Muy cerca del pueblito de Cucao, y caminando hacia el sur, existe una hermosa laguna, rodeada en parte por un tupido bosque y por otra de un arenal con escasos matorrales de chilcos, quiscales y pangues. Un río de tranquilas aguas nace en sus orillas. Si seguimos el curso de este río llegaremos a la entrada de una caverna. Al penetrar por un estrecho pasadizo nos encontraremos con una amplia sala de paredes rocosas. Hasta antes del último terremoto (1960) que movió las rocas, era fácil llegar hasta muy adentro, pero ahora sólo se divisa una oscura grieta a través de dos inmensas rocas, que nos hace imaginar la gran caverna que se dice llega hasta las profundidades de la tierra.
Hace muchísimos años habitaba en esta caverna una hermosa doncella, quien en los amaneceres de verano, salía a nadar en la laguna. Después de que la muchacha disfrutara de las aguas, emergía de improviso "La Curamilla" (de cura=piedra y milla=oro), una piedra cónica de oro macizo que brillaba intensamente con los primeros rayos del sol y obedecía sólo a la doncella. En cuanto la muchacha la abandonaba para regresar a su caverna, la Curamilla se hundía nuevamente en las aguas.
Tan famoso se hizo este hecho que un forastero decidió apoderarse de la piedra de oro utilizando para ello a la muchacha. Llegó al amanecer hasta la laguna, y se ocultó entre los matorrales y esperó pacientemente que apareciera la muchacha para atraparla. Sin embargo quedó tan encantado con la belleza de la doncella que se olvidó de la Curamilla, y se llevó a la muchacha a tierras muy lejanas para nunca volver a dar noticia.
Producto de esto nunca más apareció la reluciente Curamilla, y muchos son lo que la han buscado y muchos los que la buscan. Entre estos destacan los Machis, que saben que afortunado es el poseedor de un trocito de la Curamilla, pues obtiene para sí y para los demás felicidad y buena salud.
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