecerse el orden divino presente bajo el mando de Zeus, después de la caída de su padre y de su abuelo. Los dioses olímpicos, que ocuparon el lugar de los Titanes como dioses principales, eran tanto hermanos y hermanas de Zeus como hijos suyos (con dos posibles excepciones, cf. p. 127). Este mito sucesorio será examinado en detalle en el próximo capítulo, cuando se lleve a cabo la exposición de la ascensión de Zeus al poder y el origen del orden olímpico. Ya que los Cíclopes y los Hecatonquiros, los hijos monstruosos de Urano y Gea, son muy importantes en el mito de sucesión, nos detendremos en ellos (como también en la mitología de Crono y Rea). Por ahora nos centraremos en los Titanes, en su naturaleza común como grupo de dioses antiguos y en su naturaleza individual como fundadores de diversas estirpes que configuran la familia de Urano y Gea en el esquema genealógico de Hesíodo.

De todos los Titanes, sólo Crono y Rea desempeñaron papeles importantes por sí mismos en el mito sucesorio, mientras que los demás actuaron exclusivamente de manera colectiva. En la Teogonía, Rea no contribuye en absoluto en la expulsión de Urano, que es llevada a cabo por Crono en solitario, pero los demás se benefician al convertirse en los dioses más importantes del orden preolímpico bajo el dominio de Crono. Consecuentemente, tomarán parte en la Titanomaquia, la gran guerra en la que intentarán sofocar la insurrección llevada a cabo por Zeus y sus aliados, pero son derrotados y expulsados del mundo superior para siempre. Por todo ello ¿es posible decir algo significativo sobre su naturaleza común, más allá del hecho de que son dioses de una generación anterior que tuvieron poder y fueron expulsados de él? Esta cuestión dio en otros tiempos mucho juego a la especulación. Una teoría a la que se dio bastante eco sugería que los Titanes eran los antiguos dioses pregriegos que habían sido desplazados por los Olímpicos que traían los invasores griegos. Si eso fue así, el mito de la gran guerra entre Olímpicos y Titanes podía ser explicado en términos históricos, y reflejar por ello la lucha de creencias que había acarreado la supresión de la religión antigua. También se pensó que los dioses antiguos representaban poderes de una naturaleza menos avanzada o menos moral que la representada por los dioses Olímpicos. Otra teoría apelaba a la evidencia posterior, o a la duda razonable, para sugerir que los Titanes eran divinidades fálicas. La discusión cambió absolutamente, sin embargo, cuando se supo que el mito griego de la sucesión tenía mucho en común con mitos de una naturaleza semejante cuyo origen estaba en Asia Menor. Aunque se conocían otros mitos orientales de sucesión desde antes, el factor clave en la discusión fue la publicación en 1946 de un mito hurrita-hitita que tenía muchos paralelismos con el mito de Hesíodo.[71]
Los hurritas eran un pueblo antiguo que vivió en el norte de Siria y en las áreas adyacentes y que cayeron bajo el poder hitita en el siglo XIV a.C., aunque los hititas estaban bastante influidos por la cultura de los primeros y transmitieron en sus tablillas cuneiformes algunos de sus mitos. Uno de estos mitos narra la secuencia de acontecimientos que desembocaron en la ascensión del equivalente hurrita de Zeus. Anu (Cielo), que se corresponde con el dios griego Urano, tomó el poder con el derrocamiento de su oscuro predecesor, Alalu, y reinó durante nueve años hasta que su copero, Kumarbi, le retó en batalla y lo venció. Cuando Anu intentó escapar hacia los cielos, Kumarbi le agarró por los pies, le cortó los genitales y se los tragó. Cuando celebraba su triunfo, Anu le instó a que se lo pensara de nuevo, ya que por su acción se habían introducido dentro de él tres dioses terribles. Aunque Kumarbi escupió de inmediato lo que tenía en la boca, el dios de la Tormenta estaba ya dentro de él, y salió de su cuerpo en ese momento. El estado de conservación del texto a partir de aquí es bastante defectuoso, pero es evidente que el dios de la Tormenta, que era un dios principal en el esquema hurrita e hitita, al igual que Zeus es el dios principal dentro del griego, finalmente desplazó a Kumarbi como gobernante.[72] Cabe comparar el mito de Hesíodo con un mito babilonio muy antiguo que aparece en el poema conocido como Enuma Elish, e incluso con un mito fenicio (algo cuestionado, pero del que se piensa que sea al menos parcialmente auténtico) que se conserva en una obra griega de comienzos del período romano.[73] Cuando se apreciaron las implicaciones mutuas que se daban en estos paralelos mitológicos extranjeros, se aceptó que el mito griego de sucesión no era de origen griego, sino que estaba basado en un mito que provenía de Oriente Medio.
Si esto era así, en la narración de este mito importado debía aparecer también un grupo de dioses arcaicos desplazados que se correspondiera con los Titanes. Los equivalentes hurrita-hititas de los Titanes recibían el nombre de dioses antiguos (Hesíodo se refiere a los Titanes y a Cronos en términos semejantes en dos ocasiones),[74] mientras que los equivalentes babilonios recibían el nombre de dioses muertos. Si consideramos en perspectiva la cuestión sobre el origen de los Titanes, surgen dos posibilidades. Puede ser un grupo de divinidades antiguas y nativas que fue identificado con los dioses antiguos del mito importado; o quizá la palabra Titán era sencillamente el nombre que los griegos daban a los dioses que tenían un origen oriental. No hay manera de determinar cuál de las dos alternativas puede ser la verdadera, y tampoco es que eso vaya a cambiar demasiado las cosas, dado que no sabemos nada sobre la naturaleza original de los Titanes, ni si los griegos creyeron que la existencia de los Titanes fue en algún momento independiente. Lo fundamental es que los Titanes, de la manera en que se nos presentan como un grupo desde Hesíodo en adelante, desempeñan exactamente el mismo papel que en el mito de sucesión de Asia Menor: son los dioses que gobernaban antes y que fueron expulsados del mundo superior cuando quedó establecido el nuevo orden divino. Ésta es su «naturaleza», y en esta cuestión no se puede ir más lejos; no tienen otra función ni protagonizan otras historias como grupo dentro de la mitología antigua, ni tampoco tienen ninguna importancia dentro de las prácticas religiosas griegas. La etimología de su nombre es incierta, hay alguna evidencia que sugiere que esa palabra podría significar «príncipes» o algo semejante. Hesíodo ofrece una etimología doble original, y a la vez muy artificial, cuando afirma que Tirano les puso ese nombre como reproche, ya que «dijo que éstos, al intentar sobrepasar sus límites (titainontes) y actuar con insensatez, habían realizado una terrible acción por la que después obtendrían venganza (tisin)».[75]
Nos apartaremos durante un momento de los mitos convencionales sobre los Titanes, ya que aparecen en un mito esotérico que tiene mucho interés por lo inusual que resulta: en un cuento que aparece en la literatura órfica se dice que la raza humana surgió de los restos de los Titanes a los que Zeus había destruido lanzándoles su rayo. Esto sucedió de la siguiente manera. Zeus violó a su madre Rea, a la que se identifica con Deméter, y de esa violación nació Perséfone. A continuación mantuvo relaciones sexuales con Perséfone, para lo que el dios adoptó la forma de una serpiente, y de éstas nació Dioniso, al que se le da el nombre de Zagreo. Zeus intentó lograr que Dioniso se hiciera con el poder sobre el mundo, pero la celosa Hera incitó a los Titanes para que lo atacaran. Atrajeron su atención mediante distintas clases de juguetes, especialmente un espejo; lo arrojaron de su trono y le asesinaron. A continuación lo desmembraron y se lo comieron. Atenea logró poner el corazón de Dioniso a salvo y se lo dio a Zeus, lo que hizo posible que Dioniso renaciera de Sémele. Zeus castigó a los Titanes arrojándoles su rayo y la raza humana surgió de los restos calcinados de los cuerpos de los Titanes. Este mito extraordinario, que contradice la tradición normal griega en todos sus puntos, tuvo probablemente un origen temprano. Platón hace referencia a la antigua naturaleza titánica del hombre en Leyes y hay razones para suponer que también Píndaro conoció la historia.[76]
Hesíodo da nombres propios a todos los Titanes y una lista de seis Titanes masculinos y seis femeninos, las conocidas como Titánides.[77] A la vista del papel principal de Crono en el mito de sucesión y su estatus como segundo señor del universo, seguramente fue identificado como un Titán en la tradición anterior. Se puede encontrar una confirmación de esto en Homero, ya que Crono aparece mencionado tres veces en la Ilíada como uno de los dioses expulsados al Tártaro, a los que en una ocasión se les llama Titanes.[78] Los epítetos formulares «Cronio» y «Cronida» que Zeus recibe con cierta regularidad en la épica homérica son una demostración suficientemente válida de que se consideraba que Crono era el padre de Zeus desde los tiempos más antiguos. Dado que esa clase de epítetos no es utilizada para referirse a ninguna otra divinidad, Zeus pudo ser su único hijo en la tradición mitológica originaria. Es bastante probable que primero Crono entrara a formar parte del mito de sucesión y que fuera incluido después en el listado de los Titanes, ya que era el padre de Zeus en la tradición nativa. La consorte de Crono, Rea, ocupa también un lugar preponderante en el mito de sucesión como la «madre de los dioses» —es decir, de la primera generación de dioses olímpicos— y también por ser la que salva a Zeus de ser devorado por Crono, acción determinante en el desarrollo de la narración. Aparece como Titánide en la Teogonía y durante mucho tiempo se la consideró así, a no ser que se pensara que los Titanes eran exclusivamente masculinos. Ya que en la Ilíada Jápeto, el padre de Atlas, Meneceo y Prometeo, como veremos más adelante, aparece apresado junto a Crono en el Tártaro, podría parecer que fue introducido dentro del grupo de los Titanes en tiempos de Homero y Hesíodo, quizá porque sus hijos se convirtieron en enemigos de Zeus.[79]
Es evidente que las divinidades que aparecen en la lista de Hesíodo tienen una naturaleza y un origen muy dispar, por lo que no es posible que hubieran formado parte del mismo grupo desde tiempos muy antiguos. Algunos tienen nombres griegos, otros nombres extranjeros, algunos son dioses de la naturaleza, otros abstracciones, otros quizá no son nada más que meros enlaces genealógicos. Sin embargo, unos cuantos, por razones que vamos a exponer, podrían no haber participado del destino común de los Titanes, el de dioses antiguos expulsados para siempre. Es también probable que los Titanes, con la posible excepción de Crono, fueran en origen un grupo anónimo, y cabría sospechar que la mayoría de las divinidades de la lista original estándar, las que aparecen en la Teogonía, recibieron por primera vez el nombre de Titanes en el poema de Hesíodo, quien fue posiblemente el primero en establecer que los Titanes eran 12. Era fundamental que pudiera darles un grupo entero de nombres si tenía la intención de introducirlos en su esquema genealógico. Además, cabe decir, a Hesíodo le gustaba asignar nombres propios a cada uno de los miembros de los grupos de dioses, lo hace incluso con las Nereidas y las Oceánides.
Debemos considerar por qué las divinidades específicas nombradas por Hesíodo fueron introducidas dentro del grupo de los Titanes. Hemos hablado sobre Crono, Rea y Jápeto, como divinidades que seguramente eran llamadas Titanes en la tradición existente. Océano era el dios del océano exterior, el gran río del que se suponía que circunscribía la tierra y era la fuente del resto de las aguas, tanto dulces como salobres.[80] Se entiende a partir de esto que el señor de estas aguas debe haber sido una divinidad muy antigua que era quien ejercía dominio sobre ellas desde los tiempos más remotos. De hecho, de acuerdo con un pasaje de la Ilíada, él y su consorte Tetys fueron la primera pareja de la que nacieron todos los demás dioses,[81] una idea aparentemente derivada del mito babilonio en el que se decía que Apsu y Tiamat, que representan respectivamente las aguas dulces y saladas, eran la primera pareja. Incluso a pesar de que no puedan ser considerados los primeros dioses de todos en el contexto del mito de la sucesión, Hesíodo les da un estatus ligeramente más bajo al incluirlos entre los Titanes, como encajaría con divinidades venerables cuya unión podría suponer el origen de todas las demás corrientes acuáticas del mundo. Por otra parte, no parece que encaje bien con Océano compartir ni las acciones ni el destino de los Titanes, ya que las corrientes son una característica permanente del mundo y su presencia en la tierra es continua. La historia narrada en la última parte de la Teogonía en la que él pide a su hija Estigia que ayude a Zeus en contra de los Titanes[82] (cf. p. 89) conlleva que él no participó junto a los demás Titanes en la lucha contra Zeus. En la teogonía que establece Apolodoro, en la que se presenta a los Titanes atacando a Urano en grupo, se dice explícitamente que Océano no tomó parte en esa empresa.[83] Themis, la personificación de la ley y el orden, y Mnemósine, la personificación de la memoria, pertenecen al grupo de los Titanes, ya que representan fuerzas del mundo antiguas y fundamentales; pero no cabe imaginar, por el contrario, que fueran expulsadas del mundo después de la caída de los Titanes. Además, en la propia Teogonía —aunque en una parte del poema que seguramente fue añadida después de la época de Hesíodo— reaparecen después de la expulsión de los Titanes como primeras esposas de Zeus. Themis figura, en adelante, como veremos, en un buen número de mitos que suceden ya en la era de los dioses olímpicos.
