La brújula, con la aguja siempre señalando al norte, es algo bastante habitual, y ahora nadie piensa que sea algo impresionante, aunque la primera vez que apareció debió maravillar al pueblo. Hace mucho, en China, había una invención aún más sorprendente: el shinansa. Era un tipo de carromato con la estatua de un hombre en ella que siempre señalaba hacia el sur. No importaba hacia dónde se colocara el carro, la estatua se giraba y apuntaba al sur.
Este curioso instrumento lo inventó Kotei, uno de los tres emperadores chinos de la Era Mitológica. Kotei era el hijo del emperador Yuhi.
Antes de que naciera, su madre tuvo una visión que predijo que su hijo iba a ser un gran hombre. Una noche de verano, salió a pasear por los prados para disfrutar de la brisa fresca que llegaba al final del día y para admirar con placer el cielo estrellado. Mientras miraba la Estrella Polar, por extraño que parezca, esta soltó unos fuertes relámpagos en todas las direcciones. Poco después, nació su hijo Kotei.
Con el tiempo, este creció hasta ser adulto y sucedió a su padre, el emperador Yuhi. Sin embargo, al comienzo, su reinado se vio amenazado por el rebelde Shiyu. Este quería convertirse en rey, y libraron muchas batallas con este motivo. Shiyu era un taimado mago, su cabeza estaba hecha de hierro y ningún hombre podía vencerlo.
Al final, Kotei declaró la guerra al rebelde y lideró a su ejército a la batalla, y se encontró con su enemigo en una llanura llamada Takuroku. El emperador atacó al enemigo valerosamente, pero el mago hizo que una densa niebla cubriera el campo de batalla, y mientras el ejército real estaba vagando confuso, intentando encontrar el camino, Shiyu se retiró con sus tropas, riéndose por haberles engañado.
El emperador reflexionó profundamente.
No importaba cuán fuertes y valientes fueran los soldados del emperador, el rebelde siempre podía escapar con su magia.
Kotei volvió a su palacio y pensó y maquinó para vencer al mago, pues estaba decidido a no rendirse. Después de mucho tiempo, inventó el shinansa con su estatua del hombre siempre apuntando al sur, pues no había brújulas en aquellos días. Con este instrumento para guiarlo, no tenía por qué temer las densas nieblas que alzaba el mago para confundir a sus hombres.
Kotei volvió a declarar la guerra a Shiyu. Puso el shinansa al frente de su ejército y se dirigió al campo de batalla.
Empezó el combate con energía. Los rebeldes se veían arrollados por las tropas reales cuando volvió a recurrir a la magia, y, tras decir unas extrañas palabras en voz alta, una densa niebla cubrió por completo el campo de batalla.
Pero esta vez a ningún soldado le molestó la niebla, ninguno se quedó confuso. Kotei, al dirigir el shinansa, pudo encontrar su camino y dirigió a su ejército sin ningún error. Persiguió de cerca a los rebeldes y los hizo llegar hasta un gran río. Este estaba crecido por las lluvias y era imposible de cruzar.
Shiyu usó sus artes mágicas para atravesarlo con su ejército y se refugió en un castillo en la ribera opuesta.
Cuando Kotei vio que se detenía su marcha, se sintió completamente decepcionado, pues casi había superado a los rebeldes cuando el río lo detuvo.
No podía hacer nada, pues en aquellos días no había barcos, así que el emperador ordenó que prepararan su tienda en el mejor lugar que hubiera por allí.
Unos días después, salió de allí y, después de caminar un rato, llegó a un lago. Allí se sentó en la orilla y se perdió en sus pensamientos.
Era otoño. Los árboles crecían al borde del agua, y dejaban caer las hojas, que flotaban por la superficie del lago. En cualquier caso, la atención de Kotei se centró en una araña al borde del agua. El pequeño insecto estaba intentando montarse en una de las hojas flotantes cercanas. Al final lo consiguió y pronto flotó hacia el otro lado del lago.
Este pequeño incidente hizo pensar al inteligente emperador que podía intentar hacer algo que pudiera llevarlos a él y a sus hombres al otro lado del río de la misma forma que la hoja acarreaba a la araña. Se puso a trabajar y perseveró hasta que inventó la primera barca. Cuando vio que funcionaba, puso a todos sus hombres a hacer más, y en poco tiempo tuvo barcas para todo el ejército.
Kotei llevó a este al otro lado del río y atacó el acuartelamiento de Shiyu. Consiguió una victoria completa y así puso fin a la guerra que había devastado su país tanto tiempo.
El sabio y buen emperador no descansó hasta que consiguió que la paz y la prosperidad se extendieran por toda su tierra. Era amado por sus súbditos, que ahora disfrutaban de una paz feliz que duraría muchos años. Pasó mucho tiempo inventando cosas que beneficiaran a su gente, y pasó a la posteridad por ellos, incluyendo las barcas y el shinansa.
Llevaba cien años reinando cuando un día, mientras Kotei miraba al cielo, este se volvió rojo y algo brillante como el oro bajó a la tierra. Cuando se acercó, Kotei vio que se trataba de un gran dragón. Este se acercó e inclinó su cabeza ante el emperador. La emperatriz y los cortesanos estaban tan asustados que salieron corriendo entre gritos.
Se montó en el dragón.
Pero el emperador solo sonrió y les dijo que se detuvieran.
—No os asustéis. Es un mensajero del Cielo. ¡Se ha acabado mi tiempo en la tierra! —Después, se montó en el dragón, que empezó a ascender hacia el cielo.
Cuando la emperatriz y los cortesanos lo vieron, todos gritaron:
—¡Espera un momento! Nosotros también queremos ir. —Y todos corrieron y se agarraron a la barba del dragón mientras intentaban montarlo.
Pero era imposible que tanta gente se subiera al dragón. Varios de ellos se colgaron de la barba así que cuando intentaron montarse arrancaron el pelo y cayeron al suelo.
Mientras tanto, la emperatriz y unos pocos de los cortesanos iban cómodamente sentados en la espalda del dragón. Este voló tan alto hacia el cielo que en poco tiempo los habitantes de palacio, que se habían quedado detrás decepcionados, no pudieron verlos.
Después de algo de tiempo, un arco y una flecha cayeron en el patio del palacio. Se aceptó que pertenecían al emperador Kotei. Los cortesanos los cogieron reverentemente y los guardaron como reliquias sagradas en palacio.
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