domingo, 24 de marzo de 2019

La serpe de la fonte Pormás

En la coruñesa localidad de Arzúa existe la llamada fuente Pormás, que tiene la
terrible virtud de encantar doncellas en su manantial, aunque hay que conocer los
sortilegios para poder producir el hechizo.
Hace tiempo vivía en Arzúa un hidalgo con una hija muy hermosa que tenía
medio enamorados a todos los jóvenes de la comarca. El hidalgo no podía sufrir el
asiduo galanteo ni la idea de que su bella hija acabase casándose con alguno de
aquellos jóvenes, de manera que, como era hombre versado en saberes ocultos,
decidió dejar a la doncella sujeta para siempre al encantamiento de la fuente y a salvo
del amor de los extraños. Y así habría sucedido, sin que nadie lo llegase a saber, si la
casualidad no hubiera hecho que uno de los jóvenes cortejadores fuese testigo del
hechizo.
El joven andaba una noche por aquellos parajes cuando vio llegar ante la fuente al
hidalgo y a su hija, seguidos de unos criados que portaban unos sacos. El hidalgo
hizo que los criados dejasen los sacos en el suelo y les ordenó regresar a casa.
Llevaba un gran libro bajo el brazo, una gruesa soga colgada de un hombro y un farol
para alumbrarse, aunque la noche era clara. La hija lloraba con mucha pena, pero el
hidalgo, sin hacer caso de sus lágrimas, comenzó a leer el libro a la luz del farol, con
voz lenta y solemne.
Al cabo de un tiempo, el joven pudo ver, con temeroso asombro, que el cuerpo de
la muchacha parecía perder su volumen y desvanecerse en el aire, convirtiéndose en
una figura de niebla que descendió hasta el agua y luego fue penetrando lentamente
por la boca del manantial hasta desaparecer. Lo mismo ocurrió con los sacos que los
criados habían depositado en el suelo. Luego el hidalgo extendió a sus pies la soga y
leyó otras páginas del libro, y el joven asistió con horror a la transformación de la
soga en una enorme culebra, que empezó a entrar también por la abertura del
manantial mientras el hidalgo, antes de cerrar el libro, pronunciaba unas palabras que
el joven pudo entender claramente, y que venían a decir que para que la muchacha
quedase libre del encantamiento la culebra tendría que ser besada tres veces tres.
El joven se alejó de allí, y durante el día siguiente estuvo dándole vueltas en su
cabeza a los portentosos hechos de los que había sido testigo. Al fin, decidió ir a la
fuente para intentar desencantar a la muchacha, aunque la visión de la enorme culebra
le había llenado de pavor. Cuando el joven estuvo ante la fuente, el pacífico fluir del
agua se convirtió en un borboteo estridente, y al cabo salió del manantial la enorme
culebra, con un aire tan amenazador que el joven estuvo a punto de volver las
espaldas y huir. Sin embargo, el recuerdo de la bella desventurada le dio fuerzas para
resistir al miedo, y cuando la cabeza hedionda del gigantesco reptil estuvo a su lado,
depositó en aquellos morros monstruosos tres besos seguidos que tuvieron el efecto
de aplacarla y hacer que se retirase. Volvió más tarde, ya con menos brío, el joven dio
otros tres besos en la asquerosa cabeza, con lo que el reptil retrocedió de nuevo,
bastante apaciguado. La tercera vez se acercó muy mansa y los últimos tres besos le
devolvieron su condición de soga, que quedó tirada en el suelo. A continuación,
apareció la hermosa muchacha, liberada ya del encantamiento, con los dos sacos a los
pies. Conviene añadir que los sacos estaban llenos de monedas de oro, pues eran el
tesoro del hidalgo, que había aprovechado el hechizo para ponerlos también bajo la
vigilancia de la mágica culebra. Tampoco estará de sobra contar que los dos jóvenes
se marcharon a tierras lejanas con aquel tesoro, que se casaron, etcétera, etcétera.

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