Los otros Titanes que aparecen en la lista de Hesíodo son divinidades oscuras que sólo tienen importancia genealógica. Ninguno de ellos vuelve a aparecer en la mitología, y es posible que ni siquiera participaran en ninguna historia en la propia época de Hesíodo, y se los recuerda sólo como padres o antecesores de divinidades más importantes (si es que no se los inventó el propio Hesíodo, como puede ser posible en uno o dos casos). Hiperión aparece en la épica homérica y en otros poemas arcaicos como el padre del dios sol Helios.[84] Ya que el sol y otras luces señeras del cielo han debido existir ya desde un estado muy temprano en el desarrollo del mundo, Hiperión podía encajar bien en la lista como el titán padre de todos ellos. Ceo también tiene un lugar natural entre los Titanes como el padre de Leto, la madre de dos de las principales divinidades olímpicas, Ártemis y Apolo. Hiperión y Ceo tienen esposas titanes, Tea, (Theia) «Divina», y Febe, «Radiante», respectivamente; no hace falta mucha imaginación, ya por parte de Hesíodo o de cualquier otro antecesor, para inventar figuras de esa clase. Finalmente está Crío, cuya naturaleza y origen son un misterio. Como veremos, su función genealógica es valiosa, aunque menor, ya que fue el padre de diversas diosas antiguas. No hubo nunca un acuerdo completo sobre la identidad de los Titanes en las tradiciones posteriores. Apolodoro, por ejemplo, omite a Febe y la sustituye por Dione,[85] la consorte de Zeus en Dodona y la madre de Afrodita en otra versión del mito (cf. p. 126).
Aparte de los nacidos de sus relaciones maritales con Gea, Urano engendra otros hijos más en circunstancias menos convencionales. Cuando Crono le corta los genitales y los arroja (cf. infra p. 110), goteó algo de sangre en la tierra, lo que produjo que Gea se quedara encinta de tres progenies: las Erinias, los Gigantes y las Melias.[86]
Se tratará sobre los Gigantes en el capítulo siguiente, cuando se estudie su rebelión contra Zeus y el orden olímpico (cf. pp. 134 y ss.). Siempre se consideró que habían nacido de la tierra, como parece indicar la etimología de su nombre griego. Además, ya que eran criaturas sobrehumanas semejantes a los dioses, aunque no completamente divinas, cabía deducir que había sido el poder fertilizador de la sangre divina de Urano el que había provocado que la tierra diera a luz a los Gigantes, detalle que podría ser una invención del propio Hesíodo. Quizá Hesíodo consideraba que su importancia era relativamente menor, dado que el mito de la rebelión de los Gigantes contra Zeus surgió posiblemente después de Hesíodo (cf. p. 134). Las Melias eran una raza de ninfas, ninfas de arbustos en sentido estricto; pero ya que Hesíodo no cuenta nada acerca del origen de otros seres semejantes, posiblemente esté usando ese nombre en sentido general y haya que englobar en él a todas las variantes de ninfas relacionadas con árboles. Ya que el grupo de ninfas de los árboles es uno de los más importantes, éstas serán estudiadas junto a las demás ninfas en el capítulo VI. Las Melias tienen en común con los Gigantes el hecho de ser más que humanas y menos que divinas. El tercer grupo, las Erinias, merece un tratamiento detallado.
Las Erinias o Furias eran espíritus de venganza que se cobraban una terrible pero justa venganza contra aquellos que habían cometido asesinato u otros crímenes graves, especialmente en el seno de la propia familia. Dado que Hesíodo no habla de sus actividades, debemos recurrir a Homero para hacernos una idea de las clases de ofensas que vengaban según la tradición antigua. La Ilíada cuenta cómo Amíntor maldijo a su hijo Fénix ante las Erinias por haber seducido a su concubina (cf. p. 592); y cuando Altea maldijo a su hijo Meleagro por haber dado muerte a algunos de sus hermanos, «Erinis, vagabunda de la bruma, que tiene implacable el corazón, la escuchó desde el Érebo».[87] También en la Odisea, Telémaco sugiere que su madre Penélope debería maldecirlo ante las Erinias si él la llegara a abandonar, y Odiseo hace hincapié en que Edipo fue dolorosamente hostigado por las Erinias de su madre después de que ella se ahorcara[88] (tras descubrir que su esposo Edipo era también su hijo, cf. p. 409). En un fragmento de otro poema épico arcaico, la Tebaida, se dice que Erinis hizo caso de Edipo cuando maldijo a sus hijos (cf. p. 414).[89] Estas fuentes y otras semejantes indican que se pensaba que las Erinias tenían un interés especial en actuar contra aquellas ofensas cometidas en el propio núcleo familiar, especialmente en las llevadas a cabo por los miembros más jóvenes contra los más viejos, o hijos contra padres, y que ellas entraban en acción aguijoneadas por una maldición proferida por la parte que sufría la ofensa. Encaja bien, por tanto, que Hesíodo las presente nacidas como consecuencia de una ofensa cometida por un hijo (Crono) contra su padre (Urano).[90]
Otras alusiones dentro de la épica homérica muestran que las Erinias tenían además otra clase más amplia de cometidos. Homero señala en primer lugar que cualquiera que jura en falso será castigado por las Erinias en el mundo subterráneo;[91] y Hesíodo alude a esta función en términos figurados en Trabajos y días cuando señala que las Erinias asistieron al nacimiento de Horco (Juramento, cf. p. 65). En la tradición posterior se convirtieron en el más importante agente de venganza en los Infiernos, castigando a los muertos por cualquier clase de faltas que hubieran cometido. Se afirma en la Odisea, aunque como una mera posibilidad, que incluso los mendigos tienen sus propias Erinias, ya que no hay nadie más que pueda vengarlos.[92] El pasaje más interesante es uno de la Ilíada en el que se sugiere que han de actuar para que las cosas no se salgan del orden apropiado, incluso a pesar de que no se haya cometido ninguna ofensa entre los mortales: después de que Janto, uno de los caballos divinos del carro de Aquiles, comience a hablar para anunciar una profecía a su señor, las Erinias le cortan la voz, simplemente porque es antinatural que los caballos hablen.[93] El filósofo Heráclito (mediados del siglo VI a.C.) señala de acuerdo con esto, aunque evidentemente de una manera más figurada, que «el Sol no sobrepasará sus límites, pues si lo hace, las Erinias, ministras de la Justicia, le perseguirían».[94]
Las historias más célebres en la mitología heroica en las que aparecen las Erinias versan sobre ofensas en el seno de la misma familia. Se trata de las historias de los héroes argivos Orestes y Alcmeón, que mataron a sus madres (cf. pp. 429 y 658). Aunque ambos jóvenes llevaron a cabo tan drástica acción en venganza por la muerte de sus padres, e incluso habían obtenido el consentimiento de Apolo antes de cometerlas, las Erinias no mostraron compasión alguna en ninguno de los dos casos, y no atendieron a las explicaciones que podrían mitigar su culpa: sólo les importó la acción. Ellas encarnaban ideas arcaicas sobre la justicia desde antes de que se llegara a la determinación de que la intención es parte fundamental en cualquier acción criminal, y de que una acción cometida a través de un mero accidente o como resultado de una «fuerza mayor» no acarrea la misma responsabilidad moral o legal completa que un acto deliberado. Incluso así, están muy lejos de representar los estadios más primitivos de la conciencia moral, ya que no castigan a familias ni a clanes, sino sólo al individuo que cometió el crimen. Sin embargo, se puede decir que las Erinias representan las ideas morales del clan, ya que generalmente están de parte de los más mayores, no sólo de los padres y de las madres, sino también de los hermanos mayores.
En el arte y la literatura se las representa habitualmente como seres fantásticos, de aspecto adusto, con antorchas y varas en sus manos, de manera general coronadas con serpientes, o con serpientes en el pelo o en las manos. Son presentadas de un modo especialmente abominable en las Euménides de Esquilo, como criaturas oscuras, semejantes a vampiros que se mueven a gatas, sus ojos rezuman pus y su respiración es áspera y siniestra.[95] Se decía, de hecho, que eran tan horribles que en la primera representación de la obra hubo mujeres entre el público que padecieron abortos. Con todo se debe mencionar, como un ejemplo del rechazo de los griegos hacia cualquier clase de monstruosidad y fealdad, que ningún artista representó a las Erinias ni desagradables ni contrahechas: su apariencia es hermosa, aunque fiera, y se sabe quiénes son por su expresión, por las varas y por otros elementos que portan: de un modo muy distinto de los demonios que aparecen en el arte etrusco o en el medieval.
Las Erinias no tienen nombres propios en la tradición arcaica y su número es indeterminado. No es hasta el período romano cuando se fija que son tres y que sus nombres son Alecto, Tisífona y Megaira.[96] Esquilo y otros autores parten de Hesíodo al clasificarlas como hijas de la Noche, como parece encajar con ellas, mientras que Sófocles las describe como hijas de Tiniebla (Skotos) y de la Tierra.[97] Fueron identificadas con las Benévolas (Eumenides) y las Venerables (Semnai), diosas de aspecto más amable y de un nombre más propicio, que recibían culto en Atenas y en otros lugares. No tienen equivalentes en la religión romana, su nombre latino, Furias (Furiae), no es más que un intento de traducción (furere, volverse loco, es un equivalente del griego erineuein). En calidad de Furias, a veces fueron identificadas con una diosa romana bastante poco conocida, Furrina.
Descendientes de los Titanes
Al considerar las familias de los Titanes, dejaremos de lado por ahora a los Titanes que eran antepasados de los dioses Olímpicos, y también a aquellas que se convirtieron en esposas y amantes de Zeus. Si Crono y Rea, los fundadores de la principal rama olímpica, y Ceo y Febe, los abuelos de Apolo y Ártemis, pertenecen al mismo grupo que Themis y Mnemósine —ambas mantendrán relaciones con Zeus—, nos detendremos ahora en las familias de Titanes cuyos miembros son divinidades relacionadas con el mundo natural y su ordenamiento. Dos de estas familias fueron fundadas por parejas de Titanes, a saber, Océano y Tetys e Hiperión y Tea, mientras que las demás están fundadas por Titanes masculinos que no se casaron con sus hermanas, concretamente, Jápeto, que desposó a su sobrina, la oceánide Clímene, y Crío, que por matrimonio entró en la segunda familia de Gea al tomar por esposa a Euribia, hija de Ponto. Para una relación de los orígenes de los Olímpicos, cf. p. 127, y para los hijos de las titánides Themis y Mnemósine, cf. p. 124.
Océano y Tetys y sus hijos, las Oceánides y los ríos
El dios Océano (palabra cuyo origen no es griego) era un inmenso río que se creía que rodeaba la tierra por todos sus lados. La diosa Tetys es, a lo largo de la tradición, su esposa. De acuerdo con una tradición, como hemos visto, esta pareja había sido la primera y eran los antepasados de los demás dioses. Hesíodo, que tiene ideas distintas sobre esto, reconoce el estatus venerable del Océano, al menos en cuanto fuente de todos los ríos y arroyos de la tierra, al clasificarlo dentro del grupo de los Titanes más viejos.[98] Al igual que algunos de sus hermanos y hermanas, vivía demasiado lejos y demasiado identificado con sus corrientes como para hacer ninguna clase de aparición en las narraciones mitológicas. En la Ilíada Rea confía a su hija Hera a Océano y a Tetys para que la guarden a salvo en su palacio oceánico mientras Zeus se enfrenta a Crono y a los Titanes. Ferécides cuenta una historia en la que Océano intenta intimidar a Heracles con sus olas cuando el héroe trata de cruzar sus aguas para ir en busca del ganado de Gerión (cf. p. 348).[99] El dios aparece en escena en el Prometeo encadenado, a lomos de un grifo, o una criatura semejante, para mostrar compasión y dar consejo al encadenado Prometeo.[100] Tetys llegó a ser identificada con el mar a partir de época helenística. Un mito astral sugiere que se negó a que la Osa Mayor se introdujera en el mar por consideración a Hera, su antigua hija adoptiva, ya que se suponía que esta constelación polar, que nunca se sitúa por debajo del horizonte, representaba a Calisto, una antigua amante de Zeus transformada en osa (cf. p. 696).[101]
Océano y Tetys tuvieron tres mil hijos —es decir, innumerables—, entre los que estaban incluidos todos los ríos del mundo (Potamoi, palabra masculina en griego), y tres mil hijas, las ninfas del Océano u Oceánides (Okeanidai o Okeaninai). Las funciones de estas últimas no se circunscribían exclusivamente al agua. Hesíodo hace hincapié en que están diseminadas por todas partes, y que aparecen tanto en la tierra como en las profundidades acuáticas, y observa que en particular cuidan de los más jóvenes.[102]
La Teogonía da una lista de 41 Oceánides. Aunque los nombres de muchas no sean nada más que invenciones poéticas, como también ocurre con las Nereidas, se pueden encontrar entre ellas algunas figuras dignas de mención. Metis, la personificación de la inteligencia artera, fue engullida por Zeus después de que concibieran, y reaparece, de acuerdo con esto, en uno de los añadidos posteriores a la Teogonía (cf. p. 123), como también sucede con la oceánide Eurínome, que dio a luz a las Gracias después de su relación con Zeus (cf. p. 124). A menudo Peito (Persuasión), que preside sobre todas las formas de persuasión, de la política a la amatoria, aparece como ayudante de Afrodita (cf. p. 266). Tyche (Fortuna, equivalente a la diosa romana de ese nombre) se convirtió en una diosa de cierta importancia en época helenística y tardía, cuando recibió amplios honores como poder universal y en relación con las fortunas concretas de lugares e individuos. Dione, que a veces aparece como consorte de Zeus, era la madre de Afrodita según la versión homérica (cf. p. 127). Hesíodo incluye a Calipso en la lista, pero no hay que suponer que tuviera a la amante de Odiseo en mente cuando se refirió a ella: aunque la relación de Odiseo con la diosa de ese nombre aparece mencionada en ese mismo texto de la Teogonía, es al final del poema y en una sección que fue añadida después de la época de Hesíodo.[103] Homero la describe como hija de Atlas. Doris era la esposa de Nereo y la madre de las Nereidas (cf. p. 92); Clímene, la esposa del titán Jápeto (cf. p. 90); Calírroe, la esposa de Crisaor y la madre de Gerión (cf. p. 103); Perseida, la esposa de Helios, e Idía, la esposa de Eetes, rey de la Cólquide. Si Hesíodo pone a Estigia, la diosa del río infernal de ese mismo nombre, al final de la lista, eso indica que es la más importante de las Oceánides,[104] pero hablaremos de ella más adelante en conexión con su esposo (cf. p. 90). La mayor parte de las muchachas que aparecen nombradas como sirvientas de Perséfone en el Himno homérico a Deméter son Oceánides según la lista de Hesíodo.[105] Apolodoro clasifica a Anfítrite, la consorte de Poseidón, como una oceánide, en lugar de cómo una nereida como aparece en la Teogonía.[106] El coro que aparece en el Prometeo encadenado está formado por un grupo de Oceánides.
En la parte masculina de la familia, Hesíodo sólo menciona algunos de los ríos más importantes, y a modo de ejemplo. Este análisis será aún más limitado y sólo se tratará a los cuatro que tienen un mayor interés desde el punto de vista mitológico: el Erídano, el Aqueloo, el Alfeo y el Escamandro. En origen un pequeño río que fluía en algún lugar del norte de Europa, el Erídano fue identificado con el Po,[107] a veces con el Ródano, o con ambos ríos en una combinación geográfica imposible (cf. p. 512). Se suponía que Faetón se hundió en él cuando cayó del carro del Sol (cf. p. 84) y que los Argonautas habían cursado sus aguas durante su viaje de regreso, para pasar del norte del Adriático al Mediterráneo occidental (cf. p. 513). Dado que el transporte de ámbar se hacía desde el Báltico al Mediterráneo a través de diferentes ríos de Europa occidental, entre otras rutas, es lógico que el Erídano se convirtiera en la fuente del ámbar para la tradición griega[108] (para la leyenda que explicaba la relación entre el ámbar y este río, vid. infra p. 84). Los griegos daban el nombre de este río a la constelación meridional de estrellas en forma de río conocida aún como Erídano.[109] El dios del Erídano no tiene mitos como entidad personificada. El Aqueloo, que nacía en el Epiro, en el noroeste de Grecia, y desembocaba cerca del norte del golfo de Corinto, era el mayor río de Grecia. El río y su dios tuvieron un papel muy significativo en la leyenda del héroe argivo Alcmeón (cf. p. 429) y Heracles luchó contra él por la mano de Deyanira, que llegó de Calidón, no lejos de sus corrientes (cf. p. 369).
El Aqueloo aparece también en dos mitos de transformación recogidos por Ovidio. De acuerdo con uno de ellos, algunas náyades se olvidaron de invitarle a un sacrificio local y a una fiesta junto a otras divinidades de la región, lo que causó que creciera enfurecido hasta que sus aguas inundaron las tierras y las arrastró hasta el mar, en donde se convirtieron en las Equínades, un grupo de islas frente al golfo de Corinto, no lejos de la desembocadura del Aqueloo.[110] El otro mito cuenta cómo sedujo una vez a una doncella llamada Perimele, cuyo padre Hipodamante se enfureció tanto que la arrojó desde un acantilado al mar. Aqueloo la mantuvo en el agua, sin embargo, y pidió ayuda a Poseidón, que la convirtió en la isla que recibe ese nombre.[111]
El dios del Alfeo, el río más largo del Peloponeso, era célebre por su amor por Aretusa, una ninfa de Siracusa. Aunque la idea de que el río viajaba a través del mar hasta llegar a Sicilia era ciertamente muy antigua, y está recogida por Íbico y Píndaro, el poeta bucólico Mosco (siglo II a. C.) es el primer autor que afirma que Alfeo llevó a cabo ese viaje por amor. Emergió de su desembocadura, se sumergió en las profundidades marinas y lo cruzó de tal modo que sus aguas dulces nunca se entremezclaron con las saladas del mar.[112] Ovidio y Pausanias explican el origen de la fuente siracusana a través de historias de metamorfosis. Según Ovidio, Aretusa era una ninfa del Peloponeso más interesada en la caza que en el amor, pero que sin pretenderlo despertó el amor de Alfeo al bañarse desnuda en sus aguas después de una cacería. Cuando comenzó a perseguirla, Ártemis intentó rescatarla envolviéndola en una niebla y luego transformándola en un arroyo. Cuando Alfeo recuperó su forma original para mezclar sus aguas con las del reciente arroyo, Ártemis se vio obligada a pasar de nuevo a la acción y abrió una hendidura en la tierra para que Aretusa escapara a Sicilia, en donde dio origen a la fuente que lleva su nombre.[113] Ovidio no dice que Alfeo viajara hasta Siracusa para perseguir a su amor, como en la historia tradicional, por lo que no podemos dar por sentado este hecho, ya que Ártemis amañó la huida a Sicilia para evitar que Alfeo se mezclara con ella. Según la versión de Pausanias, Alfeo adquirió su forma de río como resultado de una transformación, ya que en origen era un cazador del Peloponeso que se enamoró de una cazadora llamada Aretusa. Como suele suceder con las cazadoras que aparecen en los mitos, ella no tenía deseos de casarse con nadie, por lo que huyó cruzando el mar hasta llegar a Siracusa, donde se convirtió en una fuente en circunstancias que no llega a explicar. Por su parte, Alfeo se convirtió en un río «por amor», presumiblemente para poder mezclarse con el arroyo.[114]
El Escamandro es célebre por su aparición en la Ilíada como el río principal de la llanura troyana. Homero cuenta que surgió a partir de dos fuentes contiguas, una caliente y otra helada, y era célebre por el limo que acarreaba en sus aguas.[115] El Escamandro recibía muchos honores por parte de los troyanos que le sacrificaban gran cantidad de toros y que solían arrojar caballos vivos a sus aguas.[116] Cuando Aquiles se dirige hacia Troya después de la muerte de Patroclo, ofende severamente a Escamandro al manchar sus aguas con una multitud de cadáveres de guerreros troyanos. Ante el desprecio de Aquiles hacia sus protestas, el dios río inunda sus riberas, para quitar de ellas los cadáveres y ahogar a Aquiles, lo que casi consigue. A continuación llama al Simoente, el otro gran río de la llanura troyana, para pedir su ayuda y Aquiles hubiera encontrado una muerte segura si Hera, la gran protectora de los griegos, no hubiera pedido a Hefesto que obligara al Escamandro a retornar a su curso prendiendo fuego a sus riberas.[117] Fuentes más tardías afirman que Teucro, el primer rey de Troya, era hijo del Escamandro, y que los dos reyes siguientes, Tros y Laomedonte, se casaron con hijas del dios-río (cf. pp. 660 y ss.).[118] Esto refleja un esquema común en el que los gobernantes primeros o sus esposas aparecen como hijos de dioses-río locales, lo que resulta fácilmente comprensible, ya que los ríos son una característica fundamental del paisaje.
Según una tradición recogida por Aristóteles, al Escamandro se le llamaba Janto (Xanthos) porque volvía al ganado amarillo en cuanto bebía de sus aguas. Esta idea inspiró un mito tardío en el que se narraba que Hera, Atenea y Afrodita (o esta última a solas) se habían bañado en este río para que su cabello se volviera dorado antes del juicio de Paris.[119]
Los hijos y descendientes de Hiperión y Tea
El titán Hiperión y su esposa y hermana Tea, que no son protagonistas de ningún mito, eran los padres de tres hijos que trajeron la luz a los cielos: Helios (Sol), Selene (Luna) y Eos (Aurora).[120] Estas divinidades no recibieron gran culto en Grecia, aunque Helios era invocado en juramentos por su naturaleza de «dios que todo lo ve» y que podía ser testigo de cualquier perjurio. Su centro de culto más importante estaba situado en Rodas, en donde recibía honores como dios de primer rango. Píndaro recoge una leyenda que explica cómo llegó a convertirse en señor de la isla. Mucho tiempo atrás, cuando los dioses se repartieron la tierra entre ellos, Helios no recibió un dominio porque se encontraba ausente, presumiblemente en su viaje diario a través del cielo. Aunque Zeus no intentó reparar la situación mediante un nuevo reparto del lote, Helios dijo que se sentiría satisfecho con una tierra nueva y maravillosa que había visto mientras se levantaba sobre las aguas del mar: la isla de Rodas. De modo que tomó a Rodas por esposa y tuvo siete hijos con ella, uno de los cuales, llamado en algunas tradiciones Cércafo, fue el destinado a ser el padre de los héroes epónimos de las tres mayores ciudades de la isla: Yáliso, Camiro y Lindo.[121] En el continente, Helios recibía culto en Corinto (cf. p. 154 para la historia de cómo compitió con Poseidón por la ciudad y la tierra). Desde el período clásico en adelante, a menudo se le identificó con Apolo, una divinidad radiante lo mismo que Helios.[122] El hecho de que ambos dioses sean arqueros —la descripción de los rayos del Sol como flechas es una metáfora común y natural— debe haber alentado esta identificación.
En el arte y la literatura, Helios aparece representado normalmente como un auriga que conduce su carro a través del cielo cada día desde oriente a occidente, aunque también se le imagina a menudo a caballo, o volando por medio de sus alas. En las pinturas, a menudo su cabeza aparece rodeada por un nimbo y por rayos de luz. Su carro consiste en cuatro —o a veces, dos— caballos brillantes, a los que generalmente se les representa alados en las imágenes más arcaicas. A los poetas les gustaba darles nombres apropiados como Pirunte (Encendido), Éoo (Oriente), Aetón (Ardiente), Flegonte (Llameante) y de ese estilo.[123] Helios se hundía en el curso del Océano en el extremo oriente después de su viaje diario, allí se bañaba y se relajaba antes de viajar de nuevo al oriente durante la noche. De un modo ingenuo se creía que hacía su viaje flotando por el curso del Océano, dentro de una gran copa dorada que le había fabricado Hefesto y que él prestó a Heracles en una o dos ocasiones, como veremos más adelante (cf. p. 348). Su palacio se encontraba cerca del lugar de la salida del sol en el oriente, aunque en ocasiones se mencione la existencia de un palacio occidental en la tradición posterior. De acuerdo con el poeta elegíaco arcaico Mimnermo, mantenía sus rayos de sol en una cámara dorada en su palacio.[124]
De acuerdo con la Odisea Helios poseía siete vacadas inmortales y siete rebaños de ovejas pastoreados por dos de sus hijas en Trinacia, una isla vagamente situada en el extremo occidental, luego identificada con Sicilia. Cuando quedaron detenidos en esa isla a causa del mal tiempo, los compañeros de Odiseo mataron algunos de los rebaños para calmar su hambre, a pesar de que Odiseo había dado órdenes expresas de no hacerlo, un acto sacrílego que fue desvelado a Helios por su hija Lampetía. Helios se enfureció tanto que se dirigió a los dioses para quejarse y amenazó con abandonar el cielo e irse a iluminar a los muertos en el Hades si no se le compensaba adecuadamente. Zeus entró entonces en acción y lanzó un rayo contra el barco de Odiseo que provocó la muerte de todos los tripulantes a excepción de Odiseo (cf. p. 641).[125] Helios aparece también en un contexto completamente distinto en la Odisea, como el dios que todo lo ve y que informa a Hefesto de que su esposa Afrodita mantiene una relación adúltera con Ares (cf. p. 270). En virtud de su posición en el cielo, es capaz de desempeñar un papel semejante ante Deméter en el Himno homérico a Deméter indicando a la diosa que su hija Perséfone ha sido raptada por Hades (cf. p. 182).[126]
Se contaba que Augias, rey de Élide, tenía gran cantidad de rebaños que había recibido de su padre Helios. Según Teócrito, doce de esos animales eran blancos como cisnes destinados a ser sacrificados en honor de Helios.[127] Para las narraciones en las que se cuenta que Helios había dado la vuelta a su curso para mostrarle a Atreo una señal de los cielos o por horror ante la comida caníbal ofrecida por éste a Tiestes, cf. p. 652.
La esposa oficial de Helios, si se la puede llamar así, era Perseida (o Perseis), hija de Océano, y madre de dos hijos según la tradición más arcaica: Eetes, rey de la Cólquide, cuya leyenda aparecerá en conexión con el mito de los Argonautas, y la hechicera Circe, cuya remota isla fue visitada por Odiseo (cf. p. 637) y los Argonautas (cf. p. 514). Las fuentes posteriores les adjudican más hijos, los más célebres, Pasífae, esposa de Minos, y Aloeo, el primer rey de Sición (cf. p. 561).[128] Lampetía y Faetusa, que guardaban el ganado de Helios en Trinacia, aparecen en la Odisea como hijas de Helios y de una tal Neera.[129]
El más conocido de los hijos ilegítimos de Helios era Faetón (el Radiante), que nació de él y de Clímene, la esposa de Mérope, rey de los etíopes. Las fuentes señalan que Clímene era también hija de Océano, como la esposa de Helios, aunque no haya que confundirla con la oceánide de ese nombre que aparece en la Teogonía como esposa de Jápeto.[130] Aunque no haya testimonios antiguos que evidencien la célebre leyenda de la desgracia de Faetón con el carro de su padre, la historia posiblemente ya era conocida en tiempos cercanos a Hesíodo,[131] quizá apareciera ya en el Catálogo o en la Astronomía y seguramente en la tragedia perdida de Esquilo Heliades. La historia toma la forma siguiente en el relato completo que hace Ovidio. Faetón fue criado por Clímene en el palacio de su esposo, que se encontraba en el extremo oriente no muy lejos del palacio de Helios. Le dijo que él era hijo de Helios y él se jactó en público de ser un descendiente del dios hasta que uno de sus compañeros no pudo resistirlo más y le acusó de ser un mentiroso. Cuando pidió ayuda a su madre, ella juró por el propio Helios que había dicho la verdad y le aconsejó que visitara el palacio de su padre si quería más confirmación aún. Entonces él partió en dirección al espléndido palacio del dios Sol, cuyos muros y columnas eran de metal resplandeciente y el techo de marfil. Helios le dio una amable bienvenida, le reconoció como hijo y le dijo que le concedería cualquier deseo que le pidiera. Cuando le respondió que le permitiera conducir el carro del sol a través del cielo al día siguiente, Helios intentó advertirle de los peligros que eso conllevaba, pero finalmente se vio obligado a darle su consentimiento de acuerdo con su promesa. Tal y como Helios había previsto, Faetón fue incapaz de controlar los vigorosos caballos del carro y de mantenerse en el camino, a veces se elevaba demasiado en el cielo y a veces descendía demasiado al suelo, lo que provocó que la Tierra se alarmara y comenzara a temer por su propia vida, ya que su superficie se quemó y sus aguas se secaron. Entonces se dirigió a Zeus urgentemente, quien lanzó un rayo contra Faetón que cayó del carro y encontró la muerte al sumergirse en las profundidades del río Erídano (cf. p. 79).[132] Todas las figuras más importantes de esta historia aparecen en las fuentes más antiguas. Hay una versión ligeramente distinta de esta historia en la que Faetón se sube al carro a escondidas de su padre y sin su permiso.[133]
Las hermanas de Faetón, las Heliadas, le lloraron con tanto duelo después de su muerte que Zeus o los dioses en conjunto se apiadaron de ellas y las transformaron en álamos, y así continuaron llorando a su hermano bajo su nueva forma, derramando lágrimas de resina en la corriente del Erídano, de ahí el origen del ámbar.[134] En otra versión menos célebre, fue su padre el que las convirtió en árboles por haber enganchado los caballos a su carro para que se montara Faetón sin haber dado él permiso.[135] La muerte de Faetón fue también llorada por Cicno, rey de los ligurios, un excelente músico, familiar o amigo de Faetón, o seguramente su amante. Los dioses —quizá habría que decir Apolo— se apiadaron de su pena y le convirtieron en un cisne (kyknos en griego), un ave que comparte su condición natural para la música y que canta tristemente antes de morir.[136] Algunas versiones añaden que Cicno fue llevado al cielo transformado en la constelación del Cisne (Cygnus).[137]
Cuando se creó el mito que explicaba el origen del girasol, una planta que siempre tiene sus flores dirigidas al sol, Helios estaba destinado a desempeñar un papel central en la narración. Ésta es la versión que da Ovidio: cuando Helios contempló a Leucótoe, hija de Órcamo, rey de Persia, la más bella joven en la tierra de las especias, concibió una pasión desenfrenada por ella, tanto que se olvidó de todos sus amores anteriores. El dios tomó la apariencia de su madre y se introdujo en la habitación de la muchacha, hizo que sus sirvientes salieran y entonces recobró su forma original para seducirla. Una de sus sirvientas, una tal Clitia, que en otras versiones aparece como hermana de Leucótoe, estaba tan celosa de ella que comenzó a contar a todo el mundo que Leucótoe tenía un amante. Cuando escuchó el rumor, su padre, enfurecido, la enterró viva y ella murió antes de que Helios pudiera rescatarla. Sobrecogido por el dolor, derramó néctar sobre el cuerpo de su amada y sobre la tierra que estaba a su alrededor, y entonces en el lugar en el que se encontraba su cuerpo surgió un árbol de incienso. Respecto a Clitia, él la rechazaba, pero ella se consumía de amor por él y dejó de comer y de beber hasta que finalmente se convirtió en un girasol. Incluso en esta nueva forma mantiene su amor por Helios, como se manifiesta en el movimiento de estas flores. Según otra versión, el padre de Leucótoe recibe el nombre de Orcómeno, lo que implica que su historia era conocida en Beocia, en la Grecia continental.[138]
La radiante Selene (o Selenaia o a menudo Mene en los textos poéticos), la diosa de la luna, es representada a menudo como una auriga, al igual que su hermano. Nadie que haya visto los mármoles del Partenón puede olvidar la maravillosa cabeza de uno de los caballos de su carro. Algunos autores especifican que ella conduce un carro de dos caballos en lugar de uno de cuatro, como su hermano, de acuerdo con la imagen habitual que aparece en las pinturas de los vasos y en otras obras de arte. Ella conduce dos caballos blancos como la nieve e incluso, en algunas ocasiones, son bueyes los animales uncidos a su carro. En algunas representaciones, cabalga sobre un caballo a través de los cielos (o en un novillo, una mula o un carnero) sentada de lado sobre el animal con sus dos piernas en el mismo flanco.[139] Hay una versión literaria muy interesante de su viaje a través del cielo en el Himno homérico a Selene, en el que también se cuenta que una vez durmió con Zeus y fruto de esa noche fue una hija llamada Pandia, una oscura figura cuyo nombre puede ser una derivación de un epíteto de Selene.[140] La única leyenda notable recogida sobre la diosa de la luna es la que cuenta su amor por Endimión, un héroe de la Élide, región situada en la parte occidental del Peloponeso (cf. infra p. 534). Hay también una leyenda muy interesante, pero muy poco atestiguada, en la que se narra cómo Pan la sedujo. Virgilio menciona de pasada en las Geórgicas que se la ganó ofreciéndole el vellón de una oveja blanco como la nieve. Los escolios a Virgilio señalan que el poeta helenístico Nicandro había compuesto una versión en la que Pan se envolvía a sí mismo en el vellocino para acercarse a ella.[141] La rusticidad del cuento sugiere que puede ser una leyenda local de Arcadia.
Hay desacuerdos respecto al linaje de Selene. Según el Himno homérico a Hermes, su padre era Palante, hijo de Megamedes, del que no hay más testimonios,[142] que quizá puede ser identificado con el Palante del que se dice en la Teogonía que es uno de los hijos del titán Crío. En el Himno homérico a Helios, se cuenta que Hiperión la había engendrado a ella y a sus dos hermanos de Eurifesa (la que brilla por todas partes) en lugar de engendrarla de Tea.[143] En la tragedia tenemos uno o dos pasajes que se refieren a ella como hija de Helios (no como hermana), lo que parece apropiado además por el hecho de que su luz es prestada.[144] Herse (Rocío), la diosa de la personificación del rocío, es descrita como hija de Zeus y Selene en un fragmento de un poema lírico de Alcmán,[145] pero en realidad esto no es más que una fantasía alegórica que se refiere a la caída del rocío asociada con las noches de luna clara. A menudo Selene es identificada con Ártemis en época posclásica, al igual que Helios es identificado con Apolo; parece además que un fragmento de Esquilo sugería que Selene era hija de Leto.[146] Tenía bastante importancia en la magia como diosa que podía aparecer en los conjuros, especialmente en los amorosos: en el Idilio II de Teócrito es invocada por una muchacha que pronuncia un conjuro amatorio.[147]
En tercer lugar, de la unión de Hiperión y Tea nace Eos (Aurora en latín). Como diosa que da luz brillante y que sube al cielo delante de Helios, representa más que lo que generalmente entendemos por la aurora, a saber, la luz del nuevo día (y, en un significado más extenso, la luz del día sin especificar). Hemera, la personificación del día, es a menudo identificada con Eos como consecuencia de esto, a pesar de que sean seres distintos en la Teogonía (cf. p. 299). En las obras de arte se representa a Eos alada, a diferencia de sus dos hermanos, pero en calidad de diosa que trae luz aparece, al igual que ellos, subida en un carro, por lo general, un carro tirado por dos caballos, como el de Selene. En la poesía de Homero en adelante, se la describe con epítetos pintorescos que remiten a los colores del cielo en la aurora, como «de dedos rosados» (rododaktylos) o «de túnica azafranada» (kokropelos).[148]
Comparativamente, Eos tiene una personalidad muy marcada y aparece como una diosa amorosa a la que le gusta raptar a jóvenes hermosos. La historia más famosa y recordada es la que cuenta su relación con Titono, hijo de Laomedonte, rey de Troya, y hermano de Príamo. Esta leyenda era muy antigua, ya que tanto la Ilíada como la Odisea dicen que Eos se levanta «del lecho que ocupaba junto al admirable Titono» para llevar la luz a inmortales y mortales.[149] Homero especifica que Titono era hijo de Laomedonte, y fuentes posteriores indican que era hijo legítimo del rey y de Estrimo, hija del Escamandro en la mayor parte de las versiones.[150] El Himno homérico a Afrodita nos aporta la narración más antigua de la historia. Eos se lo llevó y pidió a Zeus que lo convirtiera en inmortal, pero no se le ocurrió añadir que lo volviera también eternamente joven para que no le afectaran los estragos de la vejez. Mientras que él fue joven, vivieron felizmente juntos en las orillas del Océano, en los límites de la tierra; pero cuando comenzaron a aparecer lo primeros cabellos grises en su pelo y en su barba, Eos dejó de dormir junto a él, aunque continuó cuidándole en su casa, dándole comida, ambrosía y bellos ropajes. Cuando se volvió tan débil que no podía siquiera mover sus labios, lo metió en una habitación con las puertas clausuradas, en donde, desamparado, no cesa nunca de balbucear.[151] De acuerdo con una historia que aparece por primera vez ya en época clásica, Eos acabó por convertirle en un insecto musical, la cigarra (tettix).[152] Posiblemente la inspiración de esta idea se encuentre en el incesante balbuceo (aspetos pheme) del inválido Titono en el Himno homérico, por otra parte, la charla aguda de los ancianos es comparada al canto de las cigarras en un famoso pasaje de la Ilíada.[153] Puede ser también relevante que se pensara que las cigarras se alimentaban sólo durante la aurora, ya que podría suponerse que Titono no recibía alimento una vez que se le encerraba tras las puertas. En una fuente se menciona que Eos le transformó para poder disfrutar así de su voz.[154] En los días primeros y felices, le dio dos hijos, Memnón, rey de los etíopes, que luchó como aliado de los troyanos en los últimos momentos de la guerra de Troya (cf. p. 605), y Ematión, que murió a manos de Heracles en Etiopía (cf. p. 357).[155] Podemos imaginarnos a la pareja viviendo en algún lugar del lejano oriente, cerca de la aurora. Su hijo Memnón siempre estuvo asociado con el oriente, como veremos, en lugar de con la Etiopía africana.
La Odisea se refiere a dos amores de Eos, diciendo en primer lugar que raptó al cazador Orión, lo que produjo molestias entre los dioses, ya que no veían con muy buenos ojos las relaciones entre diosas y mortales; por ello convencieron a Ártemis de que lo matara en su morada de Ortigia, a menudo identificada con la isla de Delos en épocas posteriores.[156] Esta versión de la muerte de Orión fue desplazada por otras en las tradiciones posteriores (cf. pp. 722-723). La Odisea también menciona que Eos estaba tan prendida por la belleza de Clito, hijo de Mantio y nieto del gran adivino Melampo, que se lo llevó con ella para habitar juntos entre los inmortales.[157] Se cuenta en la Teogonía, en un añadido posterior a Hesíodo, que Eos amó a un tal Céfalo y que ambos tuvieron un hijo llamado Faetón —no confundir con el hijo de Helios del que hemos hablado antes—, al que tomó Afrodita para que sirviera en su templo.[158] Aunque este Céfalo, aparentemente un hijo de Hermes, es realmente una figura distinta del Céfalo, hijo de Deyón, que es el marido de Procris en la leyenda ática, los dos quedaron a menudo identificados en las tradiciones posteriores, y como consecuencia de ello Eos aparece a veces como personaje en la leyenda de Céfalo y Procris (cf. infra p. 485). Para explicar esta naturaleza enamoradiza de Eos, algunos afirmaban que Afrodita era la causante y que la había castigado así por haberse acostado con Ares, el amante o esposo de Afrodita.[159]
Tenemos que añadir que, junto a su larga lista de amores, Eos tenía un esposo, Astreo (Estrellado), hijo del titán Crío y de la oceánide Euribia. Los hijos de este matrimonio eran las estrellas de los cielos y los tres vientos principales, Bóreas (el viento del Norte), Céfiro (viento del Oeste) y Noto (viento del Sur).[160]
Hesíodo afirma que la Estrella de la Mañana (Heosphoros) es la más importante dentro de los hijos de Eos. Cabe señalar en relación con esto que no se consideraba que los planetas, o «estrellas errantes» (planetes asteres), fueran diferentes de las estrellas fijas. En griego el planeta que conocemos ahora como Venus recibía el nombre de Heosphoros (el que trae la aurora) o Phosphoros (el que trae la luz), en cuanto estrella de la mañana, y de Hésperos cuando se le señalaba como la estrella del atardecer (hesperos aster). Sin embargo desde muy pronto, antes de la época clásica, se pensó que ambas estrellas eran realmente la misma. Incluso a pesar de que Eos no era la madre de todas las estrellas, era concebible que Heosphoros fuera hijo de Eos, ya que él es el que anuncia el alba. De hecho, y acaso como resultado de esta idea primigenia, Hesíodo decidió convertir a Eos en la madre de todas las estrellas y también pensar que ella había de tener un marido-estrella. Aunque Heosphoros no aparece como protagonista de ningún mito, tiene una pequeña aparición en las genealogías heroicas como padre de Ceux, esposo de Alción (cf. p. 533) y de Telauge, la madre de Autólico.[161]
Quizá se pensaba que Eos encajaba bien con la figura de madre de los vientos porque en Grecia a menudo se levanta viento al amanecer. Hesíodo afirma que los tres vientos más importantes son sus hijos, mientras que todos los vientos devastadores de naturaleza inferior son clasificados como vástagos del monstruo Tifón (cf. p. 131). Aunque Céfiro (el viento del Oeste) aparece como un viento purificador en la Teogonía y tiende a ser más tormentoso en Homero, acostumbramos a encontrárnoslo como un viento amable y plácido en las tradiciones posteriores. En la Ilíada, la mensajera divina Iris visita al «tormentoso viento Céfiro» en su morada, mientras éste se encuentra cenando allí junto a otros vientos, para pedirle que él y Bóreas soplen sobre la pira funeral de Patroclo, ya que Aquiles ha elevado una plegaria para que le ayuden porque la pira no arde.[162] Como veremos más adelante (cf. p. 100), Homero afirma que Céfiro y una Harpía eran los padres de los caballos de Aquiles. Bóreas, el violento viento del Norte, descendía hasta Grecia desde su morada septentrional en Tracia. Su historia más importante es la leyenda ateniense que cuenta que raptó a Oritía, una princesa del Ática, para desposarla (cf. infra p. 483). Ella le dio dos hijos: Zetes y Calais, los Boréadas (Boreadai), que participaban de algún modo de la naturaleza de su padre como seres alados que podían volar veloces a través del aire, y se hicieron célebres por su persecución de las Harpías (cf. p. 506). Como consecuencia de este matrimonio que le relacionaba con Atenas, Bóreas brindó una ayuda especial a los atenienses en más de una ocasión (cf. p. 485). Noto, el dios del viento húmedo del sur, que era considerado un viento poco saludable, nunca se convirtió en una figura mitológica de relevancia. Los vientos solían ser representados con alas, barba y a menudo con un aspecto salvaje. De acuerdo con las diferentes concepciones que pueden encontrarse en Homero, los vientos podían ser vistos ya como agentes independientes o bien como seres sujetos al control de Eolo, el señor de los vientos (cf. p. 635).[163]
Los hijos de Crío y Euribia
El Titán Crío (Kreios), una figura bastante oscura, contrajo matrimonio con una hija de Ponto (Mar) llamada Euribia. Tuvieron tres hijos: Astreo, Palante y Perses, que gozaron de bastante significación dentro del esquema genealógico por convertirse en los maridos de Eos, Estigia y Asteria, diosas que son mucho más importantes que sus consortes.[164] Ya ha aparecido Astreo en relación con Eos. Palante se casó con Estigia, la diosa del río infernal así llamado (cf. p. 161), a la que Hesíodo considera la mayor de todas las Oceánides. Con Palante engendró cuatro hijos, que son cuatro personificaciones, Celo (Emulación o Gloria), Nike (Victoria), Cratos (Poder o Fuerza) y Bia (Violencia).[165] Cuando estaba a punto de producirse la gran guerra entre los Titanes y los dioses, mientras Zeus estaba reclutando a sus aliados, Estigia, a petición de su padre Océano, le presentó a sus cuatro hijos, que representaban fuerzas de gran valor para el conflicto que se avecinaba. Zeus se mostró agradecido a Estigia y le concedió grandes honores a ella y a sus hijos, declarando que todos los juramentos solemnes se harían tomando a sus aguas por testigo. Además, sus hijos vivirían junto a él por siempre, en la medida en que las cualidades que ellos encarnaban se convirtieran en sus propios atributos.[166] Tiempo después, cuando surgieron severas disputas entre los dioses, Zeus mandó a Iris al infierno para que cogiera agua de la Estigia en una jarra de oro. De ese modo, si algún dios juraba en falso, se le privaría de néctar y de ambrosía durante un año (lo que le pone en una especie de coma), al cabo del cual es apartado de la compañía de los dioses durante otros nueve años.[167] Perses, el hijo de Crío y Euribia del que aún no hemos hablado, contrajo matrimonio con Asteria, una hija del titán Ceo y de Febe, y engendró junto a ella a la diosa Hécate (cf. p. 259).[168] Hesíodo señala que él era célebre por su sabiduría, pero no se conservan mitos que nos cuenten cómo la empleaba. Hay que distinguirlo de dos héroes mortales que llevan el mismo nombre: un hermano de Eetes (cf. p. 521) y un hijo de Perseo (cf. p. 320).
Los hijos de Jápeto y Clímene
El titán Jápeto desposó a la oceánide Clímene (o a la oceánide Asia) y ambos engendraron cuatro hijos: Prometeo, Epimeteo —cuyos mitos interrelacionados consideraremos en el siguiente capítulo (cf. pp. 141 y ss.)—, Atlas, el que cargaba con el peso del cielo, y Meneceo, personaje bastante oscuro si se le compara con sus hermanos.[169] Hesíodo indica que Meneceo luchó contra Zeus como su célebre hermano Prometeo, pero no da ningún detalle sobre ello, tan sólo dice que Zeus le golpeó con su rayo y le arrojó al Érebo (la oscuridad inferior, presumiblemente el Tártaro), debido a su locura y a su osadía.[170] Parece que los autores posteriores sabían poco más sobre él de lo que sabemos nosotros. Apolodoro afirma, claro está, que fue herido por Zeus durante la guerra entre los Titanes y los dioses, evidentemente porque Meneceo se puso de parte de los Titanes, pero quizá esto sea la conjetura de un mitógrafo antes que una tradición arcaica genuina.[171]
Atlas desempeñaba la ardua, pero esencial, tarea de aguantar el cielo. Como sucede en el caso de Meneceo, en época tardía se supuso que había enfurecido a Zeus al ponerse también de parte de los Titanes (o incluso de liderarlos) durante la guerra contra los dioses, y que a consecuencia de ello fue castigado a cumplir con ese cometido.[172] En realidad no hay razón alguna para considerar que en la tradición antigua su tarea fuera vista como un castigo por una ofensa concreta que hubiera cometido. Según la Teogonía, aguanta el cielo con su cabeza y sus manos y se encuentra en los confines de la tierra, cerca de las Hespérides (es decir, en el lejano occidente). En una versión más suave, la que aparece en la Odisea, sujeta las elevadas columnas que separan la tierra del cielo, de pie en algún lugar en el mar.[173] En las obras de arte, generalmente, aparece sosteniendo un globo que representa el cielo, y en algunas ocasiones vemos representadas en el globo las figuras de las constelaciones. Aunque Pausanias señala que en el cofre de Cípselo aparecía sosteniendo la tierra y el cielo, así como en las imágenes que había alrededor de la estatua de Zeus en Olimpia,[174] presumiblemente los artistas tendían a que el globo representara sólo el cielo. Heródoto es nuestra fuente más antigua para una versión racionalista e indica que el cielo se apoyaba sobre el monte Atlas, en las regiones occidentales del norte de África.[175] Atlas vivió tan lejos, y estaba tan impedido por su tarea, que tenía pocas oportunidades de aparecer en la mitología heroica. De hecho, la historia en la que Heracles toma su carga para que Atlas vaya a coger las manzanas de las Hespérides (cf. p. 358) es el único mito completamente antiguo en el que aparece. Tuvo, sin embargo, importancia genealógica como fundador de una de las grandes familias heroicas, la de los Atlántidas (cf. capítulo XV).
La familia de Ponto y Gea
Gea fundó otra familia al emparejarse con su hijo Ponto (Mar). La mayoría de sus miembros eran ninfas acuáticas, o también seres monstruosos que podían ser considerados como descendientes de un elemento informe. Ponto apenas aparece personificado y no se le conocen ni mitos ni que se le rindiera culto, ya que el gran dios de los mares para los griegos fue Poseidón, una divinidad olímpica. Gea engendró cinco hijos de su relación con Ponto, una de ellos, Euribia, ya ha aparecido como esposa del titán Crío. Nereo era un dios marino que fue el padre de una gran progenie de ninfas marinas, las Nereidas; Taumante fue el padre de las Harpías y de Iris, la diosa del arco iris. Nereo y Taumante, por orden de Gea, tomaron como esposas a las Oceánides, mientras que Forcis, que era un dios marino como Nereo, desposó a su hermana Ceto para fundar una familia de monstruos.[176]


Nereo, Dóride y sus hijas, las Nereidas
Nereo, el hijo mayor de Ponto y Gea, era un dios marino que vivía en el interior de una brillante cueva en las profundidades del mar junto a sus muchas hijas, las Nereidas. Tiene poca importancia en los mitos y casi ninguna en el culto, al menos durante la época clásica. Hesíodo lo describe como una divinidad honesta y que jamás engaña, evidentemente debido a sus poderes proféticos, poderes que suelen ser bastante habituales en las divinidades marinas, y afirma que recibe el nombre del «anciano» (geron, un epíteto que sugiere su provecta sabiduría), ya que es infalible, afable y siempre consciente de lo que es correcto.[177] Este epíteto de «anciano» o de «Viejo del mar» era un título colectivo que podía ser aplicado también a otros dioses marinos subordinados a Poseidón, como Forcis (cf. p. 100) y Proteo (cf. p. 624), así llamados en la Odisea.[178] Como podría parecer, de acuerdo con la descripción que lleva a cabo Hesíodo, la imagen de Nereo es la de una divinidad bondadosa, sabia, siempre dispuesta a prestar ayuda y que no tiene rasgos terribles. Nereo aparece en un solo mito importante, la vieja historia en la que Heracles lucha contra él para que le revele el camino que conduce a las Hespérides (cf. p. 355). Aunque intentó escapar transformándose en agua y en fuego y en todas las bestias posibles, el héroe no lo soltó en ningún momento y finalmente Nereo se vio obligado a contestar.[179] La lucha aparece en pinturas de vasos de los siglos VI y V a.C., en las que se ve a Nereo con una cola de pez en las primeras representaciones y luego con forma completamente humana. En otra versión muy antigua, entregó la copa de Helios a Heracles después de que aquél se ofreciera a prestársela (cf. p. 348).[180] En una de las Odas de Horacio, impone la calma sobre el mar para detener el barco de Paris, después de que el troyano haya raptado a Helena, y surge del mar para advertirle de todas las nefastas consecuencias que sucederán a causa de su acción.[181] A veces se sugiere en las fuentes tardías que había criado a Afrodita en su morada submarina.[182]
Nereo desposó a la oceánide Dóride y la pareja tuvo una gran familia de ninfas marinas, las Nereidas, que vivían con sus padres en las profundidades del mar.[183] Desempeñaban un importante papel en la creencia y el culto populares, mucho más que el propio Nereo. Heródoto señala que los persas llegaron a hacer un sacrificio en honor de las Nereidas, de acuerdo con el uso de los griegos, cuando su flota fue golpeada por una fuerte tormenta junto a las costas de Grecia. Con unas pocas excepciones, permanecieron todas juntas sin contraer matrimonio y sólo salían de su morada para competir con las bestias marinas entre las olas o para bailar en la costa.[184] Si las Nereidas eran una especie de sirenas según la concepción arcaica —aunque hay que señalar que carecían de cola de pez—, su nombre ha terminado señalando a las ninfas marinas y a las hadas en la Grecia moderna, en el lugar que ocupaban las Dríadas, Melias y otras. Mediante un cambio de significado semejante, el nombre gorgona ha terminado siendo aplicado a las sirenas.
Los poetas ejercitaron su ingenio a la hora de bautizar a las Nereidas, la mayoría con nombres referidos al mar y a la navegación, del tipo Nesea (Muchacha isla), Eulimina (Mujer de buen puerto), Cimotolega (Aquieta olas) y Pontoporea (Surcadora de mares). Hesíodo suministra un catálogo de cincuenta nombres, y otras listas, que pueden variar en diferentes aspectos, son las que nos transmiten la Ilíada, Apolodoro e Higino.[185] Las Nereidas apenas desempeñan un papel específico como grupo en las narraciones míticas, aunque Homero diga que acudieron a la costa junto a su hermana Tetis para llorar las muertes de Patroclo y de Aquiles (cf. pp. 600 y 605); y en la épica tardía se afirme que ayudaron a los Argonautas a pasar las Rocas Errantes por orden de Hera (cf. p. 515).[186] Tres de ellas emergen como personalidades propias, con historias de las que son protagonistas: Anfítrite, la reina de los mares, de la que hablaremos más adelante cuando tratemos a su esposo Poseidón (cf. p. 155); Tetis, la madre de Aquiles, que fue obligada a contraer matrimonio con un mortal; y Calatea, que fue cortejada por el cíclope Polifemo en un mito relativamente tardío ambientado en Sicilia. También cabe mencionar a una nereida menor, Psamata, que fue cogida por sorpresa por Éaco, rey de Egina, que concibió un hijo con ella, Foco (cf. p. 684).
La nereida Tetis y su breve matrimonio con Peleo
Tetis era una hermosa nereida a la que cortejaron Poseidón y Zeus. No obstante, una profecía decía que ella daría a luz un hijo que sería más poderoso que su padre. Entonces la titán Themis, que participaba de los poderes proféticos de su madre Gea, alertó a los dos dioses del peligro que corrían: si alguno de ellos engendraba un hijo con Tetis, el niño blandiría un arma mucho más poderosa que el rayo o el tridente. Ya que se había hecho con el poder después de deponer a su propio padre, al igual que su padre Crono antes que él, Zeus no necesitó una segunda advertencia y tanto él como su hermano estuvieron de acuerdo en que sería mucho mejor para todos ellos casarla con un mortal. A sugerencia de Themis, el héroe tesalio Peleo (cf. pp. 687 y ss.) fue el elegido para tal honor por lo excepcional de su piedad. Ésa es la versión que nos da Píndaro,[187] que en otra parte cuenta que Zeus entregó a Tetis a Peleo como recompensa por su rectitud al rechazar las proposiciones de la esposa de Acasto (cf. p. 687).[188]
En el Prometeo encadenado de Esquilo se cuenta que Prometeo sabía por Gea —su madre e identificada con Temis—[189] que Zeus estaba destinado a engendrar un hijo más poderoso que sí mismo y que encontraría su final si desposaba a determinada novia. Prometeo, que se había peleado con Zeus y había recibido tormento a causa de ello, se niega a desvelar la identidad de esa novia, a pesar de que Hermes le advierte de que Zeus le someterá todavía a un castigo más severo si continúa con su negativa a revelarlo.[190] Parece, sin embargo, que en la siguiente obra de la trilogía, el Prometeo desencadenado, revelaba que Tetis era la novia señalada por el hado y, de ese modo, conseguía su liberación.[191] Esta versión de la historia fue posiblemente inventada por el autor debido a sus intenciones dramáticas. Para el curso de los acontecimientos de la trilogía, cf. p. 144.
En una versión completamente distinta que aparece en las Ciprias, el primer poema épico del llamado Ciclo troyano, fue la propia Tetis la que rechazó la idea de unirse a Zeus, por respeto a los sentimientos de Hera. De acuerdo con una tradición arcaica que se puede rastrear en la Ilíada, Hera había sido quien había cuidado y criado a Tetis. Zeus se mostró tan enojado por la negativa de Tetis que juró que sería un mortal quien la desposara. Aparentemente ésta es la versión que aparecía también en el Catálogo de Hesíodo.[192]
Finalmente se decidió que Tetis se tendría de casar con un mortal, aunque éste no fuera precisamente su deseo, y se obligó a Peleo a capturarla por la fuerza, lo cual no era precisamente tarea fácil, ya que la diosa marina podía transformarse a su antojo. La tendió una emboscada en la costa tesalia y la cogió por sorpresa según salía del mar. A continuación la agarró firmemente, a pesar de que la nereida intentaba escapar metamorfoseándose continuamente. Píndaro es el autor más antiguo conservado que alude a la historia y puntualiza que la diosa se convirtió en fuego, en un león de afiladas garras y terribles fauces. No obstante la aparición de la historia del rapto de Tetis en las artes visuales se remonta al siglo VII a.C., y sus transformaciones son indicadas con regularidad a partir de la segunda mitad del siglo VI a.C. en adelante.[193] Tanto la literatura como las artes indican que se había convertido en un león y en una serpiente. Sabemos por Pausanias que el cofre de Cípselo la representaba con una serpiente que salía amenazadora de su mano, lo que es indicio de una transformación.[194] Los autores desde Heródoto y Eurípides en adelante a menudo localizan el suceso en el cabo Sepia en Tesalia, en el extremo sur de la región costera oriental de Magnesia. Debido a la gran tormenta que destruyó buena parte de la flota del rey persa Jerjes en las proximidades de la zona en el año 480 a.C., parte de la costa, según Heródoto, fue consagrada a Tetis e incluso los persas ofrecieron un sacrificio a Tetis y a las Nereidas.[195] Las fuentes posteriores afirman que el cabo Sepia recibió ese nombre porque Tetis se convirtió en una sepia durante su forcejeo con Peleo, y que éste logró dominarla finalmente cuando se encontraba bajo esa forma.[196] A veces se cuenta que Peleo actúo de acuerdo con los consejos del sabio centauro Quirón cuando emboscó a Tetis y la tomó por novia.[197] Quizá esta historia en la que se apodera de ella por sus propias fuerzas tenía un origen distinto a aquella que cuenta que Tetis fue entregada a Peleo por Zeus, incluso a pesar de que ambas versiones no entren necesariamente en conflicto y lleguen a combinarse en tradiciones posteriores.
Este cuento pintoresco estaba destinado a acabar en una obra de Ovidio. De acuerdo con su versión, Peleo fracasó la primera vez que intentó hacer el amor con la diosa. A ella le gustaba cabalgar desnuda sobre el mar a lomos de un delfín y tumbarse en una cueva en la costa, en donde se la encontró Peleo un día mientras Tetis dormía. Ya que no pudo convencerla con sus palabras, pasó a la acción y la apresó el cuello entre sus brazos. Entonces ella comenzó a transformarse: primero en un pájaro, luego en un árbol y finalmente en un terrible tigre. Entonces Peleo, aterrorizado, la dejó escapar. Él, a continuación, pidió ayuda a las divinidades marinas y les ofreció libaciones y sacrificios en la costa, hasta que Proteo emergió de las profundidades y le dijo cómo podría capturar a la que sería su esposa: primero tenía que atarla fuertemente mientras estuviera dormida y luego no soltarla nunca mientras se transformara hasta que recuperara su forma original. Cuando se viera vencida por medio de esas artes, ella se daría cuenta de que Peleo tenía el favor de los dioses y se rendiría a su voluntad.[198]
Después de que Peleo se ganara a Tetis a través de este rudo cortejo, su matrimonio fue formalmente celebrado en el monte Pelión en presencia de los dioses.[199] Ya Homero menciona que todos acudieron a la boda, incluido Apolo con su lira en la mano.[200] La procesión de los dioses en dirección a la morada de Peleo —unos a pie, otros en carro— aparece representada en algunos maravillosos vasos del siglo VI a.C. y posteriores, especialmente en el vaso François. Píndaro se refiere a esta boda, junto a la de Cadmo, que desposó a la diosa Harmonía, (cf. p. 391) para ilustrar la más elevada felicidad que puede ser obtenida por un mortal.[201] Pero la felicidad de Peleo sería breve, ya que Tetis siguió sintiendo que esa unión no era digna de ella, y abandonó a su esposo mortal después del nacimiento de su primer y único hijo —o único hijo que sobrevivió— Aquiles. En muchas versiones se afirma que ella estaba decidida a tener un hijo inmortal y que abandonó para siempre su casa cuando sus esperanzas quedaron frustradas. En la narración más antigua que se conserva, un fragmento de un poema perdido atribuido a Hesíodo, el Egimio, tuvo unos cuantos hijos con Peleo y los arrojó en un caldero de agua hirviendo para probar si eran inmortales. Después de que varios de ellos murieran, Peleo impidió que hiciera lo mismo con Aquiles, por lo que ella, furiosa, se marchó.[202] El poeta helenístico Licofrón aporta una historia parecida en la que Tetis mata a seis hijos, uno detrás de otro, al tirarlos al fuego, quizá por la misma razón expuesta en la otra versión; finalmente Peleo interviene y rescata al séptimo, Aquiles.[203] Según otra tradición, tomó ciertas medidas para volver inmortal a Aquiles, como había hecho Deméter con el recién nacido Demofonte (cf. p. 183), introduciéndolo en un fuego por la noche para quemar su carne mortal y recubriendo su cuerpo con ambrosía al día siguiente para convertirlo en inmortal y eternamente joven. Pero cuando Peleo vio al niño envuelto en llamas una noche, gritó de horror, por lo que Tetis cesó en su empeño y lo abandonó para siempre.[204] Estaba generalmente admitido que le había abandonado, fuera cual fuera la circunstancia, y que Peleo entregó a Aquiles al centauro Quirón para que lo criara y lo educara (cf. infra p. 592). Para la historia tardía, en la que se cuenta que Tetis había hecho inmortal a Aquiles sólo en parte al bañarlo en el río Estigia, cf. pp. 591 y 592.
La nereida Galatea y su admirador Polifemo
Según una leyenda relativamente tardía y no demasiado seria, la nereida Galatea (Leche blanca), fue objeto del amor de su más improbable pretendiente, el cíclope Polifemo, célebre por su aparición en la Odisea: el ogro de un ojo que apresa a Odiseo y devora a algunos de sus compañeros (cf. p. 634). En la medida en que su carácter aparece dulcificado por los efectos del amor, se le representa como una criatura menos terrible y salvaje que en la narración homérica. Polifemo intenta ganarse el favor de la ninfa marina mediante canciones de amor y otros modos de cortejo correspondientes con sus algo escasas facultades. Era imposible que Galatea se acabara rindiendo ante su pretendiente y guardaba la distancia respecto a él permaneciendo en su elemento natural. Se pueden seguir los pasos de esta historia de amor no correspondido, situada en Sicilia, gracias a un ditirambo, el Cíclope de Filóxeno de Citera (circa 436-380 a.C.), del que sólo conservamos fragmentos. Se cuenta en el poema que Polifemo había cogido una lira para cantar las alabanzas de Galatea, y que Odiseo, a cambio de su liberación, había ofrecido poner su ingenio y sus mañas a disposición del monstruo para que éste lograra ganarse a la ninfa y cumplir sus deseos.[205] Este poema se hizo muy famoso, y no está al margen de su éxito el hecho de que la descripción del cíclope fuera en realidad un retrato en clave de sátira de Dionisio I de Siracusa. El tema, que admite tanto un tratamiento patético como uno cómico, se hizo muy atractivo para los poetas posteriores: una muestra del canto del monstruo, enfermo de amor, se puede encontrar en el Idilio XI de Teócrito. Polifemo es consciente, a su pesar, de que su único ojo y su nariz achatada no ayudan a que la ninfa se enamore de él. A pesar de todo, si ella sale del mar, él le ofrece abundante leche y queso, ciervos y oseznos como animales de compañía y una cueva para compartirla juntos en la ladera de una montaña.[206]
Polifemo, en la versión de Ovidio, tiene un rival, un bello joven llamado Acis, hijo de Fauno (una divinidad local itálica semejante a Pan) y de una ninfa acuática también local llamada Simetis. Un día, después de dirigir sus acostumbradas peticiones y demandas a Galatea desde una colina que caía al mar, Polifemo se da cuenta de repente de que ella está acostada con Acis detrás de una roca, y los celos le devuelven a sus antiguos modos monstruosos. Arranca una enorme piedra de las laderas del monte Etna y la arroja contra su rival aplastándolo. Galatea hace que la sangre de Acis, que fluye por las rocas, se convierta en agua, creando así el arroyo del Etna que lleva ese nombre, y Acis pasa a ser desde entonces el dios del arroyo. Él mantuvo sus rasgos originales, a excepción de su tamaño, ahora mayor, y de su rostro, que se volvió azul oscuro. La historia de esta transformación, que reaparece en pocas fuentes latinas sin grandes variaciones, pudo haber sido una creación del propio Ovidio.[207]
Si a veces se afirma que Polifemo llegó a cumplir sus deseos, es simplemente porque Galatea parecía una madre apropiada para Gálata, el epónimo de los gálatas, es decir, de los celtas de Galacia, provincia de Asia Menor que recibe su nombre del establecimiento en ella de inmigrantes celtas en torno al siglo III a.C. El historiador helenístico Timeo, nacido en Sicilia, describe a Gálata como hijo de Polifemo y Galatea, mientras que otra historia que se opone a ésta, también de origen helenístico, afirmaba que su padre era Heracles y su madre una princesa de la Galia a la que el héroe griego había conocido durante su periplo con los ganados de Gerión.[208] Según una historia bastante parecida, Heracles había engendrado en la Galia a Celto, el héroe epónimo de los celtas, con Celtine, hija de Bretano.[209] Esta clase de epónimos y las historias de nacimiento que los acompañan solían ser inventados según las necesidades del momento.
Según una historia tardía, Nereo tenía un único hijo, Nerites, que se convirtió en favorito de Afrodita en el tiempo en que la diosa vivió en el mar después de nacer de la espuma creada por los genitales de Urano. Cuando marchó al Olimpo para unirse a los demás dioses, quería llevarse a Nerites con ella y le ofreció un par de alas, evidentemente como equipo de viaje. Él, no obstante, prefirió quedarse entre las olas con sus padres y sus hermanas. Furiosa por el rechazo, la diosa le convirtió en un caracol marino (nerites) y le otorgó las alas a Eros, su compañero constante desde entonces. Hay otra historia también en la que se dice que Nerites era el favorito de Poseidón y que el que le transformó fue Helios, envidioso por la rapidez con la que conducía su carro a través de las olas.[210]
Taumante, Electra y sus hijas, Iris y las Harpías
Taumante, el otro hijo de Ponto, es una figura oscura que no tiene asociados leyendas ni cultos, quizá se trate de otro «Viejo del mar». Su nombre podría ser traducido como «el maravilloso», aunque quizá no sea un nombre griego. Se casó con Electra (la de ámbar), la hija de Océano, que le dio veloces y aladas hijas: Iris y las Harpías.[211]
Iris es la diosa o espíritu del arco iris, cuyo nombre en griego, iris, significa aún en los idiomas de la Europa moderna la membrana coloreada alrededor de la pupila del ojo y aparece en palabras como iridiscente. Su principal función, en aquellos casos en los que no es sencillamente una personificación del arco iris, es actuar como mensajera de los dioses. Aunque monopolice esta función en la Ilíada, Hermes tiende a desplazarla en la literatura posterior (cf. p. 219). A partir del período clásico, aparece cada vez más como sirviente de Hera, al igual que Hermes lo es de Zeus; incluso Calímaco la pone en cuclillas, como un perro, alrededor del trono de la gran diosa, presta a hacer los recados que ésta le encomiende.[212] En las obras de arte, que la representan generalmente alada, con una túnica corta y un bastón de heraldo, con bastante frecuencia aparece en segundo término y actúa como acompañante de las divinidades más importantes, como cuando los conduce a la boda de Tetis y Peleo, y a veces también como copera. «Iris de doradas alas», en palabras de Homero, es protagonista en muchos pasajes de la Ilíada, lleva mensajes de Zeus, y en algunas ocasiones de Hera, a los mortales o a otros dioses, a veces incluso actúa por propia iniciativa, como cuando convoca a los Vientos para encender la hoguera fúnebre de Patroclo (cf. p. 88).[213] No es frecuente en narraciones mitológicas posteriores, en las que sólo podemos encontrar dos episodios en los que tenga importancia: en las Ciprias, el primer poema épico del ciclo troyano, es la que informa a Menelao del rapto de Helena,[214] ya que Menelao en ese momento se encontraba en Creta (cf. pp. 575-576); y en el mito de los Argonautas, donde se dice de ella que intervino para evitar que Bóreas asesinara a sus hermanas, las Harpías (cf. p. 506).[215] De acuerdo con Hesíodo, Zeus la envió a coger agua de la Estigia para que los dioses siempre hicieran sus juramentos solemnes poniéndola como testigo (cf. p. 89).[216] Quizá porque se creía que el arco iris era una señal previa a la lluvia, se pensaba que Iris era la esposa de Céfiro, el viento húmedo del oeste. Según Alceo, Iris y Céfiro engendraron a Eros.[217] Un solo autor nos da el dato de que recibía culto, el oscuro autor helenístico Samos de Delos, que afirma que era adorada en la isla de Hécate, cerca de Delos.[218]
Los testimonios más antiguos representan a las Harpías de acuerdo con el significado original de la palabra griega, «arrebatadoras» o «raptoras», espíritus de la muerte femeninos que agarran a los seres humanos y les hacen desaparecer sin dejar rastro. Hesíodo sólo señala que acompañan a los Vientos, pero son mencionadas en tres pasajes de la Odisea como espíritus letales femeninos que se llevan a la gente, haciéndolos desaparecer de manera extraña. Al hablar de la prolongada e inexplicable ausencia de su padre Odiseo, Telémaco afirma que no se sentiría triste si supiera que Odiseo había encontrado una gloriosa muerte en el campo de batalla: «Pero ahora las Harpías lo han arrebatado de manera infame. Desapareció sin dejar rastro, ignorado, y a mí me ha dejado quebrantos y lamentos».[219] Como cuando el porquero Eumeo se refiere a Odiseo en un lenguaje semejante, se trata sólo de una manera de hablar, pero no revela nada sobre el modo en que se representaba a las Harpías.[220] Aparecen también de una manera semejante en un contexto más específicamente mitológico en la narración que hace Penélope acerca de la extraña historia de las hijas de Pandáreo. Tras quedar huérfanas después de que sus padres murieran a manos de los dioses, las pequeñas se beneficiaron del favor de cuatro grandes diosas, ya que Afrodita las crió con queso, miel y vino, mientras que Hera las hizo adorables y sabias por encima de cualquier otra mujer, Ártemis las hizo más esbeltas y Atenea las instruyó en varias técnicas artesanas.[221] Mientras Afrodita viajaba al Olimpo para pedir a Zeus matrimonios convenientes para ellas, las Harpías se las llevaron y se las entregaron a las Erinias como criadas.[222] Aunque no se da ninguna explicación acerca de este desgraciado destino, la historia que cuenta Penélope nos da mucha información acerca de cómo se consideraba a las Harpías en la época de Homero, ya que dice en un principio que las muchachas fueron llevadas por vientos tormentosos (thyellai) y después que fueron arrebatadas por las Harpuiai, como si fueran lo mismo. Se imaginaba a las Harpías, por tanto, como espíritus ventosos que podían llevarse a la gente con ellas, una idea que se refleja en los nombres que da Hesíodo: Aelo (Viento de tormenta) y Ocípeta (Pies rápidos). Los autores posteriores añadieron una tercera harpía, Celaino (la Oscura). En las obras de arte aparecen como mujeres aladas o como enormes aves con cabeza de mujer, semejantes a las Sirenas, como en la célebre tumba de la Harpía de Janto (Lidia), conservada en el Museo Británico.
Si las Harpías sencillamente tenían la función de «raptoras», que se llevaban a la gente del mundo de los vivos y desaparecían con ellos, resultaba difícil que tuvieran mitos propios, pero al menos en una ocasión aparecen persiguiendo a los vivos. En un mito bastante conocido, relacionado con el de los Argonautas, se cuenta que persiguieron al rey adivino tracio Fineo y se abalanzaban sobre él cada vez que intentaba comer.[223] En la tragedia aparece este rasgo[224] y posiblemente también en el Catálogo hesiódico. En esta historia se las representó de una manera distinta a la habitual, ya que las Harpías, aunque terribles como espíritus de la muerte, no son criaturas de aspecto desagradable, sin embargo las que atormentan a Fineo son realmente repelentes y semejantes a aves carroñeras. No sólo son horrorosas y voraces, sino tan desagradablemente repugnantes que dejan tras de sí un insoportable hedor y pudren cualquier alimento que tocan. Para las diversas historias narradas para explicar por qué Fineo llegó a ser objeto de la persecución de las Harpías y la que cuenta de qué modo los dos argonautas alados, los Boréadas, las ahuyentaron y quizá las mataron, cf. pp. 504 y 505. Ésta es la única historia de la que son protagonistas, aparte de la breve persecución de los hombres de Eneas que cuenta Virgilio en la Eneida (cf. p. 753), un invento del poeta latino basado en la leyenda argonáutica.[225]
Según la Ilíada, los caballos inmortales de Aquiles, Janto y Balio (Castaño y Moteado) eran hijos de la harpía Podarge (Pies rápidos) y de Céfiro, el viento del oeste, que los concibieron cuando ella pastaba en una pradera junto a las corrientes del Océano, quizá bajo la forma de una yegua.[226] Parece que en esta historia se entremezclan dos ideas: un dios-viento masculino y un espíritu del viento femenino podrían resultar dos padres ideales para unos caballos rápidos como el viento, y una creencia popular antigua sugería que las yeguas podían quedar preñadas del viento, lo que no está demasiado alejado de la versión de Homero. El poeta lírico arcaico Estesícoro cuenta que Flógeo y Hárpago (Llameante y Raptor), dos caballos que eran propiedad de los Dioscuros, eran hijos de Podarge, incluso fuentes posteriores señalan que Arión, el maravilloso caballo de Adrasto, fue engendrado por una harpía y Céfiro, o bien Poseidón, aunque otras tradiciones no coincidan con ésta (cf. pp. 150-151).[227]
Los monstruosos hijos y descendientes de Forcis y Ceto
Forcis, uno de los tres hijos de Ponto, era un Viejo del mar, al igual que su hermano Nereo. Desposó a su hermana Ceto (Monstruo marino) y fundó una célebre familia de monstruos.[228] La versión de Hesíodo es la que aparece en la Tabla 3 (si es que están bien interpretadas dos ambigüedades que aparecen en el texto).
La primera progenie de Forcis y Ceto fueron las Grayas y las Gorgonas, dos grupos de hermanas cuyos mitos están entremezclados. Grayas significa simplemente «viejas». Después de llamarlas «de hermosas mejillas», lo que seguramente indique que eran jóvenes y atractivas, Hesíodo explica su nombre diciendo que su pelo era cano desde su nacimiento.[229] No se sugiere en ninguna parte que estas hermanas fueran viejas y decrépitas como suele suceder, aunque no siempre, en las versiones tardías y la imaginería artística. Eran dos: Penfredo, la de hermosa vestidura, y Enio, de túnica azafranada, pero se les añadió una tercera hermana, Dino o Perso, en las narraciones posteriores.[230] No sólo se creía que eran mujeres de aspecto anciano, sino que las tres compartían un solo ojo y un solo diente, que se pasaban de una a otra a fin de poder ver y comer. Es Ferécides el que da este detalle de la leyenda, que posiblemente encontró en la épica antigua.[231] Ferécides, asimismo, es el primer autor que hace referencia a la visita que les hizo Perseo, que planeaba llevarse la cabeza de su hermana, la gorgona Medusa. Según la versión más común, le habían señalado que ellas podían revelarle el camino que conducía hacia determinadas ninfas que le podrían suministrar el equipo necesario para lo que él buscaba, por lo que obligó a las Grayas a revelarle esta información quitándoles su ojo y su diente y negándose a devolvérselo hasta que se lo enseñaran (cf. infra pp. 318-319). Según una memorable narración de Esquilo, las Grayas actuaban como centinelas de las Gorgonas, y Perseo les arrebató su ojo y lo arrojó al lago Tritónide en Libia para evitar que éstas lo vieran acercarse y avisaran a sus hermanas.[232]
Las Gorgonas (Gorgones o Gorgous en griego), que eran tres, se llamaban Esteno, Euríale y Medusa. Según Hesíodo, vivían más allá del océano exterior, en dirección a la noche, cerca de las Hespérides (cerca de la puesta de sol en el lejano occidente).[233] En otra versión de la épica antigua, la que aparece en las Ciprias, vivían en medio del océano en una isla rocosa llamada Sarpedón.[234] Se aceptaba generalmente en las fuentes posteriores que vivían en medio del Océano o allende, aunque no siempre en dirección oeste.[235] Esquilo sitúa su morada cerca de las Grayas, sin embargo, como hemos visto, señala que ambos grupos de hermanas habitaban en el este, en un lugar accesible por tierra.[236] Aunque Hesíodo evita problemas a la hora de describir a las Gorgonas, la mayoría de las ocasiones son representadas como monstruos horribles, tan horribles que, con sólo verlas, los hombres se convertían en piedras. Sus sonrientes cabezas estaban coronadas con serpientes y tenían dientes que inspiraban terror, o incluso colmillos como los jabalíes.
Como señala Hesíodo, Medusa se diferenciaba de sus hermanas por el hecho de que era la única de ellas que era mortal, por eso Perseo la eligió como víctima cuando lo enviaron a buscar una cabeza de gorgona (cf. p. 319).[237] Hesíodo aprovecha la ocasión para hacer referencia a este episodio en la Teogonía porque curiosamente tiene una notable implicación genealógica. Medusa estaba embarazada en el momento de su muerte, ya que se había acostado con Poseidón en un prado entre las flores de primavera y sus retoños, Crisaor y Pegaso, salieron de su cuello cuando Perseo le cortó la cabeza.[238] El poeta señala que Crisaor se llamaba así porque llevaba una espada de oro en su mano (chryseon aor), pero no dice nada sobre él excepto que era el padre de Gerión (cf. infra).[239] Las fuentes posteriores no dan muchas más explicaciones. La evidencia de las artes visuales, también bastante limitada, sugiere que Crisaor no era monstruoso en su forma, al igual que muchos otros miembros de su familia. El caballo alado Pegaso, por contraste, es célebre en la mitología como el compañero de Belerofonte (cf. p. 563).
Aunque Homero no hace ninguna referencia a la historia de Perseo y Medusa, sí menciona que «la cabeza de gorgona, horrible monstruo, espantosa y pavorosa» estaba incrustada en la égida (cf. p. 118) de Atenea;[240] y resulta al menos posible que en época de Homero se aceptara que la había recibido de Perseo, como se indica en autores posteriores desde Ferécides en adelante (cf. p. 320).[241] Homero, asimismo, señala que la cabeza de la gorgona aparecía como decoración en las armas humanas: por ejemplo, el broquel del escudo de Agamenón era una cabeza de gorgona que miraba fieramente, con representaciones de Deimo y Fobo (Terror y Miedo) a ambos lados.[242] Como imágenes que no sólo valían para infundir terror sino que también se les atribuían poderes mágicos —evitar que uno fuera herido—, aparecen también en corazas y escudos en época histórica, así como en murallas y puertas. Las imágenes del arte griego arcaico se corresponden con las descripciones de los pasajes de Homero y nos muestran terribles cabezas sonrientes de narices chatas, lenguas que cuelgan de las bocas y ojos que miran fijos. Parece que la cabeza de la gorgona, o gorgoneion, se originó como una imagen apotropaica que existía de manera independiente antes de que se convirtiera en un monstruo de cuerpo entero y, con el paso del tiempo, en un trío de monstruos.
De acuerdo con una extraña historia narrada en el Ion de Eurípides, Atenea consiguió su gorgoneion al dar muerte a la gorgona, aquí sin nombre propio, durante la batalla entre dioses y Gigantes, después de que Gea diera a luz al monstruo para entregar a las filas de los Gigantes un terrible aliado, ya que éstos eran también sus hijos.[243] Seguramente ésta sea una historia tardía, quizá una invención del mismo Eurípides, ya que no hay otra fuente semejante ni en la literatura ni en las artes.
Para fundamentar la razón de que Poseidón deseara dormir con la Medusa, en algunas ocasiones se explicaba que ella había sido extraordinariamente bella hasta que fue convertida en monstruo. Según Ovidio, había sido encantadora en todos los aspectos posibles y su pelo resultaba especialmente bello hasta que Poseidón la sedujo en un templo de Atenea, lo que enojó profundamente a la diosa virgen, que transformó su cabellera en un ovillo de serpientes.[244] En otra versión de la historia, Atenea aparentemente la castigó así después de que Medusa la irritara diciendo que era tan bella como ella. Es lógico, de todos modos, señalar a Atenea como la diosa que provocó la transformación de Medusa ya que era precisamente ella la que llevaba su cabeza en la égida.[245] Al margen de estas historias, la cabeza de Medusa fue representada de una manera muy ajena a esa imagen monstruosa en las obras de arte posteriores al siglo V a.C., en las que a menudo aparece con una belleza serena y fría, incluso a partir del año 300 a.C. de un modo patético, con una expresión de horror o dolor en sus ojos.
La cabeza de Medusa, también su pelo y su sangre, seguían siendo muy poderosos después de su muerte. Hay varias narraciones en las que se cuenta cómo Perseo utiliza la cabeza de Medusa para convertir a sus enemigos en piedras (cf. p. 320). Asimismo, Heracles dio un mechón de su cabellera a Estérope, la hija de Cefeo, para que lo utilizara para proteger a la ciudad arcadia de Tegea (cf. p. 704). Atenea recogió parte de su sangre y se la dio a Asclepio, que se sirvió de ella para sanar a gente e incluso para resucitarla. En el Ion de Eurípides, se dice que Atenea entregó a Erictonio, rey de Atenas, una ampolla que contenía dos gotas de la sangre de la gorgona, una de ellas era un veneno mortal, la otra, un fármaco sanador.[246] El pueblo de Argos afirmaba que la cabeza de la gorgona estaba enterrada bajo un terraplén que había en su plaza del mercado; allí, sin duda, se muestra su función como alejadora de males.[247]
Crisaor, el hijo de Medusa nacido en tan extrañas condiciones, se emparejó con la oceánide Calírroe para engendrar a un hijo, Gerión (o Geriones, o Gerioneo).[248] Aunque Hesíodo se limita a decir de él que es un ser de tres cabezas, las narraciones posteriores y la iconografía lo representan como un ser de tres cuerpos: con tres troncos unidos en la cintura y, dependiendo, un par de piernas o tres pares. En algunos casos se le muestra también con alas.[249] Vivía en el Océano exterior, en el extremo occidental en la tierra mítica de Eritia (la Isla Roja, un nombre apropiado para un lugar cercano a la puesta de sol); y tenía un gran rebaño que pastoreaba un hombre llamado Euritión y que estaba guardado por el perro Orto u Ortro (cf. infra). Cuando los griegos conocieron Iberia, supusieron que Eritia se encontraba en algún lugar de sus costas, y en ocasiones la identificaron con Gadeira (Cádiz, cuando aún no estaba unida al continente) o con otra isla de esa zona.[250] En otras ocasiones la morada de Gerión está localizada en algún lugar de Ambracia, en el noroeste de Grecia,[251] seguramente este detalle tenga un origen antiguo en los días en los que se consideraba que era una región remota cerca de la puesta de sol. Gerión vivía demasiado lejos como para ser molestado por extranjeros, hasta que Heracles llegó allí para robarle parte de su rebaño como uno de sus trabajos. Aunque tenía tres cuerpos, demostró que no era rival para el héroe que le dio muerte antes de marcharse con su botín (cf. infra p. 349).
El siguiente hijo de Forcis y Ceto fue Equidna (Mujer-serpiente), que tenía la forma de una hermosa mujer en la parte superior de su cuerpo y en la otra era una serpiente terrible con escamas en la piel. Los dioses le dieron una cueva como hogar, en lo profundo de la tierra de los árimos, en algún lugar de Asia Menor (cf. p. 133), en donde vivía alejada de los dioses y los mortales, alimentándose de carne cruda.[252] Como se puede inferir a partir del relato de Hesíodo, tenía pocas posibilidades de aparecer en los relatos míticos.
Apolodoro recoge una extraña narración de la Argólide en la que se dice que Argos Panoptes (cf. p. 306) la mató mientras ella dormía. La describe como una hija de Tártaro y de Gea que solía apresar a los viandantes.[253] La Equidna escitia o mujer-serpiente que obligó a Heracles a acostarse con ella (cf. p. 352) era sencillamente una criatura diferente.
Tras emparejarse con Tifón, una criatura tan terrible como ella, Equidna dio origen a una familia de bestias monstruosas, tres de las cuales eran ciertamente hijos de ella —ya que hay ambigüedades en el texto de Hesíodo—: Orto, Cerbero y la hidra de Lerna.[254] Orto, u Ortro, era el perro guardián de Gerión al que mató Heracles, en algunas versiones a causa de una flecha, en otras muerto a mazazos (cf. p. 348). Aunque Hesíodo no dice nada sobre su aspecto, no era un perro ordinario y en las imágenes artísticas suele aparecer con dos cabezas. A su hermano Cerbero, el perro del Hades, se le representa muy a menudo con más cabezas, cincuenta, según Hesíodo; y no menos de cien de acuerdo con Píndaro y los autores posteriores.[255] No obstante, en las obras de arte, y por razones prácticas, aparece con tres cabezas (o menos, comúnmente con dos) y muchos autores, a partir de los trágicos atenienses en adelante, lo describen con tres cabezas de acuerdo con esta iconografía.[256] En ocasiones tiene una serpiente por cola y puede aparecer representado con serpientes saliéndole de otras partes de su cuerpo. La Ilíada y la Odisea hacen referencia a él, aunque ni lo nombren ni hagan una descripción, y mencionan que Heracles una vez lo sacó del infierno, su último o penúltimo trabajo (cf. p. 353).[257] En contraste con el resto de los monstruos de este grupo, hizo una valiosa contribución al orden y concierto del mundo, al asegurar que los muertos no salieran del infierno (cf. p. 164), y Heracles fue obligado a liberarlo después de llevárselo para que Cerbero pudiera regresar a sus tareas. El tercer hijo de Equidna y Tifón era la hidra de Lerna, criada por Hera en las lagunas de Lerna, en la Argólide, para enfrentarla con Heracles.[258] Aunque Hesíodo no hace mención de su aspecto, era una enorme serpiente (hydra significa tan sólo serpiente acuática en griego) que resultaba especialmente peligrosa según la tradición más frecuente por su multitud de cabezas. Sin embargo, Heracles la mató en uno de sus trabajos con una pequeña ayuda de su sobrino Yolao (cf. p. 340).
El siguiente monstruo de la familia de Equidna es la Quimera. No queda claro según el testimonio de Hesíodo si era también hija de Equidna o, como parece más adecuado, una cría de la hidra. Era un ser compuesto, en una especie de dibujo imposible: un enorme león al que le salía de la espalda la cabeza de una cabra (chimaira) y rematado con una serpiente por cola.[259] Dado que su cola terminaba en una cabeza de serpiente, tenía tres cabezas. Vivió en Licia (Asia Menor) hasta que murió a manos de Belerofonte (cf. p. 563). El perro Orto se emparejó con la Quimera (o quizá con su madre Equidna) para engendrar a los dos últimos miembros de la familia, la tebana Phix o Esfinge, como se la conoce más habitualmente, y el león de Nemea.[260] La Esfinge era un monstruo bastante familiar en el entorno del Oriente Medio: el cuerpo de un león, la cabeza de una mujer y alas. Se convirtió en el azote del pueblo de Tebas hasta que Edipo le dio muerte o hizo que ésta se diera muerte a sí misma (cf. infra pp. 407 y ss.). Hera crio al león de Nemea en la Argólide para que atacara a Heracles, que lo mató en el primero de sus trabajos (cf. p. 338). Aunque, sin duda alguna, era una bestia enorme y fiera, su única característica realmente excepcional era que estaba escondida en un lugar impenetrable, que mencionan por primera vez Píndaro y Baquílides.[261] Equidna y sus descendientes engendraron un buen número de monstruos célebres a los que dieron muerte Heracles y otros héroes matadores de monstruos. En el aspecto de estos monstruos podemos reconocer la influencia del embrujo que ejerció sobre la mente griega el mundo no griego, principalmente del Oriente Próximo.
El último retoño de Forcis y Leto, después de Equidna, era la enorme serpiente que guardaba las manzanas doradas de las Hespérides (cf. p. 62). Aunque no tenga nombre en la tradición más antigua, a menudo se le llama Ladón en época helenística y posterior.[262] En algunas versiones, aunque no en la mayoría, Heracles la mató cuando robó algunas de las manzanas de las Hespérides en uno de sus trabajos.
Forcis aparece mencionado en la Odisea como el padre de otra hija, la ninfa Toosa, la madre del cíclope Polifemo.[263] Desde el período clásico en adelante se considera hija de Forcis al monstruo marino Escila, un peligro tan grave para los Argonautas y para Odiseo, aunque su madre sea Hécate o una cierta Crataide, la madre de Escila según la Odisea.[264] De acuerdo con una narración helenística, Forcis devolvió a Escila a la vida después de que Heracles la matara para robar parte del ganado de Gerión. La resurrección se llevó a cabo mediante la aplicación de antorchas encendidas sobre su cuerpo.[265]

